Encabezó el primer trasplante de hígado con un equipo solo de mujeres: “La especialización en cirugía es muy machista”

Magalí Beltrame es médica cirujana de la Universidad de Buenos Aires, fue parte de un hito para la historia de la medicina y cuenta cómo se fue abriendo paso en un universo donde los puestos jerárquicos son ocupados por hombres.

Magalí Beltrame encabezó el equipo de mujeres que realizó el primer transplante de hígado en el país. Foto: Fernando Calzada.

“¿Estás segura?”; “No elijas esa especialidad. No vas a entrar”; “Es un mundo muy machista y son todos hombres: no te van a dar lugar”; “¿Por qué no hacés una especialidad que sea para las mujeres?”. Aunque los comentarios no tenían mala intención, Magalí Chahdi Beltrame (38) los escuchó una y otra vez. Fue después de graduarse como médica cirujana en la Universidad de Buenos Aires y contar que iba a especializarse en trasplantes hepáticos y cirugías hepato- bilio-pancreáticas.

Lejos de acobardarse, Beltrame siguió su pasión y logró abrirse paso en un área de la medicina donde los cargos de poder son ocupados mayormente por varones. “Creo que siempre hay que hacer lo que a una le apasiona: es la mejor forma de disfrutar del trabajo. Hay que poner esfuerzo porque los frutos llegan, no hay que bajar los brazos”, sostiene en una charla con DEF.

-¿Siempre supiste que querías ser médica cirujana?

-No. Mi familia quería que yo estudiara la carrera de Medicina, pero yo no quería saber nada. Mamá era la que más insistía y yo le decía: “No voy a ser médica”. Me anoté en Bioquímica, cursé el CBC y, al mes y medio de empezar la carrera, me pasé a Medicina. Al final, le terminé dando la razón a mi madre. (Risas).

-¿Cuánto de cierto había en esos comentarios que te hicieron con respecto a tu condición de mujer y la imposibilidad de ejercer la especialidad de cirugía que elegiste?

-Mucho. La especialización en cirugía es muy machista. De hecho, cuando rendí el examen para cirugía, quedé bien “rankeada”. Sin embargo, para ingresar al lugar donde hice la residencia, pasé por una entrevista donde me manifestaron que no me querían ahí. Entonces, me pusieron una nota bien baja, pero por puntaje igual podía entrar a ese lugar. Su último recurso fue llamarme para intimidarme, para que no elija uno de esos cargos.

Magalí y sus colegas, en plena acción, dentro del quirófano. Foto: Gentileza Magali Beltrame.

-¿Qué te dijeron?

-Que ese lugar no era para mí, porque no querían cirujanas mujeres.

-¿Cómo lo tomaste?

-Lamentablemente, una ya sabe cómo son ciertos lugares y te termina causando un poco de gracia. Es terrible, pero pasa y es triste que suceda. Es discriminación solo por el hecho de ser mujer. Sucede también cuando vas a entrevistas: una pregunta muy común es si estás en pareja o pensás tener hijos. Ese tipo de cuestionamientos a los hombres no se los hacen y la verdad es que son bastante agresivos.

-¿En algún momento, te sentiste en una posición de desigualdad compartiendo un quirófano con un hombre?

-No. Tengo que agradecer a todos los profesionales con los que he tratado a lo largo de mi formación porque siempre me abrieron puertas. Mis colegas, mentores y maestros cirujanos jamás me discriminaron. En contraste, sí he visto casos de pacientes que han pedido que no los opere una mujer. No me sucedió a mí, pero tengo varias conocidas a las que sí y, a último momento, mandan a llamar a un hombre. Una cosa es que te digan: “No quiero que me opere un residente”. Eso es entendible. Lo otro, en cambio, es inaceptable.

"Mi familia quería que yo estudiara la carrera de Medicina, pero yo no quería saber nada. Mamá era la que más insistía. Me anoté en Bioquímica, cursé el CBC y, al mes y medio de empezar la carrera, me pasé a Medicina. Al final, le terminé dando la razón a mi madre", dice Magalí. Foto: Fernando Calzada.

