En el “El canon accidental”, la muestra que se exhibe en el Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA), su curadora, Georgina Gluzman, se anima a reivindicar el talento y la osadía de las artistas de fines del siglo XIX y comienzos del XX. Gluzman dialogó con DEF sobre la muestra y las obras de las mujeres que fueron invisibilizadas antes que legitimadas.
-¿Por qué esta muestra?
-Soy historiadora del arte y me dediqué a las mujeres artistas. Este recorrido lo comencé en mi tesis de doctorado, aunque abarcaba un período diferente: desde el siglo XIX hasta el año 1923. Luego, se publicó como libro en 2016. A partir de entonces, Mariana Marchesi –que en aquel momento estaba concursando el cargo para directora artística del MNBA– empezó a entablar los primeros contactos para llevar a formato de muestra esta historia. Ahí empezamos el trabajo de seguir investigando en el acervo. Esto se da con una propuesta dentro de la institución. Una decisión de la institución de revisarse a sí misma.
-Imagino que adoptar una perspectiva de género a la hora de incluir a las artistas debió haber implicado un nuevo punto de vista en el trabajo…
-Tradicionalmente, las cargas de datos de los museos no incluyen el campo género. Entonces, eso se había invisibilizado completamente. Algo fundamental es que no te das cuenta de lo interdepartamental que es el trabajo de la curaduría hasta que no hacés una muestra. Porque eso implica trabajar con un montón de personas. Está mi nombre, pero, en realidad, es un trabajo colectivo. Están las instancias previas que tienen que ver con la investigación. Luego, una vez que están seleccionadas las piezas, interviene el equipo de conservación, de restauración, que puso a punto obras que no se mostraban hace mucho tiempo. También hay un trabajo de montaje, otro de difusión con el objetivo de buscar la manera de que esta muestra sea vista por más personas y que más personas puedan cuestionar estas construcciones en torno a la mujer artista.
OBRAS DE ARTE DE OTROS TIEMPOS
-¿Por qué elegiste este período?
-Porque posee muchos conflictos diferentes. El año 1890 está muy cargado de sentido y es donde la historia de las mujeres artistas reconfigura la historia del arte en general y nos hace pensar nuevas vías de entrada. Hay muchas piezas que son claves en este recorrido.
En 1890, pasó algo a nivel del espacio público: una disputa en torno a una obra creada por una mujer artista, Josefa Aguirre. Es la primera gran polémica que tiene como protagonista a una mujer en la ciudad de Buenos Aires. La obra existe y está en Liniers, pero se instaló varios años después. El año 1890 empieza a inaugurar este campo de debate público en torno a las mujeres artistas. Cerramos en 1950 porque esta década, y en general la segunda mitad del siglo XX, está atravesada por nuevos posicionamientos sociales y políticos para las mujeres. Y, si bien podemos decir que no inciden tan directamente en lo artístico, sí lo hacen en la construcción social.
-¿Todas las obras expuestas son patrimonio del museo?
-No, hubo que recurrir a otras colecciones. Esta también es una de las apuestas de la muestra. No es una muestra patrimonial, sino que es de investigación. La exhibición recopila otros reservorios y también, con una mirada muy federal, piensa en los recorridos de estas mujeres en otros espacios. Muchas veces les fueron negados en la ciudad de Buenos Aires, aunque ellas eran porteñas, y buscaron su reconocimiento en otros lugares. Hay obras en museos provinciales y municipales. Afortunadamente, contamos con el apoyo de estas instituciones y también con el de las familias, porque muchas obras son de ellos.
LAS ARTISTAS PLÁSTICAS Y UNA SELECCIÓN NO TAN NATURAL
-¿Por qué eligieron el nombre “El canon accidental”?
-La idea fue jugar con el concepto de “canon occidental”, esa selección natural que permite que ingresen los mejores, que son fundamentalmente varones. Preguntarnos por la naturalidad de esa selección, por los factores que operan cuando se realiza, y verla más en el terreno de lo transitorio, del accidente. Cómo podría haber sido este otro canon.
-Pero el museo ya exhibía a muchas artistas mujeres
-Muy pocas. De hecho, en 2018, la agrupación “Nosotras proponemos” hizo, si no me equivoco, una acción en la que iluminó solo las obras de mujeres y hubo algunas salas en las que se debieron reacomodar algunas obras porque, si no, la sala quedaba a oscuras.
-El museo, como institución, legitima.
-Sí, y legitima la selección especifica que está colgada en sus paredes versus lo que guarda en la reserva. Ahí es donde podemos ver estas tensiones. Hay un recorrido que es el que está jerarquizado y otro que se da en la reserva y en el sótano.
-La película Big Eyes lleva a la pantalla la historia de la artista Margaret Keane, cuyo exmarido se adjudicaba las obras. ¿Sabés si en las que se exhiben ocurrió algo similar?
