Cuando hablamos de un “nudo gordiano”, nos referimos a una dificultad que no se puede resolver, a un obstáculo difícil de salvar o de difícil desenlace, en especial cuando esta situación solo admite soluciones creativas. ¿Pero de dónde viene esa frase? Alrededor del año 500 a.C., cuando los habitantes de Frigia necesitaban elegir rey, fueron a consultar al oráculo. Este respondió que el nuevo soberano sería quien entrase por la Puerta del Este, acompañado de un cuervo posado sobre su carro. El que cumplió las condiciones fue Gordias, un labrador que tenía por toda riqueza su carreta y sus bueyes. Cuando fue elegido rey, acorde con las costumbres del momento, fundó una ciudad: Gordio.
En agradecimiento a su dios Zeus, el nuevo monarca ofrendó su carro, atando su lanza y el yugo con un nudo cuyos cabos se escondían en el interior. Tan complicado resultó el nudo que nadie podía desatarlo. A partir de ese momento, la leyenda que surgió fue que quien lo desatara conquistaría el Oriente. Cuando Alejandro Magno se dirigía a conquistar el imperio persa, en el año 333 a.C., tras cruzar el Helesponto, conquistó Frigia, y debió enfrentarse al reto de desatar el nudo gordiano. Alejandro, con su impetuosa genialidad, tomó su espada y lo cortó de un golpe. Al hacerlo, exclamó: “Es lo mismo cortarlo que desatarlo”. La tormenta de rayos que se desató esa noche fue interpretada como le asentimiento de Zeus con la solución de Alejandro.
Actualmente, la expresión “nudo gordiano” refiere a una dificultad que no se puede resolver, a un obstáculo difícil de salvar o de difícil desenlace, en especial cuando esta situación solo admite soluciones creativas. “Cortar el nudo gordiano” significa resolver en forma tajante un problema, que más que un problema puede ser un dilema, que requiere una solución urgente pues podría empeorar con el paso del tiempo. Si se entiende que el conflicto provocado por la “operación militar” de Putin es un dilema entendido como el que dejó Gordias en la antigua Grecia, se vuelve al “nudo gordiano” inicial: para que triunfe Rusia, Ucrania debe perder y viceversa. Y de allí, el interrogante es quién podrá ser el Alejandro Magno del siglo XXI que lo pueda cortar de un solo golpe.
Crimea, una península en disputa desde tiempo inmemorial
Crimea es una península del este de Europa, ubicada en la costa septentrional del mar Negro. Se localiza al sur del óblast (provincia) ucraniana de Jersón, al que está unida por el istmo de Perekop. La península limita al noreste con el mar de Azov. ¿Cuál es su valor geoestratégico? El puerto de Sebastopol, el mismo es un puerto de aguas cálidas utilizado como puerto natural en el centro norte del Mar Negro que vincula al Mar de Azov y por ende facilita el comercio desde y hacia Europa.
El imperio ruso conquistó la península en 1774, en la guerra turco-rusa, y la incorporó al Kanato (provincia) de Crimea, para ser integrada en el imperio en 1783. En la era soviética, la administración de la península pasó de la República Socialista Federativa de Rusia a la de Ucrania y, tras la disolución de la U.R.S.S., permaneció bajo el gobierno de Ucrania postsoviética. Allí se estableció una república autónoma en la península, así como un régimen especial para la ciudad de Sebastopol, administrada directamente por el gobierno central ucraniano durante 24 años. La gema en disputa sigue siendo el puerto de Sebastopol.
Sebastopol: alfa y, tal vez, omega del conflicto
El nombre de Sebastopol deriva del griego “Sebastópolis”, que significa ciudad augusta o imperial. La misma mantuvo el título honorífico a través de los sucesivos emperadores romanos. Luego, los bizantinos y hasta los monarcas que se consideraron sus sucesores, tanto del Sacro Imperio Romano Germánico como del Imperio Ruso, mantuvieron su nombre. Sebastópolis pasó a ser “Sebastopol” en homenaje a una imitación del nombre por parte de la emperatriz Catalina II, la Grande, quien ordenó su fundación en 1783 y la visitó en 1787, acompañada por el emperador austríaco José II.
