La temida escalada en Medio Oriente es una triste realidad, y el mundo ya comenzó a involucrarse diplomática y militarmente en la región. Irán prescindió de las intermediaciones y atacó directamente a Israel por primera vez en la historia tras el ataque sufrido en su embajada en Siria.
Israel respondió con una serie de contraofensivas, tras lanzar amenazas a Teherán. A pesar de que desde Tel Aviv no se adjudicaron estas acciones militares, a primera hora de este viernes se registraron ataques contra objetivos en Irán en respuesta a lo ocurrido cinco días antes. Aunque aún no trascendieron a la prensa todos los detalles, se sabe que el alcance fue limitado.
El régimen iraní afirma haber destruido tres drones en la provincia de Isfahán, corazón del programa nuclear iraní, tras activar sus sistemas de defensa. Las dos potencias enemistadas en el plano religioso e ideológico pasaron de una relación tensa de 76 años a la acción militar y podrían involucrar a sus ejércitos en una guerra sin escalas.
Un enfrentamiento generalizado en Gaza, Tel Aviv y Teherán acarrearía la participación de los aliados de ambos países. Estados Unidos reforzó su compromiso de defender Israel y Rusia hizo lo propio para reforzar su relación con Irán, a pesar de que el enfrentamiento entre los dos países de Medio Oriente puede generar consecuencias impensadas por sí mismos.
Irán: dos ejércitos y una red de terrorismo
Desde la creación del Estado de Israel en 1948, Irán nunca se había involucrado en un conflicto directo, a diferencia de sus vecinos árabes. Agrupados en la Liga Árabe, Irak, Siria y Egipto mantuvieron la animosidad bélica con los israelíes durante gran parte de la segunda mitad del siglo pasado.
El régimen de Teherán, en cambio, atravesó un proceso político interno englobado en la Revolución iraní. Las movilizaciones de 1979 causaron el derrocamiento de la dinastía Pahlaví, apoyada por el Reino Unido y los Estados Unidos, e instauraron la república islámica que conocemos en la actualidad.
Si bien Irán muestra un sistema democrático ininterrumpido, la lógica teocrática se impone en la estructura de poder. El líder supremo Alí Jamenei es quien verdaderamente lleva las riendas religiosas y políticas del país.
El reperfilamiento de la política llevó a una radicalización de las relaciones con Occidente e Israel y a la búsqueda de su destrucción. La fuerza militar acompañó el crecimiento de las hostilidades en Medio Oriente.
Irán divide sus fuerzas militares en dos o, mejor dicho, tiene dos organizaciones con distinto propósito. Artesh son las fuerzas armadas tradicionales que se deben a la República Islámica y tienen como principal objetivo proteger el territorio de las amenazas externas. Se estima que 420.000 soldados están abocados a la defensa y a las directrices del presidente.
La segunda fuerza es el Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica (CGRI), creado en 1979 por el ayatolá Ruhollah Jomeiní, cabeza de la dirigencia clerical. El CGRI surgió de la revolución como un guardián del sistema islámico, el chiismo, dedicado a protegerlo de posibles influencias militares del Artesh y del extranjero.
Su área de acción era principalmente nacional, pero, con la transformación de Irán en un baluarte del islam en la región, aproximadamente 190.000 agentes están desperdigados como emisarios en Medio Oriente.
Estos soldados tienen como objetivo defender las creencias del ayatolá y los logros alcanzados en la Revolución islámica. De la Guardia Revolucionaria, también surge la Fuerza Quds, un grupo de élite de aproximadamente 5000 efectivos encargado de dar formación militar, armas y otros suministros a guerrilleros emergentes.
Estas facciones paramilitares no solo defienden sus propias causas nacionales, sino que también forman parte de la extensa red de contactos de Irán como aliados contra Israel: Hezbollah, Hamás, Yihad Islámica, los hutíes y otros grupos pro iraníes en Irak y Siria.
Teherán se valió de esta red para impulsar la animosidad contra Israel durante los últimos 30 años hasta llegar al punto crítico del atentado del 7 de octubre de 2023.
Entre la acumulación de las fuerzas tradicionales, Irán tiene 610.000 efectivos, pero cuenta con otro cuerpo relacionado con la Guardia de la Revolución. La fuerza paramilitar Basij, también fundada por Jomeiní, es lo más cercano a una policía religiosa.
Destinada originalmente a “islamizar” Irán después del proceso revolucionario de 1979, hoy la organización cuenta con 450.000 voluntarios distribuidos estratégicamente por el territorio para controlar el fortalecimiento del islamismo y vigilar las protestas contra el régimen teocrático. A pesar de su función interna, los Basij son considerados reservistas del ejército, preparados para acudir a la guerra de ser necesario.
