“Para mí, el horror está más cerca de los descensos a la locura y a lo fantástico, de los bordes de lo real”, dice Guillermo Martínez. Habla sobre la tensión que se palpa al leer su nuevo libro, Un gato muerto, el cuento que inaugura la colección ilustrada del sello Minotauro. ¿Qué sucede al leerlo? Que lo cotidiano está muy cerca de lo siniestro, lo que crea una atmósfera de misterio y tensión psicológica. Y las ilustraciones hacen lo propio.
Santiago Caruso, el ilustrador, aporta imágenes cargadas de dramatismo, con una estética oscura, con un contraste de luces y sombras que favorecen a la tensión que crece, como una bola de nieve que se va haciendo más grande. Un gato muerto comienza con un hombre que se muda a un departamento en una vieja casona, atraído por un aljibe que le recuerda su infancia. Este nuevo comienzo pronto se tiñe de inquietud cuando un gato recién nacido, con un maullido constante e incesante, convierte sus noches en un infierno.
¿Y entonces? El gato de la anciana vecina desaparece sin explicación, y con él se desata un torbellino de sospechas que fractura la calma del edificio. Y una maldición irrumpe. ¿Habrá sido él tras una pelea feroz con la anciana? ¿Qué sucede cuando alguien se hace cargo de un crimen menor que no cometió? En medio del caos, el protagonista se acerca a una vecina joven y enigmática, cuya conexión con el misterio parece tan intrigante como peligrosa. “Mi referencia para el horror está más cerca de Patricia Highsmith. Ella maneja esa perturbación sutil que también me interesa”, señala Martínez en diálogo con Infobae Cultura.
“En este género, la ficción necesita escalar de formas que uno no imaginaría al principio”, sostiene Martínez, aludiendo a la inminencia que impregna su relato. Lo que comienza con un escenario cotidiano —un departamento, un vecino, un animal que desaparece— pronto se convierte en una espiral de sospechas, culpas y un terror que el autor describe como profundamente humano. “Ese es el núcleo del horror en el cuento: la identificación entre la vieja y el gato, el modo en que los personajes se entregan a una maldición que los trastorna por completo”, agrega.
Además de su edición ilustrada, Un gato muerto ya tiene un pie en el cine. Los derechos fueron vendidos a los productores y del director de Cuando acecha la maldad, y el guion está terminado. Martínez no se detiene. Su próxima novela, Un crimen dialéctico, avanza hacia lo que él llama un “policial filosófico”. Inspirada en autores como Highsmith, Sartre y Gombrowicz, la obra indaga en la germinación de un asesinato como misión, los dilemas morales que esto plantea y las imposibilidades que surgen.
En Un gato muerto el verdadero escalofrío no está en los maullidos nocturnos ni en las sombras del patio, sino en la maldición que susurra al oído que la vida es larga, y el verdadero terror es vivir con las consecuencias para siempre.
El terror de lo cotidiano
― El cuento Un gato muerto se había publicado en Una felicidad repulsiva, ¿por qué se eligió este cuento por sobre otros para hacer esta edición ilustrada?
― La otra posibilidad hubiera sido Una madre protectora, que ya tiene su edición por separado. Este es mi otro cuento largo y existe la posibilidad de que haya una película para este cuento. Entonces yo quería tener una edición por separado para cuando salga la película. Están vendidos los derechos, y los productores son los mismos que hicieron la película Cuando acecha la maldad, Jorge Carmona ya escribió el guion. Hay todo un proyecto que, si logran reunir el dinero, podría haber una película.
― Este título inaugura la colección de Minotauro ilustrado. El libro ilustrado para adultos es interesante
― A mí me gustaba, sobre todo, la idea de que fuera un libro ilustrado porque me parece que, en este género del horror, se presta mucho a ese otro trabajo artístico. Me gusta la idea del libro ilustrado para adultos, algo que no se hace tanto. Vi un libro ilustrado que le hicieron a Samanta Schweblin, La respiración cavernaria. Ella me contó en su momento que le había impactado mucho leer el cuento por separado, como si fuera un libro en sí mismo, y notar cómo quedaba completo con el marco que le daban las ilustraciones. Es como si fuera otra experiencia de lectura.
―Recién mencionabas la película Cuando acecha la maldad. También hay un boom del género de terror con autores como Mariana Enríquez. ¿Por qué crees que este género tiene una explosión tan grande ahora?
―Ya desde mi primer libro de cuentos, en el año 1989, había cuentos que podrían leerse como cuentos de horror, como “Infierno grande”o “Un descenso infinito”. Son cuentos de horror, aunque nunca pensé en mis cuentos como adscriptos a géneros. Naturalmente, mis cuentos tienen derivas que van hacia la locura. Para mí, el horror está más cerca de los descensos a la locura y de lo fantástico, a los bordes de lo real. En general, mis cuentos oscilan entre una forma de racionalidad y un elemento irracional, como la superstición. En este caso, es una maldición. Todos mis cuentos están teñidos de algo de horror que tiene que ver con una línea de suspenso: parten de una situación aparentemente menor o anodina y, poco a poco, eso se va contaminando hasta crecer en intensidad, con la inminencia de que algo horrible va a suceder.
