Los memes ya forman parte de nuestra cotidianeidad. Su gran poder de síntesis visual y conceptual, sumado al efecto multiplicador de Internet, hacen que estos sean la gran herramienta comunicacional de nuestros días. Aunque no hayamos aprendido una definición teórica o no sepamos siquiera cómo construirlos, todos los hemos utilizado de una forma u otra. Hay para todos los gustos: graciosos, melancólicos, irónicos, pero también agresivos, racistas y radicalizados.
Juan Ruocco, escritor y periodista, estudió durante los últimos años los sectores más marginales de la web, donde nacen las expresiones radicales y los discursos de odio que terminan llegando al centro de la escena. En febrero de 2019, escribió en su blog un artículo sobre uno de los foros que más contribuyeron a la campaña electoral que llevó a la presidencia a Donald Trump: 4chan (se pronuncia “forchan”). La publicación en cuestión se titulaba: “Lo que aprendí leyendo 4chan/pol durante un año”.
“En aquel momento de campaña, 4chan fue un foro muy importante, desde donde se organizaban un montón de acciones de troleo y ciberacoso al comando de campaña de Hilary Clinton, y me empecé a meter en ese mundo como para ver de qué se trataba”, recuerda el autor de ¿La democracia en peligro?, libro donde explora cómo los memes y discursos extremistas se apropiaron del debate político actual. Si bien ya conocía y había frecuentado 4chan en sus inicios, Ruocco destaca que en este segundo momento, en 2019, encontró algo totalmente diferente: “Tenía un idioma y una cultura propia a la cual, incluso, me costaba terminar de entender. Tuve que pasar mucho tiempo leyendo para entender de qué estaban hablando”.
Al poco tiempo, el 15 de marzo de 2019, se produce el atentado a dos mezquitas en Nueva Zelanda, donde mueren 51 personas. El autor de la masacre, Brenton Tarrant, sube un manifiesto de 74 páginas a 8chan (un foro similar a 4chan, pero más radicalizado), donde explica cómo los memes lo ayudaron a adquirir su ideología. “A partir de ahí, empecé a seguir el tema y escribí algunos artículos. Cuando fue el intento de asesinato de Cristina Fernández de Kirchner y veo que uno de los detenidos tenía tatuado el sol negro, símbolo ocultista que también tenía Tarrant en el pecho, ya se me planteaba más o menos todo el recorrido del libro”.
—¿Cómo es que esas ideas, lenguaje y cultura radical logran salir del foro?
— Hay una especie de minoría activa que está en constante utilización de ese lenguaje que va más allá de lo que sucede en el “mundo exterior”, tiene una vida propia, tiene una dinámica propia y saca todo el tiempo cosas nuevas. Esa comunidad tiene vasos conectores con el resto de internet que hace que toda esta cultura propia se empiece a masificar. Pero a la vez que se masifica, va perdiendo un poco de intensidad, porque ya no es el lenguaje del grupo cerrado. Hace una especie de trade off: pierde algo, pero gana popularidad. Es como la dinámica del virus en el mundo biológico, que cuando se hace masivo, pierde agresividad.
— ¿El agente transmisor es el meme?
— Yo creo que ahí ya tenemos que ir a “meme” más en sentido amplio ¿viste?
— Entonces, ¿qué es un meme?
— Yo uso una definición muy buena de una académica de Israel, Limor Shifman, que dice: “Un meme es una colección de ítems digitales que comparten contenido, forma y postura, que se crean unos en conciencia de otros y que se comparten a través de internet”. Con esa definición hay un montón de cosas que pueden entrar en la definición de meme, no solo la típica imagen con remate gracioso. Este es un gran subconjunto en el universo meme, pero no el todo. Por ejemplo, un concepto que se usa mucho es la palabra inglesa “cringe”; en vez de decir “vergüenza ajena”, se dice “da cringe”. Bueno, cringe tranquilamente puede ser usado como un meme, porque es aplicado a muchos formatos y tiene su contrapartida en la palabra “basado”, lo que forma un polo de categorías creadas netamente ahí en la cultura chanera (como se conoce a todo lo que integra y rodea 4chan). Entonces, por el simple uso, se entienda o no, se va popularizando.
— En la primera parte del libro, explicás que la teoría memética ya existía previo a la aparición de internet. ¿Cuál sería un ejemplo de meme “analógico”?
