Cuando una voz amable pero firme se meta en la conversación y avise que la entrevista ya tiene que terminar, del otro lado del teléfono Francis Ford Coppola va a cantar un poquito del tango Adiós muchachos. Un poco se va a reír mientras canta y va a decir, en castellano, “¡Feliz Navidad!”, se adivina el gesto divertido, y mejor así. Porque con Megalópolis, la película que se estrena el 2 de enero en la Argentina -pero que ya se vio en parte del mundo- no la está pasando tan bien.
En resumen, Megalópolis traza un paralelo limpiamente explícito entre el Imperio Romano y los Estados Unidos, el país de Coppola. El director -que es autor de esas catedrales del cine como Apocalypsis now y El padrino- deja ver que habla de la decadencia de un imperio, y por eso la película empieza con una imagen de edificio Empire State -”Imperio”, ¿se entendió?- y una fiesta que tiene connotaciones de orgía romana, donde dos mujeres se besan así, mostrando las lenguas, y se frotan contra caballos. Pero no es Roma, es Nueva York, que en la película se llama Nueva Roma.
Así que empezamos con la decadencia -con esa metáfora convencional de la fiesta desbordada, que prácticamente parece bíblica- pero seguiremos con un personaje, César Catilina (Adam Driver), que es un genio que ha logrado detener el tiempo cuando quiere y ha creado un material prácticamente mágico, el megalón, con el que hará una nueva Nueva Roma. En ese proyecto, cada uno tiene un jardín, hay caminos flotantes, flores, escuelas. Un futuro mejor, no lo puede decir más claro.
“He tenido una vida maravillosa”, dirá Coppola en un rato, cuando hablemos de utopías. “Y ahora quiero que los niños tengan una vida hermosa, pero no veo un buen mundo. “Hice Megalópolis para decir que necesitamos un gran debate sobre el futuro.”
César tiene un oponente, el alcalde de la ciudad, Franklyn Cicero (interpretado por Giancarlo Esposito), que representa el poder de “las-cosas-como-son” y que es padre de una de las chicas que se besaban. Claro que la hija rebelde (actuada por Nathalie Emmanuel) va a terminar enamorada de ya se imaginan quién. Y eso, ojo, no va a ser tan malo después de todo. Catilina es el enemigo de Cicero pero van a pasar cosas.
Pero hay otro personaje que viene de atrás y va a terminar dando miedo. Les va a sonar: se llama Clodio Pulcher, es primo de Catilina pero le tiene una envidia que le come la cara, va a armar mitines gritando que el poder es para el pueblo y se va a convertir en líder de un pueblo enojado y listo para la violencia. Hay que decir que, desde el poder, tanto Catilina como Cicero le darán al pueblo buenos motivos para ese enojo. Clodio, como Catilina y Cicero, refiere a personajes de la historia romana.
Así que de eso hablamos ahora. Sin vernos: aunque el enlace es por zoom a Coppola se lo escucha con alguna fritura, como si estuviera en un teléfono. Amable, empieza preguntando dónde está su interlocutora y le gusta saber que está en Buenos Aires: él tiene un hotel en esta ciudad, donde fue su casa en 2008, cuando filmaba Tetro (pasar una noche allí cuesta unos 370 dólares). Conoce la ciudad, vino varias veces, me habla de eso: empezamos bien. “Me da gusto hablar con alguien de Argentina, tengo afecto por ese país, porque la pasan bien y porque siempre llevan a sus chicos a todas partes”, dice. “Necesitamos tener un poco de ese espíritu de amor por los chicos que tienen los argentinos, y no aceptar las cosas terribles que pasan en el mundo, porque no son necesarias”.
-Pero no estamos acá para hablar de Argentina sino de Megalópolis. Que parece una mirada llena de terror sobre el presente pero con una posición casi ingenua hacia el futuro.
-Creo que baso mi película en dos o tres hechos innegables. Uno es que los humanos somos de la especie homo sapiens y sólo hemos existido desde hace unos trescientos mil años en la Tierra. Entonces somos todos parte de una familia, somos primos, vos sos mi prima, Patricia. Pero en Sudán, en Palestina, la gente se está asesinando una con otra. Otro hecho es que somos una especie genial. No hay otra criatura en la Tierra, aparte del ser humano, que tenga el talento y la capacidad creativa para enviar naves espaciales a través del universo, para tomar fotos de las lunas de Plutón o para diseccionar y comprender el ADN humano y el genoma humano. El elefante, el cerdo, el pulpo, el cuervo, el delfín son criaturas con inteligencia, pero nada cerca del ser humano así que sí. Pero nadie va a venir a decir que los seres humanos somos genios. Y me pregunté por qué. Es que si somos genios, si nos damos cuenta de eso que es claramente la verdad, entonces no nos pueden alinear como ovejas paa que contribuyamos a la riqueza de alguien.
