Sylvarum, una startup de biotecnología creada por dos jóvenes tucumanos, se dedica al desarrollo de tecnología para aumentar el rendimiento de los cultivos dentro del invernadero.
La empresa fue la ganadora de la octava edición de los Israel Innovation Awards, la iniciativa de la Cámara de Comercio Argentino Israelí, la Embajada del Estado de Israel en la Argentina y el entonces Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación de la Nación que premia y promueve a emprendedores argentinos que aplican tecnología para mejorar la calidad de vida de la sociedad.
Cabe señalar que, en esta edición, la convocatoria recibió 76 postulaciones de todo el país.
En diálogo con DEF, Guadalupe Murga, creadora de la empresa junto con Manuel Sobrino, destaca que en Sylvarum están haciendo algo que “no existe a nivel mundial”. Eso, según Murga, los distingue como una verdadera startup, además de tener como objetivo el mercado mundial y financiarse con capitales de riesgo para poder crecer.
“Somos electrohackers de las plantas”
-¿Con qué valores e ideales trabajan?
-Somos una empresa de desarrollo de tecnología que busca mejorar el rendimiento de los cultivos. Nuestra misión personal, como empresa, es acelerar la transición del mundo hacia una agricultura más sustentable y resiliente. Estamos convencidos de que, hasta el día de hoy, la agricultura no prestó atención a algo que se llama “electrofisiología de las plantas”. Nosotros estamos buscando aprovechar eso para potenciarla.
-¿A qué te referís con “electrofisiología de las plantas”?
-A mí me gusta explicarlo como el sistema nervioso de las plantas. Todos sabemos que los seres humanos y los animales tienen un sistema nervioso basado en señales eléctricas que controlan los procesos. Las plantas también tienen un sistema nervioso.
La comunidad científica aún está evaluando esto que estoy comentando, pero la existencia de señales eléctricas que comandan procesos metabólicos dentro de los vegetales es un hecho y se llama “electrofisiología vegetal”. Esta es la base científica sobre la que se sustenta Sylvarum. En realidad, es algo que tiene 300 años de investigación; incluso Charles Darwin lo estudiaba. El tema es que se dejó de lado por muchísimo tiempo, porque no existían las herramientas para evaluarlo.
-¿Qué es lo que hizo posible que hoy se pueda avanzar en el tema?
-Hoy, existen herramientas como machine learning, inteligencia artificial, desarrollos desde el punto de vista de microchips y un montón de otras posibilidades tecnológicas.
También, surgen avances vinculados a la neurobiología humana y de otros seres vivos, como las plantas. Entonces, lo que nosotros estamos haciendo es desarrollar una tecnología que interviene en estas señales eléctricas que controlan los procesos metabólicos de las plantas. De esa manera, las hacemos más eficientes.
-¿Es un proceso invasivo?
-Es un proceso 100% natural porque no estamos usando ningún tipo de químico ni modificando genéticamente la planta. Lo que hacemos es potenciar procesos naturales, que ya suceden, con ayuda del entorno.
Por ejemplo, estamos acostumbrados a que las plantas funcionen mejor con suplementos de luz artificial. Pero la planta tiene muchas otras variantes que comandan sus procesos internos que todavía no estamos aprovechando. Una de esas es la electrofisiología. Y, para eso, usamos campos eléctricos y magnéticos que intervienen a nivel celular en los procesos que suceden.
-¿Se pueden hackear las plantas?
-Hay quienes asocian el verbo hackear con algo negativo. La realidad es que el hacker es una persona que interviene en un proceso de comunicación y modifica algo. Es exactamente lo que nosotros hacemos porque, al fin de cuentas, el sistema nervioso es el sistema de comunicación que tiene la planta.
Por ejemplo, cuando un animal come una hoja, esa planta está en peligro, porque tiene un depredador. Esa información viaja muy rápido dentro del organismo de la planta para generar defensas. Si bien las plantas están fijas en un lugar, tienen mecanismos de defensa con respecto a lo que sucede en el entorno, ya sea por un depredador, un patógeno o una condición del agua.
Todo pasa por cómo se balancea el organismo para enfrentar eso. Entonces, hay un sistema de comunicación químico y, en paralelo, uno eléctrico. Lo que hacemos es intervenir el sistema, hackearlo. Por eso nosotros consideramos que somos electrohackers de las plantas.
-¿Qué especies estudiaron hasta ahora?
-Comenzamos con lechuga. Después, entendimos que el nicho de la producción de vegetales de hoja es algo muy pequeño todavía, y como las startups aprendemos mucho en el camino, debimos investigar cuál era el mercado estratégico.
Observamos que, a nivel mundial, la mitad del mercado de cultivo de entorno controlado es de tomate. Es una planta que tiene muchos beneficios para la comercialización, están muy estandarizados sus modos de cultivo y concentrados los productores en determinadas zonas. Así que estamos comenzando a trabajar con el tomate como primer objetivo para la comercialización.
