Daniel Esteban es un coronel retirado del Ejército Argentino y, además, es Secretario de Ciencia, Tecnología e Innovación en la Universidad de la Defensa (UNDEF) y asesor en el Ministerio de Defensa.
Días atrás, Esteban recibió al equipo de DEF en el edificio de la Universidad, emplazada en el microcentro porteño. En su saco, lucía un diminuto prendedor con las Islas Malvinas: un detalle ínfimo si se tiene en cuenta que, tras la Guerra, fue distinguido con la medalla “La Nación Argentina al Valor en Combate”, una de las máximas condecoraciones que entregó el país para reconocer a quienes se destacaron por sus méritos, valor y heroísmo en defensa de la Patria.
Siendo teniente primero en el Regimiento de Infantería 25 del Ejército Argentino, con asiento en la localidad chubutense de Colonia Sarmiento, Daniel Esteban vivió momentos históricos con sus oficiales, suboficiales y soldados. Ellos integraron la fuerza de desembarco que, el 2 de abril de 1982, recuperaron las Islas Malvinas, usurpadas por Gran Bretaña desde 1833.
Malvinas, a 42 años de la operación secreta que inició el desembarco
“Nosotros no teníamos ninguna información de que se estaban por iniciar las operaciones para recuperar la soberanía de Malvinas. El teniente coronel Seineldín, jefe del Regimiento, había viajado a Bahía Blanca y a él le habían dado algún tipo de orden preparatoria o información previa. Mientras, con nuestros soldados seguíamos con la instrucción habitual de siempre”, comienza.
Lo cierto es que para el 26 de marzo de 1982, y con los sucesos en desarrollo en las Islas Georgias, la Junta Militar comenzaba a elaborar, en absoluto secreto, la acción que tendría por objetivo la recuperación de las Islas Malvinas.
Mientras tanto, en Sarmiento, el Jefe del 25 reunía a todo su personal: “Allí habló de cómo se iba a organizar el Regimiento. Una sola compañía iba a desembarcar en el día de la Operación. Las otras iban a llegar después, por modo aéreo”.
Sobre los detalles de aquel encuentro, Esteban es contundente: “Cuando el Teniente Coronel impartió esa orden preparatoria, nos pidió estricto secreto; incluso con nuestras familias. Y, por supuesto, hacia debajo de la cadena de comando, nada. Nuestros suboficiales y oficiales se enteraron de la operación cuando estábamos embarcados”.
Sin embargo, para el héroe de Malvinas, a los ojos del resto del personal, era obvio que algo se estaba gestando: “Se notaba que había una preparación para una navegación. ¿Por qué?, porque compramos, por ejemplo, pastillas Dramamine. Después, obviamente, veían que el Grupo de Artillería 9 nos prestaba ametralladoras. Obvio que los más experimentados se daban cuenta de que algo más importante estaba sucediendo”.
Lo mejor del Ejército: la brava Compañía C del 25
Entonces, a 150 km de la localidad de Comodoro Rivadavia, el Regimiento 25 organizó a una de las Compañías más emblemáticas del Ejército, la “C”. No tenían armas pesadas, pero sí contaban con los mejores soldados, suboficiales y oficiales. Estaba conformada por tres Secciones.
“La idea es que la única compañía del Ejército que iba a desembarcar represente a todo el Regimiento. Para eso, se seleccionó a una sección de cada una de las compañías de la Unidad”, cuenta Esteban, al tiempo que explica que la elección se realizó en base a los resultados obtenidos durante una evaluación que se solía tomar tras la finalización del período de instrucción básico de los soldados.
De esa manera, las mejores calificadas, fueron las que participaron de la Operación: “La del subteniente Roberto Oscar Reyes, que era de mi compañía. Luego, la del subteniente Juan José Gómez Centurión, de la Compañía B; y, finalmente, la del teniente Roberto Estévez -fallecido en Malvinas- que era de la compañía A”. A ellos se sumaba la sección de “Aspirantes a Oficiales de Reserva”, soldados que tenían estudios universitarios, finalizados o en curso.
La orden que él y su gente habían recibido consistía en desalojar a los Royal Marines y, posteriormente, esperar la llegada de una fuerza de seguridad. Luego de eso, regresaban al continente.
“En algún momento, dijeron que podía ser que las esposas también vayan. Algo así dijo Seineldín, creo que en la idea de transmitirnos tranquilidad”, dice. De todas maneras, insiste, él sospechaba que habría una respuesta por parte de Gran Bretaña: “Se trabajó en el planeamiento con análisis de supuestos, sucesos que podían ocurrir: Inglaterra no reaccionará militarmente; EE.UU. mantendrá una neutralidad complaciente; o, si Inglaterra reacciona, estamos en capacidad de defender las Islas”.
¿Por qué el Regimiento 25 había sido el elegido para protagonizar aquel histórico momento? “Creo que por el prestigio y porque estaba cerca de la zona. Además, son tropas que están aclimatadas al frío y al viento”, responde el oficial, al tiempo que rescata que, además, la cúpula del Ejército había decidido enviar a sus mejores oficiales al sur: “Eso lo hizo el general Galtieri, porque sabía lo que iba a pasar. Nosotros no”.
El último banquete antes del combate
Los primeros días del otoño habían llegado al valle del río Senguer, en la localidad de Sarmiento. Esteban, con tan solo 28 años, llevaba sobre sus espaldas (y, por qué no, en su conciencia también) el peso del secreto de una misión histórica: en pocas horas se enfrentaría a uno de los ejércitos más poderosos del mundo. A esto, se le sumaba un pensamiento: sabía que, considerando el poderío aéreo y naval, Inglaterra no se quedaría de brazos cruzados.
