— ¿Se mantiene constante la categoría de conservadurismo popular, tal como la habías imaginado hace unos años?
— En líneas generales, yo creo que se mantiene. Hubo algunos vaivenes políticos y cambios de líderes, pero el movimiento me parece que sigue muy presente. Cuando empecé a ver estos temas, habían aparecido un par de movimientos muy importantes: el Brexit, la elección de Donald Trump y la transformación del partido Republicano de EE. UU., el fenómeno Bolsonaro y, más reciententemente, el fenómeno de Meloni. En ese momento, Trump era una especie de outliner. Ahora, no está más en el poder, puede ser que vuelva o no, pero lo que está claro es que logró transformar la ideología del partido Republicano, que era un partido conservador liberal elitista del establishment, y hoy, tanto el mensaje de Trump como el de Ron De Santis –el gobernador de Florida, que también tiene muchas chances de ser el candidato republicano– tienen las características del conservadurismo popular.
— ¿Cuáles son esas características?
— Básicamente, continúa con la tradición conservadora en el sentido de la importancia del orden, del nacionalismo y de los valores tradicionales. También, del capitalismo, pero que, a diferencia del liberalismo, muchas veces tiende a estar subordinada a otro tipo de prioridad, como puede ser la seguridad nacional o la preservación identitaria. Pero la gran diferencia de este conservadurismo popular con la tradición conservadora es que es profundamente antielitista. No estamos hablando del conservadurismo de la familia Bush o de Churchill, muy ligado a las clases altas, sino de un conservadurismo que reniega de las élites porque considera que ya no defienden los principios y los intereses de la población. Dentro de ese marco general, han ido desapareciendo algunos líderes y se han sumado algunos nuevos, pero sigue siendo un factor determinante en la política doméstica de muchos países, que también afecta su política exterior y, por lo tanto, las relaciones internacionales.
— ¿Cómo jugó la pandemia en este panorama?
— Perjudicó a ciertos líderes políticos conservadores populares, como Trump y Bolsonaro. Especialmente a Trump, que es posible que haya perdido las elecciones por el manejo de la pandemia. Generalmente, en la mayoría de las naciones, se vio el mismo fenómeno: un incremento de la popularidad de los gobernantes al inicio de la pandemia por una visión de que el país estaba en riesgo, tal como sucede en las guerras. Pero, con el paso del tiempo, la pandemia fue debilitando a los gobiernos, y eso perjudicó a muchos líderes conservadores populares.
VIENTOS DE CAMBIO
— En América Latina, se observó un regreso de gobiernos de izquierda. Pienso en Chile, Colombia y Brasil. ¿Hubo un freno en cierta tendencia del conservadurismo popular?
— Más allá del color del gobierno, tenés como caso interesante el de Chile, donde se vio el surgimiento de José Antonio Kast, que es un conservador popular y no de la derecha liberal tradicional. En el caso de Brasil, quizás Bolsonaro no vuelve a ser presidente, pero ayudó a transformar la derecha brasileña, que ahora tiene muchas similitudes con el modelo conservador estadounidense admirado por Bolsonaro y varios de sus seguidores. También, tienen un rol muy importante los evangélicos, las FF. AA., las FF. SS. y el campo. Es una alianza entre distintos sectores que defienden un discurso conservador popular muy distinto a lo que podría haber sido, por ejemplo, un Fernando Henrique Cardoso en los 90.
— De hecho, en Chile ese movimiento se expresó en el rechazo de la nueva Constitución.
Hoy, es la primera fuerza política de Chile, tiene poder de veto en la Asamblea Constitucional. Es un cambio muy profundo lo que se viene observando en distintos países. Uno suponía que el rechazo a las élites siempre iba a venir desde la izquierda y, paradójicamente, se dio desde la derecha. Los líderes que atacan constantemente a las élites son los conservadores populares. Quizás, a diferencia de la izquierda, no es un ataque por cuestiones económicas, sino por cuestiones culturales. Es una novedad de nuestros tiempos.
— ¿Qué referentes liberales quedan en el mundo?
— Quedan pocos, porque Macron está muy golpeado políticamente; Biden podría ser un nuevo referente, pero también cuenta con tasas de popularidad muy bajas. En la actualidad, tanto en Francia como en EE. UU., la izquierda más dura, más contestataria, más tradicional, tiene un peso más importante de lo que tenía una o dos décadas atrás.
— ¿La visión liberal progresista está en crisis?
— Sí. Está atravesando un momento de crisis también porque muchas de las suposiciones que se tenían sobre lo que iba a pasar en el mundo no están sucediendo; por ejemplo, en el plano internacional, la idea de que China iba a terminar adoptando las instituciones occidentales e iba a aceptar el orden liberal internacional. Lo mismo con la noción del libre comercio: hoy, está más en ascenso la regionalización que la globalización, o sea, tener las cadenas de valor más cerca del territorio, por si hay una sorpresa estratégica. Entonces, muchos de los pilares sobre los que se basó el orden liberal –principalmente: libre comercio, el rol de las instituciones internacionales para resolver problemas a escala global y la expansión de la democracia liberal en el mundo– están siendo cuestionados tanto por la derecha como por la izquierda.
— ¿Cómo influyen las nuevas tecnologías –la inteligencia artificial, por ejemplo– en estos procesos políticos?
— La verdad es que hay muchísima incertidumbre. Está claro que van a tener un efecto muy importante. De hecho, ya tuvimos una muestra con las redes sociales, un cambio tecnológico que tuvo un impacto en el surgimiento del conservadurismo popular porque le permitió saltear a los medios de comunicación tradicionales. No es casualidad que Bolsonaro, Trump y muchos otros ataquen constantemente a los medios tradicionales de comunicación. Las redes permitieron una comunicación más directa entre los líderes y el electorado. En cuanto a la inteligencia artificial, creo que uno de los efectos que va a tener a corto plazo es causar malestar en ciertos sectores de la población que van a ver peligrar su trabajo. Quizás, a largo plazo, va a ser positivo el impacto debido a una mayor productividad para la economía y el bienestar, pero en el corto plazo, va a generar disrupciones sociales, y es probable que ese malestar social se traslade una vez más hacia líderes, como los actuales.
— Entonces, si pensamos en los próximos cinco o diez años, ¿creés que el conservadurismo popular se consolidará?
— En realidad, es un fenómeno más de abajo hacia arriba, no hay grandes intelectuales o pensadores que hayan originado este conjunto de ideas. Eso lo vuelve un poquito más difuso o difícil a la hora de analizar. Pero, desde el punto de vista político, yo creo que se está consolidando. Meloni es un ejemplo de un discurso más sofisticado y sólido de lo que fue el de Trump al inicio. De hecho, Trump hoy está llevando adelante una campaña mucho más disciplinada que la primera vez. Entonces, el conservadurismo popular está aprendiendo de sus errores. Hay toda una nueva generación de líderes conservadores populares, y se está refinando en términos intelectuales.
Francisco De Santibañes: Presidente del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI) y autor de los libros La Rebelión de las Naciones y La Argentina después de la tormenta.
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