Un sueño de juventud
-¿Cuándo empezaron con Sylvarum?
-Yo tengo 27 años y soy bioingeniera. Con respecto al momento en el que empecé con Sylvarum, en realidad, fue una transición constante, porque yo no sabía que me iba a dedicar al emprendedurismo, pero estaba involucrada en distintos grupos y actividades que fueron desarrollando las habilidades que uno necesita como líder.
Cuando era niña, aprendí un poco de negocios y otro poco de liderazgo con actividades como Junior Achivement. Más tarde, elegí mi carrera y opté por la ciencia, porque estaba convencida de que me iba a dar respuesta a muchos de los problemas que tenemos en el mundo, y yo quería ser parte de eso. Hoy, soy ingeniería biomédica, y eso fue parte de la transición.
-¿A tu socio le ocurrió algo similar?
-A Manuel Sobrino, también. Él hizo una carrera como emprendedor y obtuvo mucha experiencia. Por ejemplo, fue muy exitoso en lo que respecta a producción hidropónica. Fue quien trajo la idea de trabajar con este desarrollo. Entonces, Sylvarum fue tomando forma.
Nuestros caminos coincidieron, y tomamos la decisión, yo desde el punto de vista científico y él desde el emprendedurismo. Se unieron esos planetas, y empezamos. Sylvarum es algo que está gestándose desde hace mucho y que hoy cobró fuerza.
-¿Qué perfil profesional tienen ambos?
-Yo estudié mi carrera de grado en la Universidad Nacional de Tucumán. También, hice investigación en el Instituto Balseiro, estudié en la Universidad de Arizona, en la de Nuevo México y en la Geoergetown University, en Estados Unidos. Además, cursé en España y realicé un curso de formación en Colombia.
Mi socio, en cambio, es canadiense, pero criado en Tucumán. Él comenzó a estudiar ingeniería industrial, aunque luego optó por irse a Londres, donde trabajó como analista en un fondo de inversión que se dedica a entender tendencias de la macroeconomía y a hacer inversiones.
Durante ese tiempo, entendió cómo funcionaba el mercado de capitales. Además, en Europa, conoció el mundo de la hidroponía y se obsesionó con la posibilidad de poder cultivar sin suelo y poder llevar la agricultura a las ciudades. Eso hizo que volviera a Argentina y comenzara con una empresa de hidroponía. Le iba fantástico. Sin embargo, para él, no era suficiente.
-¿En qué lugar está Sylvarum?
-La iniciativa nació en Tucumán, y todo el equipo, el laboratorio y las oficinas están ahí. Recibimos el primer apoyo de parte de la Universidad Nacional de Tucumán y, luego, de la Universidad del Norte “Santo Tomás de Aquino”, a quienes le debemos gran parte de lo logrado hasta ahora.
Les agradecemos mucho a ellos y a otros profesionales del CONICET y del Instituto Superior de Investigaciones, que nos validaron desde el comienzo. Porque, trabajando en el desarrollo de ciencia, necesitamos, por un lado, a personas con experiencia y trayectoria y, por otro, la energía de los jóvenes para emprender. Esa combinación la conseguimos en el ecosistema tucumano, que es muy fuerte y que hoy cuenta con varias startups avanzadas.
Cambiar el mundo a partir de las plantas
-¿Qué significa haber ganado el Israel Innovation Award?
-Significa que nos permite viajar a Israel para conectarnos con el ecosistema emprendedor. Yo ya tuve la oportunidad de estar allí cuando recién comenzaba, y me sorprendió, no por nada la conocen como la “Startup Nation”. Es realmente un polo de innovación. Entonces, es un viaje estratégico.
Por otro lado, para nosotros, es un reconocimiento al trabajo del equipo, porque hay muchos que están en el laboratorio trabajando para lograr que esto funcione. Y esta es también una oportunidad para visibilizar a las instituciones que nos apoyan y a nuestro equipo interdisciplinario.
Me da esperanza saber que son varias las instituciones que están atentas a las iniciativas de aquellos que están trabajando para resolver los grandes problemas de la humanidad a través de la ciencia, la tecnología y el emprendedurismo.
-¿Qué cambios positivos buscan generar con Sylvarum?
-Queremos cambiar el mundo. Suena cliché, pero de verdad creemos que tenemos entre manos algo que tiene potencial de mejorar el mundo. Por eso, nuestra misión es acelerar la transición hacia una agricultura más sustentable y resiliente.
Consideramos que la electroestimulación de cultivos tiene que hacerse realidad y que va a tener un impacto gigantesco a la hora de asegurar que toda la población pueda tener acceso a un alimento de calidad y con menos impacto ambiental a causa de la producción.