El día 27 de julio, una casa de dos pisos se desplomó sobre la playa en la localidad de Mar del Tuyú, cuando una fuerte sudestada le dio el tiro de gracia a la degradación costera. Sudestadas, tormentas, depredación de los médanos, ascenso del nivel del mar, falta de planificación urbana son algunas de las causas de la erosión que no solo reduce el ancho de las playas, sino que también pone en riesgo la infraestructura de sus márgenes. “Aunque sea duro de decir, la realidad es que no hay otra solución que alejarse de las costas. Cualquier otra medida sería un paliativo temporario, equivalente a arrojar dinero al mar”, afirma el doctor Jorge Codignotto, geólogo, investigador del CONICET.
LAS CAUSAS DE LAS COSTAS EN PELIGRO
-¿Cuáles son las principales causas de la erosión?
-Es un problema grave relacionado con causas naturales que, a su vez, son dinamizadas por el accionar humano. Entre las primeras, está el cambio climático y el aumento progresivo del nivel del mar. En cuanto a la incidencia del hombre, es una cuestión de larga data que comenzó a principios del siglo XX con la construcción del puerto de Mar del Plata y sus murallones, que fueron bloqueando la denominada corriente de deriva, una especie de río que corre a lo largo de la costa y lleva sedimentos. Cuando ese flujo se interrumpe, el daño es inevitable.
-Estamos hablando de un siglo atrás.
-Sí. A partir de 1932, se levantaron diversos espigones para retener la arena que, con el tiempo, comenzó a depositarse en la boca del puerto. En ese entonces, se podría haber resuelto el problema con facilidad, realizando un bypass que tomara el material acumulado y lo arrojara sobre la costa. Pero no se hizo, y esas nuevas construcciones impidieron, por ejemplo, que la arena llegara a Mar Chiquita, localidad que perdió en los últimos 50 años entre dos y tres manzanas. Esta dinámica se fue replicando de una a otra playa, reproduciendo el fenómeno aguas abajo.
-¿Qué impacto tuvo la urbanización posterior?
-En la década del 40, se lotearon los terrenos desde el norte de Mar del Plata hasta San Clemente del Tuyú, franja costera donde hasta entonces había médanos que se reconstruían naturalmente después de una sudestada o una tormenta en algunos meses. Este equilibrio se quebró cuando comenzaron a ocuparse las localidades balnearias. Por un lado, por la importante erosión generada al utilizar millones de toneladas de arena en la construcción de las casas. Por otro, por el diseño urbanístico inapropiado: paradores, avenidas costaneras y, en especial, calles perpendiculares a la costa con el objetivo de que el agua de lluvia termine en el mar. Sin embargo, la realidad es que esa especie de desagüe genera un canaletón que erosiona alrededor de 10 toneladas de arena por calle, material que es llevado por la corriente hacia el norte como una cinta transportadora.
CAMBIO CLIMÁTICO: UN ELEMENTO PARA TENER EN CUENTA
-¿Cuál es la principal consecuencia de la destrucción de los médanos?
-La aceleración de la degradación costera. Su presencia no significa que no habrá erosión, sino que el retroceso de la costa se producirá a una velocidad mucho menor. En la zona de Villa Gesell y Pinamar, por ejemplo, directamente los sacaron porque impedían la visión del mar y hoy toda la suciedad de la ciudad va a parar directamente al océano.
-Antes, mencionó el cambio climático. ¿Cuánto impacta este fenómeno?
-Es otro de los elementos que nos complica. Hace algo más de una década, el nivel del mar subía 1,5 mm por año; en 2019, 3,1; y el 1.° de julio de 2021, se registró un aumento de 3,4 mm, según datos internacionales obtenidos por la NASA. A este aceleramiento, hay que sumarle cambios en el sistema físico que hacen al funcionamiento marino, como son los vientos y la energía de las olas.
DINERO PERDIDO
-¿Existe algún proyecto sobre la ley de costas?
