¿Qué sucede cuando un país enfrenta los fantasmas de su historia y los encuentra revitalizados? Alemania, casi ocho décadas después del fin de la Segunda Guerra Mundial, observa cómo la extrema derecha resurge con fuerza, enraizada en viejas ideologías y un profundo descontento social. En Look Away: A True Story of Murder, Bombings, and a Far-Right Campaign to Rid Germany of Immigrants, el periodista Jacob Kushner traza un perturbador recorrido por los episodios más oscuros del neonazismo alemán y su impacto en la política contemporánea, desde crímenes de odio hasta la consolidación de Alternative für Deutschland (AfD) como una fuerza electoral.
El 1 de septiembre de 2024, mientras el país conmemoraba el 85 aniversario del inicio de la Segunda Guerra Mundial, el AfD consiguió una victoria histórica en Turingia, obteniendo casi el 33 % de los votos, y quedó en segundo lugar en Sajonia. Este partido, que comenzó como una plataforma euroescéptica, redefinió su agenda hacia el rechazo a la inmigración y el nacionalismo.
La victoria marcó un hito en la política alemana, al ser la primera vez desde la posguerra que un partido de extrema derecha lidera en un estado. Con una retórica centrada en la oposición a la inmigración, la “remigración” forzada de refugiados y la nostalgia por un nacionalismo blanco, el AfD ha dado señales de su intención de influir de manera decisiva en el escenario político del país.
En el libro, Kushner describe cómo el descontento económico, el resentimiento hacia las élites y la nostalgia de un pasado idealizado alimentan este avance, convirtiendo al este de Alemania en un terreno fértil para la ideología neonazi. A su vez, el periodista detalla cómo el auge del AfD no puede entenderse sin analizar el contexto de violencia que marcó a esta región desde la reunificación alemana.
La incubadora del extremismo en Alemania
Turingia, una de las regiones más golpeadas por el desempleo y la fuga de jóvenes desde la reunificación alemana, se ha convertido en un terreno fértil para el extremismo de derecha. El resentimiento social, alimentado por una percepción de abandono por parte del gobierno central, ha servido de base para que grupos neonazis y partidos como el AfD se consoliden en la zona.
En este estado, este partido encontró una audiencia receptiva para sus mensajes de rechazo a los inmigrantes, la “remigración” forzada y un retorno simbólico a los valores nacionalistas.
Según Jacob Kushner en Look Away, Turingia es un foco de la ideología neonazi en Alemania desde hace décadas, con una escalada evidente de violencia antiinmigrante.
Entre 2000 y 2007, la región estuvo vinculada a una serie de asesinatos de inmigrantes turcos y griegos que fueron cometidos por grupos extremistas. Sin embargo, la policía y los medios de comunicación minimizaron el problema al atribuir los crímenes a conflictos dentro de la llamada “mafia turca”.
El libro describe cómo esta hipótesis policial desviada, basada en estereotipos, llevó a una investigación plagada de errores y pistas falsas. Durante casi una década, los cuerpos de seguridad no consideraron seriamente la posibilidad de que los asesinatos fueran motivados por el odio racial o estuvieran conectados con la subcultura neonazi activa en regiones como Turingia.
Kushner subraya que esta falta de diligencia no solo obstaculizó la justicia, sino que también difamó a las víctimas, afectando profundamente a sus familias.
En Look Away, el periodista también analiza el rol de los medios de comunicación alemanes, que contribuyeron a la narrativa oficial al perpetuar términos despectivos como “los asesinatos del kebab”.
Esta cobertura, según el autor, deshumanizó a las víctimas y reflejó una falta de sensibilidad hacia los crímenes de odio. Fue únicamente por presiones externas y un giro inesperado en la investigación que la policía descubrió la conexión con el extremismo de derecha, revelando un panorama más sombrío de violencia organizada y complicidad social.
Turingia no es solo un bastión electoral del AfD, sino también un símbolo del resurgimiento de una subcultura violenta que conecta la política con el odio racial. En el este de Alemania, el discurso del AfD encontró eco entre sectores que alimentan una nostalgia por los años 30 y 40, décadas marcadas por el régimen de Adolf Hitler.
Esta añoranza, centrada en una supuesta “grandeza” perdida, se mezcla con mensajes de rechazo a los inmigrantes y exaltación de valores ultranacionalistas. Según el análisis de Jacob Kushner, esta conexión simbólica con el pasado refuerza el atractivo del partido entre quienes ven en su narrativa una reivindicación de la identidad alemana frente a los cambios sociales y culturales del presente.
Figuras como Björn Höcke, líder del partido en la región, han utilizado esta plataforma para normalizar discursos xenófobos y atacar símbolos de la memoria histórica, como el monumento al Holocausto en Berlín, diciendo que Alemania es “el único pueblo del mundo que ha colocado un monumento de la vergüenza en el corazón de su capital” “monumento de la vergüenza”.
Además, fue multado por emplear lemas nazis como “¡Todo por Alemania!”, una frase utilizada en las dagas de las tropas de asalto de Adolf Hitler. Aunque Höcke alegó desconocer el origen de la expresión, su inclusión en el discurso público del partido ha sido interpretada como un guiño a sectores extremistas.
Por su parte, Matthias Helferich, miembro del Bundestag desde 2021, llegó a describirse como “el rostro amable del nacionalsocialismo” y un “Freisler democrático”, en alusión a Roland Freisler, juez nazi conocido por condenar a muerte a miles de opositores al régimen.
Otra figura relevante del AfD, Peter Steinborn, fue identificado por Der Spiegel como el ex responsable de formación del ala juvenil del neonazi Partido Nacional Democrático de Alemania (NPD). Estas conexiones llevaron al servicio de inteligencia interior alemán a clasificar a las filiales del partido en Turingia y Sajonia como grupos de extrema derecha, habilitando la vigilancia de sus actividades.
Este fenómeno, que combina descontento social, discursos extremistas y violencia sistemática, convierte a Turingia en una advertencia sobre los peligros del ascenso de la extrema derecha en el contexto europeo contemporáneo.
De la crisis del euro al rechazo a la inmigración
Fundado hace doce años en plena crisis de la eurozona, el AfD surgió como un partido crítico de los rescates financieros promovidos por Angela Merkel, exigiendo el fin del euro como moneda común.
Este panorama ha alimentado la percepción de un trato desigual tras la reunificación de 1990, una narrativa que el partido, liderado en Turingia por Björn Höcke, ha capitalizado con un discurso populista. Al estilo de Donald Trump, el AfD dirige su retórica contra las élites del oeste, canalizando el descontento hacia propuestas radicales y apelaciones identitarias.
Sin embargo, su transformación ideológica comenzó en 2015, cuando Alemania abrió sus fronteras a un millón de refugiados provenientes de Siria, Afganistán y otras regiones en conflicto. En respuesta, el AfD centró su discurso en la oposición a la inmigración musulmana, pidiendo la prohibición de símbolos religiosos como los burkas y los minaretes, bajo el lema “El Islam no es parte de Alemania”.
La estrategia le permitió un avance notable en las elecciones federales de 2017, donde obtuvo el 12,6 % de los votos y 94 escaños en el Bundestag.
Aunque su desempeño decayó ligeramente en 2021, el partido logró consolidarse en varios estados del este de Alemania. En este contexto, algunos de sus líderes han sumado al discurso antimigración manifestaciones antisemitas, alimentando aún más las críticas hacia la formación por su retórica divisiva y extremista.
A su vez, el periodista detalla cómo el auge del AfD no puede entenderse sin analizar el contexto de violencia que marcó a esta región desde la reunificación alemana.
Fuente: The New York Review of Books