-¿Un ejemplo?
-Usted sabe que en nuestro mundo de hoy se gastan en publicidad unos ocho mil millones de dólares. Ahora: la publicidad es vender un poco de felicidad a la gente. Es decir que deben ser infelices, porque no se puede vender felicidad a gente feliz. Entonces, ¿quién los hace infelices?
-Usted dígame.
-Creo que empezó hace unos diez mil años, cuando empezamos a tener un patriarcado. En las estepas de Asia, hordas masculinas lograron montar a caballo y así anduvieron por extensiones gigantes. Y tomaron los instrumentos de labranza que probablemente fueron inventados por las mujeres, bajaron de los caballos y dijeron: “Yo soy el rey”, y esclavizaron a todas las mujeres y cortaron cabezas y nos trajeron hasta aquí. Son diez mil años de dominación masculina, de patriarcado. Antes mucho no sabemos pero hay pruebas de que vivíamos en sociedades en que hombres y mujeres trabajaban codo con codo. Donde las mujeres, como dadoras de vida, eran respetadas y había mujeres sabias. Porque, ¿quién sabe más sobre cómo tener una comunidad?
-Pero en su película el genio que va a salvar el mundo es un varón.
-Porque todo en la película está basado en la realidad, ya sea algo que pasó en la Antigua Roma o en la moderna Nueva York. Y todo ocurre dentro de estos diez mil años, no antes. Usted pregunta quién hizo esto, este mundo tan afligido por las guerras y las matanzas de niños... son nuestros niños, no personalmente pero todos los niños humanos tienen que ser protegidos y educados porque serán los genios del futuro, los Arquímedes, los Beethoven, los Einstein.
Es entonces cuando Coppola lo dice: “He tenido una vida maravillosa. Y ahora quiero que los niños tengan una vida hermosa, pero no veo un buen mundo. Hice Megalópolis para decir que necesitamos un gran debate sobre el futuro”. Y dice más: “Tenemos que hablar, todos, en el mundo. Tenemos que poder hacer todas las preguntas. Me gustaría que esta película se pasara en Año Nuevo y que la gente en vez de decir “Voy a ser un mejor marido”, “Voy a dejar de fumar”, se diga “Esta es la sociedad en que vivimos, ¿qué ideas podemos tener para hacerla mejor?” ¡Eso es una utopía! Que podamos hablar así con los otros, con los amigos, con la familia. Porque sé que sí podemos hacer un mundo mejor para la nueva generación. Tenemos ese talento. Quiero que mis nietos vivan en el paraíso, no en este infierno”.
Francis Ford Coppola se entusiasma. Es esto lo que quiere decir y lo dice con fuerza, hablando rápido, con el corazón en el micrófono. Es que hay momentos en la vida en que uno tiene que decir lo que tiene que decir. Para Coppola parece haber llegado el momento: financió él mismo los 120 millones de dólares que costó la película y para eso hipotecó su negocio vitivinícola.
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-¿Estados Unidos está en decadencia? Eso parece sugerir la película.
-Todos los imperios se caen cuando la gente se da cuenta de que no tienen sentido. El imperio americano debería desaparecer, los países deberían desaparecer y debería haber un solo mundo. Lo que queremos de los lugares es la cultura. Rusia, China, Argentina... no queremos los países, queremos la cultura. La música rusa, la ciencia rusa, la literatura rusa. La música argentina, el teatro argentino. No necesitamos las naciones. ¿Sabe usted que antes de la Primera Guerra Mundial podía ir a cualquier parte del mundo sin pasaporte? ¡No necesitás un pasaporte para andar por la Tierra, la Tierra nos pertenece a todos! El mismo absurdo que el de los aviones... toda esa cuestión de la seguridad... Si la sacaran habría el mismo número de bombas... y no tendría por qué haber bombas... toda la gente que está sobre la Tierra es nuestra familia. Esa es mi esperanza.
-¿Por eso hizo esta película?
-¡Claro! Y me dicen que voy a perder plata. ¡No me importa si pierdo plata! Y no es que tenga tanta: si pierdo lo que puse para hacer la película ya está, no hay más, tendré que hacer alguna película barata y rogar a alguien que me deje hacerla. No soy uno de esos billonarios que ponen 100 millones de dólares y ni se enteran... yo me entero.
-¿Megalópolis le dio felicidad? ¿Está contento con ella?
-¡La amo! Porque es algo que nunca había visto antes, tiene sus propias reglas. Y no creo que sea aburrida. Quiero decir, yo quería que la gente la viera más de una vez.
-La estuvo planeando durante años. ¿Tuvo que hacer cambios?
