Treinta años dedicados a la conservación de la fauna marina y, en especial, a la preservación de los pingüinos y su hábitat fueron recompensados por la Indianapolis Zoogical Society Inc. con la máxima distinción de la organización en esta categoría. “Para mí, fue una sorpresa enorme porque en el mundo de la conservación, se tiene muy en cuenta con qué especie conecta más la gente y, sin dudas, son los mamíferos, no las aves”. afirma el doctor Pablo García Borboroglu, fundador y presidente de Global Pinguin Society (GPS). Hasta la fecha, 2,4 millones de pingüinos se han visto beneficiados por el trabajo de esta asociación, que contribuye a la conservación de esta especie y sus ecosistemas asociados.
Este marplatense llegó a la provincia de Chubut, de donde es oriunda su familia, en la década del ochenta. “Mi abuelo arribó a Comodoro Rivadavia, que era en ese entonces un caserío, después de 1920. Allí conoció a mi abuela, que era una enamorada de los pingüinos, y solía ir a visitarlos a la costa. De chico, siempre me contaba historias que me fueron conectando con ese mundo”, relata. Sin dudas, una vez instalado en la Patagonia, se interesó por la fauna marina. “Hubo dos cosas que me llamaron la atención: el nivel de mortandad de los pingüinos (unos 40.000 al año) y la naturalidad con que lo aceptaba la gente. Involucrarme fue inevitable y comencé a rehabilitarlos y devolverlos a su ámbito natural”.
En 1991, hubo un gran derrame de petróleo frente a Península Valdés en el que murieron 17.000 ejemplares, desastre a raíz del cual Borboroglu y unos compañeros decidieron armar un centro de rehabilitación en Punta Tombo. Él recuerda que fue tal la magnitud de esta catástrofe que hubo una gran cobertura de los medios nacionales, presencia que ayudó a visibilizar del problema. “Años después, logramos el alejamiento de la ruta de los buques petroleros de la costa de Chubut. Este hecho, sumado a los avances tecnológicos para detectar derrames, dio como resultado que en la actualidad solo mueran 20 ejemplares al año. Hay que tener en cuenta que el petróleo no solo impacta en los pingüinos sino que contamina las playas, el agua y el resto de la fauna”, detalló.
Una especie singular
“El pingüino, por sus características, es muy frágil y susceptible a cualquier cambio en su ambiente: no vuela, está en el hemisferio sur, depende de fuentes de comida que están en el mar, la hembra pone uno o dos huevos por año y la especie comienza tarde su reproducción, entre otras particularidades”, describe el doctor Borboroglu.
-¿Cuáles son las principales dificultades a las que se enfrenta estas aves?
- Entre sus problemas inmediatos, el más serio es quizás la imposibilidad de preservarlos del vandalismo porque, si bien es factible la protección a gran escala, es imposible prever la acción depredadora de las personas: cuatriciclos, basura, perros, etc. A mediano plazo, los pingüinos tienen la necesidad de contar con un hábitat seguro donde criar y alimentarse, motivo por la cual trabajamos con áreas protegidas. Una clara prueba es la pingüinera de El Pedral, cercana a Puerto Madryn, lugar que hace 15 años contaba con seis parejas y, hoy, después de años de brindarles seguridad, tiene más de 8000 ejemplares. A largo plazo y razón de nuestras campañas más grandes, el problema es el cambio climático y los plásticos.
-Mencionaste el vandalismo, ¿crees que es factible realizar un turismo que no impacte en el entorno?
-Sí. El turismo bien manejado y responsable es el aliado más importante de la conservación porque ayuda a que haya presencia en lugares sensibles. En el mundo hay 300 sitios donde visitar pingüinos en estado natural y es algo muy bueno porque genera divisas y trabajo genuino para las economías regionales. Por supuesto, es indispensable que haya planes de manejo establecidos sobre bases científicas y que la gente los cumpla.
-¿Todos los pingüinos son visitables como los de nuestra Patagonia?
-No. Nosotros estamos mal acostumbrados porque el nuestro, el pingüino de Magallanes, está familiarizado con la presencia humana y su sociabilidad lo vuelve ideal para el turismo. Sin embargo, basta adentrarse un par de kilómetros para ver cómo los que no están habituados huyen despavoridos de la gente.
Los impactos del cambio climático
- ¿De qué manera los afecta?
