“Dos pelados se pelean por un peine”. Jorge Luis Borges caracterizó de esta manera al fracaso de las negociaciones que llevó a la Argentina a la recuperación de las Islas Malvinas empleando el poder militar el 2 de abril de 1982 y a una guerra inusitada, que se prolonga en un conflicto sin resolución.
Proyectando estos conceptos al conflicto por la soberanía sobre el Continente Antártico, recordemos que desde el 1° de diciembre de 1959 se negoció el Tratado Antártico, un instrumento multilateral que viene logrando sus objetivos principales: evitar la militarización, mantener la paz y promover la cooperación científica.
Las operaciones antárticas del Tercer Reich a partir de 1938 y el resurgimiento de la industria ballenera habían dado comienzo a dos décadas en las que nuestro continente soportó la amenaza de una contienda internacional. Algunos países enfrentados en la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría posterior desplegaron considerables fuerzas y ocasionaron actos de guerra.
En esos años, se desencadenó una peligrosa puja entre la Argentina, Chile y el Reino Unido. Entre los límites conceptuales de la utopía y la armonía, el Tratado Antártico es una herramienta muy eficaz. Sobre la base de la reciprocidad y el consenso, sirve para manejar el conflicto por la soberanía resolviéndolo siempre de manera pacífica. Pasaron más de sesenta años, los desafíos han mutado y la situación antártica evoluciona vertiginosamente en términos de relaciones internacionales.
La actualidad del Tratado Antártico
El Tratado Antártico también viene adaptándose de una manera que no pudo ser prevista por los Estados firmantes (Argentina, Australia, Bélgica, Chile, EE. UU., Francia, Japón, Noruega, Nueva Zelandia, Reino Unido, Sudáfrica y la Unión Soviética). Muchos han modificado sus intereses; otros, se han incorporado a lo largo del tiempo. Se trata de una institución internacional con nuevas dinámicas, consecuencia de la modificación de los intereses e intenciones de los Estados miembros.
Los objetivos iniciales consistieron en mantener la paz y promover la cooperación científica. A medida que se consolidaron estas expectativas, el sistema de normas para gobernar el continente incorporó acuerdos destinados a conservar y administrar el medio ambiente y los recursos naturales vivos, la información, los minerales o el paisaje.
Diversos párrafos del Tratado, del Protocolo de Madrid y otras convenciones que conforman el Sistema de Normas Antárticas hacen mención a la importancia e influencia del continente para el ecosistema, el clima y otros aspectos estratégicos de escala global. Conscientemente o no, los estados miembros asumen un rol y representación global, conformando una institución de carácter regional.
En los años 80, las negociaciones por la frustrada convención para la explotación de los recursos minerales derivaron en el Protocolo de Protección Ambiental. Este proceso fue gestando la incorporación de una serie de Estados como miembros consultivos, tal los casos de Brasil, China, India y Corea del Sur, entre otros.
La explotación comercial de los recursos minerales, pesca, turismo y bioprospección vienen siendo factores de tensión que ponen a prueba la capacidad del Sistema del Tratado Antártico para cumplir con sus metas originales y adaptarse eficazmente, con el paso del tiempo, a las nuevas dinámicas de la gobernanza global y las expectativas de la sociedad civil en sus diversas facetas.
Nuevas demandas y puntos de tensión
Históricamente, la infraestructura, los medios de transporte, las investigaciones científicas, y hasta los turistas, eran preeminentemente occidentales. Con el acceso de competidores provenientes países asiáticos y otros no tradicionalmente antárticos, a partir de la década del 90, los actores tradicionales comenzaron a sentirse debilitados en su liderazgo.
Luego del significativo aumento e influencia que los nuevos programas nacionales, instituciones de investigación, empresas de logística y turismo han comenzado a proyectar sobre la realidad antártica, países considerados como “tradicionalmente antárticos”, -al igual que en reordenamiento a nivel global-; perciben una potente competencia y disputa por los espacios de poder de parte de estos nuevos actores.
Dejando espacio para catástrofes, sorpresas o nuevos escenarios, los analistas identifican cinco puntos de tensión en la evolución del sistema antártico. En primer lugar, los efectos del cambio climático sobre el Continente Blanco y los mares australes. Otra cuestión a atender son el crecimiento y la diversificación de los recursos existentes en la zona. En tercer plano, aparece también la probable revisión de la cuestión de los recursos minerales. Un cuarto punto de tensión son los asuntos jurisdiccionales referidos a los reclamos de soberanía. Y, por último, la legitimidad y el funcionamiento del Sistema del Tratado Antártico.
Teorizando un poco, la negociación es una forma de manejar y resolver conflictos internacionales basándose en intereses comunes y divergentes de las partes involucradas, que los obliga a negociar. Este tipo de tratativas internacionales tienen procesos y métodos, de los que se sirven los distintos actores internacionales para lograr sus objetivos empleando estrategias dude persuasión e interacción. Las partes se involucran en este tipo de negociaciones con la convicción de obtener un mejor resultado que la situación en la que se encontraban antes.
El desafío consiste en explorar, confrontar y reconciliar posiciones en conflicto a fin de alcanzar una nueva situación, satisfactoria o aceptable para las partes.
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