Viajes, aprender a tocar y una experiencia que lo cambió para siempre: cómo hizo Timothée Chalamet para transformarse en Bob Dylan

¿Cuántos caminos debe recorrer un hombre para interpretar a Bob Dylan?

Bastantes, al menos, si eres Timothée Chalamet. De vez en cuando, durante unos seis años, Chalamet ha estado trabajando obsesivamente para su actuación en A Complete Unknown. Ha visitado la casa de la infancia de Dylan, ha aprendido a tocar la guitarra (y la armónica) y se ha sumergido en el Nueva York de principios de los 60 del que surgió Dylan, incluso si gran parte de él ya se ha desvanecido con la historia.

“Cafe Wha? Fue divertido porque tienen a Jimi Hendrix y Bob Dylan pintados a lo largo de la escalera y todo, pero ahora son solo covers de Aerosmith”, dice Chalamet, riéndose. “Pensé: no creo que esto sea lo que era cuando Bob estaba aquí”.

Chalamet ha estado construyendo su Bob Dylan durante tanto tiempo que se lo ha visto tocando canciones de Dylan disfrazado de Willy Wonka y en el set de Dune. Su coprotagonista de Dune, Oscar Isaac (que interpretó a un músico folk ficticio cercano a Dylan en Inside Llewyn Davis), dijo: “Mi primer pensamiento fue que sonaba como una muy mala idea”.

Isaac ciertamente no fue el único en dudar de si Chalamet, o alguien, podría abordar a alguien tan icónico y enigmático como Dylan. Pero la actuación de Chalamet, completa con canto y guitarra, en la película dirigida por James Mangold, que se estrena en los cines el 25 de diciembre, ha recibido elogios casi universales. Chalamet ha sido nominado a un Globo de Oro. Si fuera nominado y ganara en los Premios de la Academia, este actor de 28 años sería el ganador más joven del premio al mejor actor de la historia.

Incluso Dylan, quien le dio a Mangold notas sobre la película, dijo: “Timmy es un actor brillante, así que estoy seguro de que será completamente creíble como yo. O como un yo más joven. O como otro yo”.

El Dylan en cuestión en A Complete Unknown, basado libremente en el libro de Elijah Wald de 2015, Dylan Goes Electric! Newport, Seeger, Dylan, and the Night That Split the Sixties, es un Dylan joven que recién comienza. Al final de la película, que culmina en el Festival Folklórico de Newport de 1965, ha pasado de ser un mesías del folk a Judas. Chalamet contó cómo afrontó el mayor desafío actoral de su carrera.

—Puede que no haya una tarea más abrumadora para un actor que interpretar a Dylan. ¿Cómo decidiste que querías hacerlo?

—Me gusta cómo planteaste la pregunta inicialmente, que es una tarea. Bob Dylan no es solo alguien cuya presencia como figura cultural sea icónica, sino, más importante aún, como pensador, como artista, como moldeador de la cultura estadounidense durante los últimos 60, 70 años... es El Tipo en muchos sentidos. Obviamente sentí que no puedes acercarte a eso si no estás listo para hacerlo. Igualmente, tuve cinco años para trabajar en esto, o seis, así que no hubo un proceso truncado en ningún momento. Si interpretas a cualquier figura de la vida real, es una especie de regalo. Está la realidad de cómo sucedió. Pero con un músico, tu educación se duplica, o se multiplica por diez, porque no solo está el registro de lo que pasó en su trabajo, sino la sensación que puede darte como persona, que para mí, con la música de Bob, fue exponencial. Fue indescriptible, como para muchas personas, tal vez para ti mismo. Y ni siquiera intentaría describirlo porque él no lo haría.

—¿Por dónde empezaste?

—Curiosamente, fueron las conferencias de prensa. Esto me llegó en un correo electrónico en 2018. Bob Dylan, para mí, se limitaba al buen amigo de mi padre en Nueva York, cuando era niño, que tenía un llamativo retrato en blanco y negro de Dylan en la pared de su apartamento. No conocía mucho su música. Ya sabes, canciones como “Blowing in the Wind” o “Time’s They Are a-Changin'” están tan arraigadas en la cultura estadounidense que, por supuesto, las conocía. Entré en YouTube y, antes de que aparecieran las canciones, apareció la conferencia de prensa de San Francisco en 1965. Me fascinó ver a un artista que fue una figura definitiva de los años 60, pero que claramente era tanto un pensador como un artista vanguardista. Es muy, muy raro encontrar personas que sean pensadores profundos, letristas y artistas que sean artistas vanguardistas. Así que cuando aparecen estos artistas, como Bob Dylan o, creo que en la cultura actual, Frank Ocean, todos tenemos la responsabilidad de defenderlos. Por lo general, la naturaleza sensible o como quieras llamarla, animaría a alguien con un cerebro tan profundo a no exponerse de esa manera; esa es mi teoría.

—¿Te resultó útil alguno de los documentales?

—Fue realmente Don’t Look Back de D.A. Pennebaker. Para mí fue como una Biblia. Me encanta, me encanta, me encanta esa película. Me encantan los documentales musicales. Hay un documental de Lil’ Wayne llamado The Carter que trata de todos esos momentos. Es tan especial poder poner tu cámara sobre estos artistas musicales cuando están en un momento como el de Bob en Don’t Look Back. Lil’ Wayne en The Carter es lo mismo, cuando están aprendiendo a dar la espalda de alguna manera, pero todavía no lo han hecho.