Durante su última cena antes de la Guerra, con su esposa y su hijo de apenas unos meses, comió milanesas con papas fritas, su plato favorito. El banquete previo a la gran batalla: como aquel que, de acuerdo a la Ilíada, Aquiles mantiene con Agamenón. En la obra de Homero, el héroe de Troya sabe que morirá, Daniel Esteban era consciente de que la suerte podría no estar de su lado.
“La veía como una operación complicada. Creía que el Reino Unido no iba a tolerar un cachetazo histórico de esa magnitud. Y si iba a haber una reacción, era para ganar. Pero eso lo hablaba con mis oficiales, nunca con los suboficiales ni soldados, a quienes les transmitimos el mejor espíritu. Les decíamos que íbamos a sostener nuestra soberanía y que se trataba de una reacción del pueblo argentino tras tantos años de humillación al no querer cumplir con los designios de Naciones Unidas. Lo hacíamos por nuestra patria, nuestra tierra”.
La Virgen María, las Invasiones Inglesas y la Operación Rosario
“Cuando inicialmente recibimos la orden, la Operación se llamaba Azul. Luego, por pedido del teniente coronel Seineldín, e invocando la protección de la Virgen del Rosario, se pasó a denominar Operación Rosario”, comenta el académico de la UNDEF.
Cuentan que el motivo fue que, al igual que en las Invasiones Inglesas, volvíamos a enfrentarnos a los británicos: y, en aquel tiempo, Santiago de Liniers le había hecho una promesa a esta advocación a cambio de su intersección para lograr la Reconquista. Salvando las distancias, 176 años después, la situación se repetía.
Finalmente, los efectivos del 25 partieron con rumbo a Comodoro Rivadavia para, posteriormente, dirigirse hacia Puerto Belgrano en transporte aéreo. Al llegar, fueron distribuidos en distintos buques. “La masa de la Compañía fue al Irizar. Hacia el 29 de marzo comenzó la navegación”, dice.
Antes de dejar el continente, el comandante de la Fuerza de Desembarco, el Contraalmirante Carlos Alberto Büsser, los arengó: “Nos pidió, dentro de lo posible, cumplir con la misión sin generar daños innecesarios. Lo llamó una operación incruenta”.
El desembarco estaba previsto para el primero de abril, pero una tormenta demoró los planes: “El Irizar, que ahora está en sus glorias abasteciendo las bases antárticas, no tiene quilla, sino una panza redonda, con la que se sube sobre el hielo para romperlo por el peso. Eso que es muy bueno para la Antártida, es muy malo en un mar bravo porque el buque rola y cabecea. Los movimientos eran bruscos y, con los sacudones, se cortaron las eslingas y el helicóptero quedó destruido dentro del hangar. Eso, más la bravura del mar, llevó a que el desembarco se concretara el 2 de abril”.
2 de abril, misión cumplida
“Era todo alegría y uno sentía el peso de la importancia de lo que íbamos a hacer. Eso estaba claro. Pero los más experimentados teníamos la responsabilidad de pensar otras cosas y, a su vez, cuidar el bienestar de los subalternos”, recuerda Esteban al referirse a la inminente llegada a las Islas.
Finalmente, ese 2 de abril de 1982, y tras casi 150 años, gracias a los efectivos que participaron del desembarco, nuestra Bandera volvió a flamear en las Islas y Argentina pudo reafirmar sus derechos soberanos: “A las 6 de la mañana los comandos anfibios estaban llegando a la costa. Salimos con lanchones para llegar a lo que iba a ser la zona del aeropuerto”.
La noticia llegó rápidamente al continente. Sin embargo, el fervor patriota duró poco tiempo: Inglaterra envió medios y tropas a nuestras Malvinas. La Guerra comenzaba.
Rosario, la Operación perfecta
“La Operación Rosario fue perfecta. Estuvo bien concebida. Fue conjunta, con movimientos navales, aéreos y terrestres. La planificación sucedió como se la había pensado. Ejemplar. Por supuesto que, después, vinieron las improvisaciones, pero no fueron durante la Operación Rosario; llegaron después, cuando se dio lo de Plaza de Mayo”, explica.
Lo cierto es que la Operación había sido concretada con éxito. Sin embargo, en los días posteriores, a Daniel Esteban y a su gente les esperaba una misión trascendental: ellos fueron quienes demoraron el desembarco británico del 21 de mayo. Por entonces, la incertidumbre rodeaba cada paso, pero la determinación era clara. Los del 25 estaban preparados para enfrentar lo desconocido.
“No ha sido todo mérito mío”
“Cualquier argentino que le hubiese tocado estar en mi lugar iba a hacer exactamente lo mismo. No me siento diferente por lo que hicimos. Creo que fui un militar a quien Dios (o los militares) me dio/dieron la oportunidad de estar en lugares relevantes de la guerra. Eso me hace sentir orgulloso, pero soy consciente que no ha sido todo mérito mío. La historia y la vida te va colocando en posiciones, y ahí tratas de hacer lo mejor que podes. Si las cosas te salen bien, sos reconocido. Si te salen mal, pasas al ostracismo”, reflexiona el héroe de Malvinas.
En esa línea, rescata el papel de nuestros 649 caídos en el conflicto del Atlántico Sur: “Son un jalón de soberanía. Son quienes nos tienen que guiar para tener un futuro promisorio en nuestro país. Tomemos la causa Malvinas como factor de unión, no de divisiones políticas”.
Aquel 2 de abril de 1982, y gracias a un puñado de hombres dispuestos a todo, en las Islas Malvinas -que son argentinas por historia, geografía y geomorfología- volvió a flamear la celeste y blanca.