“(...) En lo que se refiere a libros (Borges) tenía una naturaleza adquisitiva. Se sentaba en el suelo y empezaba a retirar libros de los estantes más bajos. Los examinaba y los leía con la página casi tocándole la nariz. Le vi hacer esto en casa de los Bioy, en la biblioteca pública en donde era un modesto empleado y en Mitchell’s, la librería inglesa, donde era conocido y se le permitía revolver todo lo que quisiera.” La que escribe es Estela Canto, de quien Jorge Luis Borges estuvo perdidamente enamorado y le dedicó El Aleph. Ella tenía 28, él 45. Pero esa es otra historia. De la que vengo a hablarles hoy es de la librería que llevaba mi apellido, pero no era mía, y de la relación de Borges con ese lugar, que, a partir de ahora, tendrá en mi existencia una filiación imaginaria para siempre. Gracias Juan.
¿Y de dónde salió todo esto? Tal descubrimiento, epifanía, si me permiten, vino de la mano de un gran escritor, al cual conocí, por casualidad, hace poco, en el Malba. Era una tarde preciosa y el motivo de la convocatoria, más lindo todavía: la entrega del Premio Clarín de Novela. Porque para los que amamos los libros, el reconocimiento a los que escriben, siempre es una fiesta.
Como sea, el gran escritor en cuestión es Juan Mendoza, autor de la Interpretación de las pesadillas y de Los archivos: Papeles de la Nación. ¡Imagínate lo que fue ese encuentro! En una charla casual, con alguien que me acababan de presentar, me entero de que tenía una librería, que no era mía y que además Borges tenía mucho que ver con ella. Más tarde también sabría qué Mendoza tenía en su poder un libro inédito, el cual hablaba del “asunto” y también de que mi papá iba a nuestra librería (que no era nuestra), con mi abuela, a comprar libros en inglés que le pedían en la escuela. O al menos algo así fue lo que me respondió cuando le consulté acerca del lugar que llevaba nuestro apellido y que el dueño se llamaba igual que él. Como fuera, para una sola tarde era un montón. Pero fue solo el comienzo.
El diálogo y después
Luego de esta experiencia reveladora donde me enteré de que tuve una librería, que no era mía, le propuse al escritor y ensayista argentino, que interpretáramos esta “partitura” a dos voces. Que lo contáramos. Con la humildad que lo caracteriza respondió que la nota correspondía que la escribiera yo y que en todo caso me haría llegar su colaboración a la causa. Y así fue. Transcribo textualmente lo que me hizo llegar:
Escribe Mendoza sobre esa noche en el Malba: “Cuando los presentaron, tras el acto de decir sus nombres, él enseguida exclamó: ‘Encantado de conocer a una verdadera Mitchell. Mitchell, como la librería’. –añadió–. Ella atinó a escrutar aún más con la mirada al caballero. Todo eso sucedió en el hall del Malba una noche, a instancias de un evento privado. Entre las pistas que se permitió dar el autor, agregó las siguientes señas: Borges se refiere al asunto. Hay un libro de María Esther Vázquez. Y otro de Estela Canto. De pronto, el mozo se acercó para darles a ambos una copa de champagne”.
Y vuelvo sobre aquello que les comenté más arriba: Juan Mendoza es el autor de un libro inédito, justamente sobre este tema que reúne a Borges con la librería Mitchell, cuyo título no revelaré dado que aún no ha sido entregado a la imprenta. Sin embargo y muy generosamente, Mendoza me compartió un pedacito de esa obra, en exclusiva para Infobae Cultura y para mí, claro. Y dice así. “Borges no distinguía con demasiada rigurosidad entre libros públicos y privados, de su propiedad o pertenecientes a los fondos de la Biblioteca. Hacía el mismo uso de los libros de la biblioteca pública que hacía de sus libros particulares. (…) Al punto de llevar a la Biblioteca volúmenes pertenecientes a su biblioteca personal. Sólo así se comprende el hallazgo de ejemplares que, lo sabemos, Borges leyó y anotó muchos años antes de ser el Director de la Biblioteca. Borges tomaba notas y subrayaba volúmenes. Dejaba su pequeña ‘letra de insecto’ de color negro en los retiros de tapa o en las hojas de guarda. Este hecho nos ha obsequiado el fondo de notas más importantes que la Biblioteca conserva. (…) Los libros subrayados por Borges, que se hallan entre los fondos de la Biblioteca Nacional, se incrementan. Pasan de ser setenta en el listado que confecciona Paula Ruggeri en los años 90 a ser trescientos entre los años 2002 y 2003 –durante la provisoria dirección de Silvio Maresca–. Más tarde pasan a ser setecientos en el trabajo que Laura Rosato y Germán Álvarez inician entre 2003 y 2004 y llegan a ser mil volúmenes al momento de la edición de Borges, libros y lectura en 2010. (…) Teníamos que individualizar los ejemplares de Borges, esos ejemplares tenían cierta característica dentro del fondo de un millón de libros de la Biblioteca Nacional, y eso era que estaban comprados en librerías. La etiqueta de cada una de ellas indicaba que podía haber pertenecido a Borges. Dentro de esas librerías en inglés, una de las principales fue Mitchell’s Book Store, fundada por Edward Mitchell en 1907, a la que acudían personalidades como Joaquín V. González, Julio A. Roca y Enrique Larreta, y que quedaba en Cangallo (hoy Perón) 570. Y no se asume como el gran comprador de libros que en efecto fue. Sabemos de su afición por los estantes de la librería Mitchell’s –Cangallo 580–, donde de tan asiduo era a menudo confundido con un vendedor. En un libro, con la letra de Borges, encontramos una inscripción de amor: “Jueves 2 de agosto, lugar y hora habitual. Te siento intensamente, igualmente te quiero.” En un libro de Duckworth:Browning. Background and Conflict. 1st. ed., London, Ernest Benn Limited. En retiro de tapa: etiqueta de Mitchell’s Book Store, Cangallo 580, Buenos Aires. Asiento 121 de la Biblioteca Nacional.”
