Una noche cálida y húmeda de Buenos Aires en pleno verano puede ofrecer el pequeño privilegio de ver a Patti Smith en un teatro de la calle Corrientes, al frente de un espectáculo multimedia que, en verdad, tuvo mucho de recital de poesía. Liso y llano. Sostenida en una base sonora mayormente ambiental -provista por el colectivo Soundwalk Collective-, la mujer que tiñó la revolución punk con su ADN beatnik sostuvo con sus palabras la intensidad frente a un auditorio sumido en un respetuoso y embelesado silencio. Esa voz. Gastada por la vida, embellecida por los años.
Compositora, cantante, poeta y espíritu libre cuya producción artística ha cruzado al rock con la literatura en un virtuoso devenir de medio siglo, Patti Smith presentó en el Teatro Ópera el show Correspondences, acompañada por los paisajes sonoros generados por los artistas y productores Stephan Crasneanscki y Simone Merli junto a la cellista Lucy Railton y el percusionista Diego Espinosa Cruz González.
Correspondences atraviesa geografías y entornos naturales reflejados en las imágenes de la pantalla y a través de los poemas de Patti Smith que hablan de los niños de Chernobyl, el impacto en los océanos de las plataformas petroleras offshore, las obras de Pier Paolo Pasolini y Andréi Tarkovski, el rostro de María Callas.
Patti Smith recitó sus poemas con la intensidad propia de su existencia artística, tiró cada hoja leída con un casual gesto teatral, cerró los ojos y elevó sus brazos en busca de la trascendencia de las palabras. Entre versos y más de una vez -consecuencia del aire acondicionado en pleno verano porteño, cabe razonar- tosió reiteradamente. Se disculpó respetuosamente, en inglés y español. El público asistió embelesado a su presencia.
Esa es la clave de este tipo de espectáculo. Cuando alguien relevante en la historia de la cultura occidental del último medio siglo -ella no es solo alguien a quien llamar “leyenda del rock”- se presenta en escena, se corporiza, la significación del momento es intrínseca. La leyenda, piel y huesos, está ahí. El poster cobra vida. Algo de todo eso flotó en la noche del lunes en el Teatro Ópera. Una mujer con la vida vivida y con una sólida obra de canciones y poemas que cambiaron la vida de millones de personas alrededor del mundo, cobró forma humana por espacio de una hora y media. Largos planos secuencia de versos e imágenes que conformaron una posible película sobre la vida y la naturaleza, fueron su vehículo de comunicación.
En el cierre, Patti Smith ofreció una última ofrenda, deslizándose del recitado al canto. Sola en el escenario, invitó al público a acompañarla en un momento íntimo y conmovedor, donde su voz profunda, moldeada por los años, se convirtió en el eje central de su despedida. Sin más acompañamiento que el eco del auditorio, interpretó versiones a capela de “Wing” y “Because the Night” (la canción que ella escribió en 1978 y que Bruce Springsteen convirtió en himno de estadios) dándole un brillo especial a cada palabra. No podía haber un cierre mejor.
[Fotos: Pablo Astudillo]