Rodrigo Ures es una suerte de juglar, tal vez por su historia. Cuenta que ingresó al mundo de la literatura infantil a partir de su encuentro con María Elena Walsh, a quien la artista bautizó como su “anticuario y reciclador”. Por eso, como ella, Rodrigo construyó una carrera artística bebiendo de diferentes disciplinas, porque es actor, productor y realizador de TV y teatro y escritor.
Rodrigo Ures nació en Buenos Aires el 6 de mayo de 1972, se formó como realizador y productor en el CENT N.° 48, y más tarde se especializó en producciones destinadas al público infantil. Además, siempre ligado a las infancias, estudió Tiempo Libre y Recreación y como profesor de Educación Primaria por la Escuela Normal Superior en Lenguas Vivas N.° 1 Pte. Roque Sáenz Peña de la Ciudad de Buenos Aires, donde recibió el premio Mejor Maestro Egresado.
Su amistad con María Elena Walsh, lo condujo formar parte de la creación del primer Centro de Documentación María Elena Walsh, proyecto que cuenta con el apoyo del Fondo Nacional de las Artes, que posee la obra completa de la autora en todas sus ediciones (incluso las extranjeras) en muchos casos incunables, además de objetos, traducciones, material periodístico e inédito.
Para chicos y chicas ha escrito Macarena Macanuda y Los Juegolines, publicados por AZ; el poemario Versos alados para Cebollitas, que imagina un encuentro de María Elena Walsh con sus poetas favoritos. Integra la Cátedra Latinoamericana y Caribeña de Lectura y Escritura, y en pandemia fundó, junto con Nora Lía Sormani y Gricelda Rinaldi, Kunumi Infancias, un colectivo cultural dedicado al público infantil que, con el apoyo de IBERESCENA, llevaron a cabo el Primer Festival de Teatro para las Infancias.
En 2014, fue convocado por Sara Facio como miembro fundador y consejero de la Fundación María Elena Walsh. Realizó el documental Y a París ella se fue… donde recorre la ruta creativa de María Elena Walsh en Francia. Su especialización en torno al universo walshiano hace que Rodrigo Ures participe en actividades de divulgación en universidades y centros de formación de distintas partes del mundo.
Fue merecedor de premios y distinciones a nivel nacional e internacional. Su libro Sombreros recibió la recomendación del jurado del Premio Internacional Casa de las Américas (CUBA). En 2019 recibió el premio Nacional y latinoamericano Hormiguita Viajera, como Maestro Latinoamericano de LIJ; y el Premio Pregonero en 2023 y en 2024, como especialista eb el primer caso, y por el programa radial Librito de Yuyo –Premio Pregonero a Contenido Digital–, en el segundo caso. El título del programa está inspirado en la canción “El jardinero”, de María Elena Walsh.
—¿Cómo se construye la identidad lectora?
—Yo creo que tiene que ver con las sumas y las restas de las lecturas que se nos van cruzando. Y estoy pensando, también, en que nos cruzan lecturas, pero también ahí aparecen las elecciones que nosotros vamos tomando en relación con lo que se aparece, lo que nos interesa y, sobre todo, lo que nos apasiona.
—¿Crees que un libro podría despertar el interés por leer?
—Obvio. Definitivamente sí. El libro es, en primera instancia quien nos abre la puerta para ir a jugar. Pero más allá del libro, me parece, tiene que ver un poco con lo que hablábamos antes. Tiene que ver con ese libro que le provoca a los adultos significativos de nuestra vida. Pero también hay algo que puede provocar, más allá del libro, digo, que es el ritual que hay en torno a un libro y que te puede llamar la atención. Recuerdo los libros en los 70, que se forraban los libros con papel de regalo, a veces papel de revista, y eso generaba mucho interés, mucho más allá del libro, porque no sabíamos qué era lo que había adentro, pero veíamos personas que leían muy atentas, y entonces ese libro había que encontrarlo, había que leerlo, había que afinarlo, había que recuperarlo para ver por dónde iba. Entonces, en la mirada atenta de quien lee ese libro aparecen todas las posibilidades para poder entrar a leer.
