En la actualidad, el consumidor busca productos que considera más saludables. Su preocupación se basa en las posibles consecuencias negativas de la agricultura convencional para la salud humana y el medioambiente. Este fenómeno es especialmente importante en los países desarrollados, donde los alimentos orgánicos están adquiriendo popularidad y su demanda va en crecimiento. En Europa, en particular, la agricultura orgánica tiene una imagen pública positiva. Encuestas realizadas en Alemania nos muestran que aproximadamente el 50 por ciento de la población ve la agricultura orgánica como una solución a las problemáticas de la seguridad alimentaria y del cambio climático.
¿En qué consiste la agricultura orgánica? Se la podría definir como un sistema global de gestión de la producción que pone en el centro de su manejo la conservación de los sistemas donde conviven, de forma armónica y óptima, organismos vivos y medioambiente. Sus defensores consideran como una amenaza todo aquello que condujo a la agricultura convencional, en las últimas décadas, a aumentar los niveles de producción, la calidad del producto o su mayor vida de góndola.
Ahora bien, la otra cara de la moneda es aquella que nos muestran los países en desarrollo, donde la demanda de productos orgánicos es mucho menor y la seguridad alimentaria de la población se vuelve crítica. La agricultura orgánica representa, para muchos agricultores y profesionales, una forma de agricultura sostenible que permite la reducción de la contaminación de suelos y aguas con agroquímicos, y reduce la erosión de los suelos, entre otras ventajas.
ALIMENTAR AL PLANETA
Sin embargo, a esa visión un tanto simplista de la agricultura orgánica, debemos contraponer el desafío más importante del sector agrícola: suministrar a una población en continuo crecimiento alimentos frescos y sanos. Según las estadísticas de la FAO, en la década del 60 del siglo pasado, para alimentar una población de 3500 millones de personas, cada hectárea agrícola debía producir alimento para 2,3 personas. En el año 2020, se estima que la población alcanzó aproximadamente los 7500 millones, por lo cual esa misma hectárea deberá alimentar a 5,3 personas. ¿Es posible, entonces, que la agricultura orgánica alcance niveles de producción similares a los de la agricultura convencional?
La revista científica Nature realizó una encuesta en la que se demuestra que la agricultura orgánica posee menores rendimientos por unidad que la convencional. Si bien la producción es dependiente de muchos factores que ejercen influencia en los resultados, la producción de aquella es un 30 por ciento menor que la de la agricultura convencional. El significado de menor producción por unidad de trabajo representa una mayor necesidad de superficie y más agua, semillas y trabajo por unidad de producción.
Otro punto por analizar es el valor nutricional de los productos orgánicos. ¿Las naranjas orgánicas tienen mayor contenido de vitamina C que las cultivadas en sistemas convencionales? ¿Son las frutillas orgánicas más nutritivas que las convencionales? A menudo, los consumidores piensan que los productos orgánicos son más nutritivos y saludables que los cultivados bajo sistemas convencionales.
Desde el punto de vista científico, debemos remarcar que el valor nutricional de los productos dependerá de un importante número de factores, como por ejemplo el tipo de suelos, el clima, la edad de la planta o del animal, o el tiempo de cosecha. Como ejemplo, podemos hablar del cadmio. El cadmio es un metal pesado, relativamente poco abundante y muy tóxico. Uno de sus usos más conocidos es en la fabricación de baterías. La presencia de cadmio dependerá del tipo de suelo, por lo cual pueden existir productos orgánicos en los cuales los niveles de cadmio sean mayores que los de la agricultura convencional.
EL DEBATE SOBRE LOS AGROQUÍMICOS
Otra pregunta que suele formularse apunta al uso de agroquímicos en la agricultura convencional. Cabe señalar que existen normas estrictas en referencia al tipo y cantidad de residuos de agroquímicos permitidos para el mercadeo de los productos. La cuestión es en qué medida estas normas son respetadas por los agricultores y cuáles son los sistemas de control que los responsables de la regulación usan para evitar las irregularidades en el uso de los diferentes agroquímicos. En definitiva, el uso de agroquímicos y su aplicación en tiempo correcto, y a los niveles recomendados, no es necesariamente nocivo.
Una revisión sistemática de más de 200 trabajos científicos realizada en la Universidad de Stanford (California) llegó a la conclusión de que las frutas y verduras orgánicas no poseen ninguna ventaja nutricional si se las compara con aquellas cultivadas en sistemas de agricultura convencional. El estudio reveló que los alimentos no orgánicos poseían restos de agroquímicos acordes a las normas sanitarias vigentes, sin encontrarse diferencias en los efectos sobre la salud respecto de los orgánicos.
Y entonces, ¿qué servimos en nuestra mesa? La visión de la agricultura orgánica es digna de ser respetada y debe tomarse en cuenta. Es válido que parte de la población considere este tipo de agricultura como la solución a la problemática que, en muchos casos, genera la agricultura convencional. Sin embargo, la realidad indica que, en este debate, no existen blancos y negros, buenos y malos. Vivimos en mundo que no es dicotómico y debemos entender que las soluciones están en la fusión. La agricultura convencional sabe producir de una forma que evite los riesgos sanitarios y ecológicos.
El cumplimiento de las normas de seguridad sanitaria, los análisis continuos de presencia de restos de sustancias químicas en los alimentos, el mejoramiento de prácticas de manejo y el uso de redes e invernaderos que aíslen los cultivos de los diferentes insectos son tecnologías que brindan buenas soluciones. El manejo integrado de plagas es un sistema que combina métodos de trabajo basados en principios físicos, mecánicos, biológicos, químicos y genéticos. Se basa en la prevención por medio del monitoreo constante de los cultivos y la aplicación de dichos métodos reduciendo o eliminando el uso de agroquímicos, lo que minimiza el impacto en el medioambiente. Se habla también de manejo ecológico de plagas y de un manejo natural de plagas.
El fanático, que profesa teorías acerca del desastre ecológico al cual nos conduciría la agricultura convencional, genera pánico y promueve ideas que no han sido demostradas científicamente. Esto implica, en cierta medida, no entender las normas bajo las cuales la agricultura moderna se maneja.
El sector agrícola en su totalidad deberá ofrecerle al consumidor, en forma sencilla y veraz, todos los datos necesarios para que él pueda decidir qué alimento consumir. Paralelamente, tendrá que asegurar el acceso a alimentos sanos y a precios accesibles para toda la población.
Estoy convencido de que cada uno debe pensar, vivir o comer de acuerdo con sus creencias, ya sean políticas, religiosas o alimentarias.
* El autor es director del Departamento de Relaciones Exteriores y Cooperación Internacional del Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural de Israel, y escribió este artículo para DEF.
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