Con solo el 13 % de la población mundial, América Latina y el Caribe registran el 37 % de los homicidios que se producen en el planeta. De acuerdo con un relevamiento de la ONG mexicana “Seguridad, Justicia y Paz”, 42 de las 50 ciudades con las mayores tasas de homicidios del mundo se encuentran en esta parte del mundo. El fenómeno tiene múltiples explicaciones, pero no caben dudas de que hay un insumo insustituible: las armas de fuego. Su tráfico ilegal se ha convertido en un verdadero dolor de cabeza para los gobiernos de todo el continente, incluido el de EE. UU., donde se encuentran los mayores fabricantes de esas armas que llegan ilegalmente al resto de la región.
MÉXICO, TAN LEJOS DE DIOS Y TAN CERCA DE EE. UU.
El caso más dramático es de México, un país que ha vivido en los últimos 15 años una verdadera guerra interna, con organizaciones narcocriminales cada vez más poderosas y una tasa de homicidios de 28 por cada 100.000 habitantes, que quintuplica el promedio mundial. Las armas provienen, justamente, de EE. UU. No es casual que en los Estados fronterizos con México –California, Texas, Arizona y Nuevo México– existan hoy más de 9000 armerías y establecimientos autorizados para la venta de armamento y municiones.
Cálculos conservadores estiman que, en la última década, entraron de manera ilegal a México, procedentes de EE. UU., entre 250.000 y 300.000 armas de fuego por año. Las rutas que siguen son similares a las del tráfico de droga, pero en sentido inverso. Parten del Pacífico, del centro y del golfo de México. Se estima que el 70 % de las armas utilizadas para cometer delitos en México proviene de EE. UU. Por eso, el gobierno de Andrés Manuel López Obrador acaba de entablar una demanda en un tribunal de Boston contra 11 poderosas empresas fabricantes de armas estadounidenses. “Ellos saben bien que sus armas están entre las favoritas de los carteles de la droga”, sostiene la Cancillería mexicana. Tal como reconoció el propio ministro de Exteriores, Marcelo Ebrard, “la más alta prioridad de México es el tráfico ilícito de armas”. Para reducirlo, dijo el funcionario, “es necesario un esfuerzo efectivo de EE. UU.”.
EL DESTINO DE LAS ARMAS: DE LAS MARAS A LAS RUTAS DEL CONO SUR
Al sur de México, otra zona fuertemente golpeada por la criminalidad es el denominado “Triángulo Norte” centroamericano, conformado por Guatemala, El Salvador y Honduras. Allí campan a sus anchas temibles maras, pandillas juveniles que tiñen de sangre las calles. Cerca de la mitad de las armas de fuego incautadas en esos tres países proviene también de EE. UU. Lo paradójico es que esa violencia termina generando la emigración masiva de población, que elige como destino el territorio estadounidense. Las caravanas de centroamericanos que buscan ingresar ilegalmente, a través de la frontera mexicana, son hoy uno de los mayores problemas que enfrenta la administración Biden y que ni Trump ni Obama pudieron resolver en el pasado.
En Sudamérica, mientras tanto, el Cono Sur está adquiriendo cada vez mayor relevancia en el tráfico de armas. Las grandes organizaciones criminales brasileñas recurren al contrabando para abastecerse y aprovechan las zonas de frontera. En especial, la ruta a través de Paraguay se convirtió en la más utilizada por grupos como el Comando Vermelho o el Primeiro Comando da Capital (PCC), del que ya hablamos aquí en un informe anterior.
En 2018, presionado por Washington, el gobierno de Paraguay tomó una medida drástica. La Dirección de Material Bélico del Comando de Fuerzas Militares (Dimabel) dictó una resolución que suspendió la importación de armas de fuego y municiones. El año anterior, sospechosamente, Paraguay había sido el país latinoamericano que más armas había importado desde EE. UU., sin que el mercado interno así lo justificara. Las sospechas apuntan a su triangulación para llegar, en forma ilegal, a las bandas brasileñas.
UN “ARSENAL DE ARMAS CLANDESINO” EN ARGENTINA
Con fronteras muy porosas y difíciles de patrullar, Argentina tampoco ha quedado exenta de la presión de los grupos criminales regionales. En noviembre de 2019, la revista brasileña Piauí publicó un exhaustivo informe en el que reconstruía la triangulación de armas a Brasil desde nuestro país, a través de Paraguay. Allí se citaba el ejemplo de las pistolas Bersa, de fabricación local, que llegarían a las bandas del vecino país a través de la Triple Frontera. “Desde Foz do Iguaçu, las armas suelen seguir camino hacia Río en compartimentos ocultos en los automóviles o escondidas por los pasajeros de los ómnibus”, señalaba el medio brasileño en su nota.
Un caso de gran repercusión mediática fue el operativo “Arsenal Clandestino”, realizado por Gendarmería Nacional conjuntamente con la AFI, la Dirección General de Aduana (DGA) y la División de Investigaciones del Departamento de Seguridad Nacional de EE. UU. En noviembre de 2018, se secuestraron partes de fusiles estadounidenses AR-15 que, una vez ensamblados en nuestro país, se dirigían a la ciudad paraguaya de Pedro Juan Caballero, en la frontera con Brasil. La entonces ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, barajó la hipótesis de la “exportación” de estas armas a grupos brasileños, entre los que mencionó al Comando Vermelho, muy activo en las favelas de Río de Janeiro y con ramificaciones en el resto del país.
El combo de tráfico ilegal de armas y violencia delictiva está provocando cada vez más daños en la región. La porosidad de las fronteras y la falta de una política común en el combate a este tipo de contrabando hace cada vez más difícil la respuesta estatal frente a grupos narcocriminales cada vez más fuertes y mejor armados.
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