Y la cosa sigue y sigue, pero la dejo aquí para generar más suspenso y que luego vayan y compren el libro cuyo título es aún un misterio, pero que más temprano que tarde conoceremos. Tranquilos. Todo a su debido tiempo.
Lo más cerca que estuve de Borges
Entonces llego a una conclusión: la librería Mitchell’s fue lo más cerca que pude estar de Jorge Luis Borges. Y pienso: peor es nada. Soy una privilegiada. ¿Quién puede decir que tuvo una librería (que no era de ella), donde nada más ni nada menos que Borges era uno de sus clientes más frecuentes? En fin.
Como sea, la librería Mitchell o Mitchell´s English Bookstore fue fundada en 1907, por Edwuard Mitchell (Londres,1867). Antes de continuar quiero decirles que mi bisabuelo también nació en ese año, pero se llamaba William. Sigo. Primitivamente, la librería ocupó un local en la calle Cuyo, hoy Sarmiento, al 600, de donde se mudó a Cangallo 580, local vecino de la famosa tienda Gath y Chaves. Cuenta la historia que un día Mitchell (el de la librería que no era mía) se ganó la lotería y decidió trabajar por cuenta propia, y así comenzó su labor librera. La famosa casa de libros habría de conquistar al público como el centro más completo y surtido en obras clásicas y modernas de literatura en lengua inglesa.
Mitchell´s , además de libros, ofrecía papelería fina, útiles de escritorio, fantasías y anexos. Fue la primera casa que tuvo la iniciativa de importar a Buenos Aires las famosas lapiceras-fuente (plumas estilográficas) y creó un servicio especial de reparaciones a cargo del hijo homónimo, el cual se había especializado en la misma fábrica extranjera. Mitchell trajo al país los primeros libros de texto para la enseñanza del idioma inglés y difundió en Londres y Buenos Aires, una variada serie de tarjetas postales en colores que reproducían escenas de costumbres, edificios y paisajes de la capital del Río de la Plata, todos ellos extraídos de láminas de los primeros pintores y litógrafos argentinos.
La librería contó con una amplia clientela porteña, además de la de origen británico y estadounidense, quienes consideraron a Mitchell’s como la preferida de la ciudad. La frecuentaron, en distintos períodos, Joaquín V. González, el general Julio A. Roca, al igual que su hijo. También Enrique Larreta, Mariano de Vedia y Mitre, Rafael Alberto Arrieta, Fernando Pozzo, el general Agustín P. Justo, Victoria Ocampo y Jorge Luis Borges. Además de algunos ilustres visitantes extranjeros, de paso por Buenos Aires, como Rabindranath Tagore y Franklin D. Roosevelt entre otros.
El recuerdo de Mitchell’s aún perdura, especialmente por una edición que hizo de dos álbumes históricos de vistas y escenas de la antigua ciudad de Buenos Aires. Y en 1910 encargó a Londres una reproducción fotográfica de Recuerdos del Río de la Plata (la encontré en un negocio de antigüedades luego de hablar con Mendoza y ahora la tengo en casa).
Final que en 1941 falleció Miguel Regan, el encargado de la librería, y más o menos por la misma fecha se retiró don Eduardo Mitchell (que no era mi papá, era el dueño y fundador de la librería que no era mía). Estos hechos fueron el principio del fin. En 1955, luego de una etapa crítica, la librería se declaró en quiebra. Y mi padre y yo nos quedamos sin la librería de filiación imaginaria. Igual, fue lindo mientras duró. ¡Ah! y gracias Juan por esta bellísima historia. Única.
Fotos: Gentileza de la autora.