-Los trasplantes de hígado son de los más frecuentes que se realizan en Argentina. Como médica cirujana, ¿los vivís con la misma emoción que el paciente?

-Sí, son muy lindos. No podría destacar uno porque son muchos los casos que te marcan a lo largo de la formación y uno se compenetra mucho con la historia del paciente y demás. Sucede lo mismo con la patología oncológica. El hecho de poder decirle a una persona que pudiste sacarle la enfermedad para que pueda vivir más tiempo es maravilloso. “Me salvaste”, te dicen. Y es cierto. También tenés la contracara, ¿no? Muchas veces nos toca dar la noticia triste: decirle a alguien que tiene una enfermedad avanzada y ayudarla a transitar el camino que le queda por vivir. Eso es muy difícil, muy duro, pero es parte de nuestro trabajo.

-¿De qué manera influyó la pandemia en los trasplantes hepáticos?

-Desde el año pasado hasta ahora, bajaron bastante. Eso se debe a que bajó la donación de órganos, porque las terapias intensivas están llenas de pacientes con COVID-19, y todos esos potenciales donantes no sirven. Así y todo, logramos trasplantar, pero, en comparación con otros años, la cantidad cayó a nivel nacional. Tuvimos que priorizar a los pacientes con mayor gravedad porque, al haber menos órganos, teníamos que dárselos a los que más lo necesitaban. Fue un año difícil, y este año pinta igual. Otro punto a destacar son las patologías oncológicas: hubo muchos pacientes que, por miedo, dejaron de hacer consultas y seguimiento y, en muchos casos, hemos encontrado situaciones más avanzadas de lo habitual.

UN HITO EN LA HISTORIA DE LA MEDICINA ARGENTINA

-El pasado 17 de marzo lideraste el primer trasplante de hígado con un equipo íntegramente compuesto por mujeres. ¿Cómo lo viviste?

-Para un operativo de trasplante, normalmente, el grupo se arma en las dos horas previas y te encontrás en la intervención. En este caso, dentro del staff de trasplante hepático del hospital El Cruce, somos cuatro médicos: está nuestro jefe, Juan Francisco Mattera –quién me formó profesionalmente primero en el Hospital Italiano y luego en El Cruce– y después somos tres médicos de planta Emilio Quiñonez, Marcelo Lenz y yo, que soy la última incorporación. Uno de nosotros es el que siempre está a cargo de los trasplantes. El 17 de marzo, me tocó a mí. Al llegar al quirófano, me encontré con las instrumentadoras quirúrgicas (Cintia Noelia Ungini y Camila Soledad Ramírez); la anestesióloga (María Eugenia Fernández), la técnica de anestesia (Silvina Vagelli), la técnica de Hemoterapia (María Julia de la Paz Alarcón); y las dos integrantes de nuestro grupo de formación (María Luján Del Bueno y Lourdes Mollard, nuestras fellows). Operamos y, hacia el final de la intervención, llegó la técnica rayos (Claudia Lema), y fue ella la que dijo: “¡Ay! ¡Somos todas mujeres, no lo puedo creer!”. A partir de su comentario fue que empezamos a caer en la cuenta y, por eso, nos sacamos una foto. No lo hicimos antes porque, aunque nadie lo crea, no lo habíamos notado.

Histórico: cuenta la doctora que hacia el final de la intervención, "llegó la técnica rayos (Claudia Lema), y fue ella la que dijo: '¡Ay! ¡Somos todas mujeres, no lo puedo creer!'. A partir de su comentario fue que empezamos a caer en la cuenta y, por eso, nos sacamos una foto. No lo hicimos antes porque, aunque nadie lo crea, no lo habíamos notado". Foto: Gentileza Magali Beltrame.

