Malvinas, a través de la lente: entrevista con el fotógrafo que captó el desembarco argentino el 2 de abril de 1982

Hace 40 años, vio el desembarco desde las islas, y sus fotos de la rendición inglesa fueron portada en los grandes diarios del mundo. Un perfil de Rafael Wollmann, el hombre que supo captar la anatomía emocional de dos países en conflicto

Rafael Wollmann nunca imaginó que sus fotos iban a recorrer las portadas de los diarios más importantes del mundo. (Martín Gallino)

[Pinamar, provincia de Buenos Aires] Es una tarde gris cuando, en pleno centro de Pinamar, con la costa como telón de fondo, un hombre posa junto a un cartel azul de letras blancas. A cualquiera le podría resultar extraña o inesperada la información de que las islas Malvinas están exactamente a 1622 kilómetros de distancia, pero, para él, no hay nada más normal. De hecho, en Pinamar hay un departamento, un cuarto casi secreto, la lente de una cámara y, sobre todo, una retina, donde la imagen de Malvinas está presente todos los días. Pero no es una sola imagen: son muchas, y dieron la vuelta al mundo.

El 2 de abril se cumplieron cuarenta años del conflicto bélico con Inglaterra, aquel episodio inolvidable de 1982 en el que Argentina quiso recuperar por la fuerza las islas del Atlántico Sur. Y antes, el 23 de marzo, se cumplieron cuarenta años desde que Rafael Wollmann aterrizó en las islas casi de casualidad. Tenía veinticuatro años y era periodista. Sus fotos se plegaban a la sintaxis de lo cotidiano: ropa tendida en patios con cercos de madera, almacenes, un hombre con su oveja, un anciano en lo alto de una escalera a punto de recortar un arbusto. No sabía que, una semana después de su llegada, iba a ser testigo privilegiado de uno de los momentos más icónicos del siglo ni que los argentinos iban a recuperar, aunque fuese por unos pocos días, las islas. No sabía que iba a poder captar, con tanta precisión y una tan mirada personal, la rendición de los marines ingleses. No sabía que sus fotos iban a recorrer las portadas de los diarios más importantes del mundo ni que el Museo de Houston, Estados Unidos, incluiría una de ellas entre las 25 fotos más importantes en la historia universal de la guerra.

Malvinas, a través de la lente: entrevista con el fotógrafo que captó el desembarco argentino el 2 de abril de 1982. (Martín Gallino)

En suma, no sabía lo que después supo: que su vida, como la de muchos compatriotas, iba a cambiar para siempre.

“El blanco y negro en película es bastante más permisivo, al igual que el negativo de color, que la diapositiva. La diapositiva tiene que ser muy exacta en la exposición y en todo”, comenta Wollmann. (Martín Gallino)

—Acá tienen un risotto con frutos de mar que es una delicia.

El parador se llama El Atlántico y da a la costa. Rafael Wollmann es conversador: recomienda restaurantes, habla de las bondades de la playa y el modo en que la luz del sol hace juego con el reflejo del agua. Conoce la ciudad como la palma de su mano, pero no nació en Pinamar: es de Villa Urquiza, Capital Federal. Allá vivía cuando, hace mucho, a los trece años, una tía austríaca le regaló una cámara de fotos. Practicó unos años hasta que, a los quince, empezó a trabajar como fotógrafo en un jardín de infantes: con un amigo más grande, tomaban imágenes espontáneas que después ampliaban a 20x25 y los padres compraban. “Fotografiar chicos es un muy buen entrenamiento para un fotógrafo, porque, si te ponés a medir la luz y hacer cualquier cosa, cuando apretás, el nene ya está mirando para otro lado. Tenés que hacer todo muy rápido”.

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—La fotografía de conflicto te genera una adrenalina mayor, porque, en cierta forma, está en peligro tu vida. Ahí, cada reportero tiene su umbral de riesgo. He estado en conflictos en Chile donde trabajé con máscara para gases lacrimógenos. De pronto, había unos manifestantes, venía avanzando el camión hidrante, que ellos llaman guanaco, tirando agua, y éramos diez reporteros. Cuando el guanaco estaba a cien metros, éramos diez. Cuando el guanaco estaba a ochenta metros, éramos ocho. Cuando estaba a cincuenta metros quedaban cuatro. Y cuando estaba a diez metros, había uno solo de los reporteros. Ese se comía el chorro de agua, pero tenía una foto que los demás no tenían.

