Muchas veces cuando hacés una entrevista te queda algo de la charla fuera de la nota. Sobre todo cuando la charla es buena y la cosa se relaja. Es lo que pasó conversando largo rato con Martín Caparrós. Salió la entrevista, quedaron cosas guardadas.
Antes que nada
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Caparrós cuenta y cuenta y, se sabe, es una máquina de escribir. Tanto que tiene unos siete libros sin publicar. ¿De qué se tratan? Eso te voy a contar. Entre esos libros hay uno sobre su abuelo polaco. Entonces me habló de la historia de ese abuelo. Y eso también vale la pena.
Ya sabés: Caparrós es periodista, escritor, uno de los grandes cronistas latinoamericanos de las últimas décadas. Es argentino pero vive en España y, en realidad, desde que era muy joven anduvo un poco acá y un poco allá. Hace unas semanas anunció que tiene ELA, esclerosis lateral amiotrófica, una enfermedad incurable que va debilitando los músculos. No puede caminar y ya le empezó a afectar los brazos. Por ahora, él lo dice, no se sabe el origen de esa enfermedad ni qué hacer con ella. El camino que queda es duro y es uno solo. De eso —entre otras cosas— habla Caparrós en Antes que nada, el libro que acaba de publicar.
Y digo “entre otras cosas” porque allí Caparrós repasa su vida toda, lo que incluye a sus padres y hasta a sus abuelos. Y el clima en la Argentina de los años 60 —él nació en 1957—. Y su paso por la militancia en los años 70. Y el exilio. Y así.
Pero los libros, dijimos. Caparrós abre su computadora y busca la carpeta donde están los inéditos, ahí, esperando.
José Hernández según Martín Fierro
“Tengo uno que seguramente tiene que salir el año próximo, que es la biografía de José Hernández, contada por Martín Fierro”, dice. “Con dibujos de Miguel Rep”. Ese libro, cuenta, “ya está listo hace tiempo. Y está escrito en versos, como los del Martín Fierro” . Es decir, damos vuelta las cosas y ahora es Fierro, el gaucho, quien retrata a José Hernández, el escritor: ¿cómo lo va a tratar, qué facturas se va a cobrar? El Martín Fierro ha sido elegido como EL libro argentino, una especie de bandera nacional en el campo de la literatura. El gaucho desertor, que corre al desierto para no ser llevado por el Ejército. Pero el personaje ¿estaría de acuerdo con la descripción que recibe? Martín Caparrós —al fin, lleva el mismo nombre que el gaucho— lo va a pensar de nuevo.
El libro, atención, empieza así:
Aquí me pongo a contar
la historia que no quisiera:
la de esa culebra artera
que por contar una historia
me se robó la memoria,
me la cambió toda entera.
Se llamaba José Hernández,
aunque también se llamaba
Pueyrredón, porque alardeaba
de ser un hombre de abajo
y era rico pa’l carajo
más que la reina de Saba.
Su familia era de aquellas
que asaltaron nuestras tierras:
pampas, ríos, bosques, sierras,
todito se lo quedaron
y así nomás lo alambraron
para dejarnos ajuera.
¿Qué otros libros tiene guardado el escritor ahí, en su computadora, en su casa de Madrid?
“Uno que se llama Enciclopedia del adiós, que es como una cosa tristemente borgiana, que es una verdadera enciclopedia, por orden alfabético, de artículos sobre temas que tienen que ver con el adiós”. Claro, es momento de pensar en el adiós. ¿Cuándo lo escribió? A principios de este año, más o menos, me dice. Ya tenía el ELA encima.
Otro libro listo: “Una novela sobre Buenos Aires que me gusta mucho y que nunca publiqué. Un poco fragmentaria, armada con retazos de situaciones y de personajes. Se llamó mucho tiempo Bue. Ahora se llama El azar acecha… Uno de los dos títulos quedará. Es una especie de exacerbación de esta idea de John Dos Passos de armar un espacio con los fragmentos de situaciones, de personajes, de descripciones. Trabajé bastante tiempo en ella”.
¿Qué falta?
“Algo sobre las palabras de la tribu, que es una compilación de todas esas palabras que voy publicando en diario El País cada 15 días”.
¿Y qué más?
En la lista hay que agregar Sin Dios, un libro que sí incluí en la entrevista. Habla, justamente, de la relación entre las religiones en la muerte. Y cómo es morir como ateo (él dice que es mejor).
Seguimos.
“Hay uno que son dos novelitas raras que tengo ahí. Una, corta, es sobre la muerte de Videla en el inodoro”.
El abuelo polaco
Y finalmente la que te quería contar, la de los abuelos. Esa novela fue escrita cuando Caparrós cumplió 60 años y sólo para los amigos. Hizo 150 ejemplares para repartir y la publicó sólo en polaco. Son dos abuelos, uno español y uno polaco.
“Es un libro que me gusta mucho y que en ese momento no quería publicar comercialmente. Salió en polaco nada más, porque mi abuelo era polaco”.
¿Qué pasó con ese abuelo, que murió cuando Caparrós tenía 11, 12 años?
“Era un tipo serio, un poco triste. A su madre la mataron en Treblinka. Su hermano estuvo en algún tipo de resistencia, algún tipo de guerrilla. Y murió también. Y él quedó callado”.
Sobre este abuelo hay otra novela. Se llama El gueto interior y la escribió Santiago Amigorena, que es primo de Caparrós, nieto del mismo abuelo. “Trata sobre nuestro abuelo entre el año 41 y el 45, digamos. Esos años en que él no sabía nada sobre qué había pasado con su familia en Varsovia. Porque él se había ido bastante antes, en el veintitantos”.
