El panorama internacional está muy convulsionado. Mientras Europa se siente cada vez más amenazada por Rusia, el Cuerpo de Marines de EE. UU. actualiza su doctrina a partir de su Force Design 2030 con la mirada puesta no en el Viejo Continente, sino en la región del Indopacífico. En consonancia, las potencias emergentes también rediseñan sus estrategias militares y le otorgan al elemento naval un papel clave.
Para entender estas tendencias, DEF dialogó con el politólogo y doctor en Relaciones Internacionales Ariel González Levaggi, autor del libro Del Indo-Pacífico al Atlántico Sur. Estrategias marítimas de las grandes potencias del siglo XXI, obra en la que analiza las estrategias marítimas de los principales jugadores globales de nuestra era: EE. UU., China, Rusia y la India. El libro, editado por el Instituto de Publicaciones Navales en Argentina, acaba de ser publicado en inglés por Palgrave Macmillan.
Desde un punto de vista geopolítico, los océanos siguen siendo un espacio de competencia entre grandes potencias. La lucha por la supremacía en los mares es uno de los principales indicadores de las tensiones que existen en el planeta. “El conocimiento sobre las estrategias marítimas de las grandes potencias posee relevancia para comprender los posibles cambios de escenario en la situación estratégica tanto en el Indopacífico como en el Atlántico Sur, especialmente, en un contexto en el cual se percibe un mayor grado de involucramiento de potencias extrarregionales en el hemisferio occidental”, observa González Levaggi.
LOS MARES, DE NUEVO, EN EL CENTRO DE LA ESCENA
-¿Hay un resurgir del ámbito marítimo y de la geopolítica naval en la actualidad?
-El ámbito marítimo siempre ha sido un elemento fundamental en el ordenamiento global. Ahora bien, en la etapa posterior a la Guerra Fría, el factor marítimo perdió peso y cambió su perfil hacia un interés más geoeconómico que geopolítico. Esto se dio, básicamente, porque no había potencia que desafiara en términos navales la preponderancia y la supremacía que tenía EE. UU. a nivel global. Ahora bien, lo que estamos viendo en la actualidad es una transición global en la cual el factor marítimo –entendido en términos navales militares– tiene una preponderancia superlativa, especialmente en el Indopacífico.
-¿Por qué es la región del Indopacífico la que dinamiza esta nueva realidad?
-Por el desafío de China a EE. UU., el ascenso de la India y la presencia de Rusia. A veces, nos olvidamos de que Rusia también es un país con proyección hacia el Pacífico. Se está pergeñando un orden multipolar diferente; y no porque lo diga yo, sino que lo señalan unos documentos firmados por Xi Jinping y Putin a principios de 2022, con la idea de relaciones internacionales para una nueva era. Creo que esta visión de un orden multipolar es fundamental y tiene ciertas instituciones que están jugando un rol de soporte, como la Organización de Cooperación de Shanghái, o la articulación de la Iniciativa de la Franja y la Ruta, también conocida como la “Nueva Ruta de la Seda”, liderada por China y que se centra en una ruta con la Unión Económica Euroasiática (integrada por Rusia, Bielorrusia, Kazajistán, Armenia y Kirguizistán). La Franja tiene una fase terrestre y también una fase marítima.
EL DESAFÍO CHINO A LA HEGEMONÍA DE EE. UU.
-China viene creciendo, pero la gran pregunta es si tiene capacidad de enfrentar a EE. UU. o a Occidente en su conjunto.
-A China todavía le faltan unas décadas para alcanzar el potencial de EE. UU., no solamente en términos técnicos, sino también en cuanto al desarrollo de capacidades específicas. Si bien la industria naval china hoy en día tiene unos grados de producción increíbles, hay un dato por tener en cuenta: Pekín no cuenta con la capacidad de producir portaaviones nucleares, que sí tiene EE. UU. Les hace falta un salto técnico en ese sentido. El gigante asiático tiene una estrategia marítima que está centrada en el control del mar. Entonces, hay un énfasis mayor en el desarrollo de armas defensivas, básicamente, para destruir esos portaaviones. En cuanto a las armas supersónicas, misiles balísticos con un alcance realmente increíble, ahí sí China está unos pasos por delante de EE. UU. Ahora bien, más allá del desafío técnico de construir una “Armada de aguas azules”, una Armada que tenga una proyección global –China todavía no la tiene y es su sueño y horizonte–, hay un desafío desde el punto de vista geopolítico.
-¿Cuál sería ese desafío geopolítico?
-Aquí juegan un rol muy importante Taiwán y las islas Senkaku, en disputa con Japón. Un almirante chino, que forma parte del Comité Permanente del Buró del Partido Comunista, hablaba de las tres cadenas de islas. Para salir de la primera cadena de islas, China debería poder controlar Taiwán; y eso plantea un gran cimbronazo a nivel internacional. Si China no logra romper esas cadenas, difícilmente pueda tener acceso al Pacífico. En definitiva, EE. UU. todavía tiene una ventaja en términos geopolíticos. Ese es el nudo de la cuestión. Recordamos la idea expresada por el exmandatario Hu Jintao que señalaba que un bloqueo en el estrecho de Malaca interrumpiría el 80 % de las exportaciones de China y eso cortaría una arteria neurálgica para su desarrollo. EE. UU. apuesta a una estrategia de bloqueo ante una posible proyección china o ante una eventual situación de tensión en Taiwán. La alternativa es la ruta del Mar del Norte, a través del Ártico, donde año a año está creciendo la cantidad de buques y toneladas que se comercian, y en la cual Pekín tiene estrechos lazos con Rusia. Eso le permitiría “esquivar” el estrecho de Malaca y colocar sus productos de una manera mucho más económica y, desde el punto de la seguridad, mucho más efectiva.
