Ciencia argentina: nanotecnología, ¿cuál es el potencial de esta revolución?

Desde prendas de vestir que no acumulan olor hasta barbijos especiales, la nanotecnología propone redefinir el mundo tal como lo conocemos. DEF conversó con Jorge Montanari, especialista en el tema e investigador independiente del CONICET para saber más sobre su desarrollo en Argentina

"Quizás el mayor impacto de la nanotecnología pueda estar en el campo de los materiales, los medicamentos y la electrónica o la computación", dice el investigador del CONICET Jorge Montanari. Foto: Fernando Calzada.

Pequeño, chiquito, diminuto, milimétrico. Desde películas como Querida encogí a los niños o las pastillas de chiquitolina del Chapulín Colorado hasta las aventuras del superhéroe de Marvel, Ant-Man, para los más jóvenes, el universo de la ficción tiene, desde hace mucho tiempo, curiosidad por lo minúsculo. Pero eso no solo pasa en el cine o en las series; la ciencia también pone la lupa en ese enigmático mundo.

Todo lo que no se puede ver a simple vista despierta atención en algunos; sin embargo, en otros, despierta una profunda fascinación. “Al oro vos lo conocés como a un metal de color dorado; pero, cuando lo llevas a la nanoescala, le ves otros colores y otras propiedades. La nanotecnología nos ofrece la posibilidad de trabajar con propiedades de la materia que no existen en el macromundo”, explica Jorge Montanari, investigador independiente del CONICET y profesor de la Universidad Nacional de Hurlingham (UNAHUR).

Natalia Calienni es licenciada en Biotecnología y doctora en Ciencia y Tecnología y, junto a Jorge Montani y Crisitian Lirio, dirige el laboratorio de Nanotecnología de la UNAHUR. Foto: Fernando Calzada.

¿Qué es un nanosistema? Es un sistema que trabaja con estructuras que están en la nanoescala y que bien podría ser una cápsula vacía de tamaño nanométrico (un millón de veces más chico que un milímetro), donde se introducen moléculas de un fármaco para transportarlas a un lugar específico.

“Trabajamos en nanotecnología aplicada a la salud humana: desde buscar aplicaciones que sirvan para curar enfermedades humanas o animales, hasta desarrollar trabajos que impacten en otros ámbitos, como el de los alimentos, la industria y la cosmética”, comenta Montanari, quien dirige, junto a los investigadores Natalia Calienni y Cristian Lillo, el Laboratorio de Nanosistemas de Aplicación Biotecnológica de la UNAHUR.

-Además de tu campo de estudio, ¿qué otras líneas de investigación hay en Argentina?

-En el país, se hacen un montón de cosas “nano”. Existe, desde hace muchos años, la Fundación Argentina de Nanotecnología, que nuclea y promueve las Empresas de Base Tecnológica (EBT). Ddemás, hay varios institutos de nanotecnología en el país, como por ejemplo la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM), y todos ellos apuntan a transferir la tecnología a empresas EBT (empresas de base tecnológica). Esto es importante porque la nanotecnología ofrece posibilidades demasiado útiles en la vida cotidiana y es un motor clave de la economía.

“La gente no tiene la obligación de creer en la ciencia. Por el contrario, la ciencia debe demostrar que tiene una aplicación real", dice Cristian Lillo, uno de los directores del laboratorio. Foto: Fernando Calzada.

LA POSIBILIDAD DE OFRECER MEJORES TRATAMIENTOS PARA ENFERMEDADES

Natalia Calienni es licenciada en Biotecnología y doctora en Ciencia y Tecnología. Cuenta que su recorrido científico comenzó cuando su padre le habló sobre plantas transgénicas a los 12 años y que, desde ese momento, no dejó de profundizar sus conocimientos. “Conocí a Jorge en el Laboratorio de la Universidad de Quilmes y, desde que me contó todo lo que se realizaba en el área nano, me voló la cabeza y me enganché hasta el día de hoy”.

-¿Cuáles son las principales líneas en las que trabaja su equipo?

-Nos especializamos en tratamientos tópicos cutáneos, es decir, utilizamos la nanotecnología para vehiculizar drogas que tienen efectos terapéuticos, o efectores, a través de la piel. Tenemos una gran línea con distintos tipos de cánceres de piel, donde aplicamos diversidad de estrategias: tratamos de vehiculizar fármacos que ya están probados, pero que tienen efectos secundarios. Entonces, buscamos que, en lugar de administrar un fármaco por vía oral y generar un efecto no deseado, la forma de aplicación sea directamente sobre la piel o el tumor. Claramente, no es algo sencillo, pero de esa manera podemos lograr un efecto muy localizado, evitar efectos secundarios y aumentar la eficacia usando menos droga.