— Las canciones de cancha antiguas podrían ser consideradas como memes, porque no había herramientas de transmisión de información tan disponibles para el público general y, sin embargo, se contagiaban, iban pasando del uno al otro. Uno de los primeros ejemplos que da Limor Shifman en su libro de conducta memética era un graffiti que usaban los soldados aliados en la Segunda Guerra Mundial que decía “Kilroy was here” (‘Kilroy estuvo acá’). Era una especie de chiste interno que se fue popularizando y, ya de vuelta en EE. UU., encontrabas el graffiti en cualquier lado. Ese era un protomeme o meme analógico, donde se iba copiando una idea, un concepto, una palabra sin mucho sentido más que el de la propia copia.
— ¿Qué le dio la era digital al meme?
Para mí significó un cambio de paradigma, porque, primero, le da la posibilidad de conformar una cultura a partir de la comunidad; y, segundo, le da una velocidad tremenda de infección a otras partes de internet y de creación de nuevos memes. Nos sirve el ejemplo de las canciones de cancha o los graffitis: un meme que duraba 10, 20 o 30 años, ahora es mucho más efímero. Me pasó que, revisando el libro antes de imprimirlo, los memes originales que yo había considerado –que eran de la época 2008-2012– me parecían “historia antigua” al momento de terminar el trabajo. Si los mandaba por WhatsApp no los entendía nadie. Entonces, lo digital le dio una velocidad de creación gigante, a la vez que una capacidad de expansión enorme por un montón de cosas, porque casi cualquier meme puede ser modificable.
— ¿La creación del meme es tan aleatoria como al que se le ocurrió?
— Totalmente, es completamente aleatorio. Películas que por ahí están completamente olvidadas, pero justo un cuadro de la película tiene una frase que aplica a algo del contexto, vuelven a ver la luz sin más razón que esa. No hay nada en ese material original que te indique que eso puede tener un nivel de trascendencia.
UN VIRUS EN EXPANSIÓN
— Según tus estudios, ¿las líneas de pensamiento que aprovechan más estos medios son más de derecha?
— Sí, yo agarro un caso muy extremo, para mostrar cómo este camino y todo este discurso se masifica, pero también hay un montón de niveles menos peligrosos dentro de esa lógica. Yo creo que la derecha encontró una dinámica que le dio la capacidad de volver a ser relevante a nivel discursivo. Con la etiqueta de “nuevas derechas” tienen menos filtros. No son la derecha clásica, que tiene ideales liberales clásicas.
— ¿Qué ideales tienen estas nuevas derechas?
— Son ideas más marginales, como el concepto de que la democracia no sirve, que está fallida, o que estamos todos gobernados por una conspiración mundial. Eso está acompañado con descreimiento de la política interna y estancamiento de la política exterior. Lo que sí me parece que le vino muy bien a estos movimientos es que internet te permite decir cosas que no dirías en televisión.
— Volviendo a la pregunta que se hace el libro, ¿la democracia está en peligro? ¿Hay una amenaza real o es algo a lo que hay que prestarle atención?
— Me parece que el libro es más una llamada de atención. Sí hay aspectos más radicales de toda esta cultura, como son los atentados, los grupos nazis y demás, que son tendencias que tensionan la idea de libertad de expresión con la democracia.
— ¿Qué se hace frente a esto?
— Creo que si no se hace nada, si se deja la cosa tal como está, algún problema nos va a significar. Parte de esos discursos vienen con la idea de discutirle a la misma democracia, entonces, no es que se los puede dejar así nomás. Y, por otro lado, intuyo que las herramientas para desarticular eso no son muy complejas. Por ejemplo, encarar el tema desde la educación, de la misma manera como se hace con la ESI (la Educación Sexual Integral que se imparte de manera obligatoria en las escuelas de Argentina). El Estado tiene herramientas muy masivas para este tipo de cosas. Creo que vienen por ahí las soluciones y no tanto por un combate de censura total. Es difícil hacer una vacuna para este tipo de virus, si se me acepta la metáfora. Hay un estudio que muestra que cuando hay una alfabetización en memes, o sea, cuando vos tenés y comprendés todo el lenguaje memético, morigerás, por ejemplo, la creencia en teorías conspirativas. Lo más fácil es evitar el contagio, entonces, si se le explica eso a un público que no está del todo alfabetizado en la temática, o que no sabe cuáles son los mecanismos para que una teoría conspirativa pase como algo verdadero, se vuelve a los usuarios competentes para distinguir estas cuestiones y la tasa de conversión es más baja. Creo que hay un tipo de solución por ese lado.
Seguir Leyendo: