Una frase adjudicada a uno de los pioneros antárticos resume los esfuerzos que realiza Argentina para mantener su presencia ininterrumpida en el continente blanco. “La Antártida es una guerra; no se debe pelear contra un adversario sin contar con una seguridad elemental: la eficiencia de los hombres y los medios para la acción”, manifestó el vicecomodoro Mario Luis Olezza, responsable de trazar la ruta transpolar. Cuentan que en el despacho de este oficial de la Fuerza Aérea Argentina había un objeto que llamaba la atención: el mapa argentino estaba al revés. “Está bien así, el norte argentino está en el Polo Sur”, respondía cuando era consultado por la insólita presentación.
Los hombres y mujeres que aseguran los medios logísticos para que científicos y militares puedan habitar y trabajar en las distintas bases que nuestro país posee en el Continente Blanco dependen del Comando Conjunto Antártico (COCOANTAR): este organismo se nutre del personal y de los medios, adiestrados y alistados, de las distintas Fuerzas Armadas para poder cumplir con la misión. Así, el rompehielos ARA “Almirante Irizar” navega hacia la Antártida y la Fuerza Aérea Argentina despliega sus aeronaves. El Hércules C-130 es el avión designado para protagonizar la ruta aérea que une ambos continentes. DEF se subió a este último para experimentar de cerca las previsiones, los preparativos y el desafío de aterrizar en una pista de permafrost ubicada a 300 metros sobre el nivel del mar.
Desde el Comando Antártico trabajan para poder construir un nuevo aeródromo que asegure mayores capacidades para el país. Éste estará en la recientemente reconstruida Base Petrel y contará con dos pistas transversales.
El cruce: primera etapa
La travesía comienza en la Base Aérea de El Palomar. Allí, y tras los controles sanitarios que se establecieron como protocolo tras la pandemia del COVID-19, el personal del Comando Conjunto Antártico le entregó al equipo de DEF la vestimenta necesaria para convivir, sin dificultades, en las bajas temperaturas del continente blanco: guantes, gorro, lentes, calzado, pantalón y campera.
Con los elementos listos, DEF toma conocimiento sobre la ruta prevista: desde El Palomar, el Hércules C-130 de la Fuerza Aérea volará hacia Río Gallegos. Allí, se hará noche en un alojamiento destinado al personal que viaja hacia la Antártida, a pocos metros del aeropuerto. “Desde Gallegos la aeronave despegará hacia Marambio para finalizar el cruce pero, necesitamos una ventana meteorológica que nos permita ir. Solo con clima favorable, el vuelo puede aterrizar”, explica el teniente de navío Álvaro Bigarella, del COCOANTAR, mientras la tripulación del Hércules prepara la aeronave.
Segunda etapa
Al caer el sol, el C-130 de la Fuerza Aérea Argentina aterriza en el aeropuerto de Río Gallegos. A primera hora de la mañana, y de acuerdo a las condiciones meteorológicas, la tripulación podrá determinar si se puede efectivizar el cruce a Marambio.
Finalmente, pese a la lluvia que cae en la capital santacruceña, el personal de la Fuerza Aérea Argentina confirma la ventana meteorológica que permitirá el aterrizaje. El mayor Pablo Andino, jefe del Escuadrón I C-130 y como comandante antártico en sistema de armas C-130, brinda más detalles sobre el cruce: “Son aproximadamente 7 horas de vuelo, 3 horas y media de ida y tres horas y media de vuelta”. Para poder determinar la factibilidad del viaje, la tripulación de la aeronave se reunió unas horas antes. “Cada uno tiene una función específica. Algunos se encargan de la aeronave, otros de la carga, y los pilotos y navegadores preparamos la meteorología. Una vez realizado el briefing meteorológico y determinado el horario en el que vamos a operar, juntamos en el aeropuerto a la tripulación, los pasajeros y la carga que vamos a trasladar”, cuenta. El tipo de operación y el clima serán los que definan cuánto tiempo permanecerán en Marambio.