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En el fondo, toda biografía es una manera de ordenar el caos. En eso, las biografías y las fotos se parecen: como dar cuenta fielmente de la experiencia es imposible, se eligen los hechos más importantes de acuerdo a un eje específico. Para la carrera de un fotógrafo de primera línea como Wollmann, habría que elegir los siguientes hechos. A los veinte años, viajó al norte con su pareja de aquel entonces: Salta y Jujuy, noches en carpa, horas de caminar y recorrer. Tomó varios reportajes fotográficos sin saber exactamente que eran reportajes fotográficos. Por ejemplo, chicos que trabajan en el pueblo de Purmamarca. Las capturas se hicieron en diapositiva a color.

Las fotos de Wollmann llegaron rápido a Europa y circularon de un modo que hoy llamaríamos viral. En Francia, la revista VSD no perdió la oportunidad de titular: “Inglaterra humillada” (Martín Gallino)

La fecha es importante por razones biográficas, pero también técnicas: corría el año 1979. Las revistas pasaban del blanco y negro a color, y había muchos fotógrafos que ganaban experiencia: “El blanco y negro en película es bastante más permisivo, al igual que el negativo de color, que la diapositiva. La diapositiva tiene que ser muy exacta en la exposición y en todo”. A la vuelta del viaje, el joven Wollmann llevó a revelar más de veinte rollos a Editorial Atlántida. El jefe de fotografía los miró, subió y se los mostró a Samuel “Chiche” Gelblung, el director: a Chiche le gustaron tanto que le ofreció trabajo. Esa fue la única vez que Wollmann estuvo en relación de dependencia: desde mediados del 79 hasta diciembre del 81. En ese lapso, ganó experiencia y, sobre todo, versatilidad: cubría deportes, moda, personajes, retratos, campo.

En diciembre del 81, hubo una reestructuración en Atlántida. El jefe tenía que echar a cuatro fotógrafos. Mandó a llamar a Wollmann y le dijo lo previsible: que era muy joven y que, en cierta forma, no quería arruinarles la vida a quienes ya tenían familia. Los cuatro despedidos se juntaron en un bar y decidieron formar una agencia al estilo europeo: ILA (Imagen Latinoamericana). Entraron en contacto con Gamma, la prestigiosa agencia francesa, para que les distribuyera el material. Una de las primeras notas que se les ocurrió hacer fue Malvinas.

—Hubo unas conversaciones sobre Malvinas en Nueva York en diciembre del 81. Nosotros nos preguntamos qué habría en esas islas, quiénes eran, quiénes vivían. La mayoría de los argentinos todavía se hace la misma pregunta. Tenemos el sentimiento de las Malvinas, pero el 99 % no las conoce. Por eso, nos gustó la idea de hacer una nota geográfica sobre el tema.

“Yo no puedo renegar de Malvinas. No es lo único que hice, pero es aquello por lo que me pueden distinguir”, aclara Rafael (Gentileza Rafael Wollmann)

-¿La nota tenía relación con una posible recuperación?

-No. Era una nota geográfica, como las que hacía en Atlántida sobre la escuelita de montaña donde la maestra viajaba ocho horas a lomo de mula para dar clases. Una nota de color. De hecho, la película que llevé se llamaba EPR de 64 ASA, de muy baja sensibilidad, para tener más calidad, que no es lo que elegiría para cubrir un evento como el que sucedió. Es otro lenguaje hablar ahora de lo que era la fotografía hace cuarenta años, pero esa película no tenía grano, y la saturación de color era impresionante. A medida que cambiabas de película, tenías más grano, que hoy sería ruido, y había menos saturación de color. Y no se manipulaba tanto la foto, como ahora con Photoshop. Tenías que ser muy preciso en cuanto a la exposición, la foto tenía que ser casi perfecta. Mi idea era hacer todo: paisaje, la gente, quién vivía, retrato de los personajes.

-¿Qué encontró al llegar?

-La sorpresa empezó el mismo día que volé, porque el día anterior hubo un evento en las islas Georgias. Ahora ya hay bibliografía sobre eso, pero en aquel momento solo se supo que un grupo de argentinos había entrado a las Georgias por la puerta de atrás, sin pedir permiso. Por eso, en la mañana del 23 de marzo, día en que yo volé, eso estaba en los diarios. Es decir, yo ya estaba yendo con un evento político a la zona, estaba teñido de algo. Cuando llegué a Malvinas, estaba todo bien, pero, con algunas personas, tuve alguna que otra discusión con respecto a que tendrían que haber pedido permiso. Por otro lado, entiendo que tuve la última visa que se dio en Argentina para visitar las islas Malvinas.