-¿Actualmente la única “Marina de aguas azules” es la de EE. UU.?
-Es discutible. Lo que sí es cierto es que la Armada de EE. UU. es la única de “aguas azules” con proyección global. Hay otras Marinas que podríamos llamar de “aguas azules”, pero a nivel regional. China está llegando al Atlántico Sur desde la costa africana. Tiene una base en Yibuti enfocada en la piratería alrededor de África. También hay muchas discusiones sobre la posibilidad de que China construya una base naval en Guinea Ecuatorial. La última base naval extra-OTAN fue la de la entonces Unión Soviética en Angola, en 1982. Pero también hay interés del Reino Unido y de Francia, que tienen despliegues regulares en la zona del Indopacífico, especialmente, en los últimos años. Los rusos también tienen un despliegue, pero es más acotado.
LA PROYECCIÓN DE INDIA COMO POTENCIA EMERGENTE
-¿Qué proyección tiene India en estas próximas décadas?
-La India es una potencia emergente, no solamente porque su economía se encuentra hoy entre las que más está creciendo, sino por su proyección demográfica. Quizás, tengamos, en el siglo XXI, una competencia tanto económica como militar entre EE. UU., China y la India. Se trata, además, de un actor de muchísimo peso que en los últimos años tuvo una relocalización productiva de empresas norteamericanas y occidentales que abandonaron China para radicarse en la India. Pertenece, además, a un selecto club de seis naciones que tienen submarino nuclear. India tiene aspiraciones de formar parte del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y de la denominada “tríada nuclear”. En los próximos años, seguramente vamos a ver una fortaleza de la India mucho más clara en su proyección nuclear y naval.
-¿Qué otros aspectos destacarías de la India en el plano naval?
-En los últimos años, hemos visto una India mucho más activa en términos de proyección. No es una proyección tanto hacia el este como hacia el sur, hacia el África oriental, con una relación muy estrecha con Sudáfrica tras su incorporación al IBSA (India, Brasil, Sudáfrica), con ejercicios navales que se hacen regularmente. Entonces, yo creo que esta vocación “sur” que tiene la India está muy relacionada con su estrategia internacional, el famoso “nuevo alineamiento”. Una parte integral de esa estrategia son los vínculos con países en desarrollo. En este sentido, la India tiene mucho para aportar hacia el futuro, también en términos marítimos. India y China son los mayores importadores de armas rusas y, a partir de la guerra en Ucrania, India ha podido acceder a hidrocarburos procedentes de Rusia a precios preferenciales.
EL ATLÁNTICO SUR, UN ESCENARIO SECUNDARIO PERO NO TANTO
-¿Qué valor tiene el Atlántico Sur en este ida y vuelta entre Occidente y Oriente?
-Obviamente, el Atlántico Sur no es una prioridad. Es un escenario secundario. Pero, al mismo tiempo, debemos tener en cuenta que, cuando se modifican los principales términos del orden internacional, hay ciertos reacomodamientos e incentivos sistémicos que pueden afectar al Atlántico Sur. En primer lugar,
tenemos la proyección creciente de las potencias euroasiáticas. Esto no es una novedad. Pero también algún potencial disruptivo que pueda tener ciertas acciones rusas, especialmente en un período posconflicto de Ucrania. Hoy en día, la tensión militar y naval de Rusia está centrada en las consecuencias que trae este conflicto. Pero, después, creo que puede haber algún tipo de “reciprocidad simbólica”, como la denomina el colega colombiano Vladimir Rubinsky.
-¿Cómo se traducen estos reacomodamientos sistémicos en la zona?
-Rusia va a presentar algún tipo de acción o algún desafío a EE. UU. La lógica es esa,
los rusos perciben a América Latina como parte de la hegemonía de EE. UU., así como ellos perciben al espacio postsoviético como su vecindario cercano.
Entonces, el razonamiento de los rusos sería el siguiente: “Si vos molestás a mi vecino cercano, yo molesto al tuyo”. En el caso de China, en cambio, hay un proyecto a largo plazo en el cual el Atlántico Sur tiene una importancia por los recursos pesqueros,
y por su proyección sobre la Antártida. En este último caso, hablamos del financiamiento chino en torno al polo antártico, y también la presencia allí para dar soporte en términos de infraestructura a sus proyectos estratégicos. Es el caso, por ejemplo, de la base espacial de exploración extraterrestre ubicada en Neuquén. Entonces, si tenemos que hablar hacia el futuro, creo que todas las miradas están puestas en China. Ya ha habido discusiones sobre su eventual presencia en la zona del golfo de Guinea. Pero, conforme sus intereses globales estén situados en el mar, puede haber repercusiones en nuestra región.
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