-Hubo algo hace cerca de 15 años y quedó en la nada. El principal problema es que las provincias son las que deciden sobre su territorio, hecho que implica un acuerdo global. Otro aspecto es la cuestión social porque yo, que por mi profesión conozco todo el litoral argentino, le aseguro que es muy complejo comunicarse con los funcionarios. Es probable que la gran presión que ejercen los vecinos de estos municipios, cuya economía se sostiene en las temporadas de verano, genere la falta de decisiones ante un problema urgente. Hace años que existe la necesidad de tomar recaudos en la franja costera para evitar que se terminen destruyendo las inversiones públicas y privadas y, en consecuencia, empobreciendo el sistema. Nada se hizo y ahora hay que afrontar la realidad de que no hay modo de salvar las casas que están en la costa. Habría que invertir millones de dólares en defensas que no van a perdurar porque el nivel del mar continuará aumentando.
-Sin embargo, en este proceso, los que más pierden son los mismos municipios.
-Por supuesto. Cuando se desmorona una casa, no solo se perjudican sus propietarios, sino que todo el sistema se empobrece –albañiles, pintores, empresas de insumos, etc.—, además el turismo, ante la degradación de los balnearios, elige otros lugares de veraneo. Se calcula que, por año, la costa Atlántica pierde un poco más de un metro de playa en algunos sectores y, en otro orden, se estima que entre 2010 y 2012, se perdieron alrededor de dos millones de dólares por año por erosión marina y falta de planificación. Esa es la clave.
-Pese a todo, la gente sigue buscando la casita enfrente de la playa o a la vera del río.
-Sí, y tenemos muchos ejemplos dramáticos, desde lo que pasó en La Plata en 2013, donde hubo 90 muertos, hasta el desborde de los ríos en Alemania de hace unas semanas. Y es una problemática que se conoce desde la década del 70. De hecho, entre 1994 y 1995 hubo tres sudestadas que hundieron dos barcos en Mar del Plata, pero pareciera que la gente se olvida y que a los funcionarios no les interesara demasiado. Siguen las construcciones, los loteos, la extracción de arena, entre otros.
CÓMO SE PUEDE RESOLVER EL PROBLEMA DE LAS COSTAS
-¿Se tienen en cuenta los especialistas a la hora de tomar decisiones?
-No. Mire, yo tuve el privilegio de realizar todos mis estudios en el ámbito público, por eso me considero –como tantos– en la obligación de devolver gratuitamente algo de lo que me brindó la sociedad. Así asesoré a muchos municipios. Es importante que se conozca nuestro trabajo porque los estudios existen. Por otra parte, si la ciudadanía tuviera la información, podría participar y defender mejor sus intereses. Sin embargo, no nos tienen en cuenta.
-¿No hay solución factible?
-La realidad es que las construcciones no pueden cambiarse o adaptarse; por esta razón, Naciones Unidas, entre las pautas que establece para el manejo de áreas costeras, incluye la de reagrupar las construcciones en otro lugar. Para darle un ejemplo, hace unas semanas, en Luisiana, Estados Unidos, el gobierno dio 40 millones de dólares a los habitantes de la zona para que se fueran a causa de las inundaciones que genera el ascenso del nivel del mar.
-Ante este panorama desolador, ¿qué queda por hacer?
-Lo que estamos viviendo no es nuevo; en 1995, en el municipio de la costa hubo eventos mucho más graves y no se dieron a conocer. Ya entonces alertamos a las autoridades de que, paulatinamente, debería expropiarse la primera manzana para que el médano se volviera a formar. Sin embargo, en ese momento trataron de detener la erosión que había llevado una casa de casi 14 toneladas colocando miles de bolsas de 30 kilos de arena. ¿Se imagina? Es como defenderse de un león con un soplido. Sé que lo que digo suena terrible, pero no voy a mentir: creo que la única forma de salvar algo es la expropiación, por muy antipolítica que sea una medida de esa índole. No existe obra que pueda perdurar, es como cuando hay que amputar un brazo porque tiene gangrena. Otra opción es dejarlo así, sin adoptar ninguna medida. El sistema está variando, es inexorable como la vejez: aunque podamos disimularla con tinturas o cirugías, no vamos a vivir 150 años. Partiendo de esa base, creo que lo primero que debería hacerse es explicarles la situación a los vecinos para que entiendan que no hay salida. Hay que decir la verdad: lo que se perdió no tiene forma de ser recuperado. Hacer obras es como tirar el dinero al mar.
*Esta nota fue producida y escrita por una miembro del equipo de redacción de DEF
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