—De un hogar sin madre ni padre ni familiares lectores ¿puede surgir un ávido lector?
—Mmm. Mmm. ¿Madre y padres lectores? No, bajo ningún concepto. Por supuesto que facilita un montón si hay padres y madres lectoras que ayudan, acompañan y eso. Pero tenemos el caso de Matilda, de Roald Dahl, en el que los padres eran un desastre y la niña era una lectora espectacular. Y hay casos también, como dice el refrán, en casa de herrero, cuchillo de palo, en los que hay inmensos lectores, bibliotecas impresionantes, colecciones que cualquiera envidiaría, y el pibe no lee. No lee por oposición. ¿Viste que hay acciones que uno va tomando, en relación con la familia, que es por compensación o por oposición. Entonces, si tengo papás que no leen, quizás compongo esa situación leyendo. Y por otro lado, si tengo muy, muy, muy, muy muy entrenados a los padres, yo digo no, la verdad que no, ya lo vi, eso te vi leyendo y no, no tengo ganas. Hay muchos casos de de profesores, hay muchos profesores de literatura, de letras, editores, que tienen hijos que no leen o que leen muy poco.
—Pensando en esto, ¿hay un momento para empezar a leer?
—Sabemos que se empieza a leer desde la teta, ¿no? Desde que se empieza a construir vínculos con el otro. Uno lee, uno va leyendo el entorno. Así que se comienza a leer desde siempre. Por supuesto que cuando estamos necesitados de saberes, de aventura, de compañía, uno se acerca al libro y comienza a construir y a buscar estrategias para leer. Pero la lectura sorprende, o sea, es muy particular. Cada persona es un lector.
—¿Qué es ser mediador de lectura? ¿Es algo ligado a la educación o creés que hay otros tipos de mediadores?
—Mediador de lectura es quien abre caminos. Es un líder que entusiasma, para mí. Y sí, la escuela podría ser un lugar donde encontrar varios líderes que ayuden a leer o que provoquen las ganas de leer. Pero no necesariamente es la escuela el ámbito. Por lo general hay muchas experiencias o casos de escuelas donde la lectura o las prácticas de lectura que presentan alejan totalmente a los pibes de la lectura, del libro, y de las ganas de disfrutar. Pero bueno, por supuesto, también hay experiencias maravillosas y de primera calidad. Pero no, la escuela no necesariamente es el ámbito donde se tiene que dar o el docente el que tiene que ser. Debería ser, porque tenés todas las herramientas, pero no necesariamente. Hay mediadores poco tradicionales. El mediador niño. A mí me encanta cuando aparece el niño como mediador, ¿no? Cuando de repente tiene un entusiasmo terrible sobre algo que leyó y lo comenta a sus compañeros o a sus amigos y hace que se contagien esas ganas, y el pibe necesita tener ese libro, y va y lo compra o lo busca en la biblioteca.
No necesariamente es el docente. Sí tiene que ser esto, como decía, un líder, una persona que tenga carisma y que pueda transmitir esta idea de que leer es fabuloso.
—¿Recordás tu primer encuentro con libros?
—¿Sabés que los primeros libros para mí fueron las revistas? Las revistas escolares, la Billiken, la Anteojito. O sea, se compraba siempre en mi casa y las íbamos alternando con mis hermanas. Es decir, suponete que una de mis hermanas tenía Anteojito, yo tenía Billiken y mi otra hermana recién tenía que esperar a la otra semana para tener [una]. Bueno, eso, me entendiste ese circuito... Fueron las revistas lo primero. Después, el suplemento de Crónica, que se llama Croniquita, que tenía unos cómics muy interesantes, pero también tenía como mucha nota de información, ¿viste? De efemérides y era breve. Y después, algo que yo leía mucho eran las contratapas de los discos, de los LP. ¿Te acordás? El arte era muy importante, era muy lindo. Algunos venían con algún prólogo o las letras de las canciones, algún juego. Para mí era como leer un libro. O sea, podía estar horas leyendo las tapas y las contratapas de los discos.
Fotos: Gentileza Rodrigo Ures.