De acuerdo con algunas versiones, a través de las fotos de Wollmann, fue tal el golpe para los ingleses que Thatcher tuvo que mandar una flota para recuperar las islas (Martín Gallino)

-Después vino el desembarco.

-Y yo me enteré antes que ninguno, porque en Argentina, el 2 de abril a la mañana se enteró todo el mundo de que habíamos recuperado, como decimos acá, o invadido, como decían allá, pero allá el gobernador lo anunció a la nochecita del 1º de abril.

-¿Cómo fue ese mensaje?

-Interrumpió la radio y dijo que los argentinos iban a invadir las islas esa noche. Fue una noche muy particular: yo estaba con unos periodistas ingleses, yendo de un lugar a otro y tratando de recabar información con un vicecomodoro de LADE. Fuimos a ver a Rex Hunt, el gobernador de las islas, y nos dijo que eso iba a pasar, que fuéramos a la casa de su chofer, Don Bonner, y que los marines tenían orden de tirar a matar. Ahí se puso seria la cosa, y esa noche fue una aventura.

Mientras habla, Wollmann se distrae para mirar los colores del cielo. “Mirá el clima, no se puede creer”, suspira. Y agrega: “El sol con el cielo plomizo es algo que, si lo querés, no lo conseguís”.

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Hay quienes sostienen que las fotos de Wollmann tuvieron un impacto directo en el inescrupuloso curso de los acontecimientos. Las fotos llegaron rápido a Europa y circularon de un modo que hoy llamaríamos viral. En Francia, la revista VSD no perdió la oportunidad de titular: “Inglaterra humillada”. De acuerdo con esta versión, a través de las fotos de Wollmann, fue tal el golpe para los ingleses que Thatcher tuvo que mandar una flota para recuperar las islas.

Los negativos del 2 de abril de 1982 guardan un valor histórico incalculable (Martín Gallino)

-¿Cómo llegaron las fotos al continente?

-El 2 de abril a la tarde, después de haber hecho las fotos más significativas, entre ellas el izamiento de la bandera, empecé a pensar cómo iba a hacer llegar este material a ILA y a Gamma, en Francia, para que ellos lo distribuyeran. El 3 de abril, se produjo el milagro: un avión de la Fuerza Aérea vino por tres horas con fotógrafos y camarógrafos, nada más. Habrán sido unos treinta o cuarenta. Llegaron al mediodía, ya muchas cosas estaban “normalizadas”: los militares tenían la cara blanca, no camuflada, y los tanques anfibios ya se habían ido. Vinieron los fotógrafos, hicieron algunas tomas y yo, sin decir nada, fui con mi bolso y mi valija, y me colé en el avión como si fuera parte del contingente.

-¿Intentaron confiscar algo a la hora de volver?

-No. Nadie nos revisó porque era un vuelo autorizado, y como yo hablaba el mismo idioma, se asumía que era parte del grupo. Cuando llegué a Comodoro Rivadavia, me esperaba gente de todo el mundo. Me ofrecían dinero por las fotos, yo ya había arreglado con Gamma, pero estaban de la agencia Sigma, o la revista alemana Stern. Lo más curioso es que ofrecían plata por algo que no podían ver.

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El departamento de Wollmann queda a tres cuadras de la playa. Es casi mediodía y nos reciben Nero y Nera, dos perros hermanos que adoptaron Rafael y su esposa. Abajo, un living rodeado de cuadros grandes y un balcón con mesita afuera. Arriba, el estudio: computadora, libretas, discos, una bicicleta en miniatura, un autito de colección, una caja de luz para ver diapositivas. Después de la guerra, Wollmann siguió en ILA un tiempo e hizo más reportajes con Gamma. De alguna manera, en Malvinas había descubierto su umbral de riesgo. Cubrió innumerables manifestaciones en Chile, entre 1983 y 1990, durante el gobierno militar de Pinochet y también en la vuelta a la democracia con el presidente Patricio Aylwin: “En general, los policías o los pacos tenían resabios de reprimir en las manifestaciones como en la dictadura. Cuando tiraban gases, trabajábamos con máscara”. Fiel al concepto de la versatilidad, también trabajó en la elaboración de catálogos para empresas de todo tipo, desde artículos para el hogar hasta venta de tractores.

