Su amiga le pidió que cuidara a una cotorra; se encontró con las huellas de una masacre: lo nuevo de Han Kang

“Imposible decir adiós”, de la Premio Nobel 2024, cuenta la historia de un vínculo pero apunta a cómo los traumas históricos afectan la vida de cada uno

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Han Kang y su novela "Imposible decir adiós".
Han Kang y su novela "Imposible decir adiós".

En una noche sofocante de verano, la narradora de Imposible decir adiós, la novela de la surcoreana Han Kang -Premio Nobel de Literatura 2024- se encontraba tumbada en el suelo de su apartamento, rodeada de botellas de agua vacías y sumida en el insomnio. Había pasado los últimos meses luchando contra migrañas constantes y espasmos estomacales. Esa noche, mientras trataba de conciliar el sueño, un paisaje onírico irrumpió en su mente: una llanura cubierta de nieve donde troncos negros se erguían como hombres cabizbajos. “Fue como si una invisible y enorme espada pendiera en el aire ante mis ojos”, relata la narradora.

Imposible decir adiós toma como punto de partida los hechos que se conocen como la “Insurrección de Jeju” o “Masacre de Jeju”, ocurrida tras la rebelión que se inició en la isla de Jeju, Corea del Sur, en 1948. La historia se centra en Gyeongha, una escritora marcada profundamente por las secuelas emocionales que le ha dejado la creación de otro libro acerca de otra masacre, la de Gwangju, un trágico evento ocurrido en mayo de 1980.

Este libro, que acaba de ser traducido al español, aborda el duelo y la memoria colectiva desde la perspectiva de una voz profundamente personal. La narrativa se entrelaza con referencias a hechos históricos traumáticos. En ese contexto, Imposible decir adiós -publicada en coreano en 2021- se convierte en una exploración del impacto que las heridas colectivas tienen en el individuo.

“La primera vez que tuve ese sueño fue en el verano de 2014, un par de meses después de que se publicara mi libro sobre la masacre de Gwangju”, escribe la narradora. “Durante los cuatro años siguientes, nunca dudé sobre su significado. Sin embargo, el verano pasado se me ocurrió por primera vez que quizá no se refiriera únicamente a esa ciudad. Que tal vez me había equivocado o que había hecho una interpretación demasiado simplista al concluir de manera apresurada e intuitiva que el sueño se debía solo a Gwangju”.

Han Kang recibe el Premio Nobel de manos del rey Gustavo de Suecia. (Henrik Montgomery/TT News Agency)
Han Kang recibe el Premio Nobel de manos del rey Gustavo de Suecia. (Henrik Montgomery/TT News Agency)

Gyeongha ha enfrentado una profunda crisis personal que la llevó incluso a redactar su testamento. Pero un día recibe un inesperado mensaje que altera el curso de su vida.

El punto de inflexión llega cuando su amiga Inseon, antigua documentalista con experiencia en zonas de conflicto, sufre un accidente en su taller de carpintería y se encuentra hospitalizada en Seúl.

“Recibí el mensaje de texto de Inseon una mañana de finales de diciembre, cuando volvía de mi paseo por el sendero. Hacía casi un mes que las temperaturas no subían de los cero grados y los árboles habían perdido por completo sus hojas. «Gyeongha». Ese era todo el mensaje”.

Desde la cama del hospital, Inseon solicita a Gyeongha un peculiar favor: viajar a la isla de Jeju para cuidar a Ama, su cotorra, que ha quedado desamparada tras su traslado de emergencia. “Ve a ver si Ama todavía sigue viva. Si lo está, dale agua”.

Han Kang en la televisión coreana. (Foto AP/Ahn Young-joon)
Han Kang en la televisión coreana. (Foto AP/Ahn Young-joon)

Esta tarea, aparentemente sencilla, se complica por una tormenta de nieve interminable que convierte el viaje en una odisea repleta de adversidades.

Gyeongha viaja a la isla de Jeju en medio de una feroz tormenta de nieve. Al llegar, se encuentra con una aparición de Inseon, quien le habla de los oscuros episodios del pasado de su familia. En sus relatos, Inseon describe la tortura que sufrió su padre a manos del ejército coreano tras el incendio de su hogar y cómo su madre, al regresar de casa de un primo, descubrió que todo su pueblo había sido ejecutado, con la única excepción de su hermano, cuyo destino incierto la atormentó durante años.

