Hernán Casciari a los 50: “El hecho de no haber terminado muerto en una zanja ya es algo importante”

Escritor, narrador de cuentos, columnista de radio, productor de cine, el mercedino de 50 años tiene múltiples facetas. Dice que ya no escribe de manera tradicional, que lee solo por trabajo y que disfruta el hecho de que su madre pueda ver que se convirtió “en un tipo querido”

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"Si me hubiera quedado acá, hubiera sido un intelectual, un escritor de esos a los que nadie hubiera entendido", reflexiona el escritor. Foto: Fernando Calzada.
"Si me hubiera quedado acá, hubiera sido un intelectual, un escritor de esos a los que nadie hubiera entendido", reflexiona el escritor. Foto: Fernando Calzada.

A sus 50 años, sentado en su escritorio, después de pensarlo un segundo y de darle un sorbo profundo al mate, Hernán Casciari hace un balance brutal de su vida y sabe que arroja números positivos. Ayer en Barcelona, antes en Mercedes, hoy en Buenos Aires, el hombre sabe que vive un destino diferente del que le auguró cualquiera que lo hubiera conocido a sus 15 años, incluida su propia familia.

En el living de su casa, hay una foto de Charly García, tomada por Alejandro Kuropatwa, de los tiempos de “Cómo conseguir chicas”; dos portadas gigantescas de Orsai; un retrato de Borges; un monitor curvo de última generación; una cámara para realizar streaming; un aro de luz; una tableta de ibuprofeno, y un libro de Juan Sklar. Una pizarra blanca con fotos de sus hijas, algunas anotaciones y varias cajas. “Me estoy por mudar a Areco. No veo la hora de partir”, dice. Ante la consulta de por qué decidió mudarse allí y no volver a Mercedes, confiesa con una sonrisa: “No. Ahí no vuelvo por tres motivos: primero, porque hay una generación a la que le debo plata; segundo, porque hay gente que no me quiere porque cree que tengo ínfulas de celebridad; y, tercero, porque no me gustaría volver a ver a mis compañeros de secundaria”.

-Recordando tus años en Barcelona, ¿cómo sentís que esa experiencia impactó en tu carrera?

-Lo único que sé ahora es que, posiblemente gracias a eso, sea un escritor más popular que intelectual. Solo por el hecho de haber vivido 15 años fuera del país.

-¿Qué cambió eso?

-Estar afuera te hace tener un prisma muy deforme de tu hogar que te lleva a amar tu lugar de origen y a que todo lo bueno se te meta en la cabeza. Cuando escribís, estás en un estado muy visceral, más rico, le apuntás a los sentimientos, al fútbol, entre otras cosas. Si me hubiera quedado acá, hubiera sido un intelectual, un escritor de esos a los que nadie hubiera entendido. El irte te hace escribir más nostálgicamente y no te hace caer, por ejemplo, en la cotidianidad que te atraviesa, el tráfico, los piquetes, la política y el dólar. Estar alejado de tu casa te hace valorar lo bueno.

A sus 50 años, sentado en su escritorio, después de pensarlo un segundo y de darle un sorbo profundo al mate, Hernán Casciari hace un balance brutal de su vida y sabe que arroja números positivos. Foto: Fernando Calzada.
A sus 50 años, sentado en su escritorio, después de pensarlo un segundo y de darle un sorbo profundo al mate, Hernán Casciari hace un balance brutal de su vida y sabe que arroja números positivos. Foto: Fernando Calzada.

CASCIARI, LA POPULARIDAD Y SU ESTILO

-Hablás de ser un escritor popular, ¿te imaginabas llegar a tanta gente?

-Cuando escribís para los que querés que te escuchen, sos popular. Siempre tuve una fantasía de éxito, pero el éxito en mi vida representaba otra cosa. Es decir, significaba poder vivir de escribir. De hecho, a los 16 años, ganaba premios literarios y cobraba algunos pesos. Siempre fui muy eficaz con la pluma, la solución estaba ahí. Ahora, de lo que no tenía idea es que iba a haber internet, lo cual hizo que mi sueño se revirtiera y se convirtiera en otra cosa: lo que hoy hago no estaba en mis planes, porque básicamente no existía internet.

Casciari es su propio producto. Una marca en sí misma con un éxito más que probado en habla hispana. Dirige la revista Orsai junto a su socio y amigo de la infancia, Christian “Chiri” Basilis, es propietario de un sitio web a través de la cual vende sus publicaciones –sus libros solo se venden por esta vía–, narra cuentos en Spotify, es columnista en el programa radial de Andy Kusnetzoff (“Perros de la calle”, Urbana Play) y, desde hace un tiempo, creó un universo junto a su comunidad, Comunidad Orsai, a través de la cual le pone su sello autogestivo a proyectos audiovisuales. A contramano de lo que muchas veces declara, podría decirse que Casciari construyó su destino.