—¿Qué te dejó Don’t Look Back?

—Lo bueno de Don’t Look Back es que es realmente crudo. No hay cabezas parlantes. Eso es lo bueno del libro de Suze Rotolo. Es realmente crudo. Es más crudo que muchos otros libros sobre Bob Dylan. Es muy clara la relación que tenía con Bob cuando era joven. Con un artista tan venerado, es importante que un actor no se limite a venerarlo. Entonces harás justicia a la gente que ya lo venera, pero a todos los demás en la sala, no lo entenderán.

—¿Cuándo cogiste por primera vez una guitarra?

—Tomé una guitarra en “Call Me By Your Name” porque toco los acordes de una canción en esa película. Así que tuve una experiencia muy rudimentaria con eso. Creo que en algún momento de 2018 tuve mi primera lección con este gran profesor de guitarra llamado Larry Saltzman, que en algún momento dejó de ser un profesor y se convirtió en un artista de la co-sanidad a través de COVID. Creo que nos mantuvimos cuerdos el uno al otro. Hacíamos videollamadas por Zoom tres o cuatro veces por semana y hacíamos canciones que nunca llegaron a aparecer en la película.

—¿Qué canciones te atrajeron?

—Todas. Me gustaron mucho todas. Me gustan las canciones más íntimas como “Girl From the North Country” o “Boots of Spanish Leather” o “One Too Many Mornings” o “Tomorrow Is a Long Time”. Pero también me gustaron “North Country Blues” y “Rocks and Gravel” o “Ballad of Hollis Brown” —cosas en las que se escucha el mineral de hierro en la voz de Bob, el North Country de Minnesota, el Hibbing. El Hibbing que cuando visité realmente te hizo sentir como si estuvieras en el borde de Estados Unidos, como en el borde del mundo. Esas fábricas cubiertas de nieve y las carreteras heladas. Esas cosas, como neoyorquina, me empezaron a encantar.

—Gran parte de la película trata sobre el comienzo de la fama de Dylan y su rechazo a las expectativas que otros tienen sobre él. ¿Pudiste conectarte con esa experiencia?

—Sí, absolutamente, de maneras que son más tácitas de las que podría decir con certeza. Simplemente lo hago. No sé cómo usar más palabras que esas. Y fue muy motivador interpretar a alguien que realmente se quitó de encima toda presión.

—Te he oído mencionar su infame discurso de 1963 al aceptar el premio Tom Paine, donde dijo “no es un mundo de ancianos”.

—Es un joven que dice: ¿Por qué las personas mayores en esta sala son los significantes y los que determinan quiénes son los jóvenes que van a brillar? Tal vez la forma en que lo dijo, hablando de la pérdida de cabello en las personas mayores como un signo de su vejez (risas), no fue la forma más agradable de expresarlo. Pero lo que estaba diciendo tiene un elemento de verdad. Y en una época en la que los medios estaban más centralizados o algo así, creo que su actitud hacia ello fue... no sé, no quiero hablar por él.

—No has conocido a Dylan, pero ¿has pensado en lo que le preguntarías si lo conocieras?

—Creo que solo diría gracias, en realidad. No gracias por la oportunidad de conocerlo, o gracias por la oportunidad de interpretar el papel. Gracias por su música, su arte y su obra.

—Viajaste por parte del Medio Oeste para seguir sus pasos. ¿Cómo te ayudó eso?

—Pasé tiempo en Duluth y Hibbing y Wisconsin y Chicago. Traté de seguir esos pasos que me llevaron a Nueva York, a donde llegó a principios de los años 60. No fue un proceso académico. No se trataba de excavar la huella exacta y ver si quedaba algo de ADN y qué significaba eso sobre dónde estaba psicológicamente en ese momento. Se trataba simplemente de estar en la energía de estos lugares y calmar cierta inseguridad que tenía sobre crecer en el centro de Manhattan en la década de 2000 y cómo eso sería diferente de crecer en la región del mineral de hierro en los años 50 y 60.

De acuerdo, ese es un lugar diferente al de hace 60 o 70 años, lo que también me conmovió, honestamente. La metáfora tácita que estaba sintiendo era: El mundo continúa. Los tiempos están cambiando y las cosas han cambiado. Ser un poeta o artista brillante como Bob no es la solución para todos.

También tengo una afinidad personal con estos artistas que vienen del Medio Oeste de los Estados Unidos. Kid Cudi es obviamente un artista de hip-hop al que admiro enormemente y que vino de Cleveland. Es algo que no puedo entender. Porque ya me costó mucho poner en marcha mi carrera siendo de Nueva York. Cuando llegué a Hibbing, pensé en el viaje de héroe de este joven.

—Parece que esta experiencia te ha cambiado. ¿Cambió de alguna manera tu ADN como actor?

—Me siento cambiado por la experiencia. No puedo hablar de la película en sí. El proceso, el esfuerzo de años que me llevó, la dignidad de interpretar algo que realmente sucedió. Esas fueron facetas nuevas de mi experiencia como artista. Más allá de eso, la gente hará lo que quiera con ella, lo cual es totalmente justo. Creo que esa es también una gran visión del mundo de Bob. Haz con ella lo que quieras.