-Depende de la especie. De las 18 existentes, 14 se distribuyen en climas templados hasta tropicales y cuatro están vinculadas a ambientes antárticos. En el caso de estas últimas, el hábitat de reproducción y alimentación se ve alterado por el patrón de derretimiento, que obliga a los pingüinos están a nadar más lejos en busca de comida, pierden energía, se alejan más tiempo de los pichones, etc. En este momento a nivel global, hay un calentamiento extraordinario de la superficie de los océanos y de la atmósfera, con olas de calor más intensas y frecuentes. Hace cerca de cuatro años, en Punta Tombo, en Chubut, se alcanzaron los 44 grados y estas aves -que tienen una temperatura límite- abandonaron los nidos con sus pichones y huevos para refrescarse en la costa. Estimamos que cerca de 300 murieron en el camino. Un problema nuevo, también relacionado con el calor, son incendios en la estepa. Quizás porque nunca se vieron expuestos a estos peligros, los pingüinos no detectan el fuego como amenaza, se quedan en el nido y mueren quemados.
-Además del calentamiento de los océanos, ¿cuánto impacta en la fauna la presencia en el mar de petróleo y plásticos?
-El petróleo fue una gran causa de muerte de pingüinos en cuatro continentes -incluyendo la Antártida- y hubo épocas en las que se registraron grandes derrames que pusieron en evidencia las diferencias entre el mundo desarrollado, que imponía multas enormes, y los países en desarrollo donde, en general, no había consecuencias serias para las empresas. Con el tiempo, por cuestiones de seguridad, esta problemática se mejoró, pero hoy estamos muy alarmados en la Argentina por el desarrollo colosal petrolero propuesto: 18 áreas a lo largo de la plataforma. Si la exploración ya es dañina, la explotación genera un riesgo tremendo de accidentes, a lo que se suma el posterior transporte en buques. Argentina nunca había tenido este nivel de riesgo y pensarlo no se alinea con ninguna agenda ambiental. Mientras el mundo avanza hacia una transición energética, nosotros apostamos a producir petróleo. No tiene lógica alguna. En cuanto al plástico o microplásticos, basta pensar que se vierten al año al océano 11.000 toneladas de este material, que es ingerido por la fauna y provoca, muchas veces, la muerte. Nosotros implementamos una campaña llamada “Limpiando la casa de los pingüinos”, con la que involucramos a adolescentes y comunidades en una acción de conservación concreta que los empondera.
El largo camino hacia la conservación
A medida que se fue involucrando en el camino de la preservación y para sumar herramientas, Pablo García Borboroglu comenzó su licenciatura en Ciencias Biológicas en la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco y, más adelante, el doctorado en la Universidad Nacional del Comahue. “Mi interés estuvo centrado siempre en la conservación. A lo largo de los años, noté que el factor común de los congresos internacionales en los que participaba era el lamento y la descripción de lo mal que estaba la especie, pero sin plantear una acción en contrario”. Eso lo llevó a crear una organización internacional, la Global Panguen Society (GPS), cuyo objetivo es capitalizar el conocimiento científico y actuar como frente común para la conservación de las 18 especies de pingüinos del mundo, las costas y los océanos que habitan.
-¿Cuáles son los principales ejes de la conservación?
-Nosotros trabajamos en tres ámbitos. Por un lado, hacemos ciencia con proyectos propios y en colaboración (en especial en Argentina, Nueva Zelanda y Chile). Por otro, estamos enfocados en la protección de hábitat, para los cual trabajamos con gobiernos, funcionarios y dueños de tierras. Ya llegamos a proteger 13 millones de hectáreas de áreas marinas y costeras. La tercera y fundamental pata es la educación. Tenemos programas locales para llevar a los chicos de los pueblos cercanos, que son quienes menos información tienen, a conocerlos. Por otra parte y a través de nuestros socios más grandes -como Disney y National Geographic-, desarrollamos actividades con las que llegamos a millones de niños. Por ejemplo, vamos a colonias remotas y, a través de una antena satelital, trasmitimos en vivo como si fuera una clase y les mostramos en vivo los pichones, los huevos, etc. El objetivo central de nuestro trabajo es cambiar la conducta del humano y, para ello, es necesario el involucramiento. Uno puede abarrotar de datos a la gente, pero no sirve porque las personas cambian con la emoción. Por eso, apostamos a que la ciencia llegue al alma.
