Este documental habla de una disquería pero en verdad es un elogio de la bohemia porteña

“El agujerito” cuenta la influyente historia de una tienda de discos del centro de Buenos Aires, con testimonios de Renata Schussheim, Andrés Calamaro, Narda Lepes y Rodrigo Fresán entre otros

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Tráiler del documental "El agujerito", de Ana Hayzus y Leandro Eljall Qüesta

El sonido de la armónica y la inconfundible voz de León Gieco abren la narración de El agujerito, el documental de Ana Hayzuz y Leandro Eljall Qüesta que testimonia la leyenda de una pequeña disquería del centro de Buenos Aires (originalmente en Galería del Este, calle Florida) que contribuyó, con su presencia (y sus discos, y las charlas de los personajes que circulaban por ahí), a conformar un microclima cultural en la Buenos Aires bohemia de fines de los años 60, aún bajo dictadura militar. La galería era un punto crucial. Ahí estaba El agujerito, un santuario para los amantes de la música.

La película, estreno de esta semana, retrata la historia de algo más que un lugar. Más que un comercio, “El Agujerito” fue un refugio de libertad en tiempos de represión y un epicentro cultural que marcó a toda una generación. Según narra Rolando Epstein, cofundador, la disquería era un lugar de encuentro donde “siempre algo podía pasar”. Su ubicación estratégica, cerca del Instituto Di Tella y rodeada de bares frecuentados por artistas y escritores, convirtió a la Galería del Este en el epicentro de la bohemia porteña.

El documental recoge testimonios de personajes como Andrés Calamaro, Marta Minujín, Rodrigo Fresán -”El Agujerito” aparece en su novela El estilo de los elementos-, Renata Schussheim, Pedro Roth, Andy Cherniavsky, Narda Lepes y Claudio Gabis entre otros. Y esto es lo importante: sus relatos no solo resaltan la importancia musical del espacio, sino también su rol como escenario de una época cargada de creatividad, rebeldía y una energía única, pese a las dificultades políticas y sociales de esos años.

“Era una energía que nos llenaba de adrenalina y de pulso vital”, recuerda Epstein, quien destaca que la película busca no solo evocar la nostalgia, sino también presentar a las nuevas generaciones una forma de vivir la música y el arte que ya no existe. En “20 metros cuadrados, el quilombo que se armó”, dice uno de los hermanos Epstein en el presente, mientras recorren el hoy bastante inhóspito ámbito de la galería. “Ese deseo de cambiar el mundo”, dice Claudio Gabis. Habla específicamente de Manal, pero está claro que se refiere a un estado cultural de las cosas en la Buenos Aires dónde nació y reinó “El agujerito”.

El agujerito: un refugio en tiempos de represión

“Importé la cultura hippie a la Galería del Este”, dice Marta Minujín en un tramo del documental. Lo cual no dejó de traer problemas en el contexto de la realidad social y política de un país que todavía vivía en blanco y negro. Durante la dictadura de Juan Carlos Onganía, un pequeño local de venta de vinilos no solo ofrecía una amplia selección musical que trascendía fronteras, sino que también era un lugar de encuentro para jóvenes que buscaban escapar.

En una época en la que el acceso a la cultura internacional era limitado, “El agujerito” se distinguía por su oferta musical diversa -aunque como aclara uno de los Epstein, “no vendíamos tango, folklore y poco de rock nacional-. Pero ahí estaban los nuevos lanzamientos (casi en simultáneo) de Miles Davis y John Coltrane, The Beatles, Jimi Hendrix y música africana. Según Andrés Rascovsky, médico y trompetista, este espacio era “otro mundo” en medio de un ambiente represivo.

Es que más allá de su valor como negocio, “El agujerito” trascendió como símbolo cultural. Se cuenta en el documental: el pequeño agujero en el centro del vinilo que da nombre al lugar -bautizado así por Jorge Schussheim, otro personaje clave de la época- representa “la magia, el regocijo de saber que baja la púa y empieza a sonar una canción”. Este simbolismo es central en la narrativa del filme, que no solo documenta la historia del local, sino también su papel en la resistencia cultural de los años 60 y 70.

En esencia, El agujerito-el documental es un testimonio de cómo la música y el arte pueden ser refugio (”un lugar seguro”, define Narda Lepes) en un tiempo de opresión. A través de las voces de protagonistas y habitués, retrata un periodo de luchas y transformaciones. “El agujerito” no solo vendía discos; ofrecía una ventana al mundo.

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