-¿Sentís que te convertiste en el escritor que querías ser?

-La verdad es que no tengo idea, porque, como lector, soy mucho más amigo de lo gourmet, y estoy seguro de que leería cosas mucho más complejas de las que suelo escribir. Ahora casi ya ni leo, pero, si fuese un lector activo, creo que leería cosas más complejas. En el caso de ser otra persona, un intelectual, si me cruzara con mi obra, creo que no me gustaría para nada. Incluso creo que tendría un prejuicio muy grande por la propia exposición. En lo personal, soy ese tipo de lector que tiene un prejuicio muy grande con los autores que le gustan a mi mamá (risas).

"Siempre tuve una fantasía de éxito, pero el éxito en mi vida representaba otra cosa. Es decir, significaba poder vivir de escribir. Internet lo cambió todo", dice Casciari. Foto: Fernando Calzada.
"Siempre tuve una fantasía de éxito, pero el éxito en mi vida representaba otra cosa. Es decir, significaba poder vivir de escribir. Internet lo cambió todo", dice Casciari. Foto: Fernando Calzada.

EL MEJOR INFARTO DE SU VIDA

-Sin haberte retirado de la escritura, decís que no escribís más. ¿Por qué?

-Porque tuve un infarto y dejé de fumar. En ese momento, me di cuenta de que estaba muy relacionada una cosa con la otra, es decir, que siempre escribía fumando. Antes de ese evento, recuerdo que semanalmente escribía un cuento para la revista dominical del diario El Mundo de Madrid. Pero, al año y medio, tuve un infarto. Desde el diario, me dijeron que no me preocupase y que retomase un tiempo más tarde, pero yo, dos fines de semana después de ese episodio, quise retomar la rutina, y todo fue diferente.

-¿Qué fue lo que pasó?

-Cuando terminé de escribir ese cuento, lo leí, pero el resultado era malísimo, no me gustaba en absoluto. Entonces, escribí automáticamente otro y tuve la misma percepción. Hasta que me di cuenta de que lo que me pasaba era que empezaba a escribir y, automáticamente, tanteaba el tabaco; eso era una cosa que venía conmigo. Por eso mismo tuve un infarto, fumaba un cigarro por párrafo.

-¿Era tu fuente de inspiración?

-No sé si era una fuente de inspiración o una estructura de relato, pero, por dicho motivo, tuve que dejar de escribir. De hecho, llamé al director del diario y le dije que renunciaba, que ya no disfrutaba del proceso de escribir, que era algo que no podía hacer más. Supe que el disfrute se había agotado, entonces no quise seguir más.

EL OFICIO DE SER NARRADOR

Casciari cuenta que fue casi en el momento preciso en el que dejó de escribir de manera tradicional cuando comenzó con el disfrute de su oficio de narrador. Recuerda que aquella etapa de su vida fue simultánea a su llegada a la radio como columnista, o sus visitas a la Feria del Libro, pero no como escritor, sino como narrador de cuentos. “Cuando empecé a leer en voz alta, ese fue el momento en el que empezaron todas las boludeces que hago ahora”, suelta con una sonrisa y agrega: “En mis presentaciones, cuando, en lugar de leer un párrafo, empiezo a componer uno nuevo mirando al público, siento una magia absoluta. Hoy, me subo a un escenario para escribir”.

“En mis presentaciones, cuando, en lugar de leer un párrafo, empiezo a componer uno nuevo mirando al público, siento una magia absoluta. Hoy, me subo a un escenario para escribir”, confiesa. Foto: Fernando Calzada.
“En mis presentaciones, cuando, en lugar de leer un párrafo, empiezo a componer uno nuevo mirando al público, siento una magia absoluta. Hoy, me subo a un escenario para escribir”, confiesa. Foto: Fernando Calzada.

-Dejaste de escribir de manera convencional, pero ¿seguís leyendo?

-Nunca dejé de leer, pero creo que leo más como editor que como un lector en sí mismo. Leo y disfruto de tener que ser un descubridor de joyas, de talentos, eso es algo que me gusta, como cuando me recomiendan un cuento de algún joven a quien no conoce nadie. Entonces, ahí leo porque sus textos me despiertan curiosidad. Hoy creo que estoy canchero para descubrir los formatos en los que alguien puede escribir, es decir, encontrarle el lugar a alguien.

EL CINE, LA PANDEMIA Y LA POSIBILIDAD DE “SER GARDEL”

-¿Consumís mucho cine?

-Miro lo normal, como todo el mundo. No tengo ninguna predilección por el cine gourmet.