-Cuando trascendió la imagen, uno de los medios más importantes de la Argentina se hizo eco del tema y tituló la noticia diciendo: “Apareció un donante y solo estaban ellas para operar: hicieron historia en Argentina”. ¿Les molestó?

-(Risas). Cuando lo leímos, dijimos: “¡Uy! Qué título feo...”. Pero, bueno, la nota era muy linda. Creo que después lo modificaron y sacaron el “solo”. La realidad es que ya hay quirófanos femeninos en otro tipo de patologías. El tema es que justo en el área de hepatología, las mujeres somos contadas con los dedos de las manos. Por eso, que hayamos coincidido todas, es rarísimo. No había sucedido nunca en el país porque es un ámbito muy masculino. De hecho, las últimas cifras de la Sociedad Científica dicen que en Argentina las relación hombre-mujer en trasplantes hepáticos es de 10 a 1. Es decir: por cada 10 hombres hay 1 mujer. Pasa acá y en el resto del mundo.

En los congresos internacionales de la especialidad, a veces se reúnen las mujeres y son muy pocas en comparación con el pool de hombres. Somos pocas, pero de a poco nos vamos abriendo espacio, y más mujeres se van animando a hacer esta especialidad, que tiene una carga horaria difícil, porque, para hacer un trasplante, tenés que tener una disponibilidad que, a veces, es a cualquier horario.

-Tenés que estar disponible 24/7, ¿no?

-Exacto. Te puede sonar el teléfono a cualquier hora y te dicen: “En tanto tiempo, tenés que estar en el hospital”. A veces terminás cancelando otras cirugías o cancelando el consultorio. Por suerte, los pacientes ya te conocen y entienden que cuando hacés trasplante nunca es programado.

"Sucede también cuando vas a entrevistas: una pregunta muy común es si estás en pareja o pensás tener hijos. Ese tipo de cuestionamientos a los hombres no se los hacen y la verdad es que son bastante agresivos", cuenta Magalí sobre el machismo en el universo médico. Foto: Fernando Calzada.

-¿Cuánto puede demorar una cirugía de trasplante hepático que no tiene complicaciones?

-La del 17 de marzo de 2021 duró cinco horas: ese es más o menos el promedio de lo que dura un trasplante de hígado. Ahora, si sumás todo el operativo, desde que se busca el órgano hasta que termina la intervención, estamos hablando de catorce o dieciocho horas.

-Durante las cinco horas de operación, ¿en algún momento, se relajan?

-Sí, no es todo estrés adentro del quirófano. Si bien hay momentos en los que estamos todos prestando atención y solo hablando de la cirugía, hay otros momentos donde estamos más relajados, y se comentan otras cosas. Siempre ponemos música de fondo para relajar el ambiente. Rock, pop, temas de los 80, de todo.... Al final, cuando te querés dar cuenta, pasaron cinco horas.

-¿Lo primero que hacés cuando terminás una cirugía es…?

-Por lo general, salís cansada. Te sacás el equipo, te sentás y agarrás el celular. Ahí pasan unos segundos y caés en la cuenta de que tenés sed, tenés hambre, tenés sueño y tenés ganas de ir al baño.

-Lideraste el primer trasplante hepático hecho por un equipo femenino en un hospital público del conurbano: más épica no se consigue. ¿Qué te genera?

-Todavía no caigo. Fue rarísimo el reconocimiento que recibimos: no lo esperábamos. Aunque para mí fue algo más de lo que hacemos siempre, creo que fue un gran ejemplo. Sobre todo, para el resto de las mujeres, para que vean que de a poquito nos vamos abriendo un lugar y que podemos trabajar exactamente igual que los hombres.

Ser mujer y ser hombre no define las habilidades de nadie. Las habilidades son propias de cada persona y no dependen del género. Siempre hay que hacer lo que a una le apasiona: es la mejor forma de disfrutar del trabajo. Hay que poner esfuerzo porque los frutos llegan, no hay que bajar los brazos.

* Esta nota fue escrita por una colaboradora para DEF.

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