La guerra que comenzó el 24 de febrero, con la invasión de la Federación Rusa a Ucrania, es el evento geopolítico más significativo del año 2022.
Esta guerra nos enfrenta a fenómenos que habíamos creído limitados a la historia o que considerábamos, al menos, altamente improbables. Se trata, ante todo, de un conflicto armado a gran escala entre dos Estados, y el choque se da entre sus fuerzas militares. En tiempos de “conflictos asimétricos”, y “guerras híbridas”, es el tipo de guerra que todos los especialistas creían convertido ya en una reliquia.
La guerra ruso-ucraniana no es el primer conflicto interestatal del siglo XXI y difícilmente sea el último. Ahora bien, hay que remontarse hasta la Segunda Guerra Mundial para encontrar un conflicto con rasgos similares. Movilización y despliegue de cientos de miles de efectivos. Choques entre formaciones militares convencionales por el control del terreno. Múltiples frentes con varios ejes de avance. Ofensivas y contraofensivas. Grandes fuerzas blindadas maniobrando a través de distancias extensas. Disputas sostenidas por la supremacía aérea sobre el teatro de operaciones. Campañas intensivas de bombardeo aéreo y de artillería.
GUERRA REAL, IMPACTO VIRTUAL
Esta guerra replica rasgos, intensidades, magnitudes y fenómenos típicos de los grandes conflictos de la primera mitad del siglo XX, pero transcurre en el siglo XXI y se nos aparece, en tiempo real, a través de los medios de comunicación masiva y las redes sociales. El ambiente informativo y comunicacional moderno les da a las audiencias de todo el mundo la posibilidad de comentar los hechos sin distinción de fronteras, recibir y difundir información poco filtrada, y hasta cierto punto interactuar con los sucesos en el campo de batalla, con un nivel de cercanía impensado en otros grandes conflictos interestatales de corte clásico.
Así, los eventos en el frente tienen su correlato en un espacio virtual que es, a la vez, escenario del choque de narrativas, vehículo para la difusión de datos, ámbito para experimentar a la distancia el conflicto, e incluso una fuente considerable de insumos de inteligencia. Si se nos pidiera sintetizar todo lo anterior en una frase que describa la guerra en curso en Ucrania, podríamos hacerlo así: “Stalingrado en tiempos de TikTok”. Es decir, una guerra clásica, con una brutalidad, intensidad y escala que rememora la Segunda Guerra Mundial, experimentada en vivo y en directo en las redes a través de las que interactuamos con el mundo.
SUPERIORIDAD RUSA, EXITOSA DEFENSA UCRANIANA
En lo puramente militar, este conflicto también presenta fenómenos y rasgos dignos de un análisis en profundidad, que en conjunto han hecho que su desarrollo haya sido marcadamente diferente de lo que la práctica totalidad de los analistas militares e internacionales anticipaban en las semanas previas.
En efecto, el consenso casi universal previo a la guerra era que un choque entre Rusia y Ucrania difícilmente pudiera tener un final que no fuera una victoria abrumadora de las fuerzas rusas.
La Federación Rusa llegaba al conflicto con unas Fuerzas Armadas de primer nivel mundial, con una irremontable superioridad de recursos y medios, poseedoras de una gama casi total de capacidades militares en todos los ambientes operacionales. Las fuerzas rusas se habían beneficiado de considerables inversiones en las últimas décadas, habían adquirido experiencia operacional y demostrado sus capacidades en la guerra civil de Siria y en la anterior crisis ucraniana de 2014.
En cambio, Ucrania debió afrontar la coyuntura con unas Fuerzas Armadas que recién consolidaban un proceso de regeneración tras décadas de abandono y decadencia. Las tropas ucranianas poco habían podido hacer durante la crisis de 2014, que las encontró desmoralizadas y pobremente equipadas para afrontar el golpe de mano ruso en Crimea. Posteriormente, debieron afrontar un conflicto sin final aparente contra una insurgencia separatista, que tenía además libre acceso al mayor arsenal de Europa.
Con estos aspectos en mente, quizá la mayor sorpresa del conflicto haya sido la formidable capacidad de ensamblar una resistencia efectiva por parte de las Fuerzas Armadas ucranianas. Esa gran capacidad ucraniana frustró, desde el primer momento, la expectativa de los rusos de obtener una victoria aplastante.
En su esfuerzo de defensa, Ucrania supo aprovechar al máximo las posibilidades que los misiles antiaéreos y antitanque les daban para frenar y desgastar a las fuerzas rusas, negarles el acceso y compensar la disparidad de medios. A la vez, sus efectivos militares supieron hacer un buen uso de todo tipo de sistemas no tripulados, desde cuadricópteros comerciales hasta drones artillados y municiones merodeadoras. Eso les permitió maximizar su capacidad de obtener información, monitorear el campo de batalla, detectar al enemigo e infligirle daños a grandes distancias, con mínima exposición humana.
LA GUERRA MODERNA
Otro ámbito donde Ucrania demostró habilidad es en adaptarse a la disyuntiva entre “esconderse y detectar”, que es cada vez más crucial en la guerra moderna. Aquella fuerza que logre disimular mejor su posición ante la multiplicidad de sensores del enemigo y encontrar antes a la otra tendrá más probabilidades de éxito. En este tipo de guerra, es fundamental poder operar en grupos reducidos dotados de una gama de armas y capacidades lo suficientemente amplia como para enfrentar con relativas probabilidades de éxito cualquier posible amenaza.
Ucrania también supo desarrollar y sostener un sistema de comando y control robusto y resiliente, capaz de resistir los ataques iniciales, y seguir coordinando sus defensas frente a todos los ejes de invasión, asegurando el flujo de órdenes e información desde la conducción nacional, pasando por todos los niveles de comando, hasta llegar al soldado en el terreno.
Por último, vale señalar que Ucrania demostró una capacidad notable para difundir su versión de los acontecimientos en los medios de comunicación y redes sociales, acompañada por una sólida disciplina de mensaje a través de fuentes oficiales y privadas que magnifica los éxitos propios, pasa a segundo plano los contratiempos y minimiza la difusión de información crítica sobre el estado y la posición de sus fuerzas. Esta capacidad le ha permitido a Ucrania dominar la esfera informativa occidental, aunque la perspectiva rusa ha demostrado tener mejor suerte en las esferas asiática y africana.
EL RUMBO DE LA GUERRA
Sin desmerecer el desempeño notable de las fuerzas ucranianas, vale señalar que sus éxitos se han circunscrito a lo defensivo. Son muy limitadas las posibilidades de Ucrania de forzar a Rusia a ceder el territorio que ocupó o de disputar con éxito la iniciativa en el conflicto.
La superioridad notable de Rusia en medios convencionales le da la posibilidad de “moldear” el rumbo de la guerra, retener la iniciativa, sostener una actitud general ofensiva e imponer el ritmo y la intensidad de las operaciones.
Más aún, es esta superioridad convencional la que le permitiría a Rusia disuadir o desbaratar cualquier intento ucraniano de montar contraofensivas a gran escala a fin de ganar la iniciativa o recuperar su territorio ocupado. Rusia aún no ha podido derrotar a Ucrania, pero es improbable que Ucrania logre expulsar a Rusia de su territorio.
DOMINIO NAVAL RUSO
Debe señalarse, además, que Rusia ejerce una supremacía indiscutida en el ámbito naval de la guerra, ya que es poco y nada lo que puede hacer para enfrentar la flota rusa del mar Negro. La Armada ucraniana nunca se recuperó de la pérdida de casi todos sus grandes buques en 2014, y, en 2022, se ha visto reducida a una escuadrilla de lanchas patrulleras.
Rusia tiene así una impunidad de hecho para atacar objetivos en las costas ucranianas, ejercer el bloqueo de las vías de comunicación marítimas y proyectar poder desde el mar hacia las costas, sin que Ucrania pueda oponer medios adecuados para resguardar sus espacios marítimos de interés, negar el acceso a las fuerzas navales rusas o proteger sus vías comerciales.
Por último, es crucial remarcar que Rusia retiene dos capacidades fundamentales en esta guerra: la de atacar objetivos de importancia estratégica y operacional a grandes distancias del frente, gracias a sus medios de ataque en profundidad (bombarderos de largo alcance, misiles balísticos tácticos, misiles crucero); y la de disponer por su sola voluntad el nivel de intensidad y violencia del conflicto. En ninguno de estos campos, existe para Ucrania la posibilidad de negar estas ventajas rusas o contrabalancearlas con sus capacidades propias.
UNA GUERRA CONVENCIONAL
Al cierre de este artículo, sigue siendo imposible anticipar cuándo y cómo terminará esta guerra. Sí podemos aventurar que la conclusión a la que lleguemos habrá sido inimaginable en nuestras apreciaciones previas a la guerra. Lo podemos atribuir a un desempeño de las fuerzas rusas y ucranianas completamente imprevisto.
Más allá de lo aventurado de anticipar vencedores o derrotados, no podemos ignorar que la invasión rusa volvió a poner en primer lugar el fenómeno de la guerra convencional interestatal y, por lo tanto, la necesidad de que los sistemas de defensa vuelvan a pensar ese escenario.
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