-Dijiste en una entrevista que, cuando terminaste de leer La uruguaya, de Pedro Mairal, te pareció lo suficientemente cinematográfica como para llevarla a la pantalla grande. ¿Cuál era la referencia de cine que tenías?

-Ninguna. Junto a Chiri (Christian Basilis), teníamos la idea de desarrollar proyectos audiovisuales. Yo estaba convencido de que la idea iba a funcionar bien, de que no íbamos a necesitar al INCAA y de que íbamos a poder llevar a cabo toda la aventura, más o menos, al igual que como habíamos hecho la revista Orsai. Solo estábamos esperando un proyecto que nos gustara. Esto no nació por una cuestión cinematográfica, sino por una cuestión cultural. Pero, como no quería empezar este proyecto con algo propio, le dije a Chiri que esperásemos hasta que encontrásemos un buen proyecto. Desde ahí, pasó poco más de un año, leímos la novela de Pedro y dijimos: “Es este, tenemos que empezar por acá”.

-¿Cómo fue la experiencia de atravesar todo el proceso en la pandemia? ¿Fue más difícil de lo que esperabas?

-No, te diría que fue al revés. Es decir, fue un momento en el que tenías a la gente más atenta desde el arranque. Al principio de la pandemia, competimos con menos opciones de entretenimiento. Era muy fácil que la gente te diera bola, se dejase entretener. Te digo más: fue más fácil conseguir dinero con la pandemia que si no hubiera existido.

-¿Cómo es eso?

-Claro. Si vos tenés un nicho de gente aburrida usando la tarjeta de crédito, sos Gardel. A ver, no estábamos vendiendo autos, estábamos vendiendo entretenimiento y encima por internet, por lo que teníamos una ventaja enorme sobre el resto.

"A esta altura, desde lo laboral, todo es yapa, todo es un bonus track. Mis fantasías de adolescente frente a mi oficio no involucraban todo esto. Jamás estuvo en mis planes llenar teatros", reflexiona el escritor. Foto: Fernando Calzada.
"A esta altura, desde lo laboral, todo es yapa, todo es un bonus track. Mis fantasías de adolescente frente a mi oficio no involucraban todo esto. Jamás estuvo en mis planes llenar teatros", reflexiona el escritor. Foto: Fernando Calzada.

CASCIARI Y LA OPORTUNIDAD DE SER FELIZ

-Cincuenta años, dos hijas, una carrera exitosa como escritor. ¿Sentís que te dio positivo el balance de la vida?

-A esta altura, desde lo laboral, todo es yapa, todo es un bonus track. Mis fantasías de adolescente frente a mi oficio no involucraban todo esto. Jamás estuvo en mis planes llenar teatros. Mis planes a esta edad, tenían que ver con haber escrito diez libros. Hoy, todo lo que pasa a nivel cine, radio, teatro, y demás, es todo yapa.

-Estás llevando adelante una obra de teatro que protagonizás junto con tu mamá (Una madre extrovertida) y siempre hablás de que no fuiste un hijo fácil. ¿Sentís que el momento cuando te aplauden es un regalo para ella?

-En mi caso, siempre estuvo el fantasma de que las cosas no se enderezasen, porque no fui un adolescente modelo. Mis padres sufrieron mucho por tener un hijo drogadicto. Yo desaparecía, volvía a los tres días, incluso llegaron a faltar cosas de mi casa. Hoy en día, sé que eso es algo tremendo, porque no sabés si tu hijo va a morir o siquiera si va a volver. Por eso, el hecho de no terminar muerto en una zanja ya es algo importante. Que haya una ovación al final de la obra es como decirle: “¿Ves, mamá? Al final, no estoy tirado”. Encima, yo todo esto lo cuento arriba del escenario, como el hecho de que a los 15 años tomaba merca y mis padres hacían de todo para sobrellevar aquello, entre otras anécdotas vividas. Ese aplauso del final, con mi vieja, a mí me moviliza.

-¿Sos feliz?

-Desde hace mucho tiempo, algo que hacíamos con “Chiri”, cuando en una semana entera todo salía bien era decir “ya va a venir la factura”. A mí me da miedo cuando algo viene bien por mucho tiempo, más hoy con la edad. Hoy en día, sí, soy muy feliz. Estoy haciendo lo que se me antoja y soy consciente de eso. Estoy en pareja con alguien a quien quiero, la relación con mi hija mayor es bárbara, pero sé que en algún momento algo malo va a ocurrir. Tengo la sensación de que una noticia horrible va a llegar y sé que eso te pone en pausa y que, en ese momento, dejaría de hacer las cosas con tanta felicidad. Soy consciente de que la felicidad es muy efímera y estoy atento a lo malo que puede venir en cualquier momento. Pero sí: hoy, soy feliz.

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