Durante el tiempo que DEF estuvo en Marambio, en el paisaje de la isla, hubo un elemento presente de forma casi constante: los helicópteros de nuestras Fuerzas Armadas. Mientras el rompehielos ARA “Almirante Irízar” permaneció en la isla, los Sea King de la Armada fueron casi protagonistas, ya que estos se encargaron de los traslados de personal y carga del buque hacia la base, y viceversa.
De todas maneras, hay un sistema de armas que vuela todo el año y que presta servicio las 24 horas, todos los días de la semana: se trata de los Bell 212 de la Fuerza Aérea Argentina (F. AA.).
Escuadrón Skúa
Para poder llevar adelante la campaña antártica, hombres y mujeres del Comando Conjunto Antártico (COCOANTAR) despliegan los medios de los que las diferentes Fuerzas Armadas disponen. En cuanto a los aeronáuticos, en Marambio existe un hangar que aloja a los helicópteros Bell 212 de la FF. AA. Sus tripulaciones, conformadas por pilotos y mecánicos, integran el reconocido Escuadrón Skúa.
Estos helicópteros se desplegaron en forma permanente a partir del año 2020. Primero cruzó uno y, al año siguiente, se tomó la decisión de desplegar un segundo. Ambos Bell conectan las distintas bases argentinas en el continente blanco. Y, pese al clima y las largas distancias, logran cumplir con una misión fundamental a la hora de pensar en el apoyo necesario para el trabajo de científicos y militares en la Antártida.
“Nosotros tenemos asignadas distintas misiones. La tarea principal del escuadrón aeromóvil es el apoyo de las tareas antárticas, principalmente de aquellas vinculadas con el personal de científicos. También participamos en las misiones del Comando Conjunto Antártico que implican movimiento entre las bases, traslado de carga y de personal, y recolección de los tambores de residuos”, cuenta el jefe del Escuadrón, el vicecomodoro Cristian Ramos, quien también agrega que, por ejemplo, cuando asisten a los científicos, llevan los víveres necesarios y elementos de trabajo e, incluso, retiran las muestras cuando se lo solicitan. “A su vez, damos cobertura de búsqueda y rescate a las aeronaves que operan en esta zona”, comenta.
Volar en el Continente Blanco
“Volar en la Antártida es bastante diferente de lo que estamos habituados a hacer cuando estamos en Buenos Aires u otras provincias argentinas. En la Antártida, el clima es un factor determinante. La meteorología nos afecta; por eso, hacemos un chequeo previo para verificar el clima en Marambio y el lugar hacia el que vamos. Muchas veces existen cambios repentinos: de la nada, puede aparecer una masa de aire húmeda que genera una nubosidad que se coloca sobre la isla y provocar un efecto conocido como mar o capuchón de nubes. Puede ocurrir que, en destino, tengamos buena meteorología, pero, en esta base, una visibilidad reducida de 20 metros”, detalla Ramos, no sin antes comentar que, al trabajar, también deben tener en cuenta otro tipo de fenómenos relacionados con las bajas temperaturas: “Acá volamos siempre en condiciones visuales. Si bien el helicóptero está certificado para hacer vuelo instrumental, en la Antártida, hacemos vuelo visual. Una de las cuestiones que se puede dar en este sector es el engelamiento, ya que, debido a las bajas temperaturas y la baja cantidad de humedad en la atmósfera, las partículas de agua golpean contra la estructura de la aeronave, se empiezan a congelar y van formando una masa de hielo que, primero, nos reduce la visibilidad y, luego, al acumularse en superficies del helicóptero, puede producir algún cambio aerodinámico que nos afecte el rotor principal o rotor de cola”.
Sin embargo, las tripulaciones están preparadas y adiestradas para hacer frente a estos desafíos y así evitar los inconvenientes que puedan surgir. Además, están en alerta constante si alguna de las bases necesita que se desplieguen ante alguna necesidad o emergencia. Para ello, no solamente cuentan con un stock de repuestos para los Bell, sino que les hacen un mantenimiento preventivo cada 25 y 100 horas. Si llegara a surgir algún imprevisto, las piezas necesarias pueden ser enviadas desde el continente a través del Hércules C-130.
Además, a la hora de volar, los miembros del Escuadrón Skúa adoptan otras previsiones. Por ejemplo, si van a volar dentro de la isla, pueden salir en un solo helicóptero, pero, si deben ir a un punto más allá de las 30 millas, una segunda aeronave debe permanecer en alerta. Pasada esa distancia, sí o sí deben trasladarse dos Bell juntos. De hecho, van configurados para hacer búsqueda y rescate con el objetivo de autoevacuarse y brindar cobertura constante el uno del otro. Por esta razón, en ese tipo de vuelos, llevan efectivos capacitados y equipados con vestimenta especial para rescates y un operador de grúa. Asimismo, la aeronave posee un equipo de flotación y supervivencia.
Por último, los integrantes del Escuadrón utilizan trajes antiexposición que, en caso de emergencia en el mar, les permitirán estar en contacto con el agua helada de la zona durante cerca de una hora. También cuentan con un respirador autónomo en caso de que la aeronave se dé vuelta y sus tripulantes queden bajo el agua.
El capitán Matías Garay tiene experiencia en el vuelo de este tipo de operaciones en la Antártida; de hecho, esta es su cuarta campaña como piloto en el continente blanco.
“Volamos con una autonomía de dos horas y media”
“Dos horas y media es el tiempo necesario para cumplir con las misiones sin necesidad de recargar combustible”, comenta a DEF el capitán Matías Garay, oficial de operaciones del Skúa y comandante del Bell 212. “La aeronave es un helicóptero muy versátil. Nosotros la estamos utilizando para dar apoyo a la Campaña. Con la configuración que tienen los helicópteros, volamos con una autonomía de dos horas y media aproximadamente”, comenta el oficial de la Fuerza Aérea.
Garay subraya que los helicópteros están operativos durante todo el año, sin importar las bajas temperaturas, para poder cumplir con las misiones que se le asignen. De hecho, cuenta que, en caso de emergencia, si alguna de las aeronaves está en inspección, se evalúan los riesgos y puede llegar a salir solo una de ellas, sin importar las distancias. “A nosotros, nos genera orgullo estar. Esta es mi cuarta campaña como piloto y lo que hacemos es un aporte a la soberanía”, sostiene, no sin antes referirse a su grupo de trabajo: “El lazo que tenemos con nuestra tripulación, conformada por oficiales y suboficiales, es de equipo. Somos un grupo que pasa mucho tiempo junto. Confiamos plenamente en nuestros mecánicos e inspectores, como ellos confían en nosotros sabiendo que los helicópteros van a salir y volver seguros. Además, estamos acá gracias al sostén de nuestras familias, nuestros pilares. Por ejemplo, hace poco tiempo nació mi sobrina; a la distancia, ellos saben entender lo que hacemos y nos apoyan”.
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