En el mundo del arte, los robos y falsificaciones han capturado la atención del público, los medios y el cine, y Claribel Terré Morell, escritora y periodista cubana-argentina, ha explorado estos temas en Traidores del arte (ópera prima), un libro detectivesco que comenzó como un podcast y que tiene también su versión en artículos periodísticos, en los que ofrece un análisis detallado de casos criminales en el ámbito artístico, especialmente en América Latina.
Terré Morell, jefa de prensa de instituciones culturales argentinas como Arthaus, Muntref y Bienalsur, dedicó más de tres décadas a recopilar información sobre estos incidentes, para narrar las historias a través de las voces de sus protagonistas, entre los que se encuentran artistas, coleccionistas, marchantes, peritos, investigadores y hasta ladrones.
Entre otras, se presentan entrevistas con figuras como el chileno Emilio Onfray, conocido por el robo de la escultura Torso de Adele de Auguste Rodin en Chile, y el artista venezolano Iván Candeo, con quien analiza las pinturas “autenticadas” de Goya en Venezuela, como también al escritor cubano Leonardo Padura, quien en su obra literaria ingresa una y otra vez a estos mundos.
La obra también examina las relaciones de los presidentes latinoamericanos con el arte, incluyendo representaciones controvertidas como las del expresidente uruguayo José Mujica y su esposa, y las pinturas de presidentes argentinos como Cristina Fernández de Kirchner, Alberto Fernández, Mauricio Macri y Javier Milei.
Un capítulo intrigante se centra en las adquisiciones peculiares de coleccionistas latinoamericanos, como el supuesto pene de Napoleón en Argentina y la colección de vellos púbicos del venezolano Francisco de Miranda, que se dice incluía los de la emperatriz Catalina de Rusia, como en el curioso caso de la máscara mortuoria de Benito Quinquela Martín.
Además, Terré Morel, directora de la revista cultural Be Cult y autora de cinco libros, investiga las conexiones de latinoamericanos con el robo y ataque a la Mona Lisa, desmintiendo mitos sobre un falso marqués argentino involucrado en estos crímenes; las falsificaciones de obras de Diego Rivera y Frida Kahlo, y los paralelismos entre robos de arte en museos de Argentina y México, por citar algunos casos.
— ¿Cómo fue la producción del libro?
— Es una recopilación de artículos, de investigaciones que he realizado a lo largo de muchos años. No sé cuántas tengo en general, porque algunas salen en el podcast, otras como artículos, en algunos casos en los dos. La idea fue que hubiera una representación de países latinoamericanos para que fuera más abierto, pero también hay casos de España y Francia. Me quedaron algunos países afuera de los que tenía muy buenos artículos, muy buena información, más regionales, que quedarán para el futuro.
La característica general de todas las historias es que no me quedo en el cuento. Podría haber hecho el cuento novelado de cada una de estas cosas y funcionaría, pero a mí me interesaba más buscar que hay detrás de todo y qué es lo que se puede hacer en el caso de, por ejemplo, las falsificaciones. Es un trabajo interesante porque casi nadie quiere hablar de esto porque involucra obra de artistas importantes.
— Abrís el libro con un robo “accidental” de una escultura de Rodin en Chile, que termina siendo una performance del artista Luis Onfray.
— Sí es verdad todo lo que dice Onfray, no lo sabemos. Ese es un caso de un ladrón simpático que además no lucró con la obra. La devuelve al otro día, por la razón que fuera. Tenía 20 años. Y aunque él haya desarrollado esa teoría de que uno “extraña lo que no tiene”, que estaba pensado, tiene que vivir con el chiste de ser un ladrón. Cuando hablas con él tiene una base sólida y ha seguido trabajando en lo suyo. Pero la mayoría de los ladrones de arte están buscando la recompensa económica.
— Cuando lo leía me recordó lo que sucedió con el robo de La Gioconda, donde después del robo el público asistía de manera masiva al museo para ver el espacio vacío.
— Sí, en este caso la gente también va a ver el espacio donde estaba el plinto. Y hasta ahora ninguna exposición en Chile ha sobrepasado la cantidad de visitantes que fueron a ver ese espacio vacío. Onfray no lo pudo ver porque había una foto de él en la puerta que no le permitían la entrada.
— La figura de la Mona Lisa aparece en distintos momentos del libro.
— Sí, hago toda una investigación sobre la presencia de la Mona Lisa en América Latina, que no se había hecho. Como averiguar si realmente estaba esa famosa Mona Lisa que se dice que es anterior a la del Louvre, que aparece en una isla del Caribe. Entonces empiezo a investigar y voy desarmando la historia, busco personas, archivos que generalmente no están en Argentina y que van corroborando una noticia. Por ejemplo, la Mona Lisa, la única vez que vino a América Latina es cuando Jackie Kennedy hace todo ese trabajo para que vaya a Estados Unidos. Es una investigación hermosísima y hay muy pocos datos sobre eso, así que tuve que leer muchísimo para poder sacar lo más importante.
