Lejos de la carrera armamentista y de la competencia por el control de las materias primas y los recursos energéticos, el dominio de la alta tecnología coronará al líder del poder global en las próximas décadas. La guerra comercial entre China y Estados Unidos avanza, al mismo tiempo que ambos países buscan liderar la agenda del futuro y, en este punto, es donde avanza la pelea por los semiconductores: los elementos que marcan el pulso del siglo XXI.
Desde la industria automotriz, pasando por la economía digital hasta la conectividad en el campo de la telefonía móvil, todo está atravesado por los semiconductores. Existen cuatro grandes actividades alrededor de ellos: el diseño, la fabricación, el ensamblaje y el testeo. En este informe, nos enfocamos en los dos primeros.
Actualmente, las empresas dedicadas a los diseños de los circuitos integrados se concentran mayormente en Estados Unidos, mientras que las fábricas que llevan adelante la transformación física de los chips están en China. El virtual duopolio que existe en la fabricación de los chips más avanzados se encuentra en el centro del debate mundial.
En Taiwán, la isla que China considera como una provincia rebelde, se fabrican actualmente el 92 % de los chips más pequeños, sofisticados y eficientes. La Taiwan Semiconductor Manufacturing Company (TSMC) es una compañía valuada en 454.000 millones de dólares, que tiene como principal destino el mercado estadounidense. Su mayor competidora es la surcoreana Samsung, que controla el 8 % del segmento de los microchips y que tiene a China como uno de sus clientes privilegiados.
Los expertos advierten que el problema con este duopolio es que, debido a la “alta actividad sísmica” y a las “tensiones geopolíticas” que caracterizan la región del Asia oriental, podrían existir, en el futuro, disrupciones en el abastecimiento de los chips, lo cual sería un verdadero cuello de botella para los sectores tecnológicos más avanzados.
Desde los controles a las exportaciones hasta una eventual guerra en el Indopacífico, todo puede comprometer la capacidad de la industria para sostener los actuales niveles de investigación y desarrollo (I+D) e inversiones de capital intensivas.
El plan chino
A través del plan “Made in China 2025″, el ambicioso objetivo del gigante asiático es lograr, dentro de tres años, un 70 % de autosuficiencia en materia de semiconductores y, en los siguientes cinco años, liberarse de la dependencia del exterior. Sin embargo, debido a las represalias comerciales de Washington contra Pekín y, pandemia de por medio, la meta trazada por el régimen chino aún está lejos de alcanzarse y difícilmente se cumpla en los tiempos previstos.
De acuerdo con datos comerciales, hoy la producción local de chips abastece apenas el 16,7 % de la demanda y sus proyecciones indican que llegaría al 26,2 % en 2026. ¿Cuál es hoy la mayor dificultad para Pekín? Fabricar chips de menos de 10 nanómetros. Para lograrlo, China necesita acceder a tecnología extranjera que, de ser vetada por sanciones comerciales de EE. UU., sus empresas no estarían en condiciones de desarrollar por sí solas.
Para salvar esta situación, el régimen apuesta todas sus fichas a la Semiconductor Manufacturing International Corporation (SMIC), como principal competidora de la Taiwan Semiconductor Manufacturing Company. Según los expertos, si bien hoy se encuentra por detrás de la empresa taiwanesa en la fabricación de los chips más avanzados, alcanzarla podría llevarle un período de cinco a diez años.
La respuesta de Estados Unidos
Desde que Donald Trump inició la “guerra comercial” de EE. UU. contra China, el sector de la alta tecnología ha sido uno de los blancos apuntados por Washington. Hacia finales de 2020, el Departamento de Comercio impuso restricciones al acceso de SMIC a los semiconductores diseñados en EE. UU., que alegó motivos de “seguridad nacional” y apuntó a los vínculos de esa compañía tecnológica con el complejo militar-industrial chino.
Ya en el actual gobierno de Joe Biden, se avanzó en una legislación proteccionista, la Ley de Chips, sancionada por el Senado en julio de este año y promulgada en agosto por la Casa Blanca. Allí se establece un fondo quinquenal para estimular la producción local de microchips, que asciende a 52.000 millones de dólares.
Por otra parte, Washington lanzó la propuesta de conformar una alianza estratégica con sus socios asiáticos Taiwán, Japón y Corea del Sur, con el objetivo de reducir su vulnerabilidad frente al ascenso chino. Pero existe un inconveniente: mientras Taiwán y Japón no parecieran poner reparos a la conformación de la alianza, Corea del Sur podría no ser de la partida, dada la estrecha relación comercial de sus empresas con China. Seúl quiere evitar una confrontación directa con Pekín.
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