-Que yo sepa, no hubo ningún tipo de apropiación en ese sentido. En lo que respecta al conocimiento sobre mujeres artistas, hay mucho terreno que cubrir. Sí se discutió la autoría porque se solía sugerir que, cuando las obras sobrepasaban un estándar imaginario bajo, que era el de las mujeres, había intervenido su maestro y discursos similares. Una acusación casi universal que apuntaba a la baja capacidad de las mujeres como artistas e insinuaba que, cuando salían de una especie de mediocridad imaginaria, su maestro evidentemente había metido la mano.
Fue un discurso totalmente denigrante que tuvo un peso en la vida de estas mujeres. Porque que vos presentes algo y que te digan que es un plan porque tu maestro que está tratando de conseguir nuevas estudiantes y por eso está retocando tu obra, son procesos que no podemos dimensionar.
-¿Cómo eran las carreras de estas mujeres?
-Estas mujeres no tienen carreras muy extensas. Hasta diría que se instaura la carrera de artista como opción viable; no obstante, siempre hay responsabilidades familiares, tareas de cuidado, que siguen recayendo en las mujeres y, si esto es cierto en el año 2021, lo era en 1930.
Hay artistas con las que tenemos un recorrido fragmentario y otras en las que tenemos una carrera más tradicional que ha determinado la historia del arte. Podemos reconstruir su maduración.
“PIVOTEARON ENTRE LA EXALTACIÓN DE SUS FIGURAS Y EL ESCASO RECONOCIMIENTO”
-No solo debió haber legitimado el museo, sino también el mercado…
-Exactamente. Muchas de estas artistas no tuvieron circulación de mercado y eso significó que sus obras se hayan limitado al ámbito privado. En muchos casos, ellas tampoco lo requerían económicamente. Eso ocurre, sobre todo, en la primera generación, porque son mujeres que vienen del patriciado. Pero la posteridad hizo pagar esto muy caro porque la circulación fue restringida y no se las vio como profesionales en el sentido estricto. Eso hizo que la historia del arte, como disciplina, las ignorara.
Sobre todo, a fines del siglo XIX y principios del XX hay discursos en torno a las mujeres artistas, hay una celebración permanente, sobre todo en la prensa, sobre sus logros. Lo que no hay es un gran apoyo institucional. El museo no adquirió sus obras, así que pivotearon entre la exaltación de sus figuras y el escaso reconocimiento de esos sectores que sí detentan el poder de marcarte como artista de éxito.
-Además, la muestra permite preguntarse por qué no llegan otros artistas.
-Claro, cuáles son los filtros, las barreras… no solo que se aplican a las mujeres, sino a otros actores que vienen de otras clases sociales y que tienen dificultades para su reconocimiento como artistas. En esta oportunidad, nos enfocamos en la cuestión de género con mayor peso, pero eso nos permite abrir la pregunta a la baja representación de muchos otros actores en el acervo o patrimonio del museo.
UN RECORRIDO POR LAS OBRAS DE ESTAS MUJERES
-¿Con qué se va a encontrar el público en las distintas salas?
-Las dos primeras salas se dedican a la generación de artistas activas de fines del siglo XIX y comienzos del XX. Una obra imperdible es una pintura de Eugenia Belín Sarmiento que fue encontrada en un volquete. Es una pieza interesante porque, además del relato que pone en escena (cómo las obras de mujeres artistas circularon activamente y luego terminaron en el volquete), nos permite reencontrarnos con esta artista. Ella es la nieta de Sarmiento; cuando tenía 20 años, se trasladó desde San Juan a Buenos Aires para emprender una carrera como retratista. Aquí, realiza muchas piezas por encargo y trabaja profesionalmente. Recibe el consejo de su abuelo en lo que respecta a cómo posicionarse como artista profesional y a no bajar sus precios. Hay una cuestión interesante de Sarmiento en torno a la necesidad de pensar a las mujeres como trabajadoras, en este caso, en el campo especifico de las artes. La obra es hermosa y la presentamos sin ningún tipo de restauración: la presentamos como la encontraron.
-Y en las otras salas continua la historia…
-Todas las salas tienen un hilo conductor. En otra sala, me importaba poner de relieve a las artistas que forman parte del círculo del Ateneo, a comienzos del siglo XX. Muchas de ellas tienen una experiencia parisina y atraviesan géneros pictóricos. Son mujeres artistas que buscan su identidad y experimentan con todos los medios que tienen a disposición. Nos interesaba trazar estas historias más allá de las obras que tenemos en sala. La idea era contar con ejes que contaran los trabajos de las mujeres y luego la visibilidad.
También hay una selección de obras del Salón Nacional que, a partir de 1911, les da a las mujeres la posibilidad de vender sus obras al museo, de circular con frecuencia, no como en los otros casos que eran exposiciones menores con menor capacidad de convocatoria. Esta historia, en su mayor parte, se puede contar con el acervo del museo. También tenemos ejercicios más académicos que nos ayudan a entender el grado de dedicación que alcanzan estas mujeres ya en la década del 40. Es una muestra con proyección, y pienso que el catálogo la va a llevar a circular de maneras en las que la exposición no podría.
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