Los incendios forestales son una problemática recurrente en nuestra geografía. Sin embargo, según un reporte del Ministerio de Salud y Ambiente Sostenible, durante 2021 se registró la menor cantidad de superficie afectada de los últimos cinco años y se redujeron un 70 % las hectáreas quemadas con relación al año anterior. Fueron 331.000 hectáreas incendiadas en 2021, frente a 1.136.534 que sufrieron el mismo flagelo en 2020.
Estas buenas noticias empezaron a diluirse a partir del pasado 1.º de enero, cuando Argentina comenzó a sufrir los embates de los incendios en distintos puntos del país. De acuerdo con los datos aportados por el Servicio Nacional de Manejo del Fuego, en el primer mes del año, se quemaron alrededor de 162.425 hectáreas. Ante esta situación, que afectó a más de 15 provincias argentinas –en especial, al cierre de esta edición, Chubut, Río Negro, Neuquén, Misiones y Corrientes–, el Poder Ejecutivo declaró el pasado 12 de enero la “emergencia ígnea” en todo territorio nacional por el lapso de un año y creó un grupo de trabajo dedicado a adoptar las medidas necesarias para la “presupresión y el combate de incendios forestales, la restauración de las zonas afectadas y la prevención de nuevos focos”.
Si bien las condiciones de sequía y la ola de calor extremo que atravesó la Argentina obstaculizaron la tarea de control del fuego, la realidad es que el 95 % de los incendios forestales son producidos por el hombre. Al respecto, dialogamos con el geógrafo e investigador del Conicet, Joaquín Deón.
EL FACTOR HUMANO
-Tanto los factores climáticos como el manejo inadecuado del fuego –colillas y fogatas mal apagadas, por ejemplo– son algunos de los factores desencadenantes de incendios. Hay también un gran porcentaje de intencionalidad. ¿Cuál es la situación en la provincia de Córdoba?
-Los incendios, en la actualidad, son utilizados a escala industrial para cambiar el uso del suelo en grandes magnitudes. Esto significa que, si bien las áreas con bosques nativos después de incendiarse no podrían ser utilizadas, al ser incendios intencionales, ya hay un objetivo previo. La modificación en su uso viene de la mano de circuitos deportivos, como el enduro, los cuatriciclos y el motocross en las sierras; y también está la intención de favorecer la especulación inmobiliaria, creando lagunas de retención que permiten conservar el agua el resto del año. Existe una normativa nacional (la Ley 26331) que establece la prohibición de alterar los bosques protegidos en las categorías amarilla y roja. Sin embargo, la Ley Provincial 9814 tiene un artículo (el 37) que permite el avance de la minería en cualquier categoría de conservación, y la realidad demostró que, en muchos casos, después de la minería vino el negocio inmobiliario. Un ejemplo claro es el de La Calera –localidad ubicada a 10 kilómetros de la capital provincial–, donde se llevó adelante un complejo de cinco barrios cerrados. Esto es solo una muestra de cómo los incendios son una estrategia que permite avanzar en el negocio urbano, a costa de la destrucción de cuencas y bosques.
-¿Cuántas hectáreas perdió la provincia de Córdoba en las últimas décadas?
-En los últimos 30 años, la provincia perdió más de 1.200.000 hectáreas de bosques. Entre 2020 y 2021, se incendiaron más de 400.000, de las cuales hay unas 30.000 sujetas a modificaciones del uso del suelo. Esto significa que una parte importante del 3 % de la superficie boscosa que aún conservamos puede que sea imposible de recuperar e, incluso, que a futuro puedan hacerse nuevas modificaciones. Por ejemplo, si se autoriza la minería, posteriormente puede permitirse el negocio urbano. Es una cadena de creciente acaparamiento de tierras.
LOS INCENDIOS Y SUS CONSECUENCIAS DEVASTADORAS
-¿Cuáles son las principales consecuencias?
-Los desmontes no solo van detonando la serranía y destruyendo cada vez más las cuencas, sino que también contribuyen a la emergencia climática ambiental global, a través de la disminución de la superficie de bosques nativos y el aumento de los gases de efecto invernadero, producto de la combustión de vegetación, entre otros. Por otra parte y muy importante también, está el avance de la frontera agrícola ganadera que afecta prácticas tradicionales que dan sustento a muchas familias.
-¿Cuánto tiempo demora un ecosistema en reconstruirse?
-Después de los incendios, los bosques nativos tardan más de 80 años en recuperar un estadio similar –no igual– al que tenían antes de incendiarse. Esto pudo comprobarse en áreas donde los bosques están en estado de madurez importante sufrieron un incendio y no volvieron a quemarse por décadas. Esto es paradójico, porque a nivel serrano, en nuestra provincia, los incendios ocurrieron a partir de una seguidilla de quemas en áreas en recuperación. O sea, la superficie boscosa, que después de un impacto comienza a recuperarse a través de especies pioneras y colonizadoras, no llega a hacerlo debido a que vuelve a quemarse todos los años en las mismas áreas.
-Antes mencionó la Ley de Presupuestos Mínimos de Protección de Bosques Nativos (26331) y Ley Provincial 9814. ¿Hay otras normas medioambientales referidas a esta problemática?
-Son varios los ámbitos legales vigentes en la provincia de Córdoba; sin embargo, no hay dudas de que no se les presta atención. Esta es una realidad más que comprobada en las audiencias públicas, donde se debaten estudios de impacto ambiental para proyectos inmobiliarios, ganaderos, agroindustriales y megamineros de canteras en las áreas incendiadas. ¿Cómo es posible? Por, como dije antes, las autorizaciones que se fueron otorgando para cambiar el uso del suelo en zonas incendiadas, con el objetivo de llevar a cabo actividades recreativas o para trazar calles en su interior y realizar obras de interés público, como una autovía. Un caso emblemático, que logró ser frenado por asambleas y organizaciones de base, es el de la creación de un sistema de prevención de inundaciones que implicaba un conjunto de 32 embalses y diques, y también la creación de perilagos de campos privados destinados a la conurbanización. Esas problemáticas dejan en evidencia que las leyes nacionales y provinciales no se están cumpliendo y, más aún, poseen artículos, decretos y resoluciones que facilitan estas operaciones.
