“America is back”, frase que podemos traducir como “EE. UU. está de regreso”, fue la expresión utilizada por el ahora presidente Joe Biden al realizar, a fines de noviembre, los primeros anuncios sobre los integrantes de su gabinete. Hay mucha expectativa depositada en este dirigente demócrata, de 78 años, con una larga carrera política a sus espaldas y aceitados vínculos en las principales capitales del planeta, que necesitará reconstruir ciertos lazos internacionales dañados en los últimos cuatro años. La pregunta es si habrá un enfoque más multilateral y se verá, en la nueva administración, un retorno de EE. UU. a aquellas mesas de negociación que Trump abandonó o menospreció. DEF consultó a cuatro académicos locales para poder responder el enigma Biden.
UNA OPORTUNIDAD PARA AMÉRICA LATINA
Por Francisco de Santibañes, secretario general del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI) y Global Fellow de The Wilson Center.
La llegada de Joe Biden al poder en EE. UU. no cambiará la “gran estrategia” de la potencia occidental. Efectivamente, existe un creciente consenso entre republicanos y demócratas –y en la población, en general– sobre la necesidad de competir estratégicamente con China. Variarán, entonces, la retórica y la táctica, pero no el nuevo elemento ordenador de la política internacional.
¿Qué cambios se producirán? Por lo pronto, ganarán protagonismo el multilateralismo y la lucha contra el calentamiento global, y mejorarán las relaciones entre EE. UU. y Europa Occidental. Por otra parte, una alianza con Rusia –que hubiera sido posible durante un segundo mandato de Donald Trump— ahora parece poco probable.
La América Latina que encontrará Biden atraviesa una profunda crisis, debido a la falta de crecimiento económico, el retraso tecnológico y los crecientes cuestionamientos de la población a las clases dirigentes. Sin embargo, si, por un lado, la región pierde poder; por el otro, gana protagonismo como posible escenario del conflicto entre Pekín y Washington. Además de haber logrado incrementar su influencia económica en Sudamérica –primer socio comercial de numerosas naciones–, China no enfrenta el tipo de barreras políticas y culturales que dificultaron la llegada de los soviéticos a esta zona del planeta.
La presencia china llevará a que EE. UU. busque fortalecer sus lazos económicos con América Latina, lo cual representa una oportunidad dentro de un contexto que resulta preocupante para nuestros países y nos deja poco margen para cometer errores.
LA AGENDA DE SEGURIDAD EN EL HEMISFERIO
Por Mariano Bartolomé, profesor e investigador universitario, especialista en temas de seguridad internacional.
Probablemente, la política de seguridad de la administración Biden respecto del resto del hemisferio no exhiba grandes cambios en cuanto a las prioridades vigentes, aunque no pueden descartarse variaciones de estilo en su implementación. Por ejemplo, la cuestión migratoria en la frontera meridional seguirá gozando de alta prioridad, pero tal vez con menos énfasis en las deportaciones y un sesgo más vinculado a sus raíces estructurales.
Es muy factible que sigan siendo objeto de atención la lucha contra la criminalidad organizada, que muestra grupos ilegales cada vez más desafiantes y mejor armados –como el cartel Jalisco Nueva Generación, en México—; como así también los crecientes volúmenes de drogas sintéticas de devastadores efectos, como el fentanilo.
La administración demócrata continuará respaldando el proceso de paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), iniciado en la presidencia de Juan Manuel Santos; y mantendrá la demanda por una resolución de la crisis interna en Venezuela. En este último caso, eventualmente, lo hará a través de un proceso pacífico y negociado de transición entre el régimen autoritario de Nicolás Maduro y las fuerzas democráticas.
