El martes 12 de noviembre se entregaron las Premios Konex a las Letras 2024, y el máximo galardón, el de Brillante, fue para la escritora María Moreno. Silvina Chediek, maestra de ceremonias del evento, anunció que, ante la imposibilidad de María de hacerse presente, lo recibiría su hijo Manuel, y que la actriz Cristina Banegas –amiga de Moreno– sería su voz.
Moreno, que nació como María Cristina Forero en 1947, es una -valga la redundancia- brillante escritora y periodista argentina. En 1984, en plena primavera democrática, fundó la revista feminista Alfonsina. Publicó libros como la crónica El petiso orejudo, sobre el célebre asesino de niños de la primera mitad del siglo XX. También Black out, mezcla de autobiografía y ensayo. Y Oración. Carta a Vicki y otras elegías políticas -sobre la obra periodística de Rodolfo Walsh- entre otros libros. El año pasado, tras sufrir un ACV, Moreno publicó Pero aún así, una serie de ensayos que trabajó “con un solo dedo” debido a la enfermedad.
Este martes Banegas, en nombre de María Moreno, empezó leyendo:
“Un brillante es para siempre” decía Andy Warhol. ¿O era un diamante? No sé si lo dijo en la época en que presentaba sus carpetas a las casas de diseño y saltaban las cucarachas. O mucho más tarde, cuando podía conseguirlo, como Liz Taylor consiguió el diamante Krupp amarillo de las manos de Richard Burton. El Krupp había sido de Vera Krupp, esposa del industrial nazi Alfried Krupp, por lo que Liz exclamó al recibirlo: “Es justo que ahora esté en el dedo de una buena chica judía”
El público la escuchaba expectante. Moreno, con la voz de Cristina Banegas, en ese recinto lleno de escritores, ironizaba: “Bernard Shaw decía que un artista era alguien que fundía a sus padres, mataba de hambre a su mujer y a sus hijos, hipotecaba la casa y dejaba las facturas impagas. Todo, antes de claudicar. No solo los artistas somos, en general, pobres, sino que eso es muy bien visto como garantía de pureza. Los escritores solemos inventar ingeniosas y encomiables razones para explicar nuestra vocación o vicio, o como quieran llamarlo. Pero sospecho que en todos hay una razón oculta, y es que solo requiere de una birome y un cuaderno; en el peor de los casos, servilletas robadas y un pedazo de carbón”.
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Por eso, por lo difícil que es sobrevivir para un escritor que no haya nacido en una familia pudiente, Moreno -Banegas- siguió entre la ironía y la risa, un poco en broma y mucho en serio:
“Pensé por un momento que me darían brillantes de verdad. Ya a nosotros los escritores es a quienes nos toca hacer las metáforas. Pero no, se trata de un objeto pesado, de madera, con algo que parece acero o bronce. La metáfora es otra. Somos tan valiosos como su peso”. (...)
El Konex de la SUBE
Pero si no hay brillantes, ¿qué le puede venir bien a un escritor? Bueno, que le carguen la SUBE, la tarjeta para pagar el transporte público, que desde comienzos de año tuvo aumentos significativos,
“Creo que debería haber un Konex de la SUBE, cuyo primer premio sea cargar la tarjeta con $20.000, con 10.000 para el segundo, y 5000 para el tercero”.
Después avisó que iba a cambiar de tema:
“Nosotres trabajamos con palabras, y las palabras son inenajenables. Se pueden censurar, entristecer, ocultar, pero siempre habrá fugas, como las clandestinas, que se achicaban hasta el borde justo de la inteligibilidad”. (...)
Y, claro, desde la oposición apostó al futuro:
“Este premio nos ha juntado a tantes con quienes pensábamos juntes en momentos distintos de nuestras vidas, que podemos considerarlo uno de esos bolsones de resistencia de donde saldrá una palabra nueva, cuyos legados todavía no conocemos, pero que no nos encontrará mudos, a lo sumo, como fénix desplumados, bajándole definitivamente el rating al falso rey que siempre estuvo desnudo”.
La aplaudieron, la vivaron. En el escenario estaba Cristina Banegas, con su voz, su compromiso y su amistad. En el papel, María Moreno.
Fotos: Jaime Olivos y archivo de Infobae.