“Desde una perspectiva geoestratégica, China sabe que, si controla el entorno digital y de las comunicaciones, en un eventual conflicto bélico podría desconectarlas en el momento en que quisiera”, señaló a DEF Randy Pestana, experto en ciberseguridad de la Florida International University (FIU). Aclaró que estamos lejos de ese tipo de escenario, pero subrayó que China sabe esperar y su apuesta es a largo plazo.
Desde Miami, donde se desempeña como director de políticas de ciberseguridad en el Jack Gordon Institute for Public Policy de la FIU, Pestana mantuvo un diálogo con DEF. Este especialista será uno de los expositores de la nueva edición de la Conferencia de Seguridad Hemisférica, organizada por la FIU y que tendrá lugar los próximos 9 y 10 de mayo en la FIU. Participarán importantes autoridades de la región y expertos del sector público y privado de EE. UU. y América Latina.
Ciberespacio, el nuevo campo de batalla entre EE. UU. y China
-En un artículo de julio de 2023 en Americas Quarterly, usted habló de la ciberseguridad como “la próxima frontera de la competencia entre China y EE. UU. en las Américas”. ¿Por qué Latinoamérica es tan vulnerable a las amenazas cibernéticas?
-Cuando analizamos estos problemas de ciberseguridad, siempre hablamos de las regiones del mundo en desarrollo. Dentro de ellas, América Latina es una de las más desarrolladas, si la comparamos con África por ejemplo. Aquí existen muchas oportunidades, por un lado, por su cercanía geográfica con EE. UU. y, por otra parte, por el número de empresas tecnológicas que operan en la región. Muchos de los países, como Colombia, Brasil, México, Chile o Perú, están avanzando en sus estructuras de gobernanza digital.
Por eso digo que la región es un “campo de batalla” para la competencia entre China y EE. UU. por ampliar su influencia. A pesar de los vínculos históricos, los lazos geográficos y el número de empresas privadas estadounidenses en la región, China está sacando ventajas de otras preocupaciones que tiene EE. UU. en el mundo y de las habituales luchas presupuestarias que tienen lugar en Washington D. C. China está en condiciones de proveer servicios de una manera más rápida y, francamente, más económica que las empresas estadounidenses.
-Cuando hablamos de ciberataques, ¿qué son los grupos de “amenazas persistentes avanzadas”, conocidos por su sigla en inglés APT? ¿Cómo aparece involucrada China en ellos?
-Los grupos de APT son, esencialmente, grupos que reciben apoyo de los Estados en los que se encuentran alojados sus servidores y no sufren ningún tipo de freno por parte de los gobiernos. Se encuentran activos, particularmente, en países como China, Rusia, Irán y Corea del Norte, que son adversarios de EE. UU. Recordemos el caso de Volt Typhoon, que, según anunció EE. UU., estaría en condiciones de afectar sus infraestructuras críticas. China reconoció que existe, pero dijo que no está apoyando a ese grupo, aun cuando sabemos que está alojado en ese país.
China, al acecho, con una estrategia de largo alcance
-En el pasado, cuando hablábamos de ciberataques, pensábamos en Rusia. ¿Cuáles son las diferencias con los ciberataques de grupos chinos?
-La gran diferencia es que Rusia es abierta respecto de sus intenciones, mientras que China no lo es. Rusia utiliza los grupos de APT para esparcir desinformación y para reunir fondos para mantener sus operaciones en el vecindario cercano: Ucrania, Georgia, Estonia y otras ex repúblicas soviéticas. No les preocupa si son descubiertos, simplemente dicen que se trata de fake news y siguen haciéndolo.
China está desplegando su juego a largo plazo y quiere ser percibido como un buen socio. Puede aproximarse, por ejemplo, al gobernador de un estado regional de Brasil y proporcionarle el servicio de telefonía 5G. Eso significa no solamente darle a China acceso a las redes de comunicaciones, sino que toda la información pasará a través de servidores chinos y todo eso será transmitido al Estado (por la Ley de Seguridad de Datos de China). La otra cara de la estrategia china es la propagación de desinformación contra EE. UU. y la búsqueda de influenciar a los usuarios con posturas prochinas, por ejemplo, a través de plataformas como TikTok.
