Tres ciudades. Tres fronteras. Tres Estados. En América Latina, existe una región donde los límites parecen no tener fin. Desde armas y drogas, hasta células terroristas y trata de personas, en la Triple Frontera todo parece posible.
Puerto Iguazú (Argentina), Ciudad del Este (Paraguay) y Foz do Iguazú (Brasil) son las tres ciudades que hacen de este lugar una de las fronteras más porosas del mundo. Si bien pertenecen a países distintos, las tres forman un verdadero conglomerado social y económico que no conoce de límites geográficos.
Considerado como el mayor centro de contrabando y lavado de dinero de América Latina, este territorio siempre estuvo sospechado de albergar grupos fundamentalistas islámicos y se vio sacudido, en los últimos años, por la penetración de bandas criminales, principalmente brasileñas, que manejan el negocio de la droga y del tráfico de armas.
TRÁFICO DE ARMAS Y BANDAS NARCOCRIMINALES
En la última década, el fenómeno de la criminalidad tomó dimensiones aún mayores, con la infiltración de bandas narcocriminales que manejan poderosos arsenales y superan muchas veces en capacidad de fuego a las fuerzas de seguridad locales.
La presencia del Comando Vermelho y del PCC (Primeiro Comando da Capital), dos poderosas organizaciones criminales brasileñas, se convirtió en el mayor dolor de cabeza para las autoridades. Asaltos a camiones de caudales, fugas cinematográficas de las cárceles paraguayas y sospechas de corrupción policial y dentro del sistema penitenciario de ese país desnudan la debilidad de las fuerzas del Estado para hacer frente a estos grupos.
El tráfico de armas es otra de las actividades lucrativas, que se aprovecha de la porosidad en la zona. Hace pocas semanas, tras un operativo policial, se detuvo en la Capital Federal a diez personas por contrabandear un arsenal repleto de pistolas, revólveres y armas de guerra. La red desarticulada tenía su origen en la Triple Frontera: la compra del material en Ciudad del Este y su cruce por vía fluvial a Puerto Iguazú, para luego ser distribuido en distintos puntos de nuestro país.
CONTRABANDO Y PIRATERÍA COMERCIAL
Si bien es difícil poner cifras a este ecosistema ilegal, se estima que el contrabando, la piratería y la venta de mercadería ilegal generan cada año 43.000 millones de dólares, que ingresan a las arcas de los grupos criminales de la zona: un caso que permite ilustrar las dimensiones del fenómeno de la ilegalidad en la Triple Frontera es el contrabando de cigarrillos.
Según estimaciones del Instituto Brasileño de Ética Competitiva (ETCO) y del Foro Nacional contra la Piratería y la Ilegalidad, Brasil pierde anualmente 2400 millones de dólares por evasión de impuestos de esa actividad. Mientras tanto, en Paraguay, un informe del Centro de Análisis y Difusión de la Economía Paraguaya (CADEP) indica que, entre 2008 y 2019, la industria tabacalera de ese país produjo seis veces más que las ventas declaradas y siete veces más que el consumo local de cigarrillos.
Otros ejemplos son la ropa y los productos electrónicos. De acuerdo con la Asociación Civil Antipiratería Argentina, la Triple Frontera es la generadora del 40 % de la indumentaria ilegal que se comercializa en nuestro país. Algo similar ocurre con los celulares: el 40 % de los dispositivos que entran ilegalmente al país lo hacen a través de esta zona.
ARMAS Y TERRORISMO: UN COMBO EXPLOSIVO
Un último actor que entra en juego en este explosivo cóctel criminal es el terrorismo de matriz islámica. Los expertos señalan la connivencia entre los grupos narcocriminales y la organización terrorista libanesa Hezbollah, que cuenta con una red de colaboradores instalados en la zona desde hace décadas.
Los expertos consultados por DEF recuerdan que Hezbollah empezó, a comienzos de este siglo, a cooperar con las bandas narco y ofrecer su asesoramiento, ayudándolas a blanquear sus ganancias. Así se conformó, por ejemplo, la alianza entre el Hezbollah y el PCC brasileño, que se consolidó con el tiempo. De acuerdo con informaciones de fuentes policiales brasileñas, traficantes vinculados a Hezbollah han ayudado al PCC a obtener armas y acceso a los canales internacionales de contrabando.
Una posible manifestación de esta peligrosa alianza es el reciente asesinato del fiscal paraguayo Marcelo Pecci en la paradisíaca playa colombiana de Barú. La planificación del crimen de este funcionario habría sido minuciosa. En la operación, según los primeros indicios, habrían participado el PCC y Hezbollah, ambos grupos interesados en deshacerse de un funcionario incómodo dedicado a investigar y perseguir el crimen organizado, el narcotráfico, el lavado de dinero y el terrorismo.
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