LAS SOSPECHAS Y PROBLEMÁTICAS DETRÁS DEL FUEGO
-En 2020, la provincia declaró la emergencia agropecuaria, ¿por qué?
-Las prácticas mineras son no metalíferas, son de canteras, pero generan cada vez mayor destrucción de los cerros. Dado que la explotación minera está sujeta a la comercialización para el agronegocio y necesita la construcción de enorme infraestructura portuaria, de caminos y rutas para sacar la producción pampeana y extrapampeana hacia los puertos, los cerros terminan siendo grandes cráteres o “cerros ausentes”. Esto significa que la megaminería de canteras –así la llamamos– es una actividad que acapara cada vez más las sierras. En la actualidad, hay tres empresas que han comprado más de 30.000 hectáreas en las Sierras Chicas como primer borde geográfico respecto a la región pampeana y, en ese borde geográfico, han puesto a disposición del agronegocio, mediante fideicomisos, la explotación de las cuencas serranas y el deterioro de estas como consecuencia del meganegocio de canteras.
-¿Deforestación, incendios y avances inmobiliarios van de la mano?
-Córdoba tiene la particularidad de que mucha gente viene a habitar lo serrano tomándolo como un lugar de disfrute. Esto es positivo, pero hay otro aspecto que se relaciona con los intereses económicos y el modo en el que se realizan las construcciones para generar espacios “modernos”, sin respetar el paisaje de forma natural o tratando de adaptarlo a condiciones de otros sitios. Dicho de otro modo, emprendimientos inmobiliarios que intentan recrear un paisaje foráneo, colocando palmeras, con enormes piscinas o lagunas de retención con grandes canchas de golf y enormes espacios recreativos.
-Otra problemática recurrente en la provincia son las inundaciones. ¿Qué relación existe entre ambos fenómenos?
-La pérdida de la masa forestal genera que el bosque nativo pierda, a su vez, su función de “esponja” que le permite almacenar grandes cantidades de agua y liberarla paulatinamente. En consecuencia, cuando se pierde la masa forestal, las cuencas se transforman en una especie de tobogán y, en el caso de las sierras, es literal: el agua que precipita va a parar directamente a los cauces, en cuyas proximidades están los centros urbanos. Hay que tener en cuenta que, cuando crecen los arroyos y ríos traen consigo, además de agua, troncos, palos, piedras, enormes masas de rocas y suelo que van arrastrando todo a su paso. Esto las diferencia de las inundaciones en el llano, donde el agua permanece varios días. Por ejemplo, las ocurridas en 2015 y 2016 (después de los importantes incendios de 2013 y 2014) se cobraron en las Sierras Chicas 22 víctimas fatales. A su vez, el agua que corre no queda disponible en el subsuelo, hecho que de a poco va generando épocas de sequías prolongadas debido a que el bosque no está. Esa esponja que no funciona bien provoca que el agua vaya a parar a un mismo cauce y se deteriore toda la situación hídrica de la cuenca. Los cauces se van quedando secos y la disponibilidad, tanto para consumo humano como ecosistémico, va causando una sequía mayor en el suelo, el subsuelo y afecta su disponibilidad para las especies.
UN ESTADO AUSENTE O CONNIVENTE
-Considerando que se trata de un problema clave para el ambiente, ¿qué respuesta hay de parte de la clase dirigente?
-Hace unos meses, el gobernador [Juan Schiaretti] dijo –a raíz de los incendios ocurridos en el norte de la provincia– que el cambio en el uso de la tierra, con la llegada de la ganadería a gran escala y la sojización, favoreció la modernización y el progreso. Estas declaraciones demuestran que no está visibilizando la enorme problemática asociada al fuego que deriva en desmontes cada vez más acelerados y el avance de la frontera agraria y ganadera en áreas dedicadas a otras prácticas como la ganadería de baja intensidad de parte de familias campesinas y la producción apícola.
-Y, en cuanto a la población en general, ¿hay conciencia real sobre la importancia del cuidado ambiental?
-Es bueno aclarar que hay un conjunto importante de la población que entiende que habitar el lugar no puede hacerse a costa del bosque, garantizar que las cuencas no se transformen en un tobogán permanente, donde la impermeabilización urbana avance sobre las laderas de los cerros y que las casas se hagan en armonía con ese bosque. Hay un trabajo importante –que incluye a los albañiles del adobe, la arquitectura bioclimática, las asambleas socioambientales y los cuerpos de brigadistas que intentamos evitar los incendios de las zonas periurbanas o rurales habitadas del Gran Córdoba– que está orientado a que la población tome conciencia de la necesidad de respetar el lugar donde vivimos y que lo que hagamos en el territorio va a influir en la cuenca baja y en los espacios habitados. Son muchas las organizaciones –equipos de la Universidad Nacional de Córdoba, del Conicet, las asambleas, el Foro ambiental Córdoba, entre otras– que trabajamos para crear conciencia, para lograr que no se cambie el uso de la tierra y, en caso de que se habite, sea en consonancia con la naturaleza. Es un desafío clave que moviliza a un creciente grupo poblacional en defensa del bosque nativo en riesgo y que tiene como objetivo que quienes viven con el monte no se vayan y quienes se sumen de la ciudad trabajen en el mismo sentido.
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