Mientras habla, Wollmann se distrae para mirar los colores del cielo. “Mirá el clima, no se puede creer”, suspira. Y agrega: “El sol con el cielo plomizo es algo que, si lo querés, no lo conseguís” (Martín Gallino)

“Yo no puedo renegar de Malvinas. No es lo único que hice, pero es aquello por lo que me pueden distinguir”, aclara, como quien acepta su destino. Por el escritorio, se entra a una especie de altillo. Una puerta que, como el portal de Narnia, conduce a una dimensión distinta. O, mejor dicho, a otro tiempo: hay reflectores, trípodes, diapositivas. Hay algo en el cuarto que recuerda a un santuario. Quizá por los reflectores que apuntan al centro, donde hay una pila de revistas en alemán, francés, inglés, español, con fotos de Rafael. Una revista Gente con el título: VIMOS RENDIRSE A LOS INGLESES. El recorte en inglés de una nota titulada THE WAR BABIES. Una credencial de la agencia ILA que acredita al Sr. Rafael Wollmann, en cuyo retrato blanco y negro aparece con pelo enrulado y bigote, como reportero gráfico.

La experiencia de Wollmann en las islas no se limita al episodio bélico. En 1992, recorrió el país para documentar la situación de los veteranos, que en aquellos años estaba muy lejos de ser honorífica. En 2002, viajó a Malvinas de nuevo y tomó más fotos. Esta vez captó una isla distinta: vio que muchos íconos de guerra se transformaron en un atractivo turístico y tenían el nombre de “campos de batalla” o battlefields. El pueblo había dado un paso hacia el turismo: había excursiones en 4x4 y embarcaciones que llevaban a ver pingüinos en las islas aledañas. En 2012, ya como una tradición o acaso una superstición, volvió a ir. Cada viaje es una experiencia distinta y cuenta, de hecho, historias distintas. El plan es realizar otro viaje este año y plasmar todo el material en un libro que ya está en desarrollo (editorial TAEDA). Quedan por resolver los avatares burocráticos: Migraciones, el COVID-19, el paso obligado por Londres y la consabida cuarentena.

-¿Qué expectativas tiene con el viaje?

-Muchas. Lo ideal, si sos fotógrafo, es mantener tu visión lo más virgen posible. No dar nada por sentado y ver cómo están las Malvinas hoy. Más allá de pensar en qué cosas no hice todavía, como visitar la isla Gran Malvina, que ellos llaman West Falkland, y, o sacar fotos de los animales salvajes –me falta hacer los albatros–, ver qué cambios hubo en la ciudad. Para eso, hay que salir a caminar. Después, veo que me faltan cosas básicas que a la gente le pueden interesar. Quiero fotografiar las comidas típicas, los souvenirs que se llevan los turistas. Pero quiero redondear todas: juntar el 82 con el 92, el 2002 y el 2012, y en 2022 ver cómo lo redondeo. Esta vez, voy nada más que con dos celulares. Quiero mostrar que en el 82 hice película diapositiva y blanco y negro, en el 2002 hice película diapositiva, blanco y negro y algo de digital. En el 2012 hice todo digital con una réflex, y ahora quiero hacerlo con celulares.

"El 2 de abril a la tarde, después de haber hecho las fotos más significativas, empecé a pensar cómo iba a hacer llegar este material a ILA y a Gamma, en Francia, para que ellos lo distribuyeran", recuerda el fotógrafo. (Gentileza Rafael Wollmann)

Una de las obras de teatro argentinas más importantes de los últimos años es Campo minado (2016), dirigida por Lola Arias. Se trató de un proyecto que reunió a veteranos argentinos e ingleses de la guerra de Malvinas para explorar cómo les resonaba el conflicto 34 años más tarde.

Wollmann quiso ver la obra y, como a tantos otros, le dijeron que no había entradas. Sin embargo, cuando supieron quién era, le ofrecieron la primera fila. Y ahí, una vez más, fue testigo: los actores cumplen distintos roles, se disfrazan de Galtieri, de Margaret Thatcher, cantan. Uno de los actores es Lou Armor, el soldado que aparece en una de las famosas fotos de la rendición inglesa. Al terminar la obra, Armor se acercó a Rafael. Podría haber querido ajustar cuentas con el hombre que lo había retratado como la representación de la derrota, pero no: el haber sido rivales les permitía, ahora, ser compañeros. Hablaron en un café, tranquilos, e intercambiaron experiencias. En la obra, fiel al episodio histórico, Armor se rinde ante un soldado argentino que lo apunta. Y hay, al borde del escenario, un fotógrafo argentino que captura el momento.

*La entrevista completa forma parte de la edición impresa DEF 144.

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