-Oh, dije que éramos todos genios, pero no siempre recibimos el don que queríamos, a veces tenemos otro. Mi don es una buena imaginación. Tengo una buena imaginación. Tengo buena memoria. No soy muy inteligente, sólo recuerdo cosas que leo. Mi trabajo es una especie de mirada al futuro. Hice La conversación (NdeR: sobre el avance de la tecnología de vigilancia) diez años antes del escándalo de Watergate. The rain people se trataba sobre la liberación de la mujer, que una mujer podía amar a un hombre pero no quería ser una esposa, y lo hice mucho antes de lo que vino. Y quería hablar de que se podía establecer un Imperio Romano en América y eso se convirtió en algo muy relevante. Porque acabamos de tener una elección en Estados Unidos que podría ser nuestra última elección.
-¿En Estados Unidos Clodio, un populista, ganó?
-Ganó. Y ahora lo único bueno es que la gente verá cómo es. Pidieron retirar la vacuna contra la polio... Yo soy un chico de la polio, sé cómo se fue, me acuerdo cuando era chico y había tantos otros chicos con polio. Que no alcanzaba el lugar en los hospitales para los chicos que llegaban. Van a cometer errores, van a querer perforar más el suelo para tener más petróleo, pero van a producir grandes catástrofes climáticas. Van a provocar tragedias y van a tener que pagar por eso. Me preocupan mis hijos, mis nietos.
-En Megalópolis hay imágenes muy bellas, algunas parecen hechas con inteligencia artificial...
-No, no. Las hice de la misma manera que hice Drácula (en 1992). Hay una escena en que una chica tiene un vestido transparente... la hice con espejos. Con efectos como los de Drácula porque quería que Megalópolis pareciera artesanal.
-Ah, y yo le digo lo contrario...
-No sabía nada de la gran apuesta por la Inteligencia Artificial cuando estaba haciendo la película y es algo que no se convirtió en noticia hasta hace unos seis meses. No es una película de superhéroes con efectos perfectos, es una obra de arte. Sólo pido que el público se dé cuenta de que hoy en día las películas están hechas para ser como la Coca Cola. Es decir, sin riesgo porque las compañías de cine te han hecho adicto a una cierta fórmula de la misma manera que te tienen adicto a la comida rápida.
-¿El cine se parece a la comida?
-Usted puede detectar películas construidas para hacerte adicto. Por eso un montón de críticos odiaron Megalópolis de la misma manera que odiaban Apocalypsis now. Hay críticos que dicen que es la peor película jamás hecha, la segunda película jamás hecha, la tercera..
-¿Y es su peor película?
-Es la peor película de la Historia y la más gradiosa película de la Historia. Pero ¿sabe qué? Todavía están viendo mis películas, cincuenta años después. Yo creo que mirarán esta película años y años a partir de ahora. Hay películas que se consumen de inmediato y se olvidan y otras películas que se miran una y otra y otra vez. Miramos las películas de Stanley Kubrick una y otra vez. Las de David Lynch. ¿Quién sabe? El cine puede vivir mucho tiempo si tiene algo iluminado.
-Hay mucha literatura en Megalópolis. Catulo, Shakespeare..
-¿Qué hice con Shakespeare? Tomé su frase más famosa, que es, por supuesto “Ser o no ser...” Le cambié el contexto. Como si dijéramos, “compatriotas romanos, ser o no ser”. Le di un significado diferente. Shakespeare, con un significado diferente. Eso era algo riesgoso: parte del público de hoy es como un robot. Si no ven un accidente de autos en los primeros diez minutos... Si no ven lo que puede hacer el superhéroe y lo que puede hacer el antihéroe, dicen “esto es terrible”. Incluso los críticos son así.
-¿Está decepcionado por la recepción de la película?
-No, no. El público responde muy bien. Creo que a algunos de los mejores directores del mundo les encanta la película. He recibido cartas... Y a mí me encanta la película. No me importa si hace dinero o no. Jacques Tati, el director francés, tomó todo su dinero e hizo una película, Play time, que fue un gran fracaso. Y murió en la pobreza. Pero la película quedó. Es hermosa.
-¿Lo preocupa esa crítica?
-Grandes obras de arte fueron abucheadas. No puedes hacer algo nuevo y esperar que le guste a todo el mundo. Sólo importa la prueba del tiempo.
-Gracias.
-¿Quiere que cante? Le cantaré mi saludo de Navidad.
Y entonces, por teléfono, con fritura, desde lejos, Francis Ford Coppola, el director que tiene un protagónico en la historia del cine, el hombre que acaba de apostar fuerte por una visión, por una convicción, por un deseo, canta. “Adiós muchachos, compañeros de mi vida”, canta. “Adiós muchachos, adiós, adiós”.