Actualmente es la tercera ciudad federal de Rusia (después de Moscú y San Petersburgo), con un clima subtropical húmedo similar al del sureste de EE. UU., al de la cuenca del Río de la Plata o al del este de China. Su población es un 70% rusa y el idioma ruso predomina en un 97%.
Su estatus político varía según qué país la considere. En la actualidad, Rusia administra de facto y gobierna la ciudad como una ciudad federal propia, que no es reconocida por Ucrania ni por parte de la comunidad internacional. De acuerdo con la Ley sobre Nuevos Territorios Federales de la Federación de Rusia, la ciudad puede considerarse parte de Rusia desde el momento de la firma del acuerdo interestatal del 18 de marzo del 2014.
Para Ucrania el territorio sigue conformando una ciudad con estatus especial. La Rada Suprema (Parlamento) de Ucrania aprobó el 15 de abril de 2014, con 228 votos a favor de un total de 450, una ley que define como “territorios bajo ocupación temporal” a la República de Crimea y a la ciudad de Sebastopol. La normativa indicó que dichos territorios son “parte inalienable” de Ucrania, sujetos a las leyes ucranianas. En razón de ello, Rusia debería indemnizar el daño económico de la anexión y responder por cualquier violación de derechos humanos que se produzca en la península. Ucrania alega que que su secesión y reincorporación a Rusia se realizó sin respetar la legislación ucraniana y, por tanto, es considerada “ilegal”.
La visita de Putin a Crimea y a Sebastopol, el pasado 18 de marzo, evidencian la importancia que Rusia le asigna al lugar. Pasado más de un año de la invasión rusa a Ucrania, esta visita muestra cuál podría ser considerada como el nudo gordiano del problema.
¿Quién empuñará la eventual espada?
Cuando en la pasada Asamblea General de la ONU se condenó a la invasión rusa con 141 votos, 5 en contra y 35 abstenciones, la comunidad internacional supuso que Moscú declinaría su intención expansionista y buscaría terminar el conflicto ,pues las sanciones económicas se incrementaban y su comercio se debilitaba. Al respecto su principal socio comercial, China salió en su apoyo, junto a nuevos mercados del sureste asiático. Además, la disminución en el comercio del petróleo ruso hacia la Unión Europea tampoco influyó notoriamente en debilitar las acciones armadas en Ucrania.
Tampoco fueron de magnitud las medidas impuestas por Estados Unidos con su shift comercial, ni con el incremento de envío de armamento, en especial tanques, para ser utilizados en la actual primavera boreal, más allá de las declaraciones de Joseph Borrell, responsable de las relaciones exteriores del parlamento europeo, respecto a que “las sanciones son un veneno de acción lenta”.
La supuesta antesala a una tercera guerra mundial, pasó a ser una notoria inquietud cuando Ucrania declaró a través de su presidente que “Ucrania solo se sentaría a negociar si se respetara su integridad territorial”, solicitando luego pasar del envío de tanques a aviones de combate. Rusia respondió al ver prolongada la defensa del territorio ucraniano que se iniciaba más que la guerra en una Zona Gris, “una Guerra sin Fin”. La “gesticulación nuclear” rusa se puso en marcha.
La orden internacional de detención de Putin por parte de la Corte Penal Internacional (CPI) en razón de la deportación ilegal de niños y del traslado de civiles de las zonas ucranianas ocupadas a la Federación Rusa tampoco evidencian una disminución del accionar ruso, pues Rusia hasta el momento no reconoce al Tribunal internacional a la par que Estados Unidos, China, India e Israel.
El fracaso estratégico de Putin marca el inicio de una contienda entre democracia y autocracia, por lo que quién o cómo se desata el nudo.
Una nuevo tipo de “guerra híbrida”
Más allá del posicionamiento inicial, los países que han brindado su apoyo a Ucrania, ahora, con la prolongación del conflicto, tratan de mantener un delicado equilibrio para evitar ser considerados como co-beligerantes. Esta postura se caracterizó por la fractura entre el Oeste europeo y el llamado “Sur global”. Este nuevo posicionamiento, liderado por China, reúne a países del hemisferio sur, con un pasado colonialista con un presente neocolonialista. El Occidente actual y en especial la OTAN evita involucrarse para impedir una conflagración mayor de difícil predicción final.
