El 5 de enero, el presidente Javier Milei viajó a la Antártida para poner en marcha el Programa de Control de la Contaminación, cuyo objetivo es el estudio de la presencia de microplásticos. El doctor Martín Ansaldo, coordinador del área de Ciencias de la Vida del Instituto Antártico Argentino (IAA), explica que “cuando los plásticos en el cuerpo de agua van degradándose por efecto de la radiación solar y las corrientes, se generan microplásticos (partículas menores o iguales a 1 mm), que siguen degradándose y se transforman en nanoplásticos (partículas menores a 100 nanómetros). En este contexto, cualquier organismo acuático, como un pez o un crustáceo, los incorpora con facilidad y, de ellos, pasan a las personas”.
Pese a ello, considera que es imposible poder controlar la contaminación si no se comienza por el origen, y la realidad es que “hace muchos años se habla de la economía circular basada fundamentalmente en el reciclado; sin embargo, ninguna compañía que fabrique plásticos para envases o empaquetamiento de diversos productos lo lleva a cabo”.
En definitiva, afirma que la contaminación es un tema que debe ser abordado de modo interdisciplinario, en todas sus aristas y que “cualquier programa debe comenzar desde la base, porque cualquier otra medida es trabajar sobre las consecuencias”. En cuanto al tema microplásticos, sostiene que, si bien es preocupante, en algún punto está de moda y nadie repara en los fármacos presentes en el ambiente que son, a su juicio, mucho más peligrosos.
Contaminación en el hielo: el impacto de los fármacos en el agua
-En el Instituto Antártico, están llevando adelante una investigación sobre la presencia de residuos farmacológicos en el agua. ¿En qué consiste?
-Es un proyecto que llevamos adelante con el doctor Roberto Candal, de la Universidad de San Martín, en la estación científica Carlini, en la isla 25 de Mayo de Caleta Potter. Él como químico y yo como fisiólogo decidimos estudiar la presencia en el cuerpo de agua y en sedimentos de residuos de fármacos muy simples, como diclofenac, paracetamol e ibuprofeno. En la zona, son de uso común, de venta libre, pero, como todo fármaco sintético, no tienen un microorganismo que los pueda desintegrar por completo. Lo que el cuerpo no puede asimilar, lo elimina, y el agua del baño, al igual que la de la cocina o la lavandería, va a una planta de tratamiento que muchas veces no funciona por las bajas temperaturas, entonces las bacterias no llegan a degradar o transformar estos compuestos. Un problema que afecta a todas las bases de los países que están en la Antártida.
El proyecto se puso en marcha este verano. Hay dos personas que recolectan muestras de sedimentos y de agua que serán analizadas en Buenos Aires. “Queremos determinar qué carga tiene la entrada y la salida de la planta de tratamiento. Ya con los datos, haremos experimentos de contaminación controlada semiestáticos con moluscos como la almeja antártica, que es un organismo filtrador, para comprobar cuánto estamos afectando y ver qué recaudos tomar para hacer un sistema de tratamiento más eficiente para sacar estos compuestos del agua”.
-¿También trabajan con el acuario de la base Carlini?
-Sí, lo hicimos con la presencia de combustibles y agua de mar. En contenedores de un metro cúbico y con una bomba de agua, tomamos agua de mar de la caleta, lejos de la base y sus descargas. Esa agua viene cargada, por ejemplo, de microalgas, diatomeas, que se depositan arriba de placas de vidrio que luego colocamos en frascos con distintas concentraciones de ibuprofeno, paracetamol o diclofenac, para analizar cómo son afectadas o no. Es un experimento agudo, de no más de cuatro días de exposición, a diferencia de los crónicos, que pueden demandar semanas. De esta manera, podremos ver qué especies resultan resistentes y cuáles son sensibles.
-¿Qué otras investigaciones hacen allí?
-El acuario es una habitación que puede enfriarse a temperatura exterior para poner una pecera y trabajar con animales. Esto se hace especialmente en verano y se realizan investigaciones relacionadas con el cambio climático para determinar cuánto y cómo afectan a los distintos organismos las variaciones de temperatura y salinidad del agua.
-Los resultados ¿pueden trasladarse a los seres humanos?
