En 2015, un Bill Gates de aspecto sencillo se subió al escenario de las Ted Talks, en Vancouver, y dijo: “Si algo mata a más de 10 millones de personas en las próximas décadas, es probable que sea un virus altamente infeccioso en lugar de una guerra”. Cinco años después y pandemia mediante, el video se hizo viral y puso a Gates en el centro de la escena. Algunos, ávidos de teorías que permitan una lectura fácil del mundo, lo acusaron de ser el artífice secreto del coronavirus. Otros, menos vehementes, descubrieron que, desde hace unos años, Gates cultiva un nuevo perfil. Uno más desinteresado, más humanitario, pero no menos preciso y dedicado.
El esfuerzo del fundador de Microsoft y cuarto hombre más rico del mundo para cambiar el estatus de millonario informático a filántropo es digno de observación. En 2014, la Fundación Bill y Melinda Gates, constituida en 2000, donó casi 4000 millones de dólares a causas humanitarias. Una gran parte del dinero se destinó a combatir enfermedades como el VIH, la malaria, la poliomielitis y la tuberculosis, que se cobran millones de vidas en los países más pobres. En 2019, en esa lejana era geológica pre-COVID, Netflix lanzó un documental llamado Bill Gates bajo la lupa. En él, se pueden apreciar las inversiones millonarias para que las regiones sudafricanas más excluidas puedan tener agua potable y no mueran por enfermedades gástricas, pero también se aprecian los millones invertidos para que el rostro de Bill Gates se asocie más al de un redentor que a la de un genio informático. Es de esperar, entonces, que, frente a una pandemia, Bill Gates tome la posta con intervenciones y entrevistas, y por supuesto invierta fondos en el desarrollo de la vacuna. De hecho, la fundación que lleva adelante junto a su esposa posee acciones de Pfizer.
El hecho de que Zuckerberg, Bill Gates, Warren Buffett y varios otros multimillonarios estén comprometiendo su fortuna a la caridad en lugar de pasarla a sus descendientes ya está teniendo un impacto con diversas recepciones. Un sector desconfía: considera que todo acto cometido por un millonario no puede ser sino una inversión a largo plazo para mantener las condiciones sociales y económicas que posibilitaron su fortuna. Otro sector escucha atentamente a Gates porque considera que en cualquier palabra que salga de su boca puede estar cifrado el secreto para ganar millones.
Muchos reconocen que el sector más encumbrado económicamente tiene la responsabilidad de hacer aportes para tener un mundo mejor; la pregunta es cómo. Hay quienes sostienen que cada quien elige en qué invertirlos. Otros sostienen que en verdad es atributo de los Estados recaudar impuestos e implementar políticas públicas de largo alcance. La pregunta por la manera en la que se debe procurar un mundo más justo, y más particularmente en el caso de Gates, se intensifica en un escenario de pandemia en el que, sorpresivamente, trascendieron dos noticias
TAPAR EL SOL CON UNA MANO
Con un día de diferencia, los portales de noticias publicaron dos noticias llamativas. La primera explicaba que Gates se proponía “tapar”, aunque más preciso sería decir filtrar, los rayos del sol para minimizar sus efectos en la atmósfera. El fundador de Microsoft financia un proyecto de la Universidad de Harvard llamado el Experimento de Perturbación Controlada Estratosférica (SCoPEx), en el que se estudia la posibilidad de vaciar en la atmósfera toneladas de polvo de carbonato de calcio no tóxico para atenuar la luz solar y así enfriar el planeta. Para ello, se va a realizar un vuelo de prueba con un globo aerostático, a 20 km de altura, que deje caer pequeñas cantidades de polvo calcáreo.
La segunda noticia es más alarmante: Bill Gates es el mayor propietario de tierras cultivables de Estados Unidos. La cuarta persona más rica del mundo tiene tierras en 19 estados. Las de mayor extensión están en Luisiana, con 27.952 hectáreas; Arkansas, con 19.395; Arizona, con 10.420, y Nebraska, con 8331. Por supuesto, no hay que desconfiar: no se trata de un monopolio frente al cual los pequeños y medianos productores no pueden hacer más que quedarse de brazos cruzados, sino una iniciativa a gran escala para promover la agricultura sustentable. La fundación Bill y Melinda Gates tiene una entidad llamada Gates Ag One, cuyo objetivo es, según el sitio web oficial de la fundación, “acelerar los esfuerzos para proporcionar a los pequeños agricultores de los países en desarrollo, muchos de los cuales son mujeres, acceso a las herramientas y las innovaciones asequibles que necesitan para mejorar de manera sostenible la productividad de los cultivos y adaptarse a los efectos del cambio climático”.
Si una buena impresión causa el documental de Netflix, se trata del nivel de compenetración del que es capaz Gates con las causas en las que interviene. Lee toda la bibliografía disponible, conversa con científicos de organizaciones internacionales y universidades de todo el mundo. Es verdad que mejor es destinar recursos a diseñar un inodoro sustentable, económico y eficiente para que los niños de África no mueran por infecciones asociadas a la diarrea, antes que a la carrera espacial que se disputan Elon Musk o Jeff Bezos. Pero en esa diferencia sobre qué hacen los millonarios con sus fondos se cifra el quid de la cuestión: ¿el futuro de la humanidad depende de qué hacen los multimillonarios con el dinero en su tiempo libre?
UNA CARTA
La semana pasada, la fundación Bill y Melinda Gates publicó una carta en su sitio web. Allí el empresario apuntó directamente a la próxima pandemia. Exhortó a los países más ricos a invertir más en la prevención de una próxima enfermedad, en un gesto que revela no solo preocupación sino también consciencia de la necesidad de que las soluciones se piensen en conjunto.
“Desde el comienzo de la pandemia, hemos instado a las naciones ricas a recordar que el COVID-19 es una amenaza en todas partes”, reza el texto, y agrega “Todo depende de que el mundo se una para garantizar que los logros científicos de 2020 salven tantas vidas como sea posible en 2021”. La carta también pide la creación de un “sistema de alerta global” para detectar los brotes de enfermedades en sus primeros momentos de aparición.
* Esta nota fue producida y escrita por un miembro del equipo de redacción de DEF.
LEA MÁS