En las últimas dos décadas, China se convirtió en el segundo socio comercial de América Latina, con cifras que superan los 400.000 millones de dólares. En 2021, las exportaciones de América Latina hacia China totalizaron 222.500 millones de dólares. El avance del gigante asiático pone en guardia a las autoridades de Taiwán, que supieron cosechar en el pasado alianzas con doce países de la región, número que hoy se ha reducido a solo siete.
Un principio clave de la política exterior china establece que ningún país puede mantener simultáneamente relaciones diplomáticas con Pekín y con la isla rebelde de Taiwán. La relación entre ambos territorios ha sido compleja y controvertida desde el final de la guerra civil y la proclamación de la República Popular por parte de Mao Tse-tung. La posterior división entre la República Popular China y la República de China, donde se refugió el régimen nacionalista de Chiang Kai-shek, tuvo sus secuelas en los vínculos con América Latina y el resto del mundo.
Taiwán ha cobrado importancia internacional en el sector de los semiconductores, un mercado clave en el mundo actual cuyo valor superó los 100.000 millones de dólares en 2021. Las tensiones con China y la posibilidad de un bloqueo sobre la isla podrían impactar en la industria tecnológica mundial.
Una competencia no tan lejana
Si bien parece un tema lejano a nuestros intereses, América Latina cobra un protagonismo cada vez mayor en esta disputa. La diplomacia de Pekín está moviendo sus fichas para convencer a los países de esta parte del mundo, en especial a aquellos que históricamente mantenían relaciones diplomáticas con Taiwán, a modificar su política exterior.
En este contexto, la presidenta de Taiwán, Tsai Ing-wen, acaba de realizar una gira por nuestra región, que no pasó desapercibida en Pekín. “La presión externa no detendrá nuestra determinación de avanzar hacia la sociedad internacional. Estamos tranquilos y confiados, somos intransigentes y no provocativos”, dijo Tsai antes de embarcarse en su gira, que se da en el contexto del reciente quiebre de relaciones de Honduras, el último de los países centroamericanos que decidió entablar vínculos diplomáticos con el gobierno de la República Popular.
China se expande en nuestro vecindario
Esa histórica competencia entre Pekín y Taipéi tuvo su momento de quiebre en 2017, cuando Panamá rompió relaciones con Taiwán para abrazar a la República Popular, lo que permitió que empresas chinas ganaran licitaciones en puertos, empresas energéticas y otras infraestructuras claves panameñas.
Le siguieron la República Dominicana, El Salvador, Nicaragua y, como ya señalamos, Honduras. Más al sur, en Paraguay, el tema se coló en la última campaña electoral, en la que el candidato opositor Efraín Alegre sugirió la posibilidad de romper con Taiwán o, al menos, de renegociar los términos de esa relación bilateral. Finalmente, la victoria del oficialista Santiago Peña pareció calmar las aguas en los vínculos con Taipéi.
Además del caso paraguayo, único país del Mercosur que no reconoce diplomáticamente al gobierno de Pekín, el Mercosur también enfrenta el debate sobre cómo manejar sus vínculos con el gigante asiático. Uruguay impulsa un tratado de libre comercio con China, mientras que los gobiernos de Argentina, Brasil y, por ahora, Paraguay se niegan porque temen que la avalancha de importaciones afecte a sectores industriales manufactureros de sus países.
Lo cierto es que China es el principal destino de las exportaciones agropecuarias de los cuatro socios del Mercosur. EE. UU. también muestra preocupación por el avance de Pekín, en particular por la intención de diferentes empresas chinas de hacerse con el contrato de concesión de la Hidrovía Paraná-Paraguay.
En concreto, podemos decir que China busca aislar a China del concierto latinoamericano y lo está logrando a través de acuerdos millonarios y de promesas de inversiones muy tentadoras. La lucha entre las dos Chinas se está extendiendo por toda América Latina y puede afectar significativamente la economía y la política de la región.
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