— También ingresas en la historia del Marqués de Valfierno, ese supuesto argentino que estuvo detrás del robo, que fue novelado por Diego Guelar y Martín Caparrós.
— Esa es una historia increíble, porque a pesar de que está requete demostrado que no existió, todavía aparecen montones de artículos que retoman esa historia como real. En Google abundan esos artículos.
— Después, también desarrollas la historia del boliviano que atacó a la Mona Lisa, del que no se conocía mucho.
— Sí, Hugo Únzaga Villegas, que atenta contra la Mona Lisa, es el único latinoamericano que lo ha hecho hasta hoy. De mi investigación se conoció que vivía en Argentina. No se sabía mucho sobre él, pero ahí tuve la gran suerte de encontrarme con una persona que heredó una casa de la familia de él y entre los papeles encontró una carta enviada al juez francés tras su arresto, contando parte de su historia. En el mundo de la investigación necesitas muchas fuentes, pero pocas son las que te llevan a un punto fijo donde tú puedes decir “esto es verdad”. Yo tuve la suerte de encontrarme con esa persona especial en este caso. Entonces son documentos que están vivos, que existen. Nunca había escuchado que él vivía en Argentina muchos años y que de aquí fue a visitar a su madre de vacaciones, que al pasar la frontera le retienen los documentos y es torturado porque tiene el mismo apellido de un familiar lejano que era buscado por la justicia.
— Él termina vandalizando la Mona Lisa, fue un “adelantado” si se piensa en lo que está sucediendo en los muesos del mundo en los últimos años.
— La gente piensa que es un fenómeno de ahora lo de vandalizar, generalmente por motivos medioambientales. Todas estas cosas contra El grito de Munch, de arrojarle sopa a Los girasoles de Van Gogh, suceden porque te da un titular enseguida. En el caso de Únzaga había enfermedades mentales, pero los enfermos que hacen algún tipo de acción como ésta son muy pocos. Poquísimos. Hay un sueco que fue uno de los ladrones más grandes, que robaba porque tenía otro tipo de enfermedad, que era que le gustaba demasiado el arte.
— El libro se llama Traidores del arte, pero a medida que se va leyendo, más allá de algún caso en particular como el robo al Bellas Artes, no hay muchos traidores al arte. De hecho, todos de alguna manera tienen una relación amorosa con el arte.
— Sí, hay una relación amorosa. Casi todos, incluso cuando me refiero a ladrones, muy conocidos, algunos de ellos argentinos, hay un amor alrededor de todo esto, más allá de que mucho sea por lo económico. Pero traidores hemos sido todos alguna vez. Y en el mundo del arte todos han traicionado, desde el artista que comienza haciendo una obra y termina haciendo otra. Entonces, en Traidores del arte hay robos, hay falsificaciones y hay descubrimiento. Y también hay curiosidades, como las colecciones de memorabilia histórica, el pene de Napoleón, la los vellos púbicos de Francisco de Miranda, por ejemplo.
— También hay curiosidades como la representación de presidentes y ex, en Latinoamérica.
— Siempre se habla de los presidentes europeos, de los Estados Unidos, pero presidentes latinoamericanos relacionados con el arte, había muy poca información. Entonces ahí encuentras cosas muy desopilantes, como la cara de Ortega, de Nicaragua, en una iglesia, como el diablo. Ese es un cuadro que se pinta mucho antes, entonces los nicaragüenses le dicen La Profecía. Lo de Pepe Mujica desnudo, que fue un gran escándalo, que la gente sigue mencionando. Lo de Michelle Bachelet en Chile, que es buenísimo, con la exposición de Nicanor Parra, en la que se muestra a todos los presidentes ahorcados, sus antecesores. Y después, cuando ella deja el gobierno, Parra vuelve a hacer una exposición y la pone a ella y a Piñera también. Eran cosas como muy desconocidas.
— Claro, porque generalmente cuando se habla de representación presidencial hay toda una estética que viene desde el romanticismo, pero en Latinoamérica se va por la sátira.
— Es una mezcla de sátira y en que cómo la gente los puede ver y también un poco el escándalo que buscan los artistas, porque aunque el pintor de Mujica diga que se inspiró en que el ex presidente uruguayo dijo que “siempre andaba desnudo”, bueno, él lo representa al desnudo. En el caso de Milei, por ejemplo, hay una muy buena obra por lo que se ve a través de las pantallas, en la que se lo representa copiando a Napoleón, pero Napoleón abdicando. Entonces, queda muy bien, pero el original era otra cosa. Es la imagen de la derrota. Después me resultó también muy interesante la historia de la carta de San Martín que Putin le regaló a Cristina Kirchner. ¿Es falsa?, ¿cómo la compró? o la Fidel y Oswaldo Guayasamín, que fue el único artista que lo retrató a lo largo de su vida; la de un presidente dominicano que regala una obra falsa y sale la viuda a denunciarlo o el caso de Piñeira que tenía un Matta falsificado en el despacho. Entonces hay un montón de cosas que van más allá del arte y más allá de la política, que se van uniendo de una manera muy extraña.