-Ustedes también tienen estudios sobre la leishmaniasis, ¿verdad?

-Sí, estamos trabajando con la leishmaniasis cutánea, una enfermedad endémica de nuestro país, causada por un parásito que es la leishmania, transmitido a través de la picadura de un flebótomo (NdR: Los flebótomos son conocidos vulgarmente como moscas de la arena o carachai en algunas zonas de Argentina). En nuestro país, esta enfermedad se concentra más en la región del noreste, porque el parásito vive a temperaturas bastante cálidas, y se considera desatendida. Hace más de 100 años que se descubrió su causante y, en ese momento, se propuso una terapia que hoy en día sigue siendo la primera línea de tratamiento; o sea, pasaron poco más de 100 años y el tratamiento sigue siendo el mismo: un tratamiento muy doloroso y poco efectivo. Nosotros propusimos diferentes estrategias para tratar la leishmaniasis cutánea, las mismas que usamos para el cáncer, sin utilizar la misma droga oncológica, pero vehiculizando el tratamiento de forma localizada. Estamos todavía en proceso de investigación.

"En Argentina, se va a empezar a ver cada vez más tecnología de este tipo: la nanotecnología ofrece posibilidades demasiado útiles en la vida cotidiana y es un motor de la economía", dice Montanari. Foto: Fernando Calzada.

NANOTECNOLOGÍA: LO BUENO VIENE EN FRASCO PEQUEÑO

A pesar de tratarse de una tecnología de corte revolucionario y mejoradora de la calidad de vida cotidiana en varios aspectos, en Argentina, la financiación de las investigaciones todavía no es la más óptima. “Estamos muy bien en materia de investigación; el CONICET es una institución pública muy reconocida. Sin embargo, el gran problema que tenemos es el acceso al dinero para poder realizar las investigaciones. En ese sentido, la devaluación de nuestra moneda nos afecta muchísimo”, comenta Jorge.

Cristian Lillo es otro de los directores del laboratorio (que, además, cuenta con la becaria doctoral Magalí Di Meglio y los dos becarios de grado Laura Astorga y Martín Lemos Vilches). Además de ser farmacéutico y doctor en Química, Lillo trabaja con líneas de investigación con nanoobjetos “menos sofisticados” y elementales, para que luego su aplicación en el campo de la salud no sea algo muy costoso.

-¿En qué se basan tus investigaciones dentro del equipo?

-Trabajo esencialmente con nanopartículas muy pequeñas que, cuando uno las irradia con una fuente luminosa adecuada, florecen. Es decir, que devuelven parte de la energía que toman en forma de luz para que uno la pueda usar en determinados procesos, por ejemplo, calentar una región del espacio o transferirla a otra molécula que también esté en el entorno y genere algún tipo de toxicidad localizada.

Un nanoequipo: de izq. a der., Laura Astorga, Cristian Lillo, Jorge Montanari, Natalia Calienni y Martín Lemos Vilches, todos conforman el Laboratorio de Nanosistemas de Aplicación Biotecnológica de la UNAHUR. Foto: Fernando Calzada.

Lillo llegó a la nanotecnología “un poco de casualidad”, según sus propias palabras. “Cuando terminé la carrera de grado de Farmacia sabía que quería trabajar en investigación resolviendo problemas de salud. En ese momento, conocí a la que era la jefa de Jorge y me comentó sobre un proyecto relacionado con el desarrollo de nanosistema que permitía entregar una proteína por vía oral, siendo que en general los fármacos proteicos son todos inyectables”, recuerda y dice que desde ese momento supo que quería dedicarse a esta área.

A la hora de ser consultado sobre por qué la gente debería creer en la ciencia, Cristian expresa una idea clara: “La gente no tiene la obligación de creer en la ciencia. Por el contrario, la ciencia debe demostrar que tiene una aplicación real. Es decir, que tiene que devolverle una solución a la gente que hace aportes económicos para nuestras investigaciones. Hay que pensar la ciencia como solucionadora de problemas; hay que admitir que no es sencillo, pero queremos y debemos aportar soluciones reales a problemas reales”.

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