-¿América Latina es consciente de los peligros? ¿Por qué sus gobiernos no actúan?
-Creo que no es una cuestión de conciencia y no creo que los gobiernos carezcan de la voluntad de actuar. Sin embargo, en países que sufren restricciones presupuestarias, gastar en software de ciberseguridad para proteger infraestructuras críticas no beneficia tanto a la imagen pública como hacerlo en nuevas rutas, transporte público, autobombas o patrulleros. Para los ciudadanos, esto último es más fácil de cuantificar que un software de ciberseguridad. El segundo problema es que, precisamente por eso, los países usan tecnología vieja o desactualizada. Y eso genera vulnerabilidades en sus sistemas informáticos.
¿Cómo convencer a los ciudadanos de estas decisiones y hacer que tomen conciencia al respecto? Si los países digitalizaran sus economías y sus estructuras de gobierno, las inversiones podrían impulsar el crecimiento económico. Eso creará mercados digitales y contribuirá a la llegada de capitales extranjeros que permitirán recuperar esas inversiones. Se trata de convencer a los ciudadanos de que eso será bueno a largo plazo, pero no tendrá efectos inmediatos.
El rol de EE. UU. y sus actuales limitaciones en la región
-¿Cómo ve la actitud del presidente Javier Milei y su alineamiento con EE. UU.?
-Milei parece ser una bocanada de aire fresco en la región y se mostró dispuesto a trabajar con EE. UU., más allá de que su posición anti-China no parece muy realista. La pregunta que me hago es qué pasaría si Biden lograse su reelección y derrotara a Trump, a quien Milei apoyó explícitamente. Si Trump no gana, Milei va a tener que trabajar con Biden. ¿Tendrá el mismo entusiasmo de trabajar con EE. UU. bajo un nuevo gobierno de Biden? Mi impresión es que se trata de una persona pragmática y que él se da cuenta que, a largo plazo, una relación con EE. UU. es beneficiosa para la Argentina.
-¿Cuáles son las mayores dificultades que existen en Washington para intercambiar información de inteligencia con otros países de la región frente a ciberataques?
-Un primer obstáculo es la limitada capacidad de EE. UU. para proporcionar información en tiempo real durante los ciberataques debido a las llamadas “restricciones NOFORN” (información que no puede ser entregada a ciudadanos extranjeros). Les lleva mucho tiempo a las agencias estadounidenses compartir esa información porque se requiere una serie de permisos para poder ingresar a sistemas extranjeros y ayudar a otros países. Y, en ciberataques, lo que cuenta es la velocidad de la respuesta. Esa es la mayor dificultad, que EE. UU. está trabajando para resolver, pero aún va a llevar un tiempo hacerlo. En eso, tienen ventajas los regímenes autoritarios, que responden a un partido único que controla todas las estructuras del poder.
-¿Qué otros problemas existen en la región y en sus vínculos con EE. UU. en temas de ciberseguridad?
La segunda dificultad se refiere al sector privado. Las compañías necesitan ganar dinero y, ante la necesidad del cliente, le proponen su software. Las compañías que tienen voluntad para contribuir solo de buena voluntad cuando ocurre un ciberataque son muy pocas. La mayoría intenta vender simplemente su producto cuando ve una oportunidad. Y el tercer problema en la región es la ausencia de industrias domésticas. No ha habido un gran desarrollo de este tipo de industrias. Se debe educar a los chicos en estos temas desde que tienen cinco años, antes de ingresar a la escuela primaria, de manera que en 15 años, cuando sean adultos, estén tecnológicamente capacitados y sean conscientes de los peligros del ciberespacio. Pero esa es una solución a largo plazo.
-¿Qué rol desempeñan los regímenes autocráticos de la región?
-Fuera de las campañas de desinformación, no creo que estos gobiernos tengan mucha influencia. Venezuela, Cuba o Nicaragua no tienen tecnología propia y dependen de los chinos y los rusos para que les provean su tecnología. Por eso, pueden servir de base de operaciones para los chinos y los rusos. Lo vemos, especialmente en Cuba y Nicaragua, con las redes de información rusa y con los satélites y estaciones espaciales chinas. Otro problema es que estos regímenes autocráticos usan sus propios medios de comunicación para difundir desinformación no solo en su población, sino en toda la región.