China en una nueva faceta mediadora, presentó un programa de 11 puntos donde propone, más allá del alto el fuego, una solución política al conflicto a partir de un acuerdo de partes, que priorice la soberanía territorial de ambos países. No obstante, antes de la visita del presidente chino Xi Jinping a Moscú, EE. UU. advirtió a China que se opondrá a cualquier reunión de partes que implique un alto el fuego a partir de considerar la ratificación de las conquistas territoriales rusas.
Por su parte Rusia ante sus recientes avances primaverales sobre Bajmut, marca que los mismos serían un trampolín para concretar el control del sur de la zona del Donetsk y buscar el fin de la contienda armada. Para fortalecer su postura, Rusia emitió un documento de 40 páginas con una nueva doctrina diplomática donde coloca a Occidente como “amenaza existencial” cuya dominación debe combatirse. Su ministro de Exteriores, Serguei Lavrov, presenta a Rusia como defensora del mundo ruso-hablante frente a algunos países occidentales que lo quieren debilitar. Además, propone prestar una atención prioritaria a la eliminación de los vestigios de dominación de Estados Unidos en los asuntos globales, obligando a Rusia a adoptar documentos de planificación estratégica. Por último, le achaca Occidente haber iniciando un nuevo tipo de “guerra híbrida”.
Este nuevo posicionamiento marca la trascendencia que Rusia le asigna al “Sur global”, que parte de China e involucra a India, el sureste asiático, África y los países de América del Sur. Como refuerzo de su postura el presidente Putin anunció el futuro emplazamiento de armas nucleares tácticas rusas en Bielorrusia. Al respecto justificó la medida al declarar que “EE. UU. hace varios años que las tiene desplegadas en sus países aliados, pero sin entregar el control de las mismas”. Como forma de acción vinculada a su declaración, estacionó en Bielorrusia diez aviones con capacidad para transportar armas nucleares tácticas, además de haberle transferido misiles Iskander, que pueden lanzar armas nucleares. Esta acción originó que los países nórdicos (Suecia, Noruega, Finlandia y Dinamarca) firmaron una carta intención para crear una defensa aérea nórdica integrada por 250 aviones, entre los que se encuentran F-16, F-35, F/A-18 Hornet y Gripen.
Una mano latinoamericana para desatar el nudo
Como forma inusitada de desatar el nudo y traer un eventual fin al conflicto, el presidente brasileño Lula declaró a la prensa de su país que una forma de solución podría ser que Ucrania renunciara a la soberanía sobre la península de Crimea, condición rechazada de plano por Ucrania. Además, acorde con la calificación del Parlamento ucraniano, se podría exigir a Moscú una indemnización por la anexión realizada en el 2014. Hong Kong es un ejemplo de solución negociada en el tiempo. Ambas medidas permitirían a Rusia contar con un puerto de aguas cálidas en el Mar Negro, donde poder desplegar su comercio desde y hacia el mismo. También permitiría que Ucrania siga comercializando sus granos y fertilizantes desde el puerto de Odessa sin el peligro latente de un bloqueo de su comercio.
Al igual que en la época de Alejandro será necesario contar con una espada que, en lugar de desatar el nudo, lo corte con una diplomacia salomónica que permita progresar en el fin de las acciones armadas, no solo entre Ucrania y Rusia, sino entre la autocracia rusa y las democracias occidentales. Más aún, la presencia de China y de algunos países del “Sur global” podrían ser garantes del acuerdo.
Es más que necesario comprender que en un mundo globalizado, el comercio de los productos de la zona debería sobreponerse a los intereses particulares de cada país, a fin de volver a un clima de respeto mutuo. ¿Será posible que el juicio del dios del comercio Hermes se sobreponga a Ares, el dios de la guerra? Esperemos que sí.
El autor de esta nota es coronel (R) del Ejército Argentino, magíster en Historia de la Guerra y licenciado en Relaciones Internacionales (UNLP), y se desempeña como director de la Editorial Universitaria del Ejército.
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