Por último, en términos geopolíticos y a tono con los cambios en la polaridad del sistema internacional, es previsible que EE. UU. intente limitar o neutralizar, “chequera en mano”, la búsqueda de influencia de potencias exógenas en la región. Considerando la presencia de un ciudadano estadounidense en la presidencia del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), una estrategia en tal sentido podría consistir en el respaldo de la Casa Blanca a nuevos y mayores programas articulados desde esa institución para mejorar las condiciones económicas y sociales de los países del continente, azotados por la pandemia de COVID-19.
UN TONO MÁS MODERADO FRENTE A LOS RETOS GLOBALES
Por Irma Argüello, analista internacional y presidenta de la Fundación NPSGlobal.
La expectativa es que Joe Biden asuma, en política exterior, posiciones más moderadas que las de su predecesor, lo que se reflejará en cambios de rumbo en aspectos claves de la agenda de la seguridad global.
Es el caso del tratado sucesor del START, que compromete a EE. UU. y Rusia a la reducción progresiva de sus arsenales nucleares estratégicos. A diferencia de la administración Trump, habrá una mayor predisposición de Biden a negociar una extensión más allá de febrero, fecha en la que expira el acuerdo vigente. Este es un dato muy alentador, ya que se trata del último instrumento bilateral de control de armas a nivel global que compromete en forma vinculante a ambas potencias.
Con respecto a Irán, es muy posible que EE. UU. manifieste su voluntad de retornar al acuerdo del P5+1 (EE. UU., Rusia, China, Francia, Gran Bretaña y Alemania), que Trump abandonó en forma unilateral en 2018. Tal cambio de rumbo sería, también, muy beneficioso para la estabilidad global. Finalmente, con relación a la Conferencia de Revisión del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP), que marca el 50.º aniversario de su entrada en vigor, se anticipa que la nueva administración tomará posiciones más moderadas que colaborarán a que el TNP –base del presente orden nuclear global– salga fortalecido luego de esta décima revisión quinquenal.
En el plano latinoamericano, no se vislumbran grandes cambios en la postura de la Casa Blanca con respecto a Venezuela, cuyo régimen ya había sido calificado por Biden como “dictadura”. Por otra parte, no es esperable que haya una mejora sustancial en el vínculo con Argentina, que hoy en día no se muestra del todo alineada con los interese estratégicos permanentes de Washington en la región.
EL PENTÁGONO, ANTE LOS NUEVOS PODERES GLOBALES
Por Juan Battaleme, secretario académico del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI).
En la jerga políticomilitar de EE. UU., existe una frase asociada a la revolución digital que afecta la dinámica política del planteamiento militar del Pentágono: kill chain, que podría traducirse como “cadena que lleva a la muerte”. Esa cadena es un proceso que se sucede en el campo de batalla y supone dominar tres pasos: el primero, en el plano militar; el segundo, en el plano de la toma de decisiones; y, el tercero, en la ejecución de la acción para lograr el objetivo. Un problema común en el mundo militar es estar preparado para la guerra que pasó o aquella que nos gustaría pelear, y no para la que se va a enfrentar en el futuro.
El nuevo secretario de Defensa de EE. UU. deberá trabajar en esta dirección, en vista de los desafíos que plantean Rusia y China en el plano global. Es posible que el Comando Sur y el Comando Africano deban considerar, junto con las funciones que ya desempeñan, aquellas más tradicionales, que son consecuencia de una mayor presencia directa o indirecta de otros poderes en sus áreas de interés regional.
La posibilidad efectiva de que se recorte el presupuesto de Defensa obligará a buscar un equilibrio entre los despliegues, la modernización de los programas existentes y los programas futuros, y la expansión de las tareas que tendrán los Comandos Cibernético, Espacial y de Operaciones Espaciales, todos ellos con alcance global.
Difícilmente, Biden cambie el consenso que existe entre grandes poderes. La pregunta es, entonces, qué forma tomará el balance de poder entre las democracias liberales y las autocracias emergentes del siglo XXI.
* Esta nota fue producida y escrita por un miembro del equipo de redacción de DEF.
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