El desarrollo de una vacuna es un proceso prolongado y complejo que suele durar entre 10 y 15 años, y que requeriría la participación combinada de los sectores público y privado. Las vacunas pueden elaborarse de distinta manera: con virus vivos, que han sido atenuados (debilitados o alterados para no causar enfermedad), con microorganismos o virus muertos o inactivados, con toxinas inactivadas (para enfermedades de origen bacteriano en las cuales las toxinas generadas por las bacterias son la causa de la enfermedad y no las propias bacterias), o simplemente con segmentos del agente patógeno (tanto en vacunas subunitarias como conjugadas), según explica la Organización Panamericana de la Salud (OPS).
El proceso de desarrollo de una vacuna pasa por diferentes estudios de investigación y da prioridad a la inocuidad, seguida de su eficacia. Los estudios se realizan en fases: la fase preclínica y las fases I, II, III y IV.
LAS VACUNAS Y UN PERMISO PARA CIRCULAR
La distribución y el suministro de vacunas dependen del trámite para autorizar su comercialización en los mercados nacionales. Pueden autorizarse directamente en los países que cuentan con autoridades normativas muy estructuradas, en tanto que otras dependen de la licencia otorgada en el país de fabricación, a la que se añaden exámenes y aprobaciones del país donde se va a utilizar. En todos los casos, la concesión de la licencia incluye la aprobación del proceso y de las instalaciones de fabricación. Algunos países también requieren evaluaciones iniciales.
Los organismos de las Naciones Unidas que se ocupan de la compra de vacunas –en la Región de las Américas es el Fondo Rotatorio de la OPS– exigen que el producto haya obtenido una precalificación de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Esto garantiza una norma fiable de calidad para los países con entidades normativas menos estructuradas y, para su adquisición, la vacuna debe haber sido autorizada previamente en el país de fabricación por un ente que la OMS considere funcional.
También existe el Mecanismo de Acceso Mundial a las Vacunas contra el COVID-19 (Covax), una iniciativa de colaboración multilateral a escala global que tiene por objeto acelerar el desarrollo, la producción y el acceso equitativo a medida que están disponibles las vacunas. El Covax se apoya en una colaboración pionera para acelerar el desarrollo, la producción y el acceso equitativo a pruebas, tratamientos y vacunas contra el COVID-19. Esta iniciativa está dirigida conjuntamente por la Coalición para la Promoción de Innovaciones en pro de la Preparación ante Epidemias (CEPI) y la Organización Mundial de la Salud (OMS), en asociación con fabricantes de vacunas desarrolladas y en desarrollo. Sus finalidades son acelerar el desarrollo y la fabricación de vacunas contra el COVID-19, y garantizar el acceso justo y equitativo a todos los países del mundo.
El rápido desarrollo de las vacunas contra el COVID-19, logrado a una velocidad récord y financiado con fondos públicos masivos en los Estados Unidos, la Unión Europea y Gran Bretaña, representa un gran triunfo contra la pandemia. Los gobiernos se asociaron con los fabricantes de medicamentos e invirtieron miles de millones de dólares para adquirir materias primas, financiar ensayos clínicos y modernizar las fábricas. Miles de millones más se comprometieron a comprar el producto terminado.
DOSIS EN ESPERA
Pero este éxito de Occidente creó una gran desigualdad. Los residentes de países ricos y de ingresos medios han recibido alrededor del 90 por ciento de los casi 400 millones de vacunas entregadas hasta ahora. Según las proyecciones actuales, muchas de las demás naciones tendrán que esperar años. Los gobiernos se han resistido. Al asociarse con compañías farmacéuticas, los líderes occidentales compraron su camino al frente de la línea de producción. Pero también ignoraron años de advertencias y llamadas explícitas de la Organización Mundial de la Salud para incluir un lenguaje contractual que hubiera garantizado dosis para los países pobres o el aliento a las empresas a compartir sus conocimientos y las patentes que controlan.
La perspectiva de miles de millones de personas esperando años para ser vacunadas representa una amenaza para la salud, incluso para los países más ricos. Un ejemplo: en Gran Bretaña, donde el lanzamiento ha sido sólido, los funcionarios de salud están rastreando una variante del virus que surgió en Sudáfrica, donde la cobertura de la vacuna es débil. Esa variante, así como también la surgida en Manaos, Brasil, pueden mitigar el efecto de los inoculantes, lo que significa que, incluso, las personas vacunadas podrían enfermarse.
QUÉ SUCEDE CON LAS VACUNAS EN LATINOAMÉRICA
En tiempos de pandemia, la cooperación regional en salud debería actuar como un escudo epidemiológico para América Latina. Sin embargo y lamentablemente, el deterioro de las instancias de coordinación no ha permitido avanzar en respuestas conjuntas. Y la fragmentación actual tampoco permite responder a la injusticia sanitaria global.
Incluso, la Organización Mundial de la Salud aseguró que la desigualdad en el acceso a las vacunas contra el COVID-19 es cada vez más “grotesca”. Así lo afirmó el director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus.
“En enero de 2021, declaré que el mundo estaba al borde de un catastrófico fracaso moral si no se adoptaban medidas urgentes para garantizar una distribución justa de las vacunas contra el COVID-19. Tenemos los medios para evitar este fracaso, pero es sorprendente lo poco que se ha hecho para evitarlo”, evaluó. En este sentido, fue gráfico: “La brecha entre el número de vacunas administradas en países ricos y las aplicadas a través de Covax sigue creciendo, y se está tornando más grotesca cada día”.
El sistema internacional Covax busca este año abastecer de dosis al 20 por ciento de la población de casi 200 países y territorios, y también cuenta con un mecanismo de financiación para ayudar a 92 países desfavorecidos. Sin embargo, la realidad muestra que los países ricos vacunan a una persona por segundo, mientras la mayoría de las naciones pobres aún no ha puesto ni una sola dosis.
Volviendo a la región latinoamericana, las estrategias para enfrentar al COVID-19 en América Latina y el Caribe muestran que no hay una línea común de acción: las respuestas a la pandemia vienen siendo unilaterales y aisladas, y con un declive de la agenda programática de salud de las estructuras de integración regional. Esto sucede en una región que sigue siendo la más desigual del mundo y que, según indica la Comisión Económica para la América Latina y el Caribe (CEPAL), sufrirá uno de los mayores impactos socioeconómicos.
* Esta nota fue producida y escrita por un miembro del equipo de redacción de DEF
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