James, de Percival Everett, una atrevida reinterpretación de Las aventuras de Huckleberry Finn, ha ganado el National Book Award de ficción. Soldiers and Kings: Survival and Hope in the World of Human Smuggling, de Jason De León ganó en la categoría de no ficción, donde los finalistas incluían las memorias de Salman Rushdie sobre su brutal apuñalamiento en 2022, Knife.
El premio de literatura para jóvenes fue otorgado a la historia de madurez de Shifa Saltagi Safadi, Kareem Between, y el premio de poesía se lo llevó Something About Living de Lena Khalaf Tuffaha. En la categoría de traducción, el ganador fue Taiwan Travelogue de Yáng Shuāng-zǐ, traducido del chino mandarín por Lin King.
Los paneles de los jurados, compuestos por escritores, críticos, libreros y otros miembros de la comunidad literaria, hicieron sus selecciones entre cientos de presentaciones, con editoriales que nominaron más de 1.900 libros en total. Cada uno de los ganadores en las cinco categorías competitivas recibió 10 mil dólares.
Percival Everett reinterpreta a Huck Finn
La victoria de Everett potencia su notable ascenso en los últimos años. Poco conocido por los lectores generales durante décadas, el autor de 67 años ha sido finalista del Premio Booker y del Premio Pulitzer por novelas como Trees y Dr. No y ha visto su novela Erasure adaptada en la película nominada al Oscar American Fiction.
Al abordar el clásico de Mark Twain sobre el muchacho rebelde Huck y el esclavo Jim, Everett cuenta la historia desde la perspectiva de este último y enfatiza cómo Jim se comporta e incluso habla de manera diferente cuando los blancos no están presentes. La novela fue finalista del Booker y el mes pasado ganó el Premio Kirkus de ficción. “James ha sido bien recibida”, señaló Everett durante su discurso de aceptación.
La novelista Barbara Kingsolver, y el editor de Black Classic Press, W. Paul Coates, recibieron medallas de reconocimiento de por vida de la National Book Foundation, que presenta los premios.
Los oradores elogiaron la diversidad, la disrupción y la autonomía, ya sea la independencia taiwanesa o los derechos de los inmigrantes en los Estados Unidos. Dos ganadoras, Safadi y Tuffaha, condenaron la guerra en Gaza y el apoyo militar de EE.UU. a Israel. Ninguna mencionó a Israel por su nombre, pero ambas calificaron el conflicto como “genocidio” y fueron recibidas con aplausos, aunque también con respuestas más moderadas, después de pedir apoyo para los palestinos.
Tuffaha, quien es palestino-americana, dedicó su premio en parte a “todos los bellos y profundos palestinos que este mundo ha perdido y a todos aquellos milagrosos que resistieron, esperándonos, esperando que despertemos”.
El año pasado, la editorial Zibby Owens retiró su apoyo a los premios al enterarse de que los finalistas planeaban condenar la guerra en Gaza. Este año, el Congreso Judío Mundial fue uno de los que criticaron el premio a W. Paul Coates, citando en parte su reemisión del ensayo The Jewish Onslaught (La embestida judía) que ha sido calificado de antisemita.
La directora ejecutiva de la National Book Foundation, Ruth Dickey, dijo en una declaración reciente que Coates estaba siendo honrado por un conjunto de obras más que por un libro individual, y añadió que mientras la fundación condena el antisemitismo y otras formas de intolerancia, también cree en la libre expresión. “Cualquiera que examine el trabajo de cualquier editor a lo largo de casi cinco décadas encontrará obras o opiniones individuales con las que no esté de acuerdo o que considere ofensivas”, añadió.
Reacciones al triunfo de Donald Trump
Los National Book Award se han celebrado durante mucho tiempo a mediados de noviembre, poco después de las elecciones en Estados Unidos, y son una primera instantánea de la reacción del mundo del libro: esperanzada tras la victoria de Barack Obama en 2008, cuando el editor y ganador honorario Barney Rosset anticipó “una nueva y alentadora agenda”; sombría pero determinada en 2016, después de la primera victoria de Donald Trump, con el ganador de ficción Colson Whitehead instando a la audiencia a “ser amables con todos, crear arte y luchar contra el poder”.
Este año, mientras cientos se reunían para la ceremonia de cena en Cipriani Wall Street en el centro de Manhattan para el 75° aniversario de los premios, el ánimo era de sobriedad, determinación y alegría forzada.
La presentadora Kate McKinnon bromeó diciendo que fue reclutada porque la National Book Foundation quería “algo divertido y ligero para distraer de que el mundo es una hoguera”. El invitado musical Jon Batiste guió a la audiencia en una ronda de “When the Saints Go Marching In” y cantó algunas líneas de “Hallelujah”, el estándar de Leonard Cohen que McKinnon interpretó solemnemente al inicio del primer Saturday Night Live después de las elecciones de 2016.
Kingsolver reconoció sentirse “abatida, en este momento”, pero añadió que ha conocido la desesperación antes. Comparó la verdad y el amor con fuerzas de la naturaleza, como la gravedad y el sol, siempre presentes, ya sea que las veas o no. El trabajo del escritor es imaginar un mejor final que el que nos han dado”, dijo.
En una lectura el martes por la noche por parte de los finalistas de los premios, algunos hablaron de comunidad y apoyo. Everett comenzó su turno confesando que realmente “necesitaba este tipo de inspiración después de las últimas semanas. Nos necesitamos un poco ahora mismo”. Después de advertir que “la esperanza no es una estrategia”, se detuvo y dijo: “Nunca una situación se había sentido tan absurda, surrealista y ridícula”.
Tomó un momento darse cuenta de que no estaba discutiendo los eventos actuales, sino más bien leyendo un fragmento de James.
Fuente: AP
[Fotos: Andy Kropa/Invision/AP]