-¿Qué estudian en particular?
-Depende de la especie. Hay distintas actividades de conservación, algunas de las cuales son de largo plazo y otras, más específicas, se concretan en pocos años. Lo que tienen todas en común es el monitoreo de los nidos, el análisis del éxito reproductivo, de cómo afecta la pesquería y el seguimiento de sus lugares de alimentación, entre otros. A algunos pingüinos les colocamos transmisores satelitales que nos permiten verlos en acción y recolectar datos, como por ejemplo dónde se necesita un plan de manejo o la creación de nueva áreas protegidas. Por otra parte, posibilitan que todo el mundo pueda verlos gratis, en vivo, en nuestra página web (https://www.globalpenguinsociety.org/index_es.html).
También hacemos estudios generales: el año pasado, publicamos con otros 40 colegas investigaciones genéticas de pingüinos y cómo fueron evolucionando durante 60 millones de años.
-¿Por qué es clave el pingüino para el éxito de las grandes campañas?
-Hay varias razones. Una de ellas es que, gracias a la increíble conexión emocional que establece la gente con ellos, podemos visibilizar temas como el petróleo, las pesquerías y otras cuestiones globales. Otra es que -como utiliza áreas tan grandes, terrestres y marinas-, con su protección se benefician diversas especies que coexisten con ellos. Y, quizás una de las más importantes, es que el pingüino funciona como un indicador de la salud de los océanos. En el caso de la presencia de petróleo, por ejemplo, al perder flotabilidad, la mitad no llega a las costas y los que lo logran agonizan durante semanas porque no pueden comer, mueren de hambre o intoxicados. En síntesis, al hacer el seguimiento de cientos de nidos durante décadas, puedo afirmar que ayudan a detectar en el acto los problemas del entorno.
-¿Crees que pueden ser una herramienta para el cambio?
-Sin dudas. El objetivo principal es que la gente fortalezca la cultura de conservación. Tenemos que lograr que no sea necesaria la presencia de un guarda fauna para que las personas actúen correctamente Por eso, nuestro proyecto, a largo plazo, es que los chicos lleven esa cultura ambiental en su ADN.
-¿Cuáles son los principales obstáculos que debe enfrentar conservacionismo en nuestro país?
- Creo que lo más importante es la carencia de normas que permitan condenar a los responsables de delitos ambientales. No existe una ley nacional de biodiversidad que proteja la fauna. Por otra parte, en muchas provincias, aunque hay una ley que las reglamenta, no hay fiscalías ambientales. Esto lleva a que las causas caigan en fueros penales y se pierdan en el vacío. El delito ambiental no figura dentro del Código Penal vigente. Urge actualizar las leyes y sería muy bueno que los partidos políticos lo incluyeran en sus plataformas.
Un ejemplo de resiliencia
“Estoy seguro de que no hay especie que llegue al alma de la manera en que lo hace el pingüino. Trabajar con ellos, para mí, es llevar el mensaje de mi abuela a millones de chicos y conectarlos con la naturaleza”, afirma con emoción.
-¿Qué podemos aprender de esta especie?
-Una de sus características principales es la determinación. Pese a su tamaño, son muy valientes en la defensa de los que más aprecian: sus huevos y sus pichones. Se desplazan con sus 40 ó 50 centímetros de altura, nadan cientos de miles de kilómetros a buscar comida, se sobreponen a todos los problemas – pesquerías, petróleo, cambio climático, disturbios humanos, etc.- y resurgen más fuertes. Creo que nos enseñan a los humanos la tenacidad y la persistencia. Si ellos pueden, ¿cómo no vamos a poder nosotros? A mí me inspiran, me motivan. Por eso, en los momentos de crisis, me gusta ir a las pingüineras a recargar energía y, de algún modo, me conectarme con mi abuela.
-¿Algo más para agregar?
-Me gustaría que la población sea consciente de que la existencia de los conservacionistas no la libera del compromiso con el ambiente. Cada uno tiene un rol. La fauna nos mantiene vivos, los océanos nos dan el oxígeno, los ambientes sanos nos dejan respirar, todos tenemos una responsabilidad para devolver al planeta. Un ejemplo simple es evitar el uso del plástico descartable, como está ocurriendo en la mayoría de los países europeos. Algo sencillo, que no cuesta y genera un beneficio común muy importante.
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