Argentina levantó una nueva Copa del Mundo y Lionel Messi se coronó como el mejor jugador de todos los tiempos. Mientras tanto, Emmanuel Macron vio desde la tribuna cómo Kylian Mbappé y compañía se tuvieron que conformar con el subcampeonato después de una final para el infarto. Pero el Mundial de Qatar regaló al mundo mucho más que goles, emociones y estadios futuristas.
Más allá de lo deportivo, abusos, discriminación y manejos financieros turbios comprometen a dirigentes políticos qataríes y europeos. El Qatargate se suma a las sospechas de corrupción que llevaron a la elección del país como sede del Mundial y a la caída del entonces todopoderoso presidente de la FIFA, Joseph Blatter. En este informe de DEF en YouTube, nos enfocamos en lo que las cámaras no nos mostraron de la Copa del Mundo.
Un futbolista condenado a muerte
Los días previos a la gran final, a pocos kilómetros de Doha, del otro lado del golfo Pérsico, el caso del futbolista iraní Amir Nasr se convirtió en una tendencia global. Diferentes portales en todo el mundo dieron a conocer la noticia de que había sido condenado a muerte por apoyar las protestas contra el régimen de su país. Decenas de personajes públicos llevaron adelante diferentes campañas para pedir por su liberación y cuestionaron duramente al régimen iraní por su accionar.
Sin embargo, la justicia de Teherán sostiene que aún no existe una condena firme contra el deportista, al que acusa de estar implicado en la muerte de tres agentes de seguridad durante los disturbios del 25 de noviembre en Irán. La polémica se sumó al supuesto llamado de atención que recibió el plantel luego de abstenerse de cantar el himno en el primer partido del mundial, frente a Inglaterra. Ese acto se interpretó como un apoyo a las protestas de las mujeres y a víctimas de manifestaciones en ese país.
Sobornos en el Primer Mundo
Mientras la copa avanzaba y la Scaloneta se acercaba al sueño de la consagración, se destapó un escándalo que envuelve al gobierno qatarí y a varios funcionarios de la Unión Europea. El 9 de diciembre, una semana antes de la final, la policía belga inició una serie de operativos en Bruselas. El objetivo fue desmantelar una trama de sobornos y una red de tráfico de influencias que llegaba desde Qatar hasta la cumbre del Europarlamento.
Entre los cinco detenidos, está la vicepresidenta del Parlamento Europeo, la dirigente socialista griega Eva Kaili. La misma que meses antes aseguraba que Qatar estaba “a la vanguardia en derechos laborales” y que sufría el acoso de los medios occidentales. Además de Kaili, cayeron varios dirigentes italianos, todos acusados de ser beneficiarios de grandes sumas de dinero y regalos, a cambio de “lavar” la imagen del emirato y moderar las críticas al país.
Las minorías, en la mira
La criminalización de la diversidad sexual y los castigos penales contra la homosexualidad han sido un tema bastante recurrente en la agenda mundialista. A pesar de que no existen registros oficiales sobre detenidos o personas que hayan sido condenadas durante el Mundial, la censura fue total. La bandera del colectivo LGBTQ+ no pudo flamear en ninguno de los estadios ni en las calles de Qatar.
Incluso, seleccionados como el alemán o el danés que habían amenazado con lucir el brazalete “One Love” desistieron de la medida por temor a ser sancionados por la FIFA. Qatar dejó mucho más que la coronación de Lionel Messi como el mejor futbolista de todos los tiempos.
Y, aunque poco tengan que ver las selecciones y cueste dejar la euforia de lado, siempre es importante recordar que no todo lo que brilla es oro. Ni siquiera este ansiado trofeo que Argentina levantó por tercera vez en su historia.
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