Con espíritu malvinero: una historia de solidaridad, sacrificio y fuerte compromiso social

José tiene un comedor en Tigre, Esteban es veterano de Malvinas y protagonizó los combates en Dos Hermanas y Tumbledown, y Bernardita es una conocida influencer que hace tutoriales. Cuando sus historias se cruzaron, cambiaron la vida de cientos de familias

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José Cuello, un cordobés que se instaló en Tigre, sirviendo un plato de comida dentro del espacio que fundó (Gentileza Un lugarcito)
José Cuello, un cordobés que se instaló en Tigre, sirviendo un plato de comida dentro del espacio que fundó (Gentileza Un lugarcito)

Esta historia tiene tres protagonistas: el primero, José Cuello, un cordobés que se instaló en Tigre y que, desde allí, decidió abrir un comedor para ayudar a cientos de familias que viven en su barrio; el segundo, el veterano de la guerra de Malvinas Esteban Vilgré Lamadrid, quien, camino a una maderera, observó la fila en la puerta del comedor y no pudo evitar bajarse del auto para colaborar; y la tercera y última, Bernardita Siutti, más conocida como @mami.albanil, quien supo que había un comedor en el barrio que necesitaba su ayuda y fue allí, con herramientas y materiales, dispuesta a darlo todo.

En el momento más crítico de la pandemia, José no solo pudo dar de comer a cientos de niños, sino que también extendió la ayuda a sus familias. No conforme, se subió a un auto y llevó comida a otros barrios. Y, como si fuera poco, emprendió el desafío más grande que podría haber imaginado: construir el comedor y merendero “El lugarcito” (@merenderolugarcito). La triada mencionada no deja de subrayar que nada de lo que hicieron pudo haber sido posible sin la ayuda de otras personas y empresas: había que preparar la comida y, para eso, contar con los ingredientes, además de conseguir la mano de obra y los materiales para la construcción.

UNA CRUDA CONFESIÓN: “EL HAMBRE LO RECUERDO”

José Cuello recibió un terreno de su mamá en Rincón de Milberg, partido de Tigre. Juntó unas placas, algunas chapas usadas y armó, a pulmón, lo que empezó siendo el merendero –hoy también comedor– “El lugarcito”.

El comedor, que se está construyendo, aún no tiene fecha fija de inauguración porque no cuentan con un ingreso fijo (Gentileza Un lugarcito)
El comedor, que se está construyendo, aún no tiene fecha fija de inauguración porque no cuentan con un ingreso fijo (Gentileza Un lugarcito)

-¿Por qué empezaste?

-Porque tuve muchas necesidades de chico. La pasé muy mal, viví mucha pobreza. Lo sufrí en carne propia. Así que compré una mesada, otra olla… pero nunca arrancaba. Hasta que llegó un momento en el que me tuve que largar. Hice unas tortas fritas y se vinieron los pibes. Al otro día tenía más, y ya después no pude parar.

-¿Se acercan muchos?

-Siempre hay gente nueva. “Me quedé sin trabajo”, “tengo pibes”… y yo los anoto. Antes venían acá, porque tenía unas mesas largas con unos bancos que me regaló mi suegra. Ahí cocinábamos. Pero era muy precario todo. Sin mentir, había un tirante que soportaba el techo, pero que estaba podrido. Estaba a punto de caerse y era un riesgo. Así que, en pandemia, se armó todo.

-¿Cómo se vivió la pandemia en “El lugarcito?

-Al principio, todo el mundo tenía pánico. La gente que me traía carne u otras cosas dejó de traerlas. Mi esposa me pedía que dejase el comedor porque me podía contagiar y contagiar a otros, además porque tengo ocho hijos y cinco nietos. Pero, cuando empezábamos a cocinar, la gente venía y venían cada vez más. También pintores, albañiles y gente que, en pandemia, se quedó sin trabajo. Estos últimos tenían vergüenza, por eso dejé de sacar fotos donde se vieran las caras, así no exponía a la gente que se acercaba por un plato de comida, anque sé que eso sumaría más colaboraciones.