―Mencionabas a Mariana Enríquez y el horror cotidiano. Tu cuento tiene algo de eso: maullidos de un gato, cuestiones nimias que escalan. Incluso parece similar a una discusión en Argentina por la música alta, que terminó con un vecino matando a otro. ¿Lo pensaste como horror cotidiano?
―Siempre trato de que los primeros acordes de mis cuentos transcurran dentro de lo esperable en la realidad, pero la ficción tiene que escalar hacia lo inesperado, hacia lo desaforado. En todos mis cuentos, la situación inicial parece menor, pero avanza hacia un despeñadero. Eso es lo que me interesa. Para mí, eso es la magia de la ficción. La ficción tiene que escalar de una manera que uno, en principio, no imaginaría. Eso es lo que diferencia una noticia policial de un cuento. En este caso, el relato vive en la mente de los personajes, que se debaten entre una explicación racional y el poder de la maldición que los trastorna. Esa lucha interna le da al cuento su profundidad.
―¿Cómo surgió la idea de explorar la apropiación de un crimen menor como motor narrativo? ¿Qué te interesaba de esa tensión entre la mentira, la atracción y el horror que desata, y cómo dialoga con las dinámicas de poder y la percepción moral en el cuento?
―La idea inicial que a mí me interesaba era: ¿qué pasa si uno se apropia de un crimen menor que no cometió, como matar un gato para levantarse a una chica? Es algo tremendo, pero él se da cuenta de que le serviría para conquistar a esta chica. Entonces, eso es lo que le da la ambigüedad, lo que lo hace avanzar con esa idea. Es decir, él no comete el crimen, pero se lo apropia. Esa es la idea que a mí me parecía original y que me interesaba, y que en el fondo desencadena todo lo demás, porque la chica cree que él es como ella. De algún modo, es como que él la habilita a ella porque ella supone que él ha hecho eso. El elemento de horror es que ella hace con la vieja lo que supone que él va a aceptar porque, de algún modo, lo “hizo” con el gato. Esa identificación entre la vieja y el gato es el núcleo del horror en el cuento.
― Hace un tiempo se decía que la distopía había dejado de ser ficción para convertirse en realidad. ¿Creés que pasa algo parecido con el terror?
― Esto tiene varias capas. En lo político, por ejemplo, vemos genocidios a cielo abierto, que remiten a un revival de los campos de exterminio nazis a la luz del día. Nadie se hace cargo. Es la banalidad del mal, como decía Hannah Arendt, pero ahora celebrada. Antes los ajustes económicos se anunciaban con gestos compungidos; ahora se celebran como récords. Eso me recuerda lo que Ernesto Sábato llamaba el mal con mayúsculas: el Mal. Yo pensaba que era una exageración, pero ahora lo veo con claridad: hay algo real en ese mal que se manifiesta, una crueldad que se abraza y se festeja.
― Antes mencionabas a la pareja como un elemento clave en el cuento. ¿Cómo dialogan la atracción sexual y los intentos del personaje por conquistar a la chica con el horror que se despliega en la trama? ¿Considerás que esta dinámica aporta una dimensión distinta al género?
― No lo pensé como un cuento de terror, entonces tampoco me preocupé por la dosificación “química”, digamos, de los ingredientes, ¿no es cierto? Para mí, era natural que, teniendo una cierta premisa, algunas cuestiones salieran al paso de forma más o menos natural. Bueno, si él siente que en esa conversación tiene una oportunidad con esa chica solo si el gato desaparece, entonces, naturalmente, cuando el gato desaparece, él puede pensar en apropiarse de esa desaparición. Eso lleva al avance de la relación y, finalmente, a que nazca el chico, que era lo que a mí me interesaba, porque esa era la parte tremenda de la maldición de la vieja. La vida es larga.
Quién es Guillermo Martínez
♦ Es doctor en Ciencias Matemáticas de la UBA y residió durante dos años en Oxford con una beca postdoctoral
♦ Es autor de los libros de cuentos Infierno grande y Una felicidad repulsiva, de las novelas Acerca de Roderer; La mujer del maestro; Crímenes imperceptibles (traducida a 35 idiomas y llevada al cine por Álex de la Iglesia como Los crímenes de Oxford); La muerte lenta de Luciana B., adaptada también para cine por Sebastián Schindel (La ira de Dios, Netflix); Yo también tuve una novia bisexual, Los crímenes de Alicia y La última vez (2022); los libros de ensayos Borges y la matemática, La fórmula de la inmortalidad, Gödel (para todos) -en colaboración con Gustavo Piñeiro- y La razón literaria.
♦ Obtuvo entre otros el premio del Fondo Nacional de las Artes, el Planeta 2003, el Konex de novela (2004-2007), el Premio Hispanoamericano de Cuento Gabriel García Márquez (Colombia), el Nadal de novela (España) y el Milovan Vidakovic (Serbia)
♦ Dictó clases de escritura creativa y conferencias de literatura en el Malba, en la Fundación TEM, en los laboratorios Filba, en la Universidad de Virginia (EEUU) y en la Maestría en Escritura Creativa de la UNTREF.