Desde su departamento, en Buenos Aires, donde pasa gran parte del año, Horacio Lavandera atiende el teléfono. Tiene el piano ahí, a metros, siempre esperándolo, y más allá, en la habitación, la valija abierta: se prepara para una gira que empieza en Neuquén, sigue en Bariloche, vuelve a Buenos Aires, al Teatro Coliseo, el 16 de noviembre y concluye, del otro lado de la Cordillera, en Chile, el 22. “Suelo viajar mucho”, dice. “Para tocar, básicamente; para hacer conciertos”, agrega. ¿Qué hace el resto del tiempo un pianista destacado, metódico, perfeccionista? Lavandera sonríe. ¿Toca el piano? Vuelve a sonreír. “Sí, es así”, admite.
La música apareció temprana, natural, en la infancia. Su padre, José María Lavandera, fue un reconocido percusionista: ahí ya estaba el germen. Hay otra figura gravitante en la familia: su hermana, María José Lavandera, que se dedicó al ballet clásico desde muy chica. Él, un año y meses menor, la miraba bailar una música cautivante. “Yo ya tenía unos dos y medio y la acompañaba cuando iba a sus clases de ballet, escuchaba el piano, la veía hacer sus primeros pasos... me gustaba, me emocionaba mucho”. Juntos, escuchaban el long play de El lago de los cisnes de Tchaikovsky y dibujaban con crayones. “Así que son los primeros recuerdos”.
En ese momento, dice Lavandera, “inmediatamente pedía”. ¿Qué pedía? Tocar. “Veía el piano, me gustaba”, dice. “Era una forma de acercarme también mucho a mi hermana”, confiesa. “Mi tía abuela era una gran pianista, Marta Freigido, que estudió con uno de los mejores profesores que hubo: Vicente Scaramuzza, un profesor italiano que vivió gran parte de su vida en Buenos Aires. Ella había sido discípula de él. Así que con ella empecé a estudiar a mis siete años, estuve con ella estudiando unos seis años. Y a los 11 o 12 años les empecé a informar a mis padres que quería tomármelo como algo muy en serio, vivir de ello”.
Las clases con su tía abuela se distanciaron por la pérdida de quien era su marido. “Fueron cada vez más esporádicas. Entonces decidimos cambiar de maestro. Y cambié a un gran maestro, Antonio de Raco: con él estudié seis años, desde los 12 a los 18. Yo estudiaba mucho, dejé el colegio, lo cual fue una decisión muy difícil. Empecé a participar en concursos y me fue bien en varios concursos. Mucho trabajo, mucho sacrificio”. Tras ganar una beca, se fue a vivir a Europa: pasaba la mayor parte del tiempo en Madrid. Pero se produce un quiebre, en la pandemia, año 2020: “Mi vida cambió bastante porque fallece mi padre”.
José María Lavandera murió en la medianoche del 10 de julio , a los 63 años. “Venía luchando con un cáncer de 2017″, cuenta. “Entonces decidí también organizar mi vida desde Buenos Aires, no estar tanto tiempo afuera”, agrega. “Desde que tengo 13 estoy viajando y durante muchos meses. La verdad es que trabajaba mucho, y tenía muchas ganas de estar en Europa”, dice y subraya los premios, que le dieron “un espaldarazo gigante” que “abrió muchísimas puertas”. “Durante esos años conocí a Karlheinz Stockhausen, un compositor muy importante de la historia de la música de vanguardia: esto fue muy importante para mí”.
¿Cuál es el origen del talento? Con una familia tan musical, ¿hay algo que ya viene en los genes, o se trata, por el contrario, de prepotencia de trabajo, como decía Arlt? Lavandera no lo duda: “Es trabajo y sacrificio. Postergar un montón de cosas de la vida por tu pasión. Muchas veces pueden ser palabras que suenan mal, aunque a mí no me suenan mal. Son palabras valiosas cuando uno tiene una gran pasión. Yo desde los 13 años estudio y me dedico por completo a la música. Traté y trato de cultivarme en lo que respecta a mi gran pasión. Y nunca lo dudé. Tenía a mi padre muy cerca, lo veía tan apasionado. Es algo que te acompaña toda la vida”.