En total, las estimaciones de cada fuerza equivaldrían a un total de 1.060.000 soldados. Un poder de convocatoria que solo Israel puede igualar.
Israel y las alianzas de Occidente
Desde su fundación en 1948 de manos de las Naciones Unidas y la protección inicial de las potencias vencedoras de la Segunda Guerra Mundial, Israel atravesó un proceso turbulento hacia una relativa paz en la década del noventa y principios del siglo XXI. El pueblo israelí se mantuvo en guerra con casi todos sus vecinos –Irak, Siria, Líbano, Jordania y Egipto–, en distintas guerras, como la guerra árabe-israelí (1948-1949) y la primera guerra del Líbano (1982-1985).
A partir de 1987, el relevo de la lucha árabe en contra de Israel lo tomaron las Intifadas, los primeros movimientos sociales palestinos, aprovechadas por organizaciones terroristas como Hamás y la Yihad Islámica.
La continua tensión con Palestina y el apoyo de Hezbollah para orquestar y financiar atentados terroristas obligó a Israel a mantener un ejército permanente de 187.000 soldados y personal de carrera.
En reserva, las Fuerzas de Defensa tienen 565.000 efectivos activos que son llamados continuamente para recibir entrenamiento militar y eventualmente entrar en servicio. A raíz del atentado del 7 de octubre, se estima que el ejército israelí sumó a 752.000 combatientes en total en un país de 9 millones de habitantes.
El respaldo militar que recibe Israel es significativo. Durante el histórico ataque de Irán el pasado 14 de abril, Estados Unidos, Reino Unido y Jordania se movilizaron activamente para establecer una ayuda conjunta. Estos países ayudaron a interceptar misiles crucero y “drones kamikaze” Shahed 136 y colaboraron con las capacidades de la Cúpula de Hierro, uno de los sistemas aéreos defensivos más infalibles del mundo.
Los estadounidenses, la principal potencia militar del mundo, también movilizaron a modo de disuasión al USS Dwight D. Eisenhower, uno de los portaaviones más importantes de la Armada que estaba participando de los combates en el mar Rojo contra los hutíes. Dato no menor: cuenta con sistemas de armas nucleares. El apoyo de Occidente a Israel, que había flaqueado durante la campaña en Franja de Gaza, se recuperó tras la ofensiva de Irán y sus aliados.
Misiles, el centro de los avances tecnológicos
Desde la Guerra Fría, el principal foco de la evolución de la tecnología militar fueron los misiles, y las potencias militares buscaron aumentar el rango y el poder explosivo. En Medio Oriente, Irán e Israel cuentan con un poderío balístico que los distingue en la región y podría enfrentarlos eventualmente.
En el caso iraní, el arsenal está diversificado en misiles de corto, mediano y largo alcance. Los tres modelos de Shahab tienen un rango de 300, 500 y hasta 1000 kilómetros respectivamente. Superiores a esta distancia, están el Ghadar-1 que alcanza los 1500 km; el Emad, los 1700 km; y el Sejil-2, los 2000 km.
A estos desarrollos, se suman las presentaciones que realizaron las distintas ramas armadas durante 2023: la Guardia Revolucionaria presentó “Fattah”, su primer misil hipersónico capaz de viajar a 15 veces la velocidad del sonido, mientras que Artesh hizo lo propio con “Khaibar”, un ejemplar de tipo balístico que permite llegar a objetivos a más de 2000 kilómetros, entre ellos a la capital israelí, Tel Aviv.
El caso de los desarrollos de Israel muestra el enfoque de sus conflictos históricos. Gran parte de sus misiles tienen un alcance corto, como los de tipo crucero: los Popeye, de 100 y 200 kilómetros; los Gabriel, de enfoque marítimo, también de 200 kilómetros; los Delilah, de 250 kilómetros; y los Lora, de 280 kilómetros. Dentro de este rango de acción, se encuentran las instalaciones militares de Hamás en Franja de Gaza, de Hezbollah en el Líbano y gran parte del territorio de Jordania, que durante el ataque iraní defendió a Israel en su espacio aéreo.
En el apartado balístico es donde la tecnología israelí marca la diferencia. El Jericho 2 y el Jericho 3, que llevan dentro una ojiva nuclear de 1000 kilos, tienen un alcance de 1500 y 4800 kilómetros respectivamente. El primero permite alcanzar objetivos iraníes en Irak y Siria, mientras que el segundo alcanzaría a Irán, a Afganistán y a todas las capitales de Europa, incluida Moscú.
En una época en la que las guerras parecen tener como protagonistas a los misiles, la industria militar de Israel saca una ventaja considerable en términos de alcance, poder explosivo y fiabilidad en relación con los recursos tácticos ofensivos en poder de Irán.