-¡Qué pregunta! No es tan fácil la correlación. Por ejemplo, hay un estudio de 2015 en Brasil sobre el agua tratada/potable y la presencia de fármacos, tanto de uso común como también ansiolíticos, antidepresivos, remedios para el corazón, la hipertensión y el colesterol, entre otros, que demuestra la incidencia en el cáncer de cuello de útero, de mama y de próstata. A eso, se suma el desecho sin control de los fármacos vencidos, por dar solo un ejemplo de la dificultad de controlar la contaminación. Más aún, cuando hay una brecha entre la ciencia y la industria, a la que poco le importa lo que ocurre con el ambiente mientras conserve las ganancias. Esta es una de las razones por las que nos preocupa especialmente la ausencia de regulaciones sobre lo que se produce y se desecha y que el mercado, en definitiva, maneje todo a su provecho y antojo.
Gripe aviar: el desafío de proteger la fauna antártica
El problema empezó hace unos dos años. El entrevistado confiesa que le recuerda a la pandemia “cuando de golpe había algo en el aire que podía destruirnos. Con la gripe aviar, empezaron las alertas en el hemisferio norte –que es donde se generan estas cosas, probablemente por estar más industrializados– y de a poco se fueron alterando distintas poblaciones de aves”.
Comenzó con las de corral, pero después se dispersó a la fauna silvestre y fue bajando al hemisferio sur. Por ejemplo, cuenta, apareció en Ecuador y Perú, donde murieron muchos ejemplares de pelícanos. “Son procesos incontenibles que llegan a todos lados”.
Según revela, fue asesorado en el tema por el doctor José Luis López, especialista en virología de la Universidad de Buenos Aires. “Hay distintas variedades. Se habló de gripe aviar mientras afectó a las aves, pero después, pasó a los mamíferos y entonces nos referimos al virus de la influenza. Apareció en lobos y elefantes marinos en Mar del Plata, Puerto Madryn, entre otros lugares del sur, y ya está a las puertas de la península antártica.
-¿Qué medidas tomaron?
-Nos asesoraron especialistas del Senasa sobre los cuidados esenciales y generamos un protocolo especial para la gente que en la Antártida trabaja con aves y mamíferos. En la base Orcadas, de las islas Shetland del Sur, por ejemplo, se suspendió todo contacto con estas especies, ya que aparecieron más de diez skúas muertos, un número muy elevado para la zona.
-Si el virus pasó de un ave a un elefante marino, por ejemplo, ¿es difícil que pueda afectar a las personas?
-La posibilidad de contagio a las personas es baja. De todos modos, si pensamos que los animales utilizan las lagunas de las que sacamos el agua para beber, debemos entonces tomar los recaudos de filtrarla, hervirla o clorarla. Por otra parte, todas las personas que trabajan con animales en las distintas bases e instalaciones antárticas deben tener equipos de protección: barbijos, cofias, guantes, etc. Y después, seguir todos los protocolos de descarte y también de descontaminación del calzado y la vestimenta. El protocolo está en marcha.
Contaminación global: nadie está a salvo
“No hay lugar en el mundo donde pueda escaparse ni de la contaminación ni de las enfermedades. Es uno solo, aunque no lo terminemos de entender. La explotación de recursos y el extractivismo deben tener reglas”, sostiene con convicción.
-¿El turismo se verá afectado?
-Creo que sí. La Asociación Internacional de Operadores Turísticos de la Antártida (IAATO) fue la primera en hacer un avistaje. Los turistas de los buques en general bajan a visitar las pingüineras y las zonas atractivas para conocer. El primer consejo es que baje un grupito de dos o tres miembros de la tripulación con un especialista y vean si encuentran algo sospechoso (conductas fuera de lo común, animales que no puedan estar erguidos o con espasmos, por ejemplo). En ese caso, que nadie baje y quienes lo hicieron, vuelvan al barco y se descontaminen.
-¿Hablamos de la contaminación generada en el mismo lugar?
-No solamente. Hay un proceso de transporte de contaminantes en la atmósfera generados en lugares más industrializados del mundo. Viajan en las corrientes, condensan en los polos y precipitan en los glaciares. Por ejemplo, aparecen pesticidas y herbicidas en los glaciares que nunca se usaron en la Antártida. Al hacer una prueba testigo en la masa de hielo y fraccionarlo, se encuentran cosas sorprendentes. Por eso digo que es un tema difícil que debería ser abordado desde diversos lugares. Hablar de control de la contaminación es un título de marquesina.
-Como conclusión, ¿a qué apunta el esfuerzo?
-Me interesa ver las respuestas de los organismos frente a la exposición a distintos estresores con la influencia, además, del calentamiento global. Por ejemplo, a los moluscos y peces antárticos, si se les modifica un grado su temperatura ambiente normal (que es de entre menos uno y un grado), comienzan a alterarse su metabolismo, entonces, si, además, los exponemos a sustancias nocivas, estamos generando un problema importante accesorio.