Siempre voy buscando un poquito más allá de todo, sabiendo que en el caso de los robos, por ejemplo, el gran público es más propenso a la fantasía, hemos visto una película donde hay un ladrón glamoroso, como que se tiende a imaginar eso. La realidad es todo lo contrario.
— Eso tiene que ver con cierta mirada que hay en la sociedad sobre el arte que está mediatizada, no es directa. Hay como un deseo de consumo del hecho policial más que una atracción por lo artístico.
— Es que a la gente le parece muy divertido que alguien robe, muy glamoroso. Se piensa que es George Clooney por lo que vemos en el cine. Y después todo el mundo ha fantaseado con los libros que leíamos. Pero eso es lo que le pasa al gran público, con los grandes titulares como “el robo del siglo” y tal.
— Si bien en Argentina hubo grandes robos, otros menores, ¿cómo se encuentra con respecto a la región?
— Argentina hoy es un país secundario en el mercado del arte. El 85% del mercado se reparte entre Estados Unidos, China y el Reino Unido. El país entra en el mercado del tipo ‘winner takes all’ en el cual más de 190 países se conforman con el 15% restante. Es cierto que el sector del arte ha virado en las dos últimas décadas hacia el mercado primario y lo contemporáneo, donde de hecho, viviendo aquí puedo asegurar que hay buenos artistas.
Por eso, es un país donde el robo es más de tránsito, aquí hay muchas cosas que salen por acá, pasan y se van. Creo que en parte es porque Argentina no tiene un solo artista plástico que haya vendido por más de 1 millón de dólares. En ninguna subasta, no hay. Y no podemos decir que es un caso de América Latina porque Cuba tiene cinco, Brasil tiene varios, cuatro o cinco, México tienen varios. Tampoco es una cuestión de calidad, para nada, hay grandes artistas que podrían estar en esos valores.
— ¿Y por qué crees que no sucede?
— Me parece que tiene que ver con el mercado del arte. Solo el 1% de los artistas llegan a la fama y muchos artistas que han obtenido grandes precios en subastas de arte pasan algunos años y se desvirtuaron completamente. O sea, el mercado del arte tiene muchos altos y bajos, y pienso que no hay un trabajo sistemático en tratar de levantar algunos artistas argentinos y poderlos situar en subastas. Hay algunos, pero no son nombres como Diego, Frida, Wifredo Lam. Me parece que solo se puede lograr con un trabajo del Estado y de los coleccionistas, de los artistas, de sus herederos, todo en conjunto, porque hay una parte más oscura del arte, que es cuando tomas a un artista y lo conviertes en un genio. Para eso necesitas al artista, al coleccionista, al galerista, algún periodista o crítico que hable sobre ese artista. Entonces nadie hace algo solo. Algunos artistas que han llegado a la cima empezaron por casualidad. Pero detrás tienen un poder de gente que se unió para levantarlos. Eso ha pasado así en toda la historia.
— Todo el tiempo aparecen detenciones de falcificaciones de pinturas de grandes artistas. A su vez, algunos sostienen que los museos tienen más obras falsificadas de lo que nos podemos imaginar. ¿Cuál es tu reflexión sobre esto?
— Eso es algo que Interpol también lo dice, pero no hay una investigación seria que lo afirme. Incluso hay falsificadores que han dicho que sus obras las vendieron a tal museo y al otro. Después también hay mucha obra atribuida, porque no olvidamos los distintos ciclos del arte. Ante una obra la empezaba el maestro, pero la terminaba su escuela, sus alumnos. Entonces, una investigación seria con las herramientas que se tienen ahora quizá revelaría que hay mucha obra falsa. Por ejemplo, en el libro, está el caso de si Goya pintó o no a Simón Bolívar. Hay un libro que dice que esas 18 pinturas y grabados de Goya son reales, todo basado en una investigación con la procedencia, todo. Pero después muchos dicen que no son reales. Hay todo un lío también alrededor de la firma de Goya, que se falsificaba. Pero en la historia del arte contemporánea tenemos un montón de gente que firmaba su folio en blanco. Te morías, se “perdían los folios” y cualquiera podía venir.
Esto en Europa pasa muchísimo y también en Argentina, que tiene una fama de tener grandes falsificadores (o de haberlos tenido). A su vez, acusar a alguien de tener una falsificación en su colección puede traer muchos problemas legales. También ha sucedido casos de peritos que han sido amenazados de muerte. Porque imagínate que tú tengas un Goya, vengo yo, que soy perito, y digo que es falso y esa obra sea una parte importante de tu fortuna. Es un mundo también muy enredado, que cuando te pones a investigar es mucho más rico de lo que vemos en las películas.