El gueto interior
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¿Qué azar le salvó la vida al abuelo? Caparrós cuenta una historia en la que más de uno se podría ver reflejado. “Él había creído que iba a ser polaco”, dice. “Como era parte de una burguesía media y se había educado en polaco, había creído que iba a ser polaco. Tanto que se unió al ejército para pelear contra el Ejército Rojo que avanzaba. Mi abuelo peleó contra el Ejército Rojo”.
El hombre tenía entonces 18, 19 años. “Se metió en la facultad de Derecho. Y ahí le hicieron ver que no era polaco, que era judío. Lo empezaron a maltratar, había movimientos, grupitos antisemitas. Y se fue”. Se fue a la Argentina en el año 26 o 27. " Estos años en que no sabía nada de su madre, de sus hermanos y demás, y en los que casi no hablaba. Por eso lo del gueto interior, como si estuviera encerrado en una especie de gueto en el que no decía nada, en su familia nadie sabía; ni su mujer, ni sus hijas sabían qué le pasaba”.
Caparrós tradujo la novela del primo, que escribe en francés, al castellano. Y el primo tiene el compromiso de traducir la suya al francés. “Entonces este es raro, es como dos medios libros, un libro escrito entre los dos”.
Ese libro dice así:
“Cada vez que su padre vuelve de la ciudad, Wincenty lleva a la escuela una pelota hecha con papeles dorados de los caramelos: una pelota redorada. Entonces los otros chicos se la envidian y se la sacan y le hacen chistes crueles y le pegan. Wincenty aprende: sigue llevando la pelota dorada pero se la regala, cada vez, a un chico distinto —y espera a ver qué pasa—. A algunos les hacen chistes, se la sacan; a otros no. Wincenty aprende.
A veces Wincenty querría ir a la escuela de los chicos judíos: un lugar donde ser como los otros, mezclarse con los otros. Entonces le pregunta a su mamá por qué no va a esa escuela y su mamá no le contesta. A veces su mamá murmura algo que Wincenty no entiende y sólo una vez su hermano Berl, Bere, Bérele, que se llama Bernard y ya tiene como 14 años y hace tiempo dejó de usar los cortos y se afeita dos veces por semana, se compadece de él y le dice que él no va con ésos —que ellos no van con ésos— porque ellos —ella, él, su hermano mayor, su mamá, su papá, su familia— no son como ésos: que tienen la suerte de no ser como ésos. Wincenty no se atreve a preguntar por qué —cómo son ésos, cómo ellos— pero recuerda y se promete: un día va a saber”.
Pero ahora
Esto es lo que queda por venir. Es decir que este libro terrible y hermoso que está publicando ahora Caparrós, este libro que me dejó con la boca del estómago cerrada y con el aire de una época en la cabeza, no es el último. Ahora te paso mis subrayados de Antes que nada.
Mis subrayados
1. “Es un momento tan extraño: de pronto te dicen lo que toda tu vida temiste oír, lo que te imaginaste a otros escuchando, lo que confiabas en no escuchar jamás”.
2. “No quiero convertirme en ese héroe de la época: la víctima”.
3. “La patria, ay, si la hay, es un helado de dulce de leche”.
4. “Me duelen las piernas, no me sostienen, no puedo caminar, vivo en silla de ruedas. Es feo, pero no intolerable. Parece delirante saber —¿saber?— que en un tiempo no demasiado largo ya no podré mover los brazos ni seguramente hablar ni, supongo, tragar. Que no voy a poder tomar este mate ni fumarme aquella shisha ni comer un sanguchito”.
5. “Ser de Boca fue uno de mis rasgos de identidad más decisivos durante varios años”.
6. “Cinco días después cantábamos el nuestro, donde jurábamos con gloria morir. La idea de la muerte por la patria es central en todos nuestros himnos: la idea de la violencia es central en todos nuestros himnos, nuestras canciones más sagradas”.
7. “No hace más de diez años que entendí —al escribirlo— que mi bisabuela Gusztawa, la madre de mi abuelo Vicente, desvistiéndose para entrar en una cámara de gas de Treblinka es un vínculo más fuerte que cualquier reflexión”.
8. “Cuando Ernesto Guevara de la Serna ya era ‘El Che’, mi padre Antonio le mandó a La Habana un trabajo que había escrito sobre ‘Los incentivos morales y materiales en la producción’”.
9. “Eran tiempos en que todavía creíamos que el hecho de que un equipo fuera argentino alcanzaba para apoyarlo; ahora, por supuesto, ningún hincha de Independiente gritaría un gol de Racing; más bien, celebraría los de su contrario. Algo cambió mucho en la Argentina —también en ese punto”.
10. “Ahora la violencia está demonizada y quizá sea mejor —pero tampoco imaginamos sociedades mejores y quisiera saber, cuando eso suceda, si podremos intentar construirlas sin violencia, si los que ahora se benefician como nunca dejarán sus privilegios con gusto y gentileza, pase usted, por favor, faltaba más, póngase cómodo. Ah, sí, su plusvalía, retírela en la ventanilla 6, si no es molestia”.
11. “Aunque trato de no ser un moribundo mientras no sea un moribundo”.
* Contame qué pensaste con todo esto: pkolesnicov@infobae.com.
* Esta nota es una versión del newsletter “Leer por leer”, que se entrega los jueves. Ediciones anteriores de este newsletter están recogidas acá.
¡Nos vemos!