El 28 de diciembre de 2004, Susan Sontag, una de las intelectuales más influyentes del siglo XX, falleció en Nueva York a los 71 años. Leucemia mielógena aguda derivada de complicaciones de un síndrome mielodisplásico. Este diagnóstico estuvo probablemente relacionado con la radioterapia que recibió tres décadas antes para tratar un cáncer de mama avanzado. De aquel día trágico ya pasaron dos décadas, y aún así, pese al tiempo, Sontag sigue vigente: su vasta obra literaria, ensayística y artística es una referencia para el pensamiento crítico contemporáneo.
Susan Sontag, nacida como Susan Rosenblatt el 16 de enero de 1933 en Nueva York, tuvo una vida marcada por la búsqueda del conocimiento y la reflexión sobre la cultura, el arte y la sociedad. Hija de Jack Rosenblatt y Mildred Jacobsen, ambos de origen judío, perdió a su padre a los cinco años debido a la tuberculosis. Más tarde su madre contrajo matrimonio con Nathan Sontag, cuyo apellido adoptaron tanto Susan como su hermana Judith. Creció en Tucson, Arizona, y en Los Ángeles, donde se graduó de la North Hollywood High School a los 15 años.
La enfermedad y sus metáforas | El sida y sus metáforas
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Dos años después, mientras estudiaba en Chicago, se casó con Philip Rieff tras un breve noviazgo de diez días. Tuvieron un hijo, David Rieff, quien se convertiría en el editor de sus obras}. Su formación académica fue extensa y diversa, pasando por instituciones como la Universidad de California en Berkeley, la Universidad de Chicago, la Universidad de Harvard, la Universidad de Oxford y la Universidad de París. Además de ser estudiante, también ejerció como docente en varias de estas instituciones, incluyendo el City College de Nueva York y la Universidad de Columbia.
Al divorciarse de Rieff en 1958, Sontag mantuvo relaciones con figuras como Harriet Sohmers Zwerling, la dramaturga cubana María Irene Fornés, el poeta ruso Joseph Brodsky y, en sus últimos años, con la fotógrafa Annie Leibovitz. Evidentemente todos esos vínculos fueron centrales a la hora de construir una obra, siempre marcada por su capacidad para abordar temas complejos desde una perspectiva innovadora. Su libro de ensayos Contra la interpretación de 1966 es una referencia de su modo de pensar: allí explora la relación entre la realidad cultural y su interpretación.
Otro gran libro de ensayos es Estilos radicales, publicado en 1969, donde amplía el análisis del libro anterior enfocándose en fenómenos de la cultura de masas, incluyendo temas como las drogas y la pornografía. Pero también escribió ficción, incursionó en el cine y el teatro y dirigió películas como Duelo de caníbales (1969) y Hermano Carl (1971), y en los años 90, durante el asedio de Sarajevo, dirigió una representación de Esperando a Godot en un teatro local. Este acto simbólico le valió ser nombrada Ciudadana Honoraria de Sarajevo.
En el ámbito literario, Sontag también destacó como novelista. Entre sus obras narrativas se encuentran títulos como El benefactor (1963), El amante del volcán (1995) y En América (2000), esta última galardonada con el Premio Nacional del Libro en Estados Unidos. Otra gran zona de exploración fue ella misma. En los años 70, tras ser diagnosticada con cáncer, escribió La enfermedad y sus metáforas, un ensayo que analiza cómo ciertas enfermedades generan actitudes sociales que pueden ser más perjudiciales que la propia dolencia. Una década después escribió El sida y sus metáforas.
Escribió Patricia Kolesnicov sobre Sontag: “Una delgada línea, un pelito, separa la idea de que hay algo en nosotros que nos enferma, de otra más peligrosa: que somos culpables de habernos enfermado. Que teníamos algo reprimido y estalló, en ese enloquecimiento celular que es un cáncer, por ejemplo. Una línea -’Te morís por reprimido’- que se cruza con mucha facilidad. De eso nos salvó la ensayista estadounidense Susan Sontag con un texto breve y brillante cuya vigencia no pasará fácilmente: La enfermedad y sus metáforas”.
Así como escribía, también hablaba, debatía, polemizaba. Criticó abiertamente las políticas exteriores de Estados Unidos, cuestionando incluso las posibles causas del atentado del 11 de septiembre de 2001. Muchas de esas declaraciones generaron campañas en su contra, incluyendo llamados a boicotear los medios que publicaban sus artículos. Pero primaron los reconocimientos, como el Premio Nacional del Libro, el Jerusalén de Literatura o el Príncipe de Asturias o su nombramiento en la Academia Estadounidense de las Letras y su presidencia del Pen American Center.
“Fue una personalidad proveniente del mundo de la cultura que intervenía en cuestiones políticas y de política internacional”, dijo Verónica Abdala, autora de Susan Sontag y el oficio de pensar. “Cuando ella se pronunciaba sobre la Guerra de Vietnam o sobre cualquier otra temática de índole política movía la aguja de los gobiernos. En ese sentido nos invita a los periodistas, a los artistas, a los escritores, a los pintores o a los intelectuales a considerar que la cultura no está disociada de la política, que todo lo que producimos y fomentamos es política”.
Susan Sontag y el oficio de pensar. Una introducción a su vida y a su obra
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En sus últimos años, sus diarios personales, editados por su hijo David Rieff, ofrecieron una visión íntima de su pensamiento. En una entrada de 1947, Sontag reflexionaba sobre temas como la libertad, la inteligencia y la justicia social, y dice “cue no hay un dios personal o vida después de la muerte”, “que lo más deseable en el mundo es la libertad de ser fiel a uno mismo, es decir, la honradez”, “que la única diferencia entre los seres humanos es la inteligencia” y “que el único criterio de una acción es su efecto último en la felicidad o infelicidad de una persona”.