El reactor argentino RA-6 es una instalación nuclear emblemática de nuestro país. Formó parte de un proyecto pionero de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) y en su diseño y construcción tuvo un papel fundamental INVAP. De hecho, a partir de este primer modelo, se construyeron los reactores que luego la empresa exportó a Argelia, Egipto, Australia y los Países Bajos. Tiene una potencia térmica de un megavatio y es alimentado por uranio enriquecido al 20%, refrigerado con agua liviana.
Tal como explicó su jefe de Mantenimiento, Sebastián Vaucheret, quien recibió a DEF en el Centro Atómico Bariloche, se trata de un reactor de investigación construido con la finalidad de formar a los estudiantes del Instituto Balseiro. Tiene también aplicaciones en ámbitos tan disímiles, como la arqueología, la paleontología y la medicina nuclear. ¿Cómo funciona? “En el interior del reactor, se producen las reacciones de fisión nuclear: se parten los átomos de hidrógeno y liberan neutrones, que son absorbidos por otros átomos de uranio, los que a su vez se parten y, así, se genera la reacción en cadena”, detalla.
MÚLTIPLES APLICACIONES
A diferencia de los reactores nucleares de potencia –como Atucha I y II y Embalse–, el RA-6 no cuenta con turbinas de generación eléctrica. ¿Para qué se lo utiliza, entonces? La lista de aplicaciones es larga y va desde la caracterización de materiales hasta las terapias contra el cáncer. En el primer caso, el de la neutrografía, se utilizan los neutrones para generar imágenes del interior de objetos y piezas valiosas, lo que resulta de gran utilidad, por ejemplo, en el estudio de piezas arqueológicas. También, se pueden observar en 3D los fósiles alojados dentro de rocas, sin necesidad de fragmentarlas o romperlas.
“Además, nos posibilita la detección de fragmentaciones en dispositivos industriales y nos permite observar la estructura de motores en funcionamiento”, agrega Vaucheret, quien especifica que “los rayos X interactúan con las nubes electrónicas de los átomos”. “De esa forma, se pueden apreciar contrastes muy diferentes a los que se verían con una simple radiografía de rayos X”, añade.
Otro uso histórico del RA-6 es el laboratorio de activación neutrónica. ¿De qué se trata? “Se irradian con neutrones las muestras biológicas de superficie terrestre o ecosistemas acuáticos, y se puede analizar con gran resolución las concentraciones de ciertos átomos, lo que permite determinar si esas muestras se encuentran contaminadas y precisar el impacto ambiental de ciertas actividades humanas”, completa.
Finalmente, la terapia con captura neutrónica en boro está siendo utilizada, en forma experimental, para el tratamiento de melanomas de piel. En esos casos, “se inyecta al paciente una sustancia con boro 10, que se concentra mayormente en los tumores; luego se irradia al paciente con neutrones, en una sala especial del reactor, y el boro 10 absorbe un neutrón que viene del reactor, se inestabiliza y libera una partícula–el helio–, que es muy destructiva pero tiene un alcance milimétrico. Cuando el átomo de boro se inestabiliza y libera esa partícula, termina matando la célula cancerígena del melanoma”.
POTENCIA, COMBUSTIBLE Y SEGURIDAD
Gracias al RA-6, la tecnología nuclear argentina hoy es conocida en todo el mundo. Los elementos combustibles del reactor se producen íntegramente en nuestro país. Se trata de pequeñas placas de aluminio, de 1,5 milímetros de espesor, dentro de las cuales se encuentra el uranio enriquecido que permite el funcionamiento de esta instalación.
La cuestión referida al combustible merece un párrafo aparte. Hasta hace 15 años, el reactor era alimentado por uranio enriquecido al 93%, un umbral muy alto, aun cuando Argentina ha dado sobradas muestras de su compromiso con la no proliferación nuclear. Por eso, en 2008, a partir de un acuerdo con la Autoridad Nacional de Seguridad Nuclear (NNSA) de EE. UU., Washington proveyó a nuestro país del uranio de bajo enriquecimiento –al 20%– que sustituyó al anterior.
En el marco del proyecto UBERA 6, por otra parte, se aumentó la potencia del RA-6 de 500 kilovatios a 1 megavatio. “Se cambiaron todos los elementos combustibles y se modificó la termohidráulica del reactor para aumentar su potencia”, especificó Sebastián Vaucheret.
Consultado sobre los controles para garantizar el buen funcionamiento del reactor, su jefe de Mantenimiento aclaró que “cada 10 años, se hace una revisión integral de seguridad, donde se analiza el estado de envejecimiento del reactor y se adoptan todas las medidas necesarias para que siga funcionando”.
Ya pasaron cuatro décadas desde aquel lejano octubre de 1982 y el RA-6 sigue respondiendo, con la misma eficacia, a los objetivos que inspiraron su construcción. Un orgullo para la ciencia y la tecnología argentinas.
SEGUIR LEYENDO: