Numerosos estudios empíricos examinaron el papel de las fuerzas de paz para reducir la violencia en todo el mundo. Pocos dudan de que este tipo de operaciones sean herramientas probadas para asegurar la paz y seguridad internacional. Curiosamente, en ningún lugar de la Carta de la ONU figura el concepto de “operaciones de paz”; aunque en el Preámbulo se dice que las Naciones Unidas fueron creadas para “preservar a las generaciones venideras del flagelo de la guerra”.
En la Carta del organismo, se destaca que el principal propósito de la ONU es “tomar medidas colectivas eficaces para prevenir y eliminar amenazas a la paz, y para suprimir actos de agresión u otros quebrantamientos de la paz”. El conocido artículo VI menciona los medios de arreglo pacífico de controversias y el siempre debatido artículo VII dispone medidas en caso de amenazas o quebrantamiento de la paz o actos de agresión. Esas medidas deben ser adoptadas por el Consejo de Seguridad e incluyen desde la interrupción del comercio y el rompimiento de relaciones diplomáticas hasta el empleo de la fuerza militar, tal como se detalla en el capítulo VII.
En el siglo XXI, se incorporó el concepto de “responsabilidad de proteger” de la comunidad internacional ante posibles desenfrenos de la violencia o violaciones flagrantes de los derechos humanos. Los defensores a ultranza del orden mundial westfaliano cuestionan esta posible intromisión en la soberanía de los países, pero debe recordarse que se ha llegado a esta normativa luego de las investigaciones de las atrocidades ocurridas en la ex-Yugoslavia, Ruanda, Somalia y, más recientemente, Sudán del Sur.
EL NUEVO CARÁCTER MULTIDIMENSIONAL
Desde la incorporación de la mediación en Chipre y, notablemente, desde el informe Brahimi del año 2000, las operaciones de paz incluyen herramientas políticas, diplomáticas, jurídicas y militares. Este informe agregó actividades como el desarme de los combatientes, su reincorporación a la vida laboral, acciones coercitivas para evitar agresiones a la población civil, así como la lucha contra la corrupción y el apoyo sanitario, entre otras. Por eso, hoy se las considera “multidimensionales”.
A estas categorías, se llegó luego de una larga historia, iniciada con la primera misión en 1948 en Medio Oriente, y que ha permitido hasta hoy el despliegue de 71 misiones, de las cuales 59 finalizaron y están vigentes 12. Al principio, se trataba del despliegue de observadores desarmados. Luego, durante la crisis de Suez en 1956, se instalaron en la región tropas armadas, para luego llevar 20.000 hombres al Congo en 1960. Siguieron 14 misiones y la Academia Sueca otorgó en 1988, con toda justicia, el Premio Nobel de la paz a los cascos azules de las Naciones Unidas.
Con la desaparición de la Unión Soviética, la seguridad internacional cambió cualitativamente y emergieron conflictos locales de gran violencia. El Consejo de Seguridad apeló a las fuerzas de paz de manera creciente. Entre 1989 y 1994, se desplegaron 20 misiones y comenzó la mutación hacia operaciones multidimensionales. Está probado que, a pesar de la complejidad creciente de los escenarios, la presencia militar y policial resulta positiva; a eso se suman especialistas civiles en apoyo humanitario, conducidos por una autoridad política y diplomática seleccionada por el Consejo de Seguridad.
En 2007, se renovó el Departamento de Operaciones de Paz de la ONU y se creó el Departamento de Apoyo a las Actividades en el terreno. En 2008, las Naciones Unidas definieron los tipos de operaciones posibles: mantenimiento de la paz, prevención de conflictos, imposición de la paz y consolidación de la paz. En 2003, se publicó el Manual de Operaciones Multidimensionales y, en la Cumbre Mundial de 2005, se estableció por consenso el mencionado concepto de “responsabilidad de proteger”.
Últimamente, el secretario general António Guterres inició un período de reforma, con la finalidad de reforzar el compromiso colectivo para el mantenimiento de la paz. Guterres ordenó elaborar un plan para aumentar la protección de las tropas, al notar el aumento de las muertes en el servicio.
MISIONES DE PAZ: UNA MIRADA HACIA EL FUTURO
Si nos preguntamos por el futuro de las operaciones de paz, debemos tener en cuenta el cambio en la estructura internacional, la configuración de un escenario de posibles enfrentamientos entre grandes potencias y el papel de las Naciones Unidas en ese nuevo contexto. La reducción de los aportes de los EE. UU., ordenada por Donald Trump, significó un fuerte golpe que obligó a la ONU a reconfigurar su organización. En 2020, se produjo un evidente descenso de tropas y varias oficinas se desmantelaron. Ese año, en 12 misiones había 83.268 efectivos de 120 países. Los principales contribuyentes eran Bangladesh, Ruanda y Etiopía.
A estas circunstancias, se les suman los enormes efectos sanitarios y económicos de la pandemia de COVID-19. Cedric de Coning publicó un artículo el año pasado, donde analiza el posible futuro de las operaciones de paz. Sus argumentos son convincentes. Dice que, en el corto plazo (5 años), se producirá́ una contracción, fundamentalmente por el COVID-19 y sus consecuencias. En el mediano plazo (5 a 15 años), el investigador del Instituto Noruego de Asuntos Internacionales dice que predominarán la incertidumbre y las turbulencias propias de la transición geopolítica y la emergencia del nuevo orden mundial. En el más largo plazo, las operaciones de paz deberán adaptarse al nuevo orden multipolar, caracterizado por un escenario de seguridad complejo, configurado por el cambio climático, el proceso de urbanización creciente y las nuevas tecnologías.
De Coning sostiene que las operaciones de paz han demostrado resiliencia al adaptarse durante 70 años a los cambios del mundo, y no encuentra evidencia para sugerir que no continuarán haciéndolo. Al contrario, concluye el autor, las operaciones de paz serán la “empresa bandera de las Naciones Unidas” porque “llegaron a ser uno de los logros más remarcables y símbolo del sistema de gobernanza global pos Segunda Guerra Mundial”.
* La versión completa de este artículo se publica en la revista DEF Nº 142.
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