Los atentados del 11 de septiembre de 2001 contra las Torres Gemelas y el Pentágono mostraron la ferocidad del terrorismo de matriz yihadista y su capacidad de dañar a la principal potencia del planeta. El brutal impacto de estos hechos repercutió en nuestra vida cotidiana. Al mismo tiempo, sin que lo percibamos en nuestro día a día, el campo de batalla también ha sufrido una transformación notable en los últimos 20 años. Las guerras ya no se libran entre ejércitos regulares. El enemigo de EE. UU. y sus aliados ha pasado a ser un variopinto conjunto de organizaciones integristas, como Al-Qaeda y el Estado Islámico, que se ocultan entre la propia población y explotan al máximo el conocimiento de geografías inhóspitas y desconocidas para los soldados occidentales.
En un nuevo video de DEF en YouTube, analizamos cómo cambió la guerra desde el 11-S.
LA EXACTITUD, NUEVO ESTÁNDAR BÉLICO
En la primera etapa de la guerra contra el terrorismo, tanto en Afganistán como en Irak, EE. UU. desplegó sus tropas en el terreno. Con el correr del tiempo y debido al desgaste que implica este tipo de ocupación territorial, Washington y sus aliados debieron cambiar su estrategia. Así lo explica Juan Battaleme, secretario académico del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI): “Las campañas de contrainsurgencia, que se planificaron tanto para Afganistán como para Irak, tuvieron que ceder a acciones quirúrgicas como las de contraterrorismo, con lo que provocaron un incremento del uso de unidades de operaciones especiales combinadas con ataques de precisión con vehículos aéreos no tripulados”.
“La guerra basada en la exactitud se transformó en el nuevo estándar”, enfatiza este especialista, para quien “el triunfo mediante la tecnología es el ‘santo Grial’ de la estrategia militar norteamericana”. Battaleme advierte, asimismo, que asistimos a una “nueva Revolución en los Asuntos Militares (RAM), de destino incierto, producto del acortamiento de la brecha entre EE. UU. y el resto de los grandes poderes”.
DE LA OPERACIÓN GERÓNIMO A LOS DRONES
Después del 11-S, el recurso a las fuerzas de operaciones especiales ha permitido eliminar a blancos terroristas sensibles. El caso más sonado fue la denominada “Operación Gerónimo”, llevada a cabo por los Navy Seals estadounidenses y que provocó la muerte de Osama Bin Laden. La acción, que se saldó con la eliminación del líder de la red Al-Qaeda, tuvo lugar el 2 de mayo de 2011 en la ciudad paquistaní de Abottabad.
La otra gran innovación ha sido el uso de los vehículos no tripulados, los famosos “drones”, en múltiples acciones que han tenido lugar en Afganistán, Pakistán, Irak, Siria y Yemen, entre otros países. Uno de los modelos más famosos de este tipo de aeronaves es el MQ9-Reaper. EE. UU. lo utilizó, por ejemplo, en la operación que se saldó con la vida del comandante de la fuerza Quds de la Guardia Revolucionaria Iraní, Qasem Suleimani, en enero de 2020.
La precisión casi quirúrgica de estos aparatos y su manejo a distancia, sin arriesgar la vida de pilotos militares, son las características que justifican el uso de los drones. Ahora bien, los daños colaterales que generan estos ataques han provocado reacciones por parte de grupos defensores de los derechos humanos y de los gobiernos de los propios países en los que se perpetran esas acciones, que muchas veces ni siquiera son informadas con antelación a las operaciones.
Por otra parte, a los gobiernos de Occidente les preocupa el acceso a versiones menos sofisticadas a estos drones por parte de grupos terroristas como el Estado Islámico y Al-Qaeda. En la península arábiga, en los últimos años hubo distintas operaciones con vehículos aéreos no tripulados. Los ataques, que en 2019 tuvieron con blanco refinerías y campos petroleros sauditas fueron reivindicados por los rebeldes huthis, pero algunos analistas apuntan al régimen iraní, aliado de los huthis y que podría haberlos dotado de esa sofisticada tecnología.
OPERACIONES “QUIRÚRGICAS”
La reciente salida de las tropas de EE. UU. y de la OTAN de Afganistán confirma la tendencia a un nuevo tipo de guerra. Las grandes potencias ya no están dispuestas a cargar con el costo de prolongadas operaciones bélicas, de resultado incierto. La muerte de soldados y el desgaste que implica el despliegue masivo de fuerzas militares en zonas hostiles hacen que los gobiernos lo piensen dos veces.
En la lucha contra el terrorismo, se recurre, cada vez con mayor frecuencia, a medios tecnológicos, como el monitoreo satelital y los ataques con precisión utilizando drones. Cuando hay que operar en el terreno, se echa mano a las fuerzas especiales, que abandonan rápidamente el territorio al terminar su misión.
Las “botas en el terreno” son impopulares para los líderes de las grandes potencias de Occidente y el combate al terrorismo integrista se torna cada vez más “quirúrgico”. Ahí es donde entran en acción nuevos medios tecnológicos, una tendencia que llegó para quedarse.
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