Con una prosa onírica y desgarradora, Han Kang narra la evolución de la relación de Inseon con su madre, a quien cuidó durante sus últimos años mientras enfrentaba la demencia y los persistentes recuerdos de la masacre. La interacción entre Gyeongha e Inseon en este escenario plantea preguntas sobre la realidad y la memoria, tejiendo una historia profundamente emotiva en la que los vínculos familiares y el trauma histórico se entrelazan.

Aunque la trama central parece girar en torno a un encargo singular y un viaje físico, Han Kang utiliza estos elementos como vehículo para explorar temas más profundos, al igual que lo hizo en su aclamado libro Actos humanos de 2014

El libro se estructura en torno a los sueños y memorias de la protagonista, quien comienza a experimentar sueños perturbadores. En una de estas visiones, los troncos negros representan tumbas que el mar está a punto de inundar. “Debía abandonar los huesos de más abajo que habían arrastrado las olas, debía seguir adelante”, reflexiona la autora en un momento crucial. Estos sueños se erigen como una metáfora de la lucha por preservar la memoria frente al olvido y las adversidades.

La masacre de Gwangju es un punto de referencia histórico que atraviesa la obra. Para Han Kang, este episodio no solo representa una tragedia colectiva, sino también una carga personal que la lleva a cuestionar el papel de la literatura frente al sufrimiento humano. “¿Cómo pude pensar que el sufrimiento podría disiparse con la publicación de un libro?”, se pregunta con una sinceridad desgarradora.

La isla de Jeju.
La isla de Jeju.

El libro también se centra en cómo las experiencias personales de pérdida y separación se entrelazan con el trauma colectivo. La protagonista enfrenta despedidas dolorosas, algunas inevitables y otras elegidas, que la llevan a reflexionar sobre el sentido de la existencia. “No me había reconciliado con la vida, pero debía seguir adelante”, afirma, dejando entrever un hilo de resiliencia que atraviesa toda la narrativa.

El vínculo entre Gyeongha e Inseon toma un giro significativo cuando surge la idea de transformar una imagen recurrente de un sueño en una instalación artística, como una forma de exorcizar su peso emocional. Este proyecto compartido, que ambas postergan durante años, termina siendo apropiado por Inseon, quien decide llevarlo a cabo en solitario.

Esta decisión marca un nuevo acercamiento entre las dos mujeres y lleva a Gyeongha a enfrentar preguntas que hasta entonces había evitado plantear. Entre ellas, destaca su inquietud por los motivos que llevaron a Inseon a abandonar una prometedora carrera como documentalista para dedicarse a la carpintería. Además, se cuestiona las razones detrás de la elección de Inseon de quedarse en la isla de Jeju, en la vieja casa familiar, incluso tras la muerte de su madre. Estas interrogantes enriquecen la narrativa, añadiendo capas de introspección y complejidad a la historia, al tiempo que exploran los lazos entre el arte, los sueños y las decisiones personales.

La autora propone que solo al confrontar nuestras pérdidas podemos encontrar la fuerza para seguir adelante. Además, el libro subraya la necesidad de preservar la memoria histórica como una forma de justicia hacia las víctimas y de aprendizaje para las generaciones futuras.

La obra también aborda la vulnerabilidad del cuerpo humano como una metáfora de la fragilidad de la existencia. La protagonista observa a los transeúntes como figuras frágiles, “como a punto de romperse”, una imagen que resalta tanto la precariedad de la vida como la capacidad de los individuos para resistir.

Hacia el final del libro, la protagonista recupera la idea de plantar noventa y nueve troncos negros en una llanura nevada como un acto simbólico de resistencia y memoria. Aunque el proyecto nunca se concreta, el solo hecho de imaginarlo se convierte en un gesto significativo de esperanza y determinación. “Todavía están a salvo”, concluye, refiriéndose a los troncos que, en su sueño, permanecen fuera del alcance de la marea.

Al reflexionar sobre este libro, queda claro que Han Kang ha logrado tejer una narrativa que trasciende lo individual para abordar temas universales como el dolor, la resistencia y la memoria. Con una sensibilidad única, la autora nos invita a confrontar nuestras propias heridas y a encontrar sentido en medio del caos.

Quién es Han Kang

♦ Han Kang nació en Gwangju, Corea del Sur, en 1970. Entre sus obras más conocidas se encuentran *La vegetariana*, ganadora del Premio Man Booker International en 2016, y *Actos humanos*. Sus libros exploran temas de violencia, memoria y la condición humana. En 2024 ganó el Premio Nobel de Literatura.

♦ La traductora de la versión en español, Sunme Yoon, es reconocida por su labor en la difusión de la literatura coreana en el mundo hispanohablante. Entre sus traducciones destacan *Actos humanos* y *La vegetariana*.

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