-¿Cómo hacés para mantener la ayuda?

-Hago ventas en la feria, ventas de garaje. Con eso, también recaudo para la mano de obra que se necesita para la construcción. Ahora estoy dando viandas y sirvo la comida para la familia completa. Llegué a tener 600 personas en plena pandemia. La Fundación Marolio también colabora con nosotros. En fechas especiales, como Navidad, Reyes o Día del Niño, yo empiezo a juntar.

A veces, la gente se asusta cuando digo que estoy construyendo el comedor: yo les pido que colaboren con una bolsa de arena o de cemento. Todo suma. Y, el que quiere colaborar, lo hace con lo que puede.

El veterano de la guerra de Malvinas, Esteban Vilgré Lamadrid, junto a José (Foto: Fernando Calzada)
El veterano de la guerra de Malvinas, Esteban Vilgré Lamadrid, junto a José (Foto: Fernando Calzada)

-La gente que recibió ayuda y hoy está un poco mejor, ¿vuelve para agradecer?

-Sí, muchísima gente. Incluso me han traído mercadería en compensación de la mano que les dimos. Porque, cuando se activó todo, pudieron volver a trabajar. Yo hablo y me emociono mucho porque se me vienen los recuerdos de las cosas que pasaron.

Nosotros no precisamos, pero tampoco somos gente de plata.

-¿Cuándo esperan tener el comedor listo?

-No tenemos fecha porque no tenemos un ingreso de dinero fijo. También me ayuda @mami.albanil. Ella vino un día y me preguntó qué me hacía falta. Al otro día, apareció con un camión con ladrillos. Luego, con cientos de paquetes de yerba. También me ayudó con un abuelo que estaba viviendo prácticamente en el agua. Le hicimos la casita. Otro día, me dijo: “José, tengo 300 hamburguesas. ¿Tenés parrilla?”. Apareció con parrillas.

Espero que se termine esta pandemia porque quiero que vuelvan. Ahora se llevan la merienda en una botella, una bolsa con galletitas, bizcochuelo o facturas. Antes venían acá. Para el nuevo comedor, hicimos dos pisos, porque queremos hacer un SUM para que los chicos hagan deportes y cursos. La idea es que ahí tomen clases, incluso las mamás. Yo les daría la llave a los profesores y podría ser un lugar de recreación.

También quiero que los abuelos participen. Ellos están muy solos.

-Un veterano de Malvinas colabora con vos, ¿qué recuerdos tenés de esa época?

-Yo no fui a Malvinas, pero me acuerdo de que estaba en el colegio y por acá pasaban los aviones. Yo me vine acá de chico. Pasé las mil y una. No teníamos para comer. He llegado a comer de la basura. Pero nunca dejamos de ir a la escuela. De ese tiempo, me acuerdo mucho porque nos hacían meter debajo de la mesa.

Mi infancia fue linda; fue feo no tener alimentos. Porque yo jugaba con una rueda de auto, andaba jugando carreras con otros pibes, descalzo y eso no me jodía, pero, al hambre lo recuerdo y me quedó marcado.

"Al hambre lo recuerdo y me quedó marcado", confiesa con dolor José (Foto: Fernando Calzada)
"Al hambre lo recuerdo y me quedó marcado", confiesa con dolor José (Foto: Fernando Calzada)

“ANTES ME COSTABA MANGUEAR, PERO CRUCÉ ESA BARRERA”

El veterano de la guerra de Malvinas Esteban Vilgré Lamadrid protagonizó los combates de Dos Hermanas y de Tumbledown con sus soldados del Regimiento 6. Desde que regresó de la guerra, lleva la causa con él. A su alrededor, una red de veteranos lo acompaña.

-¿Por qué te detuviste en “El lugarcito”?