“Considero una bendición haber nacido en una familia que valoraba tanto que yo pudiera dedicarme con mucha alegría. Y todos los detalles que uno puede llamar oscuros, negativos, finalmente son poca cosa al lado de ser feliz con lo que uno hace”, asegura. Ahora, su base de mando es Buenos Aires, una ciudad que “no tiene nada que envidiarle a ninguna parte del mundo. Todo lo contrario. Se está en un enclave estratégica geográfica que le da una estabilidad y una paz, porque realmente es un lugar de paz, lejos de todos los conflictos que pueda haber en Europa, Estados Unidos, Asia”.
“Desde Argentina y como argentino, porque todos estos años se me ha considerado un representante de la cultura de Argentina, puedo pensar en proyectos maravillosos. De hecho, en estos últimos años estuve incursionando en géneros tan distintos a lo que puede ser la música clásica: todos de una riqueza increíble. Estoy haciendo un homenaje a Atahualpa Yupanqui en el Festival de Cosquín en Córdoba. En enero voy a estar haciendo una presentación en el Festival de Chamamé en homenaje a Tránsito Cocomarola. Son todos artistas nuevos para mí, al haber estado tanto tiempo afuera en Argentina”.
Horacio Lavandera está en la búsqueda de una síntesis. Una síntesis entre dos cosas que podríamos definir rápidamente así: la música popular local y la música popular clásica, que es universal. “Es un enorme honor estar en este momento en Argentina para hacer este tipo de trabajos”, dice. Hace poco estuvo en Madrid y llevó un concierto dedicado a la música argentina. “Lo hago con muchísimo orgullo. Están muy interesados en Europa, en Estados Unidos, de todo lo que está pasando acá. Acá hay otro arte que se puede hacer y desarrollar. Mucho de lo que se puede hacer en Europa o Estados Unidos son lenguajes más habitados”.
“En todas las épocas siempre hubo todo tipo de música”, dice Lavandera cuando hablamos del mainstream. “En estos últimos 500 años el negocio de las artes siempre estuvo presente. De hecho, quizás dentro de 20 o 25 años escriba un libro sobre esto. No hay tantos puntos en común con el comercio de la música en la época de Beethoven, pero hay dos que son salientes de estos últimos 20 años que están cambiando totalmente el panorama: las redes sociales y la inteligencia artificial. Yo soy de la idea de que hay que abrazar todo esto con mucho optimismo”, asegura.
“Nos están dando y nos van a dar herramientas muy potentes de comunicación. Se trata de ir buscando alternativas, respuestas. El mundo no es estático, nunca lo fue. En la época de Mozart y Beethoven hubo muchos cambios. Era una época de revoluciones, de cambios, sobre todo tecnológicos. La música siempre estuvo atravesada por eso. La música puede ser más o menos religiosa, más o menos espiritual, más o menos comercial, pero está dentro de una sociedad en constante cambio. No sé si hay evolución, es cíclico, pero esa es otra discusión. En mi tarea de músico tengo que convivir con todo esto y hacer lo que más me gusta”, agrega.
En el Teatro Coliseo tocará el repertorio que hizo en el Carnegie Hall de Nueva York el 10 de mayo de este año: “Habrá obras consagradas de la música clásica: La sonata apasionada de Beethoven, las Variaciones serias de Félix Mendelssohn, Impromptus de Franz Schubert y Variaciones de Mozart. Pero también hay obras muy nuevas y muy distintas a estrenar, muy poco conocidas por la gente: como algunas piezas del compositor argentino Dino Saluzzi, que si bien es muy conocido para un ambiente erudito del folclore, del tango y de la música clásica, para el gran público todavía es un nombre nuevo”.
“También unas versiones nuevas de un compositor muy importante de Estados Unidos, George Gershwin, versiones extremadamente virtuosas que se basan en grabaciones originales que él hacía en rollos de pianola al comienzo del siglo XX y grabaciones eléctricas que hizo en los años 20”, dice y concluye: “Siento una responsabilidad enorme cada vez que subo al escenario. Mi arte trata de conectar a un compositor que quizás no es tan conocido, como Dino Saluzzi, con Mozart o con Beethoven”. Luego de despedirse y cortar llamada, Lavandera se sienta al piano y se pone a tocar. Cada vez falta menos. Quiere que sea perfecto.
* Horacio Lavandera se presenta el sábado 16 de noviembre en el Teatro Coliseo (Marcelo Torcuato de Alvear 1125, CABA). Interpretará un concierto para piano con obras de Mozart, Beethoven, Mendelssohn, George Gershwin y Dino Saluzzi.