Sabino Vaca Narvaja comparte sus experiencias y reflexiones sobre China con locuacidad y un ajustado uso de las palabras. Lo hace no sólo como ex embajador argentino en el milenario país -ejerció el cargo entre 2020 y 2024, vaya período de tiempo- sino también como un curioso observador participante y extranjero en tierras lejanas. El resultado de estas pasiones está plasmado en el libro Atento al camino. Crónicas en China (Futurock Ediciones), donde ofrece una mirada profunda sobre la importancia geopolítica, económica y cultural de la relación entre Argentina y China, con estilo de bitácora de viaje que va más allá de un simple “informe de gestión”.
En diálogo con Infobae Cultura, Vaca Narvaja analizó las complejidades de la potencia global tecnológica emergente y detalló alguno de lo que él considera logros en términos de “poder suave”, o de cómo El Eternauta, la selección de fútbol campeona del mundo con Lionel Messi a la cabeza, y la película El robo del siglo (Ariel Winograd, 2020) hicieron mucho más que cualquier estrategia diplomática para llevar la marca “Argentina” al otro lado del mundo. Todo sucedió en una “sociedad con casi 5 mil años de historia” describe Vaca Narvaja, de la cuál nos separa “una gran brecha de desconocimiento, a 20.000 kilómetros de distancia y con barreras de idioma y la cultura”. Una brecha, para él, genera “desconfianza”.
—¿Por qué decidió escribir este libro?
—En realidad a mí China siempre me había interesado. Me preguntaba ¿cómo puede ser que una sociedad campesina feudal, en un lapso de tiempo tan corto, 40 años, haya pasado a ser potencia tecnológica y económica mundial? O sea, lo que le costó a Inglaterra como potencia industrial o Estados Unidos 200 años de desarrollo, China logró solo en 40. En 1949, para para tener un solo dato, la expectativa de vida era 33 años. El año pasado la expectativa de vida se determinó de 78 años (un año más que Estados Unidos). Entonces, mi primera pregunta interpelándome como argentino, era: ¿cómo hicieron para generar este desarrollo? Digo ¿Cómo puede ser que una sociedad campesina logre estos estándares tecnológicos y de desarrollo?
—¿Y qué encontró allí, una vez que llegó para trabajar y vivir?
—Primero, que China no se piensa como un estado emergente. Esto hay que entenderlo, es muy importante. China, por este esquema cultural, se piensa como un estado que está reemergiendo. ¿Qué quiere decir esto? De nuevo: 5 mil años de historia. Recuérdese que las dinastías chinas eran el centro del mundo en términos comerciales y tecnológicos. Después, obviamente, con la revolución industrial, el país fue en declive. Y después de 1978, quien realiza la gran reforma económica se llama Deng Xiaoping donde pronuncia esa frase muy pragmática, y muy famosa en China, pero que él la materializa: “No importa si el gato es blanco o negro, lo que importa es que cace ratones”. Es decir, no importa si hay herramientas liberales, si esto mejora la condición de nuestro pueblo, vamos a abrazarlo. A partir de ese momento se logra un desarrollo económico sin precedentes.
Si vas a China, a cualquiera de las ciudades y también a las regiones del oeste, ya tienen 75 mil kilómetros de trenes de alta velocidad. Es un desarrollo realmente impactante. Y acá quiero hacer un punto en este esquema desde la mirada de Argentina. El dato relevante es que las empresas estadounidenses tienen las mayores ventas del mundo en China: iPhones, autos Tesla... Hoy son 400 millones de personas de clase media, en diez años van a ser 800 millones. Ya tienen 5 millones de ricos. Hay 1.500 mil millonarios, o sea con una fortuna de más mil millones de dólares. El turista chino es el que más gasta promedio en el mundo.
—¿Qué significación tuvo la publicación de El Eternauta en mandarín, por primera vez en China?
—La industria editorial en China hoy es la más grande del mundo. Y través del programa Ventana Sur se tradujeron obras de Borges, de Fontanarrosa, que fueron muy bien recibidas en China. Nosotros vimos ese fenómeno y en ese momento, una editorial de Shanghái se había puesto en contacto con los familiares de Solano López y Oesterheld. Ahí, como embajada, empezamos a colaborar para agilizar el proceso. Fue el primer, entre comillas, “manga” o “cómic” que llegó a China de Argentina y que tuvo muy buena aceptación. Y claro, acuérdense que la imagen de Juan Salvo con este traje de astronauta en medio de la nieve, que era como un símbolo de la pandemia.
Yo llegué en el medio de la cuarentena y ahí empezamos a tener contacto con la editorial. Una vez que tuvimos terminada la obra, comencé a hacer un trabajo en las escuelas y con todas las autoridades chinas. Llevaba El Eternauta como regalo institucional a todos lados. Incluso tengo una foto del regalo que le hice al Papa Francisco cuando hizo la visita a Mongolia, y eso generó mucha curiosidad entre los chinos: lo puso en un nivel muy alto y la verdad fue un éxito de ventas. Y ahí pasó otra cosa muy interesante. Argentina participó por primera vez participó en el Festival Internacional de Cine de Beijing, que es uno de los más grandes de la región.
Todo fue por intermedio del presidente de China Media Group, una corporación muy grande del sector audiovisual. A través de ello se dio la posibilidad cuando se cumplían 50 años de relaciones diplomáticas entre Argentina y China. Entonces me invitaron a ser presentador y la invitaron a Lucrecia Martel a ser miembro del jurado. Eso después también ayudó al estreno de la primera película argentina subtitulada al mandarín, El robo del siglo, que se proyectó en más de 3 mil salas. Me daba mucho orgullo: vos te tomabas un avión para viajar por el interior de China y también estaba en la oferta de las películas. Una película muy graciosa, que hacía que los chinos tuvieran una gran aceptación.
—Podemos encuadrar al fútbol dentro de este puente cultural ¿Cómo se vivió la visita de la selección de Messi, flamante campeona del mundo, en junio de 2023?
— Fue impresionante porque el mundial de Qatar se vivió con mucha pasión. No sólo fue en Bangladesh, sino que también en China se festejaba y alentaba mucho a la selección argentina. Acordate que en los Juegos Olímpicos de 2008, ganó Argentina en fútbol masculino y estaba Messi. Entonces los chinos quedaron muy encantados con el fútbol argentino. Fue una gestión compleja, pero tuvimos la suerte de que el primer partido fuera de Argentina, después de haber sido campeones del mundo, fue en China. Todos con la camiseta argentina, particularmente la de Messi, con las letras en ideogramas en mandarín. Era una ovación en todo el estadio cada vez que la selección tocaba la pelota. Esa noche tuve una sensación: mejor embajador de Argentina que la selección y Messi, no existe.
[Fotos: Adrián Escandar; archivo personal Sabino Vaca Narvaja]