-Porqué había abierto una casa de maderas cerca de acá y me pareció un buen momento para empezar a hacer carpintería en casa. Cuando fui, vi gente que estaba haciendo cola. Lo conocí a José. Vi la viga y abajo dos braseros, donde estaban cocinando. Le conseguí ollas más grandes, después unos cucharones y empecé a llevar comida. Pero veía esa viga y pensaba que el día en el que se cayera iban a terminar todos quemados. Hablé con José y le dije: “Larguemos”. Empecé a llamar a mis amigos, a buscar auspiciantes… Soy la cara visible de un montón de gente que colaboró. De hecho, una arquitecta también nos ayudó.

-¿Cómo sigue la obra?

-Si Dios quiere, un amigo que es ingeniero nos va a hacer el cálculo de materiales para sanitarios, gas, canillas. Algo compro yo y el resto salgo a manguear. A mí, antes me costaba manguear, pero crucé esa barrera. Además, no estoy pidiendo para mí, estoy pidiendo para otro. Quedamos solos con @mami.albañil, trabajando por separado. No por mala leche, sino que la gente regresó a sus trabajos y los chicos a la escuela.

-¿Acá también se respira Malvinas?

-La idea es que el SUM lleve el nombre del soldado Juan Domingo Horisberger, un caído de Tigre, del barrio La Paloma. Un pibe a quien, antes de ir a la guerra, su papá lo fue a buscar y le dijo que se fuera porque tenía que cumplir con la patria y no se podía negar a ir Malvinas. El papá de Horisberger siempre contaba que se emocionaba al recordar la lección que le había dado su hijo.

-¿Qué me podés decir de José?

-Hoy es difícil encontrar gente que sea ejemplo. Los chicos no tienen modelos de valores. El país no es inviable, hay mucha gente buena. Y, cuando veo gente buena, me gusta poder ayudar y sumar. De eso se trata. Creo que José es un ejemplo.

Bernardita Siutti (@mami.albanil) supo que había un comedor en el barrio que necesitaba su ayuda y fue allí, con herramientas y materiales (Gentileza Un lugarcito)
Bernardita Siutti (@mami.albanil) supo que había un comedor en el barrio que necesitaba su ayuda y fue allí, con herramientas y materiales (Gentileza Un lugarcito)

Para mí, un héroe puede ser una maestra que a esta misma hora está yendo a una escuela en la montaña para que los chicos puedan aprender. Ese es un ejemplo. Vi en las noticias a una maestra que, con su sueldo, estaba comprando lápices y su vida eran sus alumnos. Hay mucha gente buena, yo soy un medio para ayudarlo a él: estoy de paso, él está siempre.

“LA DIFERENCIA DE NECESIDADES ES ABISMAL”

Bernardita Siutti es @mami.albanil. La influencer que quiso mostrar al mundo que las mujeres pueden hacer de todo (y bien hecho).

-¿Cómo llegaste a esta historia?

-Colaboro un montón con el merendero. Llegué acá porque me mudé a Tigre y me sumé al armado de cajas de alimentos que, por la pandemia, había que hacer más grandes. Uno de los del grupo me contó que había un merendero y me sugirió que me diera una vuelta. Así conocí a José. Empecé a ayudar de a poco, con lo que podía, antes de que empezaran a construir y, cuando empezó el proyecto, busqué contactar a empresas. Incluso, un corralón me donó ladrillos y chapas.

Con mis seguidoras, compramos material y le construimos una casita de madera. José es lo más.

-¿Por qué elegiste colaborar con el merendero?

-Yo siempre tuve una veta social. José les da de comer a familias enteras. Hace poco una carnicería nos donó la carne. Tromen nos dio la parrilla. Todo el barrio, de a poco, empieza a participar. Los albañiles que viven ahí también se la pusieron al hombro, porque a la mano de obra hay que pagarla.

-Fuiste clave en la ayuda que necesitó.

-Es que es difícil que lo ayuden porque es gente que se tiene que comprometer con dinero todos los meses. No es tan fácil tener un merendero y él tampoco tiene muchos recursos, pero da lo que no tiene: José se desvive por el lugar, a veces me escribe para pedirme cosas. Somos como chanchos, nos matamos de risa. Incluso con su nieto que quiere ser youtuber.

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