DEF se acomoda en el Hércules C-130. Los integrantes del equipo nos colocamos los tapones en el oído, pues el ruido de la aeronave, con el pasar de las horas, puede ser bastante incómodo. A medida que el avión se acerca a la Antártida, comienzan a verse los primeros témpanos y el agua cambia su color hacia un azul cada vez más atrayente. Una vez que el avión aterrice, éste debe quedar a la espera del personal que llega a Marambio vía helicóptero desde otras bases para poder ser replegados al continente. La gran mayoría de ellos, tanto militares como científicos, llevan meses sin ver a sus familias y esperan con ansías este vuelo para poder regresar a sus hogares.
“Es una operación continua”, explica Andino. Una vez que regresen a Gallegos deben concentrarse en el vuelo del día siguiente: “En este LAN (Logístico Antártico) en particular tenemos previsto realizar tres cruces. La meteorología es demasiado cambiante, razón por la que no podemos hacer un pronóstico más allá de 24 horas. Las condiciones son muy variables, desde la visibilidad, el techo de nubes, el estado de la pista o la nieve”. En resumen, la ventana meteorológica es la que define el período de operación del que dispondrá la tripulación. “Pueden pasar tres o cuatro días de mala meteorología y hay otros donde son apenas unas pocas horas de buena, con lo cual se planifica todo para operar en ese hueco”, agrega.
Llegar a destino
Finalmente, la aeronave aterriza en la pista de permafrost de Base Marambio. Existen varios desafíos para poder hacerlo, sin embargo, la tripulación del Hércules está adiestrada para concretar el objetivo. El clima que nos recibe, dicen, es excepcional. La bandera argentina apenas flamea con la suave brisa de aquel momento. En ese instante, desconocemos que en pocas horas el clima cambiará abruptamente: el cielo se nublará, comenzará a nevar y esa bandera no parará de flamear a causa de los fuertes vientos que habrá durante los días que DEF permanecerá en la Base.
Para poder aterrizar, el personal de las Fuerzas y los meteorólogos trabajaron contrarreloj. Los primeros se abocaron a la preparación de la pista, los segundos se enfocaron en relevar la información vinculada al clima.
“El Hércules brinda soporte logístico para la Campaña Antártica. Lo hace trasladando personal, cargas, recuperando personal y, eventualmente, también tenemos la capacidad de hacer búsqueda y rescate o evacuaciones aeromédicas. Se opera todo el año, aunque para nosotros la parte más intensa es entre noviembre y marzo”, describe Andino. Hay un detalle: operan también las 24 horas del día pues, si la ventana meteorológica es en el medio de la noche, deben tomar las previsiones para despegar de Río Gallegos tres horas y media antes.
Como detalla Andino, el C-130 también vuela en invierno, aunque con menor frecuencia, ya que la meteorología es más inclemente, hay menos horas de luz y los requerimientos de carga y personal son menores.
Para resumir, el oficial describe el desafío de aterrizar en Marambio en pocas palabras: “La operación es más compleja que una en el continente. Primero, la pista es un poco más corta, tiene apenas 1.200 metros. Luego, no es una pista de hormigón, sino de permafrost y, en verano, se derrite, y en invierno, se congela; eso se traduce en mayor adiestramiento por parte de los pilotos. De hecho, cuando volamos hacia Marambio lo hacemos con dos comandantes: uno habilitado para la operación antártica y otro en adiestramiento para adquirir experiencia”. En síntesis, no hay margen de error para volar al continente blanco. La pista es corta, está aislada, y las condiciones meteorológicas no son las mejores. Aún así, las Fuerzas Armadas cumplen con el objetivo.
“Como Escuadrón nos genera una sensación gratificante el poder colaborar y ayudar a Argentina a mantener la presencia ininterrumpida en la Antártida. Es una satisfacción enorme apoyar esta actividad”